<p>Los organismos reguladores estadounidenses –bajo la mirada expectante de sus pares en todas las latitudes– están por decidir cuánto –y de qué tipo– se podrá operar en productos financieros complejos como los derivativos (contratos cuyo valor está ligado a un instrumento financiero desde la tasa de interés que pagan los títulos gubernamentales al precio del petróleo). Una masa inmensa que multiplicó la hondura de la reciente gran recesión y que amenaza seguir mostrando sus efectos perniciosos.<br />
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El de derivados es uno de los mayores mercados en el mundo. A finales de 2009, y según la autorizada opinión del Banco de Pagos Internacionales, los contratos vigentes ascendían a la astronómica cifra de US$ 636 billones (millones de millones). Algo así como 45 veces el PBI de EE.UU, la primera economía del mundo. Lo que ilustra con dramatismo la brecha entre la economía real (lo que produce un país durante un año) con estos juegos especulativos.<br />
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Pero esto no es lo más grave. Apenas 3,4% de esa cifra colosal fueron transados en los mercados bursátiles mundiales. El resto, que equivale a 10 años de producción de todas las economías del mundo, se transaron en mercados privados bajo términos apenas conocidos por compradores y vendedores.<br />
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A lo largo del año próximo, un nuevo conjunto de reglas y procedimientos para regular estos mercados privados –también llamados derivados OTC<em> (over the counter)</em>– verá la luz. Será la consecuencia del proceso iniciado con la ley Dodd y del acta de protección al consumo.<br />
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Los plazos han empezado a correr. En el llamado “título 7” están las disposiciones que afectarán a los derivados financieros y que será sin duda el proceso de cambio más controvertido y batallado que se pueda imaginar. <br />
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La consecuencia final será una verdadera revolución en el mundo financiero. Pero lo que viene ahora es una batalla sin tregua entre los grandes actores. Reguladores de un lado, especuladores del otro. <br />
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Lo que diga la letra chica de la nueva reglamentación será esencial para los bancos, los inversionistas y para la salud de la economía planetaria. Todo dependerá de hasta adónde avancen los dos entes reguladores<em> (Securities and Exchange Comission y Commodity Futures Trading Commision) </em>en supervisar un mercado que creció sin vigilancia directa en las últimas décadas. <br />
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Para julio del año próximo, gracias a la ley impulsada por Barack Obama, ambos organismos deberán tener listas más de 100 definiciones capitales para la futura evolución de los derivativos. La gran mayoría de los términos del negocio surge de acuerdos privados y no hay un cuerpo de normas establecido. Si bien los reguladores han convocado todo el talento que requerirán, del otro lado estarán los abogados y el <em>lobby</em> de los que temen perder parte sustancial de este inmenso negocio.<br />
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La causa evidente de la crisis reciente –o su estallido– fue el mercado inmobiliario estadounidense. Pero su desarrollo se potenció cuando ante el derrumbe se liquidaron muchos de esos contratos derivados originados en operaciones inmobiliarias. Entonces quedó en claro lo peligrosamente interconectado que estaba esta parte del sistema financiero, los grandes responsables de lo que se llama el “riesgo sistémico”.</p>
<p><strong>Dos grupos de derivativos</strong><br />
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El propósito de las nuevas reglas es dividir en dos el mundo de los derivativos. De un lado, los derivados estándar, aquellos ampliamente usados, de estructura simple y que justifican buena parte de las transacciones. Del otro, los que serán minuciosamente monitoreados.<br />
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Para el desarrollo del primer grupo se prevén mecanismos de <em>clearing</em> (como en el sistema bancario), para evitar que la caída de un gran jugador produzca un terremoto y se pueda mantener la crisis bajo control. Es cierto que también un actor responsable del clearing puede caer, por eso la reglamentación preverá el capital con el que deberá actuar y recursos colaterales para hacer frente precisamente a esta circunstancia. Las reglas se extenderán con prolijidad por el sistema electrónico donde se transarán estas operaciones, un aspecto delicado sobre el que todavía no hay indicios.<br />
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La complejidad del proceso regulatorio y lo vital para el negocio que es cómo se redactarán los nuevos reglamentos, moviliza a todos los sectores para lograr el mejor trato posible para los intereses que se defienden. Y no es un asunto menor: se calcula que los grandes operadores en derivativos OTC generan ingresos anuales por US$ 40.000 millones. Un negocio para ser defendido con uñas y dientes.<br />
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Los reguladores europeos, mientras mantienen un ojo atento sobre lo que hacen sus pares estadounidenses, desarrollan su propia estrategia que avanza también sobre los dos grandes grupos de derivativos a ser vigilados. <br />
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Lo cierto es que, sin que Saddam Hussein hubiera imaginado el uso posible de su frase preferida, se avecina “la madre de todas las batallas”.</p>
La próxima gran batalla global
Hay un gran combate, de colosales proporciones y que tendrá enormes consecuencias sobre todo el planeta, que está a punto de comenzar. No es en Irak, ni en Afganistán, ni en el Medio Oriente. El escenario es Wall Street y Washington.