Las tensiones generadas por la ola de fusiones y la obligada tendencia a la reestructuración han contribuido, en los últimos años, a alterar el delicado equilibrio entre la vida personal y laboral. Una de las consecuencias más preocupantes de este fenómeno es el estrés excesivo, con la consecuente disminución de la productividad y dificultades para satisfacer por falta de tiempo, o por cansancio las necesidades del entorno familiar y disfrutar del tiempo libre.
Una investigación realizada por la consultora en recursos humanos Maica Palacios entre las 110 compañías que integran la Fundación Empresaria para la Calidad y la Excelencia (Fundece) muestra que el balance vida-trabajo es un tema relevante para 84% de sus miembros. Cuatro de cada diez de los consultados consideran, además, que esta preocupación es muy importante para su compañía. Sin embargo, sólo 22% ha llevado a cabo un programa o una acción dedicada a revertir esta situación.
¿Una cuestión soft?
“Existen ciertas barreras que dificultan la aplicación de un plan de stress management que permita controlar y prevenir este fenómeno”, explica Palacios. “En la Argentina, el tratamiento del tema es muy incipiente porque hay problemas que todavía no están resueltos. En la medida en que las empresas estén trabajando con determinados efectos ligados a la competitividad y rentabilidad, es muy difícil equilibrar la energía como para ponerla en un programa que, en última instancia, es concebido como soft.”
Sin embargo, está comprobado que el aumento de la presión laboral, sumado a la falta de momentos de distensión y esparcimiento, incrementa el ausentismo laboral y afecta la productividad de los empleados. Y justamente en los momentos de mayor exigencia relacionados con procesos de reestructuración el estrés se dispara y repercute negativamente en los resultados de la empresa.
La Asociación Internacional de Stress Management (Isma) recomienda incluir en los programas, tópicos sobre eficiencia, leadership training y comunicación inter e intradepartamental para poder integrarlos de manera estratégica en la empresa.
El uso de un instrumento objetivo que documente la relación entre el estrés laboral y la satisfacción y productividad del empleado es uno de los primeros pasos para poder comenzar un plan efectivo de stress management.
La táctica del avestruz
Una de las definiciones más difundidas plantea que el estrés nace de un defase entre el nivel de expectativa de la persona y su realidad laboral. Existen varias situaciones que pueden generarlo: cuando se ignora al individuo, cuando realiza tareas que no se corresponden con lo que realmente quiere hacer, o cuando está sometido a presiones de trabajo que se originan en procesos ineficientes.
“Para conocer las verdaderas causas que desencadenan el estrés, la primera pregunta es cuál es la situación de la organización”, asegura Palacios. “Sin embargo, cuando comparamos estadísticamente a la Argentina con Europa o Estados Unidos, a veces las diferencias no están relacionadas con el mayor o menor índice de estrés, sino con el manejo de la información correcta. Hay países que miden estos fenómenos de forma sistemática pero nosotros casi no lo hacemos”. Algunas empresas lo miden en la encuesta de satisfacción de empleados pero muy pocas miden clima interno con pautas específicas relacionadas con el estrés.
Sin embargo, si bien es recomendable trabajar con un programa global y no con iniciativas aisladas, las compañías han tratado, a veces consciente o inconscientemente, de tomar las riendas del asunto. “La flexibilidad de la tarea, el trabajo a distancia, las jornadas de reflexión, los lugares de trabajo más saludables y los espacios de recreación, son medidas que tienden a acomodar las expectativas del individuo con la tarea”, señala Palacios.
Cantidad por calidad
Entre las características particulares de las empresas argentinas, la consultora señala una marcada tendencia a extender las jornadas laborales. “De alguna manera, esto vino ligado con la mejora de la competitividad”, explica Palacios. “Todo proceso de cambio requiere más horas y recursos que una actividad en régimen, pero la realidad es que ahora los empleados se quedan más horas que las necesarias”.
Palacios ha identificado algunas falsas creencias culturales que impiden cambiar esta cuestión:
- la certeza de que trabajar bien significa trabajar muchas horas;
- el temor del empleado a irse antes que el jefe o viceversa;
- pensar que las largas jornadas laborales son una inversión para
obtener mayores responsabilidades y recompensas.
El cambio de actitud desde lo personal resulta también fundamental para disminuir los niveles de estrés. El empleado debería hacer un esfuerzo para entender qué cosas lo estresan para tratar de resolverlas o de mejorarlas. “Para que haya una mujer golpeada tiene que haber alguien que la golpee y alguien que se deje golpear”, aclara Palacios. “Igualmente, las soluciones individuales son más complicadas cuando uno actúa dentro de una compañía. El empleado puede decir por ejemplo, ´me estresan las reuniones improductivas´, pero no puede decidir no participar. La empresa es quien tiene que hacer un esfuerzo para que no sean improductivas”.
Palacios afirma que, en principio, la mejora continua de los procesos de la
organización contribuye indirectamente a mejorar la situación
de los individuos. “Una empresa que se dedica a perfeccionar la calidad y los
procesos logrará seguramente mayor afinidad y adecuación entre
la persona y el puesto”.
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