Utilizar todos los recursos de la organización

    Flemming Morgan, un escocés de 38 años, llegó hace seis meses a la Argentina para ocupar el cargo de presidente y gerente general de uno de los más importantes consorcios de la industria tabacalera.

    Entró a la BAT (British American Tobacco) a los 27 años, y se desempeño sucesivamente en Alemania, España, Holanda y Bélgica antes de recalar en estas costas, aunque Latinoamérica ya había figurado en su mapa laboral; desde el ´79 hasta el ´82, su labor en la multinacional textil Coats Patons lo había llevado a Chile, Perú y Ecuador. Sencillo y afable, su perfecto castellano rara vez se eleva de tono a lo largo de la conversación, uno de los ámbitos donde parece sentirse particularmente cómodo.

    “Vivimos en un mundo donde los cambios son cada vez más rápidos, hay más competencia, no hay mercados locales. Pero el desafío es la calidad. Con este panorama, mi manera de gerenciar una organización pasa por tratar de utilizar todos los recursos que ésta tenga; es decir, todo lo vinculado con motivación, abrir canales, dejar a la gente tomar decisiones en los niveles adecuados. Son puntos fundamentales para competir: si uno no logra un espíritu y una filosofía de este tipo dentro de la organización, no va a estar en condiciones de ganar la batalla comercial contra otros competidores.”

    “Esto es fácil de decir, la cuestión es hacerlo realidad. Cambiar una cultura no es sencillo ni rápido, suele estar fuertemente implantada. En este país se han dado cambios drásticos en apenas tres o cuatro años, a diferencia de Europa, donde los procesos fueron muchísimo más lentos. Y aun así tienen dificultades serias, porque las transformaciones culturales sigue siendo un problema allá, en Estados Unidos y en Japón. Aunque ellos fueron pioneros en trabajar con calidad total, los cambios que hay en sus sociedades, por ser más ricas, han provocado un cuestionamiento de la juventud. En Japón hoy en día los chicos dicen: ¿por qué tengo que trabajar los sábados, o tener sólo una o dos semanas de vacaciones cuando los europeos o los americanos tienen más?

    – ¿Cómo se concreta en la práctica esa filosofía de optimizar los recursos de la organización?

    – Lo fundamental es lograr involucrar a toda la gente de la compañía, que todo el mundo tenga una visión muy clara de lo que se quiere lograr. Eso suena muy fácil, pero todos sabemos que la comunicación es algo muy complejo, sobre todo en las organizaciones grandes, en las que hay mucha diferencia entre lo que se dice y lo que efectivamente llega. Entonces tiene que haber un esfuerzo casi obsesivo en la comunicación. Cuando yo llegué, definimos en un documento los valores y la misión de la compañía, y lo hicimos con un grupo absolutamente representativo de todos los niveles de la empresa, desde gerentes hasta operarios. Así, establecimos que las opiniones se toman

    en cuenta, todas; los mensajes llegan directamente a nosotros, y hay comunicación de ida y vuelta.

    Esto también es difícil, porque existía una cultura de no cuestionar las cosas, lo que no se cambia de un día para otro. Y los gerentes tienen que dar el ejemplo, ellos tienen que vivir y respirar todo ese ambiente, mostrar con sus actos, no con sus palabras.

    – No debe ser algo fácil de implementar en una empresa que tiene 1.500 empleados fijos, más 500 temporarios en época de cosecha.

    – Lo que ayuda mucho es inculcar una cultura según los principios de calidad total. Nosotros tenemos un plan de mejora continua en el cual vamos creando grupos de distintos niveles y funciones. Claro que todavía existen, por un lado, los problemas y los objetivos de la compañía y, por otro, el programa de mejora continua; lo que queremos lograr es que los problemas se resuelvan precisamente a través de ese programa. Otro tema importante es el feedback del personal, sistemas para medir su satisfacción y crear este ambiente de escuchar. También está lo relacionado con el contacto con los clientes, para lo cual hemos inaugurado un servicio al consumidor con un teléfono 0-800, a través del cual abrimos un canal directo, por el que pueden llamar a la compañía y preguntar, opinar o sugerir lo que quieran. Por otra parte, debemos trabajar estrechamente con los intermediarios, que son parte esencial de la cadena; nosotros queremos ser su proveedor preferido. Y por fin, la cuestión de nuestros propios proveedores, entre quienes fomentamos la idea de que también apliquen los programas de calidad total; porque si entra basura, sale basura.

    – ¿Cómo es su estilo personal de trabajo?

    – Mi filosofía de toda la vida ha sido el trabajo en equipo; estoy convencido, por experiencia, de que siempre se logran mejores resultados que con las decisiones individuales. Y otra cosa fundamental: estoy en contra de la jerarquía exagerada. Es necesario estar en contacto directo con todos los

    niveles de la organización.

    – ¿De qué manera enfrentan las campañas del “aire puro”?

    – Creo que en la sociedad cada uno tiene que tener el derecho de hacer lo que quiera, y pienso que en Estados Unidos están avanzando demasiado en intentar controlar la vida de los individuos; si logran hacer eso con el tabaco, luego puede ser el alcohol, la dieta, o quién sabe qué. Lo que sí tenemos

    que hacer es luchar por la tolerancia entre fumadores y no fumadores, el respeto del uno por el otro.

    Buscar buenas ventilaciones en los lugares donde la gente fuma, para no molestar a los que no lo hacen.

    -¿Cómo busca el equilibrio entre el trabajo y el esparcimiento?

    – Trabajo once o doce horas al día, pero el fin de semana no me llevo a casa nada que tenga que ver con la empresa, porque creo que hay que mantener una vida sana. El trabajo no es todo, y es muy insalubre encerrarse sólo en ese mundo.

    Echar Raíces.

    Con una mujer española y dos hijas de muy corta edad, Morgan está satisfecho de que su destino en la Argentina sea por cinco años. “Es malo quedarse poco tiempo en un lugar, para uno, para el equipo, para la familia. En un país extranjero, hay que entender muy bien la mentalidad y la cultura locales, y eso no se logra en poco tiempo. Me gusta mucho trabajar en Latinoamérica; en este

    momento Europa es un poco deprimente, sólo se habla de recesión.”

    La receta de Morgan para alejarse de las tensiones cotidianas es variada y no demasiado convencional: “Juego squash, leo, me gusta mucho la música, tanto pop como clásica, veo rugby y soy fanático del automovilismo. Acabo de pasar dos días en Córdoba, hice 1.000 kilómetros, tragué no sé cuántos kilos de polvo y caminé diez millas por jornada para ver el rally. El año pasado, incluso, he corrido automóviles. Pero, con dos hijas pequeñas, no hay tiempo para todo. Tengo mi trabajo y, aparte del squash, el rugby y el rally, paso todas las horas que puedo con mis niñas”.