El actual proceso de recalentamiento atmosférico podría costar más vidas y daños que las dos guerras mundiales del siglo XX. Sus efectos económicos dejarán atrás la gran depresión de 1929/32. Por ahora, la única solución a mano –y la más resistida por países como Estados Unidos, China, India o Japón, las petroleras y otros intereses creados- consiste en ir reduciendo emisiones de monóxido y dióxido de carbono (CO1, 2).
Estas advertencias figuran entre las conclusiones de un estudio oficial británico, firmado por Nicholas Stern, ex analista jefe del Banco internacional de reconstrucción y fomento (BIRF o Banco mundial). Se trata del aporte más relevante acerca de los efectos del recalentamiento en la economía y la sociedad planetarias.
“Marchamos hacia situaciones catastróficas de vasto alcance en el clima. No hacer nada puede significar costos equivalente a entre 5 y 20% del producto bruto mundial. Bastaría con invertir, desde 2007, 1% del PBM por año para ir limitando el efecto invernadero”. Es difícil que les presten mucha atención a esas recomendaciones. En particular las tres mayores petroleras privadas (Exxon Mobil, Royal Dutch/Shell, British Petroleum), que están gananda a razón de US$ 172.000 por minuto y privilegian el hoy -dividendos a los accionistas- sobre el mañana.
Las proyecciones de Stern prevén 200 millones de desplazados por anegamiento de costas bajas (producido por el derretimiento, ya perceptible, de casquetes polares) y la extinción de 40% de especies animales. Eso sin contar especies vegetales ni vida submarina.
Latinoamérica estará entre las regiones más perjudicada, por su excesiva dependencia de recursos naturales e hídricos. El informe señala, de paso, que “no hay reversión posible en corto plazo. Aunque ya mismo se detuvieran las emisiones de CO1 y 2, el calentamiento continuará algunos decenios”. En eso coincide el panel intergubernamental sobre cambio climático (PICC), varios de cuyos miembros aportaron al informe Stern.
Verbigracia, en Sudamérica las lluvias disminuirán de 15 a 45%, según las áreas. Por otra parte, “en quince a veinticinco años, los restos de glaciares ya no llegaran hasta los trópicos”. En igual lapso, la producción de cereales cederá de 13 a 16%”. Pero existe otro problema: insuficiencia de datos en Latinoamérica, causas en gran medida por intereses petroleros, opuestos a toda acción contra emisiones de dióxido, y el negocio agrícola cifrado en siembra directa y otras formas de deteriorar suelos.
Ahora bien, en general las dirigencias políticas, empresarias, sindicales y hasta religiosas no son conscientes y, cuando lo son, va contra sus intereses hacer algo contra el recalentamiento. En el fondo, prima la condición humana y su proclividad a no ocuparse del futuro lejano porque, como reflexionaba John Maynard Keynes hablando de otra cosa, “en el largo plazo estaremos todos muertos”. Pero hay un signo inquietantes: el delta del Ganges-Brahmaputra contiene 220 millones de personal y bastaría con que el golfo de Bengala subiese dos metros para cubrir ciudades como Dhaka y Calcuta.
El actual proceso de recalentamiento atmosférico podría costar más vidas y daños que las dos guerras mundiales del siglo XX. Sus efectos económicos dejarán atrás la gran depresión de 1929/32. Por ahora, la única solución a mano –y la más resistida por países como Estados Unidos, China, India o Japón, las petroleras y otros intereses creados- consiste en ir reduciendo emisiones de monóxido y dióxido de carbono (CO1, 2).
Estas advertencias figuran entre las conclusiones de un estudio oficial británico, firmado por Nicholas Stern, ex analista jefe del Banco internacional de reconstrucción y fomento (BIRF o Banco mundial). Se trata del aporte más relevante acerca de los efectos del recalentamiento en la economía y la sociedad planetarias.
“Marchamos hacia situaciones catastróficas de vasto alcance en el clima. No hacer nada puede significar costos equivalente a entre 5 y 20% del producto bruto mundial. Bastaría con invertir, desde 2007, 1% del PBM por año para ir limitando el efecto invernadero”. Es difícil que les presten mucha atención a esas recomendaciones. En particular las tres mayores petroleras privadas (Exxon Mobil, Royal Dutch/Shell, British Petroleum), que están gananda a razón de US$ 172.000 por minuto y privilegian el hoy -dividendos a los accionistas- sobre el mañana.
Las proyecciones de Stern prevén 200 millones de desplazados por anegamiento de costas bajas (producido por el derretimiento, ya perceptible, de casquetes polares) y la extinción de 40% de especies animales. Eso sin contar especies vegetales ni vida submarina.
Latinoamérica estará entre las regiones más perjudicada, por su excesiva dependencia de recursos naturales e hídricos. El informe señala, de paso, que “no hay reversión posible en corto plazo. Aunque ya mismo se detuvieran las emisiones de CO1 y 2, el calentamiento continuará algunos decenios”. En eso coincide el panel intergubernamental sobre cambio climático (PICC), varios de cuyos miembros aportaron al informe Stern.
Verbigracia, en Sudamérica las lluvias disminuirán de 15 a 45%, según las áreas. Por otra parte, “en quince a veinticinco años, los restos de glaciares ya no llegaran hasta los trópicos”. En igual lapso, la producción de cereales cederá de 13 a 16%”. Pero existe otro problema: insuficiencia de datos en Latinoamérica, causas en gran medida por intereses petroleros, opuestos a toda acción contra emisiones de dióxido, y el negocio agrícola cifrado en siembra directa y otras formas de deteriorar suelos.
Ahora bien, en general las dirigencias políticas, empresarias, sindicales y hasta religiosas no son conscientes y, cuando lo son, va contra sus intereses hacer algo contra el recalentamiento. En el fondo, prima la condición humana y su proclividad a no ocuparse del futuro lejano porque, como reflexionaba John Maynard Keynes hablando de otra cosa, “en el largo plazo estaremos todos muertos”. Pero hay un signo inquietantes: el delta del Ganges-Brahmaputra contiene 220 millones de personal y bastaría con que el golfo de Bengala subiese dos metros para cubrir ciudades como Dhaka y Calcuta.