Se puede vivir con déficit fiscal?

    – Gastos en aumento, previsiones de recaudación infladas, dificultades para combatir la evasión, circunstancias de un año electoral y necesidad de cancelar el servicio de la deuda incrementarán la necesidad de endeudamiento –

    En diciembre del año pasado (edición 913, página 56) MERCADO alertaba sobre las dificultades que habría este año en el frente de los ingresos fiscales. No era un anticipo espectacular, ni demostraba una perspicacia fuera de lo común. Bastaba con evaluar un conjunto de elementos que al ser proyectados, conforme al mismo papel que el gobierno les asignaba en su estrategia económica, exhibían creciente grado de dificultad. Y sin embargo, en un clima triunfalista, fue un pronóstico bastante solitario al que incluso alguien acusó de “apocalíptico”.

    Ahora han aparecido muchos flamantes críticos del programa económico que esgrimen el conocido “yo lo dije en su momento”, aunque no tengan evidencia incontrastable de tal predicción.

    Aun con el riesgo de volver a quedar en solitario, MERCADO difiere del análisis más usual en estos días.

    Es cierto que la reaparición del problema fiscal plantea nuevas incertidumbres y es más que evidente que el mismo proyecto de presupuesto para 1995 conlleva implícita una propuesta de déficit del orden de $ 1.500 a 2.000 millones. Peor aun, si hubiera éxito en cerrar la brecha, se agravaría el

    problema de la desocupación. En síntesis, lo más seguro es que en 1995, incluidas algunas privatizaciones que restan, habrá desequilibrio en las cuentas fiscales.

    El tema es que todos los comentaristas consideran esta posibilidad como cierta y a la vez casi como una catástrofe. MERCADO se aparta en este punto de la sabiduría convencional: es posible -como ocurre en casi todos los países, incluso en economías más fuertes que la nuestra- vivir con, por ejemplo, un déficit de 1% anual sobre el PBI.

    Aquí es donde comienza la polémica más interesante. La respuesta al argumento anterior es: “El déficit es inadmisible porque venimos de una hiperinflación, y no puede haber endeudamiento mientras la tasa de interés siga siendo alta en función del riesgo país que advierten los prestamistas”.

    Ante esta evaluación se puede replicar: es cierto, pero con un matiz diferencial: la prima alta en los préstamos a la Argentina no depende en verdad de la situación de las cuentas fiscales, sino que obedece a que existe un déficit de cuenta corriente del orden de los US$ 10 mil millones.

    Y la polémica continúa, con todo el arsenal teórico acumulado durante largos años de debate. Los que se niegan a considerar siquiera la hipótesis de déficit fiscal dicen a su turno: de acuerdo, el problema es la situación de la cuenta corriente. Pero -agregan con aire infalible- el único remedio es fiscal. Con superávit fiscal se reduce el déficit de cuenta corriente, vía caída del gasto público, “que está muy alto”.

    ¿Qué se puede decir a esto? Que también es cierto. Pero, además, que por esta vía se induce la recesión, y una vez que ésta esté declarada se acentuarán los problemas fiscales.

    La opinión hoy mayoritaria inquiere a su turno: ¿cuál es el remedio entonces?

    Una respuesta posible se puede condensar en dos partes:

    a) hay que aumentar el ahorro, posiblemente incrementando impuestos (sobre las personas y no sobre las empresas). Pero lo que no hay que bajar en esta instancia es el gasto público.

    b) hay que recurrir a lo que el plan de convertibilidad nunca tuvo. Es decir, aplicación de políticas públicas (industrial y educativa, por ejemplo) para aumentar la productividad y tender a cerrar el déficit en la balanza comercial.

    Por cierto, la respuesta de los que están alineados en el otro campo es previsible: “La historia enseña que las políticas públicas llevan inexorablemente a la corrupción”.

    Pero es legítimo responder: en la Argentina, hasta ahora. No en todos lados. Por tanto, lo que falta abordar es una verdadera reforma del Estado, no cosmética. Ya se eliminó virtualmente al Estado- empresario. Pero sería un disparate insistir -como algunos pretenden- en un Estado anoréxico.

    Fin de la polémica. Dentro de otros diez meses será muy útil observar cómo evolucionaron los acontecimientos y las posiciones teóricas de los más conspicuos observadores. Desde la perspectiva de MERCADO, lo más probable es que Cavallo se mueva más cómodo con estas tesis -aparentemente-

    más heterodoxas que con el dogmatismo de los que hasta hoy fueron sus entusiastas apoyos.

    Para entender por qué esta polémica se plantea en este momento y con tanta intensidad, hay que reparar en unos cuantos hechos y cifras que, ordenados, iluminan la cuestión.

    * Uno de los méritos más destacables del actual equipo económico es que logró el equilibrio de caja de las cuentas públicas. Hubo un real aumento en la eficacia tributaria, por ampliación de la base imponible y por reducción de la evasión.

    * Algo similar ocurrió en el sistema previsional, donde la reforma “implica la transformación de impuestos en ahorros del sector privado”, al decir del gobierno.

    * El escenario favorito del gobierno, en su análisis de lo que puede ocurrir en 1994-1996, es una situación fiscal saneada. Los gastos en educación y salud fueron transferidos a las provincias.

    * En las dos hipótesis previstas por el equipo económico, hay superávit primario (sin incluir privatizaciones) durante los tres años, del orden de $ 3 mil millones en cada caso, con levísimas modificaciones de año en año.

    * En agosto, y refiriéndose a la recaudación de julio, Carta Económica, de Miguel Angel Broda, decía que los 3.962 millones percibidos eran 4% inferiores a lo proyectado, y 2,5% menos que lo colectado en igual mes del año anterior. El déficit operativo sería del orden de $ 358 millones.

    * Hubo caída en el IVA bruto, y menores ingresos previsionales (impacto de la rebaja de los aportes patronales vigentes desde enero de 1994, no compensados por mayores ingresos provenientes de facilidades de pago a los autónomos).

    * Al analizar el sector público no financiero, Carta Económica registra aumentos de importancia en las erogaciones. Durante el primer semestre de 1994, 13% más que en igual periodo de 1993.

    * Se advertía entonces que la proyección de superávit para todo el año era de $ 3.577 millones contra $ 4.755 millones que era la meta del FMI. Es decir, la realidad estaría en $ 1.200 millones de desfasaje.

    * El gasto público consolidado para 1994 estará en el orden de los $ 74.800 millones, que es lo estimado por Economía.

    * Las hipótesis del Presupuesto para 1995 son: inflación de 3%, crecimiento de 6,5% en el PBI, un déficit de US$ 4.365 millones en la balanza comercial, aumento de 8,37% en la recaudación e incremento de $ 2 mil millones en el gasto. Aun así, el gasto público bajaría de 14,6% a 13,6% del PBI

    (siempre que el aumento del PBI esté bien calculado).

    * El año que viene habrá que aumentar la recaudación tributaria y detectar y hacer pagar a 2 millones de nuevos aportantes al sistema previsional que hoy evaden los pagos.

    * Antes de terminar este año, el gobierno necesita colocar títulos de la deuda pública por US$ 1.500 millones para equilibrar sus cuentas. Estos nuevos bonos (no son reposición de deuda vencida) se necesitan para cancelar intereses de la deuda que no se pueden pagar con el superávit fiscal como

    estaba previsto.

    * Ante la certeza de que no se puede mejorar la recaudación fiscal y de que no hay más ingresos por privatizaciones, al gobierno no le queda otra salida que el endeudamiento.

    ADIOS AL FMI.

    * A final de septiembre, Domingo Cavallo presentó su versión de los hechos: el gobierno resolvió no utilizar los dos tramos pendientes del préstamo de facilidades extendidas del FMI, e insistir en un camino que lo aleja del Fondo. Seguirá rebajando impuestos aunque ello disminuya el superávit fiscal.

    * Versión inmediata de la oposición y los críticos al modelo económico: no se pueden cumplir las metas de los últimos trimestres y antes de quedar en evidencia con el FMI acusando, se finiquita la relación.

    * Quedó en claro que el FMI se aferraba a su receta tradicional: superávit ante todo. Cavallo optaba por seguir reduciendo impuestos, pero sobre todo por eliminar el monitoreo del Fondo en los meses previos a las elecciones, donde inevitablemente crecerá el gasto.

    * A partir de ahora la alternativa es recurrir al endeudamiento con bancos internacionales, que están listos a prestar aunque naturalmente a tasas de interés bastante más elevadas que las del organismo multilateral de crédito.

    * En total, las necesidades de financiamiento para concluir 1994 serían de US$ 2 mil millones, de los que ya se tomaron créditos por US$ 1.200 millones. Restarían obtener otros US$ 800 millones.

    * Para 1995 la situación es más preocupante: el superávit genuino podría oscilar entre US$ 800 y 1.100 millones. Si se le suman US$ 1.600 millones de privatizaciones pendientes, faltarían aún de US$ 1.200 a 900 millones para cancelar la cuenta de los intereses de la deuda, que ascienden a US$

    3.600 millones. Además, la amortización de capital de la deuda demandará otros US$ 4.000 millones.

    * A esta realidad, debe sumarse la sobreestimación evidente en el mejoramiento de la recaudación, con metas que nadie cree posible que se alcancen.

    DEFICIT COMERCIAL.

    Según la Cepal, continuará deteriorándose el saldo negativo de la balanza comercial en la región. Las exportaciones crecerán este año a una tasa de 9%, debido en gran parte a la recuperación de precios de los productos principales, tras cinco años de declinación. Pero las importaciones siguen creciendo

    con más rapidez: la tasa de este año sería de 12%, lo que implica que el déficit comercial latinoamericano aumentará por tercer año consecutivo.

    En los primeros ocho meses de este año, el déficit de la balanza comercial argentina superó los US$ 4 mil millones, cerca de la previsión para todo el año. Ahora la estimación más optimista es que pasará la línea de los US$ 5 mil millones. Hay quienes dan por seguro que el déficit será de US$ 6 mil millones y no faltan los que pronostican US$ 7 mil millones.