Hay otro enfoque en la historia de la tecnología

Nuestro mundo actual –con todas las impresionantes revoluciones tecnológicas que conocemos– sigue rodando apoyado en productos y tecnologías que se usan desde hace mucho tiempo. Esa es la tesis de David Edgerton.

4 abril, 2008

El historiador de la ciencia, en entrevista concedida a Edward Baker (Strategy
& Business, de Booz Allen Hamilton), sostiene la necesidad de una nueva visión
de la historia de la tecnología que se ocupe no sólo de las innovaciones
espectaculares –el Walkman de Sony o una nave espacial futura que pueda
transportar humanos a Marte– sino también en el cambio incremental
y cómo las sociedades usan las tecnologías que inventan o, también
importante, que toman prestadas. Estas son algunas de las ideas concentradas en
su nuevo libro The Shock of the Old: Technology and Global History since 1900.

Una historia de ese tipo revelaría, dice, que muchos de los países
que tuvieron mayor crecimiento en el siglo 20, como Japón y Corea, fueron
los que más inventaron. Es cierto que gran parte de ese crecimiento proviene
de transferencia de tecnología y no de innovación. Pero reconocer
esta realidad tiene consecuencias importantes para la política comercial
en una economía global. Por ejemplo, si un país como Estados Unidos
exige a otra nación protección estricta a la propiedad intelectual
como precondición para comerciar con ella, eso daña la transferencia
de tecnología y el florecimiento de nuevos productos que podrían
resultar de esa tecnología.

Si reorientamos la forma de ver la tecnología, entenderemos mejor si estamos
tomando decisiones acertadas al adoptar nuevas tecnologías, como las semillas
genéticamente modificadas, especialmente cuando hay alternativas menos
costosas que, aunque tal vez no tan innovadoras, podrían ser menos riesgosas.
Lo que sigue es una versión condensada de la entrevista.

–¿Qué tiene de malo nuestra actual concepción
de la tecnología?

–Carecemos de una historia explícita de la tecnología; una
historia de la inmensa cantidad de productos que se usan en un determinado momento;
una historia que detalle todas las invenciones (grandes y pequeñas) de
un determinado período de la historia. Lo que tenemos es una insatisfactoria
mezcla de las dos, que describe apasionadamente los primeros días de algunas
tecnologías que hicieron temblar la tierra y que más tarde fueron
ampliamente usadas.
Por ejemplo, sabemos mucho del desarrollo de la bomba atómica durante la
Segunda Guerra Mundial, pero muy poco o nada sobre el importantísimo rol
del caballo durante la guerra; el ejército de Hitler usó más
caballos en su invasión a Rusia que Napoleón 130 años antes.

Si nos interesa la relación entre tecnología y sociedad, debemos
saber qué se usa y qué avances se están haciendo en la cultura
de cualquier momento de la historia. Además, es tan importante conocer
las invenciones que fracasaron como las que triunfaron. En realidad, la mayoría
de las invenciones fracasan, y eso ocurre por alguna razón. El Concorde
fue un fracaso económico, por ejemplo, porque era increíblemente
costoso. Debemos reconocer eso para poder determinar sobre qué base avanzar
para producir otro Concorde.

–Describa la historia de la tecnología tal como usted la
encara. ¿Es una visión conservadora?

–Sé que podría interpretarse que planteo que lo nuevo no importa
y está sobrevaluado, mientras que lo viejo sigue siendo enormemente importante.
Pero no quiero discutir eso. Insisto en que hay muchas, muchas cosas nuevas bajo
el sol y celebro el cambio rápido; a lo que me opongo es a la celebración
del pseudo-cambio o al culto del cambio futuro.
Mucha gente que habla de invención e innovación en realidad quiere
mantener el mundo tal como está. Esa gente habla de la importancia del
cambio técnico en el futuro para evitar hacer cambios ahora. Un ejemplo
es el calentamiento global. Muchos dicen que hay que invertir en soluciones tecnológicas
que entrarán a funcionar en cinco, diez o veinte años para no tomar
decisiones que se podrían implementar ya.

–Su nuevo libro incluye un cuadro donde figuran las empresas que
más gastan en I&D, y menciona que son, en su mayoría, empresas
muy viejas. ¿Por qué es eso?

–Las cinco que más gastaron en innovación en 2003 fueron Ford,
Pfizer, DaimlerChrysler, Siemens, y Toyota. Todas excepto Toyota operan desde
antes de 1914. Las primeras de esta lista no son de biotecnología ni de
tecnología informática. ¿Por qué hay tres automotrices
entre las primeras cinco? Es muy caro desarrollar un auto nuevo. Mucha gente piensa
que los gastos en investigación son generados por la naturaleza de las
mismas tecnologías. No es así. Los niveles de I&D los determina
lo que la gente quiere pagar. Y si la gente sigue dispuesta a comprar autos nuevos
–una invención apoyada en una idea de hace 100 años–
vamos a ver mucha I&D en esa área.

–¿Qué nos dice eso sobre innovación a gran
escala?

–Siempre he dicho que no hay correlación positiva entre gasto en
investigación y crecimiento económico. Muchos creen que sí
la hay, que si los países gastan en innovación, recuperan con creces
todo lo que invierten. Yo creo que si existe alguna correlación es negativa,
al menos para los países de más rápido crecimiento.
Eso es así porque la mayor parte de la tecnología en los países
recientemente desarrollados proviene del extranjero. Entonces, los países
que son rápidos para adoptar tecnología se pueden beneficiar mucho
en términos de crecimiento. Se me ocurre una sola excepción importante
a esta regla: Estados Unidos a mediados del siglo 20. Pero ése era un caso
muy excepcional, Estados Unidos representaba alrededor de 50% de la producción
mundial y lo mismo o más de la capacidad inventiva mundial. Ése
ya no es el caso, claro.

–¿Qué nos puede decir sobre el rol de la I&D
empresarial en el proceso de innovación?

–Circulan muchos mitos sobre cómo era I&D en el pasado. La
gente exagera cuando dice que antes la investigación pura dominaba el
campo de la ciencia. No quiero decir que la investigación sin objetivo
concreto no haya sido importante. Pero la acción de pensar en los usos
que se le podrían dar a una tecnología nueva siempre ha sido más
importante de lo que la gente cree.
Por eso hay que recordar que muchas invenciones no llegaron a ser usadas. El
transistor no salió de los laboratorios Bell simplemente porque ellos
estuvieran haciendo investigación pura. Hacía mucho tiempo que
venían pensando en semiconductores.
El peligro no es sólo creer que hubo un modelo en el pasado y debería
haber un modelo para el futuro. El peligro está en creer que comprendemos
la historia de la tecnología, e la invención, o de los procesos
de descubrimiento, o de lo que se usó.

El historiador de la ciencia, en entrevista concedida a Edward Baker (Strategy
& Business, de Booz Allen Hamilton), sostiene la necesidad de una nueva visión
de la historia de la tecnología que se ocupe no sólo de las innovaciones
espectaculares –el Walkman de Sony o una nave espacial futura que pueda
transportar humanos a Marte– sino también en el cambio incremental
y cómo las sociedades usan las tecnologías que inventan o, también
importante, que toman prestadas. Estas son algunas de las ideas concentradas en
su nuevo libro The Shock of the Old: Technology and Global History since 1900.

Una historia de ese tipo revelaría, dice, que muchos de los países
que tuvieron mayor crecimiento en el siglo 20, como Japón y Corea, fueron
los que más inventaron. Es cierto que gran parte de ese crecimiento proviene
de transferencia de tecnología y no de innovación. Pero reconocer
esta realidad tiene consecuencias importantes para la política comercial
en una economía global. Por ejemplo, si un país como Estados Unidos
exige a otra nación protección estricta a la propiedad intelectual
como precondición para comerciar con ella, eso daña la transferencia
de tecnología y el florecimiento de nuevos productos que podrían
resultar de esa tecnología.

Si reorientamos la forma de ver la tecnología, entenderemos mejor si estamos
tomando decisiones acertadas al adoptar nuevas tecnologías, como las semillas
genéticamente modificadas, especialmente cuando hay alternativas menos
costosas que, aunque tal vez no tan innovadoras, podrían ser menos riesgosas.
Lo que sigue es una versión condensada de la entrevista.

–¿Qué tiene de malo nuestra actual concepción
de la tecnología?

–Carecemos de una historia explícita de la tecnología; una
historia de la inmensa cantidad de productos que se usan en un determinado momento;
una historia que detalle todas las invenciones (grandes y pequeñas) de
un determinado período de la historia. Lo que tenemos es una insatisfactoria
mezcla de las dos, que describe apasionadamente los primeros días de algunas
tecnologías que hicieron temblar la tierra y que más tarde fueron
ampliamente usadas.
Por ejemplo, sabemos mucho del desarrollo de la bomba atómica durante la
Segunda Guerra Mundial, pero muy poco o nada sobre el importantísimo rol
del caballo durante la guerra; el ejército de Hitler usó más
caballos en su invasión a Rusia que Napoleón 130 años antes.

Si nos interesa la relación entre tecnología y sociedad, debemos
saber qué se usa y qué avances se están haciendo en la cultura
de cualquier momento de la historia. Además, es tan importante conocer
las invenciones que fracasaron como las que triunfaron. En realidad, la mayoría
de las invenciones fracasan, y eso ocurre por alguna razón. El Concorde
fue un fracaso económico, por ejemplo, porque era increíblemente
costoso. Debemos reconocer eso para poder determinar sobre qué base avanzar
para producir otro Concorde.

–Describa la historia de la tecnología tal como usted la
encara. ¿Es una visión conservadora?

–Sé que podría interpretarse que planteo que lo nuevo no importa
y está sobrevaluado, mientras que lo viejo sigue siendo enormemente importante.
Pero no quiero discutir eso. Insisto en que hay muchas, muchas cosas nuevas bajo
el sol y celebro el cambio rápido; a lo que me opongo es a la celebración
del pseudo-cambio o al culto del cambio futuro.
Mucha gente que habla de invención e innovación en realidad quiere
mantener el mundo tal como está. Esa gente habla de la importancia del
cambio técnico en el futuro para evitar hacer cambios ahora. Un ejemplo
es el calentamiento global. Muchos dicen que hay que invertir en soluciones tecnológicas
que entrarán a funcionar en cinco, diez o veinte años para no tomar
decisiones que se podrían implementar ya.

–Su nuevo libro incluye un cuadro donde figuran las empresas que
más gastan en I&D, y menciona que son, en su mayoría, empresas
muy viejas. ¿Por qué es eso?

–Las cinco que más gastaron en innovación en 2003 fueron Ford,
Pfizer, DaimlerChrysler, Siemens, y Toyota. Todas excepto Toyota operan desde
antes de 1914. Las primeras de esta lista no son de biotecnología ni de
tecnología informática. ¿Por qué hay tres automotrices
entre las primeras cinco? Es muy caro desarrollar un auto nuevo. Mucha gente piensa
que los gastos en investigación son generados por la naturaleza de las
mismas tecnologías. No es así. Los niveles de I&D los determina
lo que la gente quiere pagar. Y si la gente sigue dispuesta a comprar autos nuevos
–una invención apoyada en una idea de hace 100 años–
vamos a ver mucha I&D en esa área.

–¿Qué nos dice eso sobre innovación a gran
escala?

–Siempre he dicho que no hay correlación positiva entre gasto en
investigación y crecimiento económico. Muchos creen que sí
la hay, que si los países gastan en innovación, recuperan con creces
todo lo que invierten. Yo creo que si existe alguna correlación es negativa,
al menos para los países de más rápido crecimiento.
Eso es así porque la mayor parte de la tecnología en los países
recientemente desarrollados proviene del extranjero. Entonces, los países
que son rápidos para adoptar tecnología se pueden beneficiar mucho
en términos de crecimiento. Se me ocurre una sola excepción importante
a esta regla: Estados Unidos a mediados del siglo 20. Pero ése era un caso
muy excepcional, Estados Unidos representaba alrededor de 50% de la producción
mundial y lo mismo o más de la capacidad inventiva mundial. Ése
ya no es el caso, claro.

–¿Qué nos puede decir sobre el rol de la I&D
empresarial en el proceso de innovación?

–Circulan muchos mitos sobre cómo era I&D en el pasado. La
gente exagera cuando dice que antes la investigación pura dominaba el
campo de la ciencia. No quiero decir que la investigación sin objetivo
concreto no haya sido importante. Pero la acción de pensar en los usos
que se le podrían dar a una tecnología nueva siempre ha sido más
importante de lo que la gente cree.
Por eso hay que recordar que muchas invenciones no llegaron a ser usadas. El
transistor no salió de los laboratorios Bell simplemente porque ellos
estuvieran haciendo investigación pura. Hacía mucho tiempo que
venían pensando en semiconductores.
El peligro no es sólo creer que hubo un modelo en el pasado y debería
haber un modelo para el futuro. El peligro está en creer que comprendemos
la historia de la tecnología, e la invención, o de los procesos
de descubrimiento, o de lo que se usó.

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