Claro que la economía estará en estado calamitoso, pero el desempleo a gran escala forma parte de ese escenario y tiene repercusión inmediata. Las economías más prósperas otorgan ayuda financiera a las grandes empresas para reducir el daño, pero será difícil que puedan mantenerla más allá de junio.
En las economías emergentes –incluyendo la nuestra- la ayuda existe, pero ayuda a acumular una enorme deuda que se suma a la ya existente y que tornará muy difícil la recuperación.
Es oportuno recordar que las crisis crean o destruyen reputaciones. Uno de los resultados más duraderos de la del 2008 fue que dejó a los bancos del mundo en el papel de villanos por su responsabilidad en el colapso del sistema bancario.
La pandemia de hoy tiene una magnitud diferente y las grandes empresas no son responsables. Pero lo que importa es la respuesta del capitalismo a esta crisis. Antes de que el coronavirus engrillara a las economías, los empresarios habían prometido adherir a un nuevo tipo de capitalismo, más preocupado por el bienestar de la gente y más atento al cuidado del planeta. La Business Roundtable, un cuerpo que representa a los responsables de algunas de las empresas más grandes de Estados Unidos, dijo el año pasado que abandonaría el credo que pone primero a los accionistas y que guió al capitalismo de las últimas cinco décadas.
La promesa es que ahora las compañías tendrán en cuenta a otros grupos de stakeholders. Ninguna podría haber anticipado la devastadora emergencia de salud y financiera que azota hoy al mundo. Entonces se impone la pregunta: ¿Harán lo que prometieron?