Música pasatista a granel por Internet

La cámara que reune a productores de fono y videogramas reveló que, por la Red, se bajan en el país unos 286 millones de canciones y temas por año. En su mayoría, de efímera moda.

27 julio, 2005

Presuponiento trece bandas en un compacto –como hace la consukltora Carrier y Asociados-, eso equivaldría a 22 millones de discos, el doble de la venta legal argentina en 2004. Cabe apuntar que, en general, hoy los compactos de música popular promedian dieciocho bandas por unidad, dada la resistencia de público a pagar precios de lista por menos de ese número.

Estas cifras ponen en evidencia que el problema de la piratería encierra, más allá de lo económico, una diferencia entre lo que se ofrece y lo que se demanda en la industria local Y en la internacional). Por supuesto, la cuestión de fondo no es nueva: digitalización e Internet han cambiado las reglas y ello afecta particularmente a toda actividad en derechos de autor o propiedad intelectual. Se trate de música, películas, libros, software, etc.

A criterrio de C&A, entonces, “la industria discográfica sigue anclada en el pasado. Parecería que su negocio fuese vender discos, no música. Cuando alguien compra un CD, generalmente se lleva varias bandas que no le interesan pero que se agregan para que el disco tenga cierto cuerpo. Está pagando el costo de fabricar y distribuir todo el CD. En realidad, la mayoría de las veces, el cliente sólo quiere apenas un par de temas”.

Obviamente, estos consultores no son aficionados al tango, el folklore y –mucho menos- la mñusica formal, mla llamada “clásica”. El públñico serio, por cierto, no compra un disco de Troilo, Falú o Nascimento por un par de cansniones, Tampoco se compra una sinfonía de Gustav Mahler o una ópera de Giuseppe Verdi para escuchar un movimiento o dos escenas. Por lo mismo, los melómanos no bajan un concierto de la Red. Tampoco se apela a la pantalla para leer un libro de Marechal, Rilke o Faulkner.

Al margen de esos reparos, en efecto existe un universo de música virtual para un público sin grandes exigencias. Al respecto, la International Federation of Phonographic Industries informa que las descargas legales de música en línea se triplicaron en el primer semestre del 2005, con 180 millones. La descarga “ilegal” sigue estacionaria (al menos, eso dicen ellos).

Presuponiento trece bandas en un compacto –como hace la consukltora Carrier y Asociados-, eso equivaldría a 22 millones de discos, el doble de la venta legal argentina en 2004. Cabe apuntar que, en general, hoy los compactos de música popular promedian dieciocho bandas por unidad, dada la resistencia de público a pagar precios de lista por menos de ese número.

Estas cifras ponen en evidencia que el problema de la piratería encierra, más allá de lo económico, una diferencia entre lo que se ofrece y lo que se demanda en la industria local Y en la internacional). Por supuesto, la cuestión de fondo no es nueva: digitalización e Internet han cambiado las reglas y ello afecta particularmente a toda actividad en derechos de autor o propiedad intelectual. Se trate de música, películas, libros, software, etc.

A criterrio de C&A, entonces, “la industria discográfica sigue anclada en el pasado. Parecería que su negocio fuese vender discos, no música. Cuando alguien compra un CD, generalmente se lleva varias bandas que no le interesan pero que se agregan para que el disco tenga cierto cuerpo. Está pagando el costo de fabricar y distribuir todo el CD. En realidad, la mayoría de las veces, el cliente sólo quiere apenas un par de temas”.

Obviamente, estos consultores no son aficionados al tango, el folklore y –mucho menos- la mñusica formal, mla llamada “clásica”. El públñico serio, por cierto, no compra un disco de Troilo, Falú o Nascimento por un par de cansniones, Tampoco se compra una sinfonía de Gustav Mahler o una ópera de Giuseppe Verdi para escuchar un movimiento o dos escenas. Por lo mismo, los melómanos no bajan un concierto de la Red. Tampoco se apela a la pantalla para leer un libro de Marechal, Rilke o Faulkner.

Al margen de esos reparos, en efecto existe un universo de música virtual para un público sin grandes exigencias. Al respecto, la International Federation of Phonographic Industries informa que las descargas legales de música en línea se triplicaron en el primer semestre del 2005, con 180 millones. La descarga “ilegal” sigue estacionaria (al menos, eso dicen ellos).

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