La inteligencia del próximo siglo

    Una empresa industrial utiliza, en una parte de su proceso productivo, inmensas cubas de fermentación en condiciones especiales de temperatura y humedad. Hasta hace un tiempo, su tecnología de punta la obligaba a usar costosos filtros de aire importados de Europa.

    Grande fue la sorpresa del jefe de turno aquella noche cuando, en el preciso momento de cambiar el filtro como de costumbre, advirtió que los que estaban en el depósito se habían arruinado. Más grande aún fue la sorpresa del gerente de planta a la mañana siguiente, al enterarse de que ante la emergencia se había recurrido, con éxito, al filtro de aire de una conocida marca de autos. Resultado final: la empresa suspendió la importación del costoso elemento.

    Este es un ejemplo simple del nacimiento de una idea creativa suscitada por un accidente en el que se aplicó, en forma intuitiva, el concepto de pensamiento analógico o lateral. Pero también refleja el concepto de innovación, ya que la empresa, por decisión de sus estructuras jerárquicas, incorporó de inmediato la nueva idea.

    Cientos de ejecutivos norteamericanos y europeos de distintas áreas de empresas como Ford, IBM, Shell, Unilever, DuPont, ICI – Duperial y tantas otras, ya lo saben: la creatividad no es un talento para los elegidos, sino una potencia intelectual que puede ser desarrollada. En este punto, el concepto mismo de inteligencia se ve modificado. Ellos saben que ya no resulta suficiente con sortear los tests que miden el coeficiente intelectual para determinar su futuro desempeño dentro de una empresa. Deben contar, entre sus capacidades, con el poder de generar ideas importantes y propiciar innovaciones, ya que las empresas en las que trabajan entienden que sus recursos humanos son el

    factor dinamizador del negocio.

    Probablemente ignoran los resultados del proyecto Zero o Spectrum de la Universidad de Harvard, o los trabajos de Howard Gardner, Robert Sternberg o Laurence Kohlberg. Pero, sin dudas, reconocerán rápidamente a uno de los más prestigiosos especialistas en el tema: Edward de Bono, el de los sombreros y los zapatos para pensar y, sobre todo, el creador de The Cort Program.

    Dentro del marco teórico, con respecto a la creatividad y al proceso creativo varios son los conceptos a tener en claro:

    Es una capacidad innata de todo ser humano.

    Puede ser desarrollada a través de distintos procesos o técnicas.

    La actividad grupal potencia el proceso creativo y sus resultados.

    El ejercicio de la capacidad creativa logra producir algo distinto de lo “dado”.

    Esta producción es aplicable tanto a la resolución de problemas como a la generación de conceptos, alternativas, objetos o servicios parcial o totalmente novedosos.

    Hay hábitos o actitudes concretos que obstaculizan esta capacidad.

    En síntesis, la capacidad creativa, al ser desarrollada, permite mirar de otra forma y ver lo inadvertido. Esta nueva mirada es la que “da vuelta” el problema, y lo transforma en oportunidad.

    DOS MOMENTOS.

    Creatividad e innovación son utilizados como términos intercambiables. Sin embargo, se trata de un error que no permite diferenciar dos momentos distintos de un mismo proceso. La innovación, posterior a la generación y selección de ideas, implica la fuerza y el dominio de las herramientas para llegar a la concreción. Debido a ello, está signada por la dinámica del grupo o equipo.

    Dar respuestas al interrogante de cómo es que una organización goza de los beneficios de la creatividad y de la innovación, mientras otra se aferra a viejos moldes y formas conocidas, es parte del trabajo que hemos emprendido en la consultora Keops, dirigida por Mercedes Acuña, con un equipo interdisciplinario, a partir de una metodología que surge del análisis del tema desde diversos enfoques.

    Entre los factores analizados, se tiene en cuenta la cultura organizacional, como sistema de valores y creencias que otorga identidad a la organización y define el ejercicio del poder y de la libertad dentro de ella. Esto significa que, según cómo y cuándo se ejerzan estos valores, la organización favorecerá o no el desarrollo de la creatividad y la innovación.

    En cuanto al ejercicio del poder, aún no hemos debatido las consecuencias del autoritarismo de la reciente historia social en la cultura que ha orientado y sigue orientando a las empresas argentinas.

    Otro de los factores a tener en cuenta es la comunicación dentro de cada área y la intercomunicación de los sectores, la delimitación de roles y la burocratización, entre otros. También las características individuales del personal imprimen sus marcas. Sin distinciones de edades, personal muy

    estructurado, con baja autoestima, desmotivado o mal motivado, poco flexible, con regular capacidad de aprendizaje, difícilmente pueda realizar o aceptar aportes innovadores.

    La empresa, como un organismo vivo, presenta cada uno de estos factores en forma interdependiente. La modificación en uno de ellos repercute sobre los demás. Para que no se transformen en material meramente informativo, las técnicas y los procesos creativos e innovadores deben diseñarse y aplicarse contemplando el interjuego de estos factores, para operar con efectividad sobre fortalezas y debilidades.

    Tanto las sucesivas modificaciones microeconómicas como la reforma estructural que vive el país se decantan en un incipiente y serio interés por el tema. En el camino, muchas empresas lograron anticiparse, mientras otras padecieron la falta de prospectiva. La pregunta que queda abierta es cómo sobrevivirán las empresas y los ejecutivos al progresivo trasvasamiento de las economías nacionales en interregionales o internacionales.

    En el escenario del futuro próximo, la inteligencia deberá derribar sus muros de Berlín, cuestionar sus fronteras y crear ideas nuevas y soluciones eficientes a problemas cada vez más complejos. Pero, además, deberá tener el coraje y la honestidad intelectual para implementar esas ideas creativas.