<p>Por el centro de la ciudad va un hombre tirando un carro con un caballo. Junta cartones que luego vende en el mercado. Es su modo de vida. El señor va parado, animando a su animal para que mantenga el ritmo dentro de la pasarela agobiante de autos que desfilan por las calles. Para en el semáforo, es prudente; habla por su celular y continúa su marcha. Y ya no hay dudas: la tecnología se ha incorporado a su vida.</p>
<p>Probablemente ese hombre no sepa sobre políticas públicas para innovación del sector Tic porque su preocupación radica en otro lado. Lo que sí es cierto es que obtendrá sus beneficios con la misma intensidad que ha observado todos los cambios tecnológicos que han venido aconteciendo en los últimos años, sin darse cuenta.</p>
<p>Uno de los elementos claves del siglo XXI radica en la implementación de dispositivos tecnológicos para el desarrollo humano, cada vez más sencillos y frecuentes. En su mayoría aportan una dimensión y una calidad de vida superior a lo pensado. Los más de 4000 millones de móviles que circulan en el mundo bastan para certificar lo expuesto. Hay algo irreversible en esta conducta. “El futuro no lo escribirá un ingeniero sino la respuesta a una necesidad latente”, expresó en su oportunidad Eudald Doménech, un empresario español considerado el propulsor de Internet en la península y uno de los más destacados innovadores en Tecnología, Medios de Comunicación y Telecomunicaciones en España.</p>
<p>Aunque retórica, la frase conserva algo de cierto. Aquellas empresas o personas que ofrezcan una solución innovadora a un problema que con frecuencia es difícil de reconocer, habrán ganado más de una carrera. Porque nada de lo que hoy se ve como algo natural de la evolución humana hubiera sido posible sin la decisiva participación de la iniciativa privada, del capital en riesgo, del ánimo de lucro y de gloria que se encierran dentro de cada invención, creación y emprendimiento.</p>
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<p>Porque convengamos que el desarrollo del capital intelectual no requiere de inversiones gigantescas, ni de enormes estructuras, sino precisamente de las cualidades que sobran en el emprendedor: astucia, audacia, confianza en sí mismo y una visión propia de las cosas.<br />
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El espíritu empresarial no es proporcional al tamaño de la compañía, ni a la velocidad para lanzarse a conquistar el mundo. Las pequeñas empresas también pueden ser innovadoras y pacientes, para más tarde disfrutar del reconocimiento y de una porción del mercado. Sólo hay que saber detectar la ventaja competitiva que los pueda hacer rodar en las ligas mayores.</p>
<p>Si el emprendedor innova, se mejora a sí mismo y satisface a sus clientes, agregando valor a la comunidad en la que se desempeña. Sin embargo, la innovación tampoco debe esconderse dentro de la misma voz. Recurrentemente las Pymes, o bien pretenden competir con las grandes multinacionales o bien presentan sus quejas al sector financiero porque las grandes firmas absorben el porcentaje mayor del mercado tecnológico. Dos grandes errores. Para innovar no se necesita ser nuevo ni ser Google, sino rutinizar los procesos de innovación.</p>
<p>La tecnología que revolucionó a la humanidad en los últimos sesenta años no floreció en un sistema cerrado y de espaldas al mundo, ni de la abulia imperante de los que no arriesgan su capital económico e intelectual. Internet, la PC, el software masivo y los niveles increíbles de interfaces entre hombres y máquinas que experimentamos en la actualidad nunca hubieran existido sin un sistema jurídico e institucional que proteja la creación de conocimiento, con reglas de juego suficientemente estables como para permitir importantes inversiones en I+D.</p>
<p>El futuro no es una quimera sino un trabajo escalonado que se tornea todos los días. La innovación es su mejor verbo, acaso el que pretende hacernos la vida más fácil. Para algunos encontrar el camino de los nuevos modelos de negocios u organización; para otros simplemente disponer de un nuevo dispositivo tecnológico que acorte el camino a casa. Como la de aquel señor que cabalga en su carro en pleno centro de la ciudad sin darse cuenta que la vida, a pesar de los contratiempos y las dificultades, puede empezar a correr de otra manera.</p>
<p><em>Por Martín Carranza Torres – Abogado<br />
Socio de Carranza Torres & Asociados<br />
-Asesoramiento Legal en Tecnología-</em></p>
<p>Links de interés:<a href="http://www.carranzatorres.com.ar"> www.carranzatorres.com.ar</a></p>
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