Tercerización en TI: ¿oportunidad o amenaza?

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Sin duda, la economía estadounidense parece en repunte. Pero subsiste una debilidad: la aparente emigración de puestos laborales en tecnología informática (TI) a países de salarios mucho más bajos. Sobre todo, India.

Con un eufemismo típico en management, la tendencia se denomina “tercerización extraterritorial”. Algunos llegan al extremo de llamarla “offshoring”. Pero estos circunloquios no impiden debates e inquietudes cifradas en ese tipo de emigración. Al respecto, comienzan a percibirse reacciones sociales y políticas.

En noviembre, por ejemplo, Indiana canceló un contrato de US$ 15 millones con una compañía india –vaya ironía- proveedora de servicios TI. Entretanto, en Nuevo Jersey se presentaba un proyecto de ley para restringir el empleo de mano de obra residente en el exterior por parte de contratistas estaduales.

Por el contrario, Forrester Reserach, consultora en TI, publicó el mes pasado un estudio según el cual “la tendencia es muy gradual y se exagera bastante al respecto”. No obstante, FR misma había puesto el asunto sobre el tapete, vía un informe (noviembre de 2002) algo preocupante. Ahí, la consultora estimaba que la emigración laboral en el sector servicios totalizaría 3.300.000 entre 2001 y 2015. “Las tecnologías informáticas encabezarán el éxodo”, sostenía FR.

¿Qué ocurre en realidad? ¿un desastre o un fenómeno natural? Por supuesto, la tendencia existe, es irreversible, marca un avance en la globalización y es un reto a empresas, gobiernos y trabajadores. “Pero responde a un patrón histórico de cambio y ajuste”, dice ahora Forrester. “Para competir, mantener y mejorar nuestros niveles de vida, debemos subir en la cadena tecnológica “, piensa Craig Barrett, CEO de Intel. Para él, eliminar empleo local es constructivo, postura fácil para quienes están muy arriba en esa cadena.

Intel tiene experiencias positivas en la materia. A principios de los 80, los fabricantes japoneses de chips parecían arrasar con ese segmento en todo el mundo. Apoyados por sus bancos y el gobierno, se centraron en almacenamiento de datos. Por entonces, Intel tenía severos problemas y seguía dependiendo de chips para ese objeto. Pero optó por abandonar este mercado y volverse a microprocesadores para PC.

En la actualidad, el desafío en servicios TI proviene no de una economía avanzada (Japón), sino de países emergentes con sólidos sistemas educativos; verbigracia, India, China, Rusia o Uruguay. Brasil, Argentina –donde el alumno alcanza el terciario con dificultades para leer, comprender o escribir-, Nigeria, Pakistán y otros periféricos carecen de esa ventaja comparativa.

La velocidad de las comunicaciones por Internet en banda ancha es un factor clave: los programadores indios están a un sólo clic de las grandes expresas anglosajonas. Ávidas de reducir costos en desarrollo de software, inclusive aprovechan que el inglés es una segunda lengua en el subcontinente (lo manejan corrientemente 250 millones de personas).

Claro, la brecha salarial es impresionante. En Estados Unidos, un programador gana US$ 80.000 anuales en promedio, contra menos de 20.000 en India. Pero algunos expertos subrayan que la diferencia baja cuando se trata de costos para proyectos de software, pues el análisis requiere contactos personales y ello limita la eficiencia. Un proyecto de software en el sector privado involucra generalmente cuarenta programadores. Tercerizar vía India genera ahorros de 20 a 40% en mano de obra, según una investigación de Gartner Group.

Sin embargo, a veces se prefieren PSI norteamericanos por su experiencia en actividades específica y más allá de costos. Este factor explica por qué, desde hace algún tiempo, ciertas funciones TI regresan en EE.UU. El mes pasado, a la sazón, Lehman Brothers conformó haber dejado de emplear hindúes en su sistema interno de asistencia informática. Poco antes, Dell Computer admitía que parte de su red de apoyo a clientes institucionales también había vuelto a EE.UU.

También un examen detallado de estadísticas sobre emigración laboral enfría el debate. Tomando la cifra 2001-15 de Forrester, las proyecciones revelan que la mitad de esa mano de obra hace a servicios comunes de oficina (facturación, pedidos, planillas). Apenas 14% corresponde a computación e informática. También los 3.300.000 de FR deben ubicarse en perspectiva. En EE.UU. hay unos 130 millones de personas empleadas, de las cuales casi 70% en servicios. Durante el decenio 1993-2002, se crearon 35 millones de puestos pero, aun en años buenos, muchos se perdieron vía despidos, restructuraciones o cierres.

Sólo desde 2001, bajo el gobierno de George W.Bush, el saldo negativo orilla dos millones de trabajos. Entonces, las estimaciones de FR -unos 214.000 puestos informáticos eliminados por año hasta 2015- no parecen alarmantes.

“En una economía de perfiles informáticos, los servicios TI son un insumo, igual que el acero, el vidrio o las partes de un coche: reducir su costo equivale a elevar productividad”. Eso sostiene el McKinsey Global Institute en reciente estudio, a cuyo criterio “cada dólar en mano de obra que sale del país le genera US$ 1,12/14 de beneficio al sector privado”. Claro, en plena campaña relectoral, este argumento resulta por demás incómodo.

También hay otro problema difícil: encontrares trabajo a quienes son desplazados por la tercerización “offshore”. En el caso del software, los puestos más en riesgo involucran encripción y codificación, a cargo de programadores que se limitan a cumplir instrucciones. No cualquiera puede pasar de simple programador a diseñador de software. Esto no es novedoso: de acuerdo con el Institute for International Economics, en 1980-99, 25% de la gente despedida en la industria debió resignarse a cobrar 30% menos en su nuevo empleo.

Con un eufemismo típico en management, la tendencia se denomina “tercerización extraterritorial”. Algunos llegan al extremo de llamarla “offshoring”. Pero estos circunloquios no impiden debates e inquietudes cifradas en ese tipo de emigración. Al respecto, comienzan a percibirse reacciones sociales y políticas.

En noviembre, por ejemplo, Indiana canceló un contrato de US$ 15 millones con una compañía india –vaya ironía- proveedora de servicios TI. Entretanto, en Nuevo Jersey se presentaba un proyecto de ley para restringir el empleo de mano de obra residente en el exterior por parte de contratistas estaduales.

Por el contrario, Forrester Reserach, consultora en TI, publicó el mes pasado un estudio según el cual “la tendencia es muy gradual y se exagera bastante al respecto”. No obstante, FR misma había puesto el asunto sobre el tapete, vía un informe (noviembre de 2002) algo preocupante. Ahí, la consultora estimaba que la emigración laboral en el sector servicios totalizaría 3.300.000 entre 2001 y 2015. “Las tecnologías informáticas encabezarán el éxodo”, sostenía FR.

¿Qué ocurre en realidad? ¿un desastre o un fenómeno natural? Por supuesto, la tendencia existe, es irreversible, marca un avance en la globalización y es un reto a empresas, gobiernos y trabajadores. “Pero responde a un patrón histórico de cambio y ajuste”, dice ahora Forrester. “Para competir, mantener y mejorar nuestros niveles de vida, debemos subir en la cadena tecnológica “, piensa Craig Barrett, CEO de Intel. Para él, eliminar empleo local es constructivo, postura fácil para quienes están muy arriba en esa cadena.

Intel tiene experiencias positivas en la materia. A principios de los 80, los fabricantes japoneses de chips parecían arrasar con ese segmento en todo el mundo. Apoyados por sus bancos y el gobierno, se centraron en almacenamiento de datos. Por entonces, Intel tenía severos problemas y seguía dependiendo de chips para ese objeto. Pero optó por abandonar este mercado y volverse a microprocesadores para PC.

En la actualidad, el desafío en servicios TI proviene no de una economía avanzada (Japón), sino de países emergentes con sólidos sistemas educativos; verbigracia, India, China, Rusia o Uruguay. Brasil, Argentina –donde el alumno alcanza el terciario con dificultades para leer, comprender o escribir-, Nigeria, Pakistán y otros periféricos carecen de esa ventaja comparativa.

La velocidad de las comunicaciones por Internet en banda ancha es un factor clave: los programadores indios están a un sólo clic de las grandes expresas anglosajonas. Ávidas de reducir costos en desarrollo de software, inclusive aprovechan que el inglés es una segunda lengua en el subcontinente (lo manejan corrientemente 250 millones de personas).

Claro, la brecha salarial es impresionante. En Estados Unidos, un programador gana US$ 80.000 anuales en promedio, contra menos de 20.000 en India. Pero algunos expertos subrayan que la diferencia baja cuando se trata de costos para proyectos de software, pues el análisis requiere contactos personales y ello limita la eficiencia. Un proyecto de software en el sector privado involucra generalmente cuarenta programadores. Tercerizar vía India genera ahorros de 20 a 40% en mano de obra, según una investigación de Gartner Group.

Sin embargo, a veces se prefieren PSI norteamericanos por su experiencia en actividades específica y más allá de costos. Este factor explica por qué, desde hace algún tiempo, ciertas funciones TI regresan en EE.UU. El mes pasado, a la sazón, Lehman Brothers conformó haber dejado de emplear hindúes en su sistema interno de asistencia informática. Poco antes, Dell Computer admitía que parte de su red de apoyo a clientes institucionales también había vuelto a EE.UU.

También un examen detallado de estadísticas sobre emigración laboral enfría el debate. Tomando la cifra 2001-15 de Forrester, las proyecciones revelan que la mitad de esa mano de obra hace a servicios comunes de oficina (facturación, pedidos, planillas). Apenas 14% corresponde a computación e informática. También los 3.300.000 de FR deben ubicarse en perspectiva. En EE.UU. hay unos 130 millones de personas empleadas, de las cuales casi 70% en servicios. Durante el decenio 1993-2002, se crearon 35 millones de puestos pero, aun en años buenos, muchos se perdieron vía despidos, restructuraciones o cierres.

Sólo desde 2001, bajo el gobierno de George W.Bush, el saldo negativo orilla dos millones de trabajos. Entonces, las estimaciones de FR -unos 214.000 puestos informáticos eliminados por año hasta 2015- no parecen alarmantes.

“En una economía de perfiles informáticos, los servicios TI son un insumo, igual que el acero, el vidrio o las partes de un coche: reducir su costo equivale a elevar productividad”. Eso sostiene el McKinsey Global Institute en reciente estudio, a cuyo criterio “cada dólar en mano de obra que sale del país le genera US$ 1,12/14 de beneficio al sector privado”. Claro, en plena campaña relectoral, este argumento resulta por demás incómodo.

También hay otro problema difícil: encontrares trabajo a quienes son desplazados por la tercerización “offshore”. En el caso del software, los puestos más en riesgo involucran encripción y codificación, a cargo de programadores que se limitan a cumplir instrucciones. No cualquiera puede pasar de simple programador a diseñador de software. Esto no es novedoso: de acuerdo con el Institute for International Economics, en 1980-99, 25% de la gente despedida en la industria debió resignarse a cobrar 30% menos en su nuevo empleo.

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