Procesados a partir de residuos, los nuevos combustibles prometen reducir la cantidad de tierra robada a la producción de alimentos. La primera planta comercial a escala que fabrique combustible a partir de paja abrió en Italia el año pasado.
Desde 2018, todos los proveedores de combustible en el país tendrán que incluir 0,6% de biocombustible avanzado en la nafta y el gasoil (diesel). El uso de combustibles elaborados a partir de granos ha sido un tema muy controvertido en la Unión europea.
Una directiva sobre Energía Renovable, adoptada en 2009, requería que 10&% de la energía usada en el sector transporte proviniera de fuentes renovables. Con el argumento que la tierra era destinada a la producción de granos para los biocombustibles en lugar de para la producción de alimentos, le Unión Europea terminó reduciéndola a 5,75%.
Simultáneamente el Parlamento Europeo votó para que se exigiera una meta de 2,5% en los biocombustibles avanzados para 2020. Luego el Consejo Europeo formado por los ministros de energía de los países integrantes diluyó esa aspiración a una meta no obligante de 0,5%.
Ahora Italia, por decreto ministerial, determina que toda la gasolina y gasoil deben contener 0,6% de biocombustibles avanzados a partir de 2018. Para 2022, la proporción deberá ser de 1%.
Biocombustibles de segunda generación
Son combustibles producidos a partir de materias primas que no son fuentes alimenticias, para lo cual se utilizan tecnologías que todavía están en etapas de investigación y desarrollo y con costos de producción aún muy elevados. Los combustibles de segunda generación serán una alternativa muy efectiva para reemplazar a los combustibles fósiles sin utilizar cultivos alimenticios. Ayudarán a combatir un problema que nos incumbe y preocupa a todos, como es el calentamiento global.
El etanol se puede producir a partir de celulosa. El proceso consiste en convertir la celulosa, que puede provenir de pastos perennes, restos de cosechas, tallos de maíz, bagazo de caña, árboles de rápido crecimiento, residuos orgánicos municipales y de casi cualquier otro material orgánico, en azúcares, para lo cual se utilizan enzimas de alta tecnología y se fermentan los azúcares, de lo cual resulta el etanol.
Por otra parte, se puede producir biodiesel a partir de algas con un alto contenido de lípidos (aceites), para lo cual existen especies y tecnologías apropiadas. El aceite extraído de las algas se puede transformar en biodiesel, mediante el proceso de transesterificación. Se estima que con las tecnologías actuales de una hectárea de algas anualmente se pueden obtener más de 20 000 litros de biocombustible, rendimiento que seguirá mejorando conforme se perfeccionen las tecnologías. Las algas requieren agua, luz y CO2, que puede ser obtenido de las chimeneas utilizadas en procesos industriales, lo que reduciría en forma significativa uno de los principales gases causantes del efecto invernadero. De las algas también se pueden obtener almidones, los cuales pueden convertirse en etanol. Algunas algas poseen un gran valor nutricional como fertilizante para cultivos y cumplen con las normas de agricultura orgánica que se han establecido.
Planta piloto en Chile
La primera planta piloto en Chile para producir biocombustibles a partir de residuos forestales, está próxima a ser inaugurada en Concepción. Soporte de esta iniciativa es el consorcio BioEnercel, en el que participan las universidades de Concepción, Católica de Valparaíso, Fundación Chile y las empresas forestales Arauco, Masisa y CMPC.
El énfasis de la primera etapa de trabajo es la producción de bioetanol. Se trata de un biocombustible, o un combustible ecológico y renovable, que se obtiene a partir de las maderas. Chile no produce combustibles, depende del petróleo y el gas extranjeros, pero sí tiene una actividad forestal que participa en forma relevante con el 2,6 del Producto Interno Bruto. Generar biocombustible a partir de la utilización de biomasa forestal, constituye una oportunidad para Chile, por su disponibilidad y las perspectivas de desarrollo tecnológico.
La planta piloto, que está instalada en el Campus de la Universidad de Concepción, se originó hace seis años con un llamado del Estado de Chile, a través de la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO, quien invitó a consorcios tecnológicos empresariales de investigación en biocombustibles a partir de material lignocelulósico, término se refiere, en palabras sencillas, al principal componente de la pared de las plantas.
Transformar madera en biocombustible es la apuesta y el logro en la planta piloto. En un esquema comprensible, lo que hacen es separar el azúcar, la lignina y transforman el azúcar en etanol a la que sacan el agua y destilan. Queda un producto listo para darle uso vehicular.
Sin embargo, hay más logros. El director científico del Proyecto BioEnercel, doctor Jaime Rodríguez, explica por ejemplo que en el área forestal los investigadores han llegado a la conclusión que terrenos que no son cultivables ahora, ni desde el punto de vista agrícola ni forestal, podrían ser utilizados en plantaciones dedicadas en forma exclusiva a elaborar biocombustibles. Es lo que se llama plantaciones dendroenergéticas.