¿Cómo se usará el conocimiento del genoma humano?

    El futuro ya llegó. Los científicos anunciaron la estructura química del genoma humano. Eso significa que el gran desafío para los biólogos moleculares de este siglo será averiguar qué significan todas esas secuencias de genes. Pero luego queda la otra pregunta: ¿cómo se usará todo ese conocimiento?


    Los humanos comparten gran parte de su ADN con otros organismos. Hay una coincidencia de 98,5% con los chimpancés, por ejemplo. Y más de 80% de los genes conocidos de enfermedades humanas tienen su equivalente en los ratones. Por lo tanto, a partir de ahora comenzará una fiebre de actividad en el área de la genómica comparada.


    Comprender cuáles son los genes que los humanos tienen en común con otras especies ­desde las bacterias hasta los gusanos y los simios­ va a arrojar luz sobre las funciones de muchos genes. Por lo pronto, ya hay un esfuerzo concertado para realizar el mapeo de las estructuras de todas las moléculas de proteínas conocidas y codificadas por los genes para determinar la función del gen a nivel molecular.


    Mientras tanto, los epidemiólogos siguen preparándose para la tarea que les aguarda: descubrir, a través del estudio de grandes poblaciones, las conexiones entre genes y enfermedades, entre genes y rasgos físicos y, posiblemente, también entre genes y conducta.


    El remedio a medida


    Pero el mapeo de la secuencia del genoma humano es sólo un punto de partida, averiguar lo que significa será, también, sólo un comienzo. ¿Cómo se va a usar ese nuevo conocimiento?


    Los laboratorios farmacéuticos ya están comenzando a seleccionar pacientes con determinados genes para pruebas clínicas. Actualmente, su motivación para hacer esto ­no muy altruista­ es conseguir salvar drogas que demostraron ser ineficaces para la mayoría de la población. Pronto, los tratamientos médicos podrán adaptarse para el particular genotipo de un paciente.


    Ese tipo de terapia ampliará la gama de tratamientos para enfermedades con un componente genético, como el cáncer. También se podrá usar para regenerar partes del cuerpo envejecidas o amputadas. A medida que se vaya comprendiendo cómo controlan los genes el desarrollo y el crecimiento celular, los médicos van a poder ofrecer repuestos a la población de edad avanzada. Se podrán crear riñones, hígados, páncreas y pechos a partir de las células del futuro receptor cada vez que se necesite un trasplante.


    El análisis del genotipo de un individuo podrá utilizarse para identificar su propensión a enfermedades o hasta para predecir patrones de conducta.


    En cierto sentido, podría decirse que los genotipos se podrán convertir en los signos del zodíaco del siglo XXI. A medida que se vaya elucidando la relación entre genes y personalidad, podrían, incluso, compararse genotipos para conocer la posible compatibilidad de la gente.


    Una de las consecuencias más preocupantes de la revolución genética es que, en lugar de usar el conocimiento para buscar un medio que se adapte al individuo, se procure adecuar al individuo al medio. Podría comenzarse por tratar de evitar un rasgo indeseable, como el cromosoma de la anormalidad que produce el síndrome de Down. Pero, ¿no podría, a la larga, ampliarse esa idea de características indeseables, a otras como la baja altura, el pelo colorado, la obesidad o las pecas?