<p>Así se describe el escenario en un reciente libro de Lester Brown (World on the Edge), cuya tesis es clara: a medida como se hunde en el olvido, la cumbre climática de Copenhague –diciembre de 2009–, pone en clara evidencia que era un punto de no retorno. Pero no el que esperaban sus organizadores.<br />
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Convocada para ponerse de acuerdo sobre un nuevo marco de lucha contra el recalentamiento global, la reunión debía marcar un pico de preocupaciones políticas sobre el ambiente. Por el contrario, el tema volvió a perder ímpetu desde entonces, o sea hace casi año y medio.<br />
La lección danesa fue tristemente clara: era imposible que los dirigentes del mundo encontraran puntos mínimos comunes para llegar a un compromiso aceptable para todos. El tono agrio de los debates subsiguientes confirma ese diagnóstico, recalca el autor. No obstante, las pruebas del recalentamiento universal están a la vista.<br />
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En tanto, crece la amenaza de lo que los ecologistas llaman “caos climático”, aunque otras preocupaciones se hayan tornado más acuciantes. Eclipsada durante un lapso por la recesión en las economías centrales –apunta Brown–, la escasez de recursos vuelve a ser tema de inquietud.<br />
Por ejemplo, los precios de productos primarios se hallan nuevamente en alza, con los crudos a extremos de US$ 126 en abril, y los alimentos suben por efecto de la demanda en economías emergentes y transtornos climáticos en Australia, Estados Unidos, etc. Ello sin contar la catástrofe japonesa, aunque no sea fruto de contingencia atribuibles a los hombres. Salvo su costado nuclear, naturalmente.</p>
<p><strong>Más catástrofes</strong><br />
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El peligro de más inundaciones, sequías y tornados en un mundo más cálido permite esperar una ulterior volatilidad en valores de materias primas, alimentos e insumos. A su vez, ello puede conducir a su creciente escasez y carestía. Según señala el autor, más de un año después de Copenhague van apareciendo textos como el suyo, que buscan explicar a los Gobiernos y al sector privado el imperativo de sobrevivir en un planeta “donde ya es demasiado tarde para evitar peligrosos cambios climáticos”.<br />
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Esta cuestión la aborda otro libro, <em>Climate Capitalism</em>, Hunter Lovins, Boyd Cohen, dos emprendedores ambientalistas con peculiares ideas sobre esos temas, plenas de un optimismo que Brown no comparte. Más sombría es la visión de su colega Paul Gilding en<em> The Great Disruption</em>, de loable redacción. Sin embargo, el trabajo del propio Brown <em>(World on the Edge)</em> muestra una concepción mucho más amplia en ideas y minuciosa en detalles.<br />
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Pero el libro tiene sus puntos flacos. Así, un planteo muy ambicioso contrasta con la brevedad (apenas 240 páginas) y arriesga concentrar materiales en exceso. Brown no es una persona inclinada a ver ambos lados de un argumento y, a menudo, desdeña los aspectos negativos de las soluciones que promueve. A pesar de eso, ofrece una colección de datos sobre problemas globales claves para el futuro.<br />
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En esencia, aporta una visión integral de mercados y segmentos expuestos a los mayores desafíos. También aborda tecnologías y modelos de negocios con mayor potencial para afrontar un contexto de crecientes problemas ecológicos, económicos y sociales asociados al recalentamiento climático.<br />
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Brown abre el libro con capítulos centrados en un tópico tan pertinente como la seguridad alimentaria. Los dos insumos básicos para la producción agrícola son agua y tierra cultivable, sometidos a deterioro desde los llanos de Colorado hasta China del norte. El autor sugiere que, así como las reservas petrolíferas se acercan a un punto desde el cual se agotarán, la oferta mundial de agua potable y de riego afronta su punto de inflexión. <br />
Con 219.000 personas engrosando cada día la población del planeta, el fenómeno entraña costos más caros y volátiles para agua, tierras y alimentos. A su vez, ambos factores implican futuras tensiones internacionales. En otro plano, se generará una demanda por ideas para manejar el agua y la producción.<br />
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A eso se dedica la segunda parte del libro. Como otros autores que privilegian el “negocio verde”, creen en la relevancia de elevar la eficiencia energética, el camino que las empresas pueden seguir para operar mejoras básicas en pro del planeta. Pero esa salida a problemas ambientales empieza a ser cuestionada debido a “efectos de rebote”. Si la energía se usa más eficientemente, aumenta su demanda, aunque solo si los precios permanecen constantes. Y esto dista de ocurrir.</p>
Un mundo que está al borde del colapso ambiental y económico
Las pruebas del recalentamiento universal están a la vista: según científicos del gobierno estadounidense, 2010 rivaliza solo con 2005 como año pico de un fenómeno tangible cuyos registros datan de 1880. Hoy los síntomas tienden a agudizarse.