La inmensa superficie vidriada que rodea buena parte de su despacho permite disfrutar de una vista privilegiada: el verde de la plaza San Martín, que se fusiona a lo lejos con el Río de la Plata. Una imagen apacible y serena, casi totalmente aislada del bullicio ciudadano. Similar sensación es la que transmite al hablar este ingeniero de 53 años, máximo responsable de una de las empresas más dinámicas y complejas del país.
“Creo que un gerente no debe tener un solo estilo”, reflexiona mientras paladea un cigarrito de hoja; “el estilo debe adaptarse a la empresa, y al momento específico que ésta esté viviendo. Una cuestión es ser titular de una dirección madura, estructurada, con años de cultura de procedimientos y donde todo está predefinido; otra cosa es ser gerente en un proceso de cambios brutales como los que vivimos. El estilo con el que yo me siento más cómodo es el que se despliega en un modelo de organización participativa, donde las decisiones se toman como consecuencia de un cuidadoso análisis que termina en un consenso, y donde -en el peor de los casos- uno se ve obligado a adoptar
una resolución”.
“Ese estilo al que quiero llegar en algún momento no es necesariamente algo que se pueda implementar en toda la empresa ni en todos los momentos. Uno trata de ir generando la cultura del management participativo, de la delegación; pero en el día a día hay que tomar muchas veces decisiones de inmediato, sin información suficiente y sin el grado de consenso deseado. En un proceso de cambio como el que transitamos, es más frecuente el estilo de decisiones rápidas que el de la gerencia participativa.”
“Ahora bien, en mi gestión al frente de Telecom yo consideraría un fracaso total si en un momento dado no pudiera decir que ya tengo una organización en la que puedo delegar, donde se logra la calidad como producto de la elaboración estudiada y cuidadosa, donde se obtiene un razonable grado de consenso entre los miembros.”
– ¿Qué cantidad de personal trabaja en Telecom?
– Aproximadamente 15.000 personas, desde Buenos Aires a La Quiaca y de Posadas a la precordillera riojana. Es una empresa grande, extendida, con mucha complejidad.
– ¿Cómo se vincula con la gente en una organización de esas características?
– Si uno quiere una estructura de gerencia participativa tiene que ser muy cuidadoso con el tema de los saltos de niveles. Por esa razón, mi deseo consciente es trabajar con el equipo de gente que depende directamente de mí. Pero a pesar de eso, creo que en una organización de cualquier orden
es importante tener un contacto con la realidad; ir, por ejemplo, a una oficina comercial y hablar con los clientes, visitar una unidad geográfica, sentarse con los empleados, preguntarles cómo andan las cosas, conversar con los técnicos, comunicarse. Porque en cualquier ámbito se da la situación parecida a ese juego del teléfono roto…
– Valga la metáfora en una empresa como ésta…
– (entre risas) Claro que sí; el informe que va pasando de nivel en nivel puede llegar finalmente con alguna ligera distorsión. Insisto, no hay un management completo si uno no toca, no mete las manos directamente en la realidad.
– ¿Cuánta gente forma, entonces, su equipo?
– Hay ocho personas que reportan aquí, pero funcionalmente tengo 15 que integran mi equipo.
Además está el segundo nivel, que es la dirección funcional, muy importante en el manejo de negocios, por lo cual hay una relación fluida y directa.
Todas las Revoluciones.
Juan Carlos Masjoan maneja el timón mayor de Telecom desde el mes de enero de 1992, pero su carrera ha sido extensa y en ella se destacan otros hitos de importancia. “Estuve 24 años en IBM, donde ocupé varias posiciones de responsabilidad, hasta que en el ´90 decidí retirarme para hacer una vida más tranquila. Pero al mes me tentaron con Movicom, y fui presidente hasta el ´91, y ya al año siguiente empecé con Telecom.
– ¿Y dónde quedó la aspiración de una vida más tranquila?
– El día que ésta sea una compañía que tenga una gerencia participativa en, digamos, 95%, va a ser un trabajo normal. Ahora no lo es, pero está en vías de ser más razonable a medida que la organización se va estructurando, la gente va madurando, los roles se van definiendo, la política es cada vez más clara. En tres años y medio, no se puede pedir que todo esté encaminado. Pero de todos modos no es difícil, porque a mí me gusta mucho este trabajo. Siempre digo que la vida me deparó la suerte de haber participado en casi todas las revoluciones tecnológicas que ha vivido este país. Cuando entré a IBM, las computadoras recién aparecían; ingresé a Movicom cuando sólo tenía 3.500 abonados, y ahora formo parte de esto, donde estamos instalando fibra óptica, servicios especiales, teléfonos por todo el país…
– ¿Cuántas horas trabaja por día?
– Catorce horas, y me voy a la cama feliz, pensando en todo lo que hice. Esa es mi receta para dormir bien, es mejor que un Valium.
– ¿Y no piensa en todo lo que tiene que hacer al día siguiente?
– Jamás. Eso lo pienso a la mañana, cuando me despierto, y entonces es como tomarme un vaso de adrenalina. Es un buen método para vivir tranquilo. Este es un trabajo muy divertido; lo único que me falta en la vida es un poco de tiempo.
– ¿Tiene fines de semana para usted?
– Ah, sí. Allí aprovecho para cargar las baterías, y dedicarle tiempo a mi mujer.
Sábado a la Noche, Cine.
Con dos hijos casados, uno soltero y una flamante nieta, Masjoan reconoce que se ha quedado sin espacio para el golf, uno de sus deportes favoritos, aunque no se priva de practicarlo en el verano y de hacerse alguna escapada para esquiar en el invierno. Se confiesa un ávido lector, casi un adicto; “Soy fanático de García Márquez, de Vargas Llosa, sigo leyendo a Sabato, a Borges, he leído a todos los clásicos. También me apasiona el cine; voy todos los sábados a la noche con mi mujer. Es casi un rito: una buena película, una buena cena, tiempo para charlar”.
– ¿Después de todo este camino, siente que le queda alguna asignatura pendiente?
– Ortega decía que la vida es un abanico de posibilidades, y es cierto. Yo sé que me fui enfrentando con opciones, y creo que la felicidad de la vida es reconocer que uno llegó adonde quiso ir. No mirar para atrás y decir: “Qué lástima que no pude hacer eso que me gustaba”; si no lo pude hacer fue
porque elegí otra cosa. A mí me fascinaba la pintura y también la física; pero de ninguna de ambas se puede vivir, y estudié ingeniería. Pero, en grandes líneas, volvería a hacer lo mismo que hice; salvo que uno se proponga metas que excedan su capacidad y posibilidades, termina siendo lo que quiere ser.