Muchos asiáticos, enfervorizados por aquellos que intentan culpar al Fondo por la última crisis financiera de la región, se muestran hostiles a la institución. En lugar de buscar mayor poder dentro de su seno, prefieren crear una alternativa regional que reúna las montañas de dólares que sus economías acumularon en los últimos diez años en sus excedentes comerciales con el resto del mundo.<br />
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Los que ven innecesaria la reforma</strong><br />
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Tal vez el mayor obstáculo con que tropieza la reforma sean aquellos que no ven la importancia o la urgencia de remozar el FMI. Cuatro años de crecimiento mundial han llevado a muchos a pensar que el Fondo es un anacronismo, que ya nada va a salir mal. <br />
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En especial los mercados que tuvieron deuda soberana parecieran haber olvidado la sarta de espectaculares crisis de deuda que arrasó al mundo en desarrollo hace muy pocos años. México en 1994, Surcorea, Indonesia y Tailandia en 1997, Rusia en 1998, y Brasil, la Argentina y Turquía a principios del nuevo siglo. En cada ocasión, la estabilidad financiera mundial estuvo a punto de colapsar, y cada vez el Fondo ayudó a instrumentar una respuesta global, casi siempre facilitando millones de dólares en forma de préstamos puente sacados de sus propios recursos. <br />
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Por ejemplo, un crédito a Brasil en agosto de 2002, cuando el mundo temblaba con la llegada a la presidencia del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva. Con el acceso cerrado a los mercados de capitales, Brasil estaba al borde de la cesación de pagos. El organismo aportó US$ 30.000 millones y así, supuestamente, ayudó a impedir un desastre que habría sacudido a todos los mercados del mundo.<br />
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No todos los programas del mundo resultaron tan exitosos. El fracaso más notable fue la Argentina en 2001, cuando el Fondo tardó demasiado en cortar la ayuda, incluso cuando ya era evidente que el país no aceptaba reformar sus finanzas como era necesario para evitar el <em>default</em>. <br />
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Entre esos dos casos opuestos está la crisis asiática, donde la intervención del Fondo contribuyó a evitar la cesación de pagos pero no una profunda recesión. <br />
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La causa de la crisis fue en ese caso los intentos de los gobiernos de pegar rígidamente sus monedas al dólar, hasta cuando abrieron sus mercados a los enormes flujos de capitales especulativos. Esa fue una fórmula perfecta para la catástrofe que muchos otros economistas y yo habíamos advertido varios años antes. <br />
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Pero el Fondo era demasiado débil e inconsistente en sus esfuerzos por convencer a las autoridades nacionales en Asia de la urgente necesidad de adoptar políticas más sostenibles.<br />
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Veinte años de tranquilidad</strong><br />
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Para los panglosianos (optimistas utópicos) que parecen dominar ahora en los mercados de deuda soberana donde los márgenes son hoy más bajos que nunca, todo esto es historia antigua. Muchos de los grandes inversores han llegado a creer que los gobiernos de hoy, mucho más prudentes y con el apoyo de mejores políticas monetarias, podrán garantizarle al mundo por lo menos veinte años de tranquilidad financiera. Tal vez estén en lo cierto. Tal vez el mundo un día va a recordar las crisis de los 80 y 90 como simples problemas de crecimiento en el camino hacia el nirvana financiero. Tal vez hasta el increíble déficit de cuenta corriente de Estados Unidos –de más de US$ 800.000 millones al año– resulte no ser un tema de importancia sino una simple redistribución de los activos del mundo que pronto será eclipsada por los mercados de capitales globales en perpetua expansión.<br />
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Si ése fuera el caso, muchos de nosotros podríamos estar perdiendo inútilmente el sueño por temor a nuevas crisis financieras. Pero sólo por si acaso, tal vez sería una buena idea seguir tratando de mejorar el FMI en lugar de destriparlo. Tal vez el tema más importante que deba resolver hoy el Fondo es cómo ejercer mayor influencia sobre los grandes jugadores –como Estados Unidos y China– que toman y dan préstamos en tales cantidades que originan riesgos difíciles de mensurar. <br />
Es cierto que el Fondo ha cuestionado con elocuencia el rígido régimen chino de tasa de cambio y el déficit de presupuesto en Estados Unidos. Pero lo que los ministros veedores deberán decidir es si van a seguir asignándole ese gran papel de vigilante de esas economías, y también de las de Europa.<br />
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Una reforma muy necesaria, por cierto, es terminar con la prerrogativa europea de elegir al director gerente del Fondo. La práctica es un anacronismo. El próximo director gerente debería ser el candidato mejor calificado, cualquiera sea su nacionalidad. <br />
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En un mundo donde los mercados de capitales son ahora diez veces más grandes que la economía de Estados Unidos, hace falta una institución financiera multilateral con total poder para mitigar el riesgo de futuras crisis financieras, aunque no sea posible evitarlas completamente. M
<strong>Problemas comerciales y económicos</strong><br /><br />Por lo pronto, la última ronda de negociaciones de la Organización Mundial del Comercio fue catastrófica. Europa, Japón y Estados Unidos no aceptaron desarticular los poderosos grupos que presionan por mantener los subsidios al campo. La consecuencia, trágica, es que algunos de los países más pobres del mundo no pueden exportar sus productos agrícolas, una de las pocas áreas donde podrían competir con pesos pesados como China o India. Pero la propuesta de Rato –corregir los desequilibrios globales– puede ser un método pensado para que todos ganen. Las mismas políticas para corregir los desequilibrios comerciales contribuirían a solucionar problemas económicos nacionales. <br /><br />Por ejemplo, China necesita una tasa de cambio más fuerte para detener la maniática inversión en el sector exportador; así reduciría el riesgo de un colapso estilo década del 90. En Estados Unidos, elevar el impuesto a la gasolina u otros combustibles fósiles no sólo mejoraría las finanzas del Gobierno sino que además sería una buena manera de comenzar a hacer algo para detener el calentamiento global. <br /><br />En Japón, los tecnócratas del Banco Central podrían manejar mucho mejor su economía si abandonaran las técnicas intervencionistas para controlar la tasa de cambio y adoptaran los métodos más modernos que usan la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo.<br /><br />En Europa, la recaudación impositiva debería comenzar a subir aun sin recurrir a mayores impuestos, así no se estrangularía la naciente recuperación del continente. Arabia Saudita, con sus abundantes ingresos petroleros, podría aprovechar la oportunidad para reforzar la imagen del país como ancla de la estabilidad financiera del globo.<br /><br />El año pasado, Estados Unidos tomó US$ 800.000 millones en préstamos para financiar su déficit comercial. Por increíble que parezca, Estados Unidos absorbe actualmente casi dos tercios de todos los ahorros netos del mundo, una situación sin precedentes en la historia.<br /><br /><strong>¿Aterrizaje suave?</strong><br /><br />Si bien esta orgía podría tener un final tranquilo como cree el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke, muchos de los líderes financieros del mundo temen un desenlace más violento que podría provocar una fuerte depreciación del dólar y posiblemente cosas mucho peores. Por cierto, si los políticos no hacen algo, no es difícil imaginar una profunda recesión global o incluso una devastadora crisis financiera. Aunque es probable que Bernanke tenga razón cuando habla de un aterrizaje suave como el desenlace más probable, el sentido común sugeriría aceptar algunas medidas profilácticas, aunque esto signifique que Estados Unidos, China y otros grandes responsables de los desequilibrios globales deban digerir una amarga medicina. Lamentablemente, lograr que los políticos en los grandes países piensen en otra cosa que no sea sus propios imperativos nacionales es una tarea harto difícil.<br /><br />Pero si el actual endeudamiento épico de Estados Unidos finalmente termina en desastre, y si los líderes del mundo no ayudan al FMI a hacer su trabajo como corresponde, la historia no los perdonará. Los culpará de no ver una catástrofe que tenían frente a sus propias narices. <br /><br /><strong>¿Es necesario el FMI?</strong><br /><br />El mundo financiero se ha puesto de cabeza. La tradición era que el Fondo ayudaba a los gobiernos de mercados emergentes usando dinero que reunía principalmente entre las naciones occidentales. Pero ahora al Fondo se le pide que juegue un papel mucho más amplio en el mantenimiento de la estabilidad financiera en un mundo donde prestamistas y acreedores intercambiaron sus roles. <br /><br />Estados Unidos ha tomado préstamos que equivalen a dos tercios del ahorro neto global y países de la Eurozona como Italia, Grecia y Portugal hacen denodados esfuerzos por controlar sus finanzas. Por su parte, los mercados emergentes se sientan sobre montañas de reservas de divisas. Con este panorama, es muy probable que la próxima crisis financiera global tenga como epicentro alguno de los países “ricos” de Occidente.<br /><br />Si Asia representa ahora casi 40% del ingreso mundial y una proporción mayor de sus excedentes, no se entiende que en el seno del FMI los derechos de voto y los puestos de liderazgo sigan estando dominados por Estados Unidos y Europa. En la reunión en Singapur del año pasado, Rodrigo Rato presentó una moción relativamente modesta de dar un poco más de poder de votación a China, Surcorea, Turquía y México. Pero eso es simplemente para comenzar a pensar en un gran cambio que reconozca las fenomenales transformaciones que se han operado en las finanzas del mundo desde que nació el FMI al terminar la Segunda Guerra Mundial. Si es cierto que la institución pretende reflejar la relativa influencia económica de los países, es insostenible que China, con 15% del ingreso global, tenga sólo 2,9% de los votos de Fondo. <br /><br />Pero cualquier intento por alterar la distribución del poder en el manejo de las finanzas globales se topa con una feroz resistencia. Hay que admitir que Estados Unidos se planta del lado del cambio, tal vez esperando que, con mayor poder, Asia se va a sentir obligada a adoptar una postura menos nacionalista en su política económica.<br /><br />Pero Europa se resiste con uñas y dientes, especialmente naciones pequeñas y ricas como Bélgica, Países Bajos y los nórdicos. Cada uno de ellos tiene más votos que China en el Fondo y los defienden para mantener su relevancia en el mundo.<br />Lo curioso es que Asia, que debería dar mucha importancia al tema de conseguir más poder dentro del Fondo, se muestra profundamente ambivalente.
“Cayeron en el olvido los grandes planes que proponían un cambio radical en la organización financiera y también los más modestos, que sólo apuntaban a perfeccionar el FMI y el Banco Mundial.” <br /><br />Fue un susto que duró una semana, a principios de marzo (de hace dos años). El derrumbe bursátil ocurrido en todo el mundo hizo temer que estábamos frente a la catástrofe global tantas veces pronosticada. Por esta vez, zafamos. Cuando las cosas se tranquilizaron, aparecieron las explicaciones de los ajustes correctivos y otras de la misma índole. Pero el fantasma de una crisis sistémica mundial no ha desaparecido.<br /><br />Por eso es más oportuno que nunca este texto. Kenneth Rogoff, fue consejero económico y director del Departamento de Investigación del FMI entre 2001 y 2003. Volvió a su cátedra en la Universidad de Harvard, y se ha convertido en un prolífico y polémico ensayista. Aquí expone –en versión condensada– los peligros de creer que ya no existe riesgo de una futura crisis financiera que sacuda al planeta.<br /><br />“Hace apenas unos años los principales economistas del mundo se desvivían por diseñar planes grandiosos para cambiar la arquitectura financiera del mundo. Hablaban de nuevas instituciones financieras, de una ley internacional de quiebra soberana, de un organismo internacional para asegurar los depósitos y hasta de un banco central global. <br /><br />Otros planes algo más modestos (el mío entre ellos) reclamaban simplemente la reestructuración total de las dos grandes instituciones financieras multinacionales existentes, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.<br /><br />Sin embargo, en los dos últimos años todo eso desapareció. La comunidad internacional parece plácidamente convencida de que la estabilidad macroeconómica combinada con innovación financiera a escala nacional ha obviado la necesidad de hacer modificaciones al sistema. No importa que la tenencia de activos haya trepado a US$ 60.000 billones (casi 120% del producto bruto del globo). No hay nada que no puedan resolver los mercados.<br /><br />¿Podrán los mercados manejar una repentina recesión en India o China? ¿Qué pasaría si una bomba atómica arrojada sobre una ciudad de Estados Unidos provocara una estampida de los activos depositados en ese país? ¿O si de pronto los inversores internacionales se cansaran de seguir financiando el déficit de cuenta corriente estadounidense? ¿O si se desatara una pandemia de gripe aviar?<br /><br />La cooperación de los bancos centrales del mundo ha mejorado mucho en los últimos años, especialmente la que se da en el seno del Banco de Pagos Internacionales de Basilea. Pero los bancos centrales tienen instrumentos muy limitados para contener una suba de la volatilidad, especialmente cuando ésta es inducida por problemas geopolíticos. <br /><br />Es cierto que tampoco se sabe si alguno de aquellos grandes planes prepararía mejor a la economía mundial para superar catástrofes. El gran plan casi siempre es demasiado simplista, sobre todo cuando sólo existe en el papel.<br /><strong><br />Coordinación e innovación</strong><br /><br />En términos generales, al mundo le va mejor cuando opta por métodos más orgánicos que coordinan la competencia entre instituciones nacionales, legales y de regulación. Si se confiere demasiado poder a una sola institución de regulación global, se corre un serio peligro de sofocar la innovación. <br /><br />Pero que los planes grandiosos sean a veces demasiado simplistas no quiere decir que debamos pasar por alto los problemas que se proponían remediar. Los capitales internacionales una vez más están fluyendo hacia los mercados emergentes. ¿Qué va a pasar la próxima vez que se produzca una crisis de deuda soberana? ¿Serán suficientes las tímidas modificaciones introducidas, por ejemplo, en los contratos de deuda?<br /><br />El problema actual es que los organismos multilaterales de crédito son cada día más irrelevantes en un mundo donde la creciente deuda privada eclipsa el financiamiento oficial.<br /><br />El FMI está reconsiderando su papel y su función. En principio, debe decidir cómo va a financiar sus actividades de vigilancia y asistencia técnica en un período en que sus ingresos por préstamos se han reducido.<br /><br />Aunque la comparación parezca algo injusta, la actividad del Fondo en los últimos años trae a la memoria un viejo chiste que solía hacerse sobre las Naciones Unidas: “Cuando hay una disputa entre dos naciones pequeñas, interviene la ONU y la disputa desaparece. Cuando hay una disputa entre una nación pequeña y una grande, interviene la ONU y la nación pequeña desaparece. Cuando hay una disputa entre dos grandes naciones, desaparece la ONU”.<br /><br />Afortunadamente el FMI todavía no se esconde, aunque a algunos de los grandes jugadores no les guste lo que dice. El director gerente de la entidad, el español Rodrigo Rato, insiste en que China, Estados Unidos, Japón, Europa y los principales exportadores de petróleo (hoy la mayor fuente de capital nuevo) adopten todos medidas concretas para aliviar el riesgo de una crisis. Tales medidas podrían incluir más flexibilidad de la tasa de cambio en China y tal vez el compromiso de Estados Unidos de restringir su gasto fiscal. Los exportadores de petróleo podrían prometer aumentar el consumo, lo cual elevaría sus importaciones. Japón podría prometer no recurrir más a la intervención para impedir que se aprecie su moneda.