<p>Existe un nuevo síndrome con nombre propio, “<em>fog</em>”. En inglés, <em>fear of Google</em>; fácilmente traducible como “<em>mag</em>”, miedo a Google. Ese temor radica en el peligro, típico en internet, de que el megamotor de búsquedas monopolice flujos de datos y conocimientos.</p>
<p>En realidad, <em>fog</em> o <em>mag</em> datan de 2004, cuando la compañía fundada por Lawrence Page y Serge Brin (septiembre de 1998) empezó a perfilarse como un pulpo de tecnología informática. Hace cinco años, todavía, las pretensiones de organizar el conocimiento universal sonaban ingenuas. Hoy ya no lo son.</p>
<p>La veloz expansión de “súper Google”, paralela a la de tecnologías potentes y ubicuas, desvela a gobiernos, empresas y, claro, a Silicon Valley. Por supuesto, a la vanguardia de los miedos surge los mapas de Street view, que varios países y organismos no gubernamentales ven como amenazas a la privacidad de las personas.</p>
<p>Las aprensiones no se limitan a un motor que controla 65% del mercado norteamericano de búsquedas, sino que apuntan a otras tecnologías capaces de radiografiar rincones cada día más remotos de la realidad. El sistema <em>G-mail </em>escruta electrónicamente los mensajes y envía avisos personalizados a los usuarios. En este plano, el futuro depara muchas incógnitas relativas a comunicaciones celulares, terreno donde Google está ingresando vía la plataforma Android o los sistemas <em>Google Voice </em>(voz) y <em>Google Wave </em>(onda).</p>
<p>No obstante, todavía los negocios dominantes se vinculan a los 800 millones de computadoras que se activan diariamente alrededor del planeta. Este universo involucra sistemas como la “biblioteca universal”, <em>Google News </em>o <em>YouTube</em>. En verdad, súper Google podría ya mismo elaborar perfiles individuales o colectivos cada vez más articulados. No sólo en cuanto a comprar online sino, además, reservar entradas, pasajes o alojamientos. Todo ese conjunto de servicios cubre también reparticiones públicas, bancos, empresas, etc.</p>
<p>Por supuesto, Google se defiende negando comportamientos u objetivos monopólicos y sosteniendo haber respetado el lema de sus creadores, “no hacer daño”. Sin embargo, un casi ilimitado poder informático y su concentración en un solo país, Estados Unidos, le permite licuar modelos de negocios en sectores enteros. Por ejemplo, diarios en perpetua crisis –que lo diga Rupert Murdoch — o televisión, víctima de <em>YouTube</em>. En resumen, <em>fog</em> o <em>mag </em>se justifican.</p>
<p>En esencia existe un factor aun más peligroso. La aceleración misma del desarrollo tecnológico de Google genera escenarios económicos, sociales, jurídicos y políticos hace poco inimaginables. Todavía hoy pocos los captan y casi nadie podría afrontarlos. <br />
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Súper Google, un fantasma que asusta al mundo
El joven gigante de Silicon Valley ya se halla en condiciones de escrutar -¿espiar?- hábitos de compra o consumo monitoreando millones de personas físicas y jurídicas. A eso puede llevarlo el control de quienes usan computadoras y celulares.