La Cámara Argentina de Comercio es una entidad conocida por su búsqueda de consenso entre empresarios importantes, políticos, sindicalistas. ¿Cambió su vieja imagen “gorila” y de representante de los intereses de los importadores?
– La Cámara tuvo una importante transformación en su estructura, desde la reinstalación de la democracia comprendió que tiene que ser una entidad más participativa y hoy podemos decir que en su directorio está representado todo el país, con más de 300 entidades empresarias como socias directas. Al expandirse la base de representatividad, esto nos da un debate interno que nos permite salir públicamente con expresiones que no caigan en los reclamos sectoriales. Porque tenemos a los importadores, pero también a los exportadores, al comercio y a los servicios, a los supermercados, a los mayoristas.
– ¿Hay una crisis de las entidades empresarias? Porque antes su papel era esencialmente el de reclamar ante los poderes públicos, pero eso está cambiando. ¿Cuál es su función ahora?
– En el pasado, la defensa de intereses que eran cada vez más específicos llevó a una superpoblación de entidades empresarias; a veces un mismo sector estaba agrupado en cinco o seis organizaciones.
En una economía en crecimiento y desregulada, con un mercado competitivo y sin privilegios, yo creo que al nivel de las microentidades tiene que empezar a darse un proceso de concentración, porque ya su razón de ser ha desaparecido en el marco de esta política. En ese contexto, el papel que les cabe a las grandes organizaciones nacionales es, a nuestro criterio, abandonar el reclamo sectorial y hacer presentaciones basadas sobre todo en el interés general.
– Un cargo que se les hace a los empresarios es que no acompañan a los programas económicos y entonces las cosas no cierran, porque no hay colaboración del sector privado.
– Nosotros percibimos que acá es necesario no sólo el cambio de las leyes, o los reglamentos, o la política económica, sino que eso tiene que ir acompañado por una nueva cultura, una formación nueva en la mentalidad de los operadores económicos y, en general, en toda la sociedad.
Aquí no entendemos esto de la competencia y la demostración de que recién estamos comenzando es que llevamos meses de apertura y todavía hay precios de importados que son altos, porque no hay suficiente competencia, todavía no han venido todos los bienes importados que se necesitan para generar competencia en el mercado interno, y lo mismo vale para los servicios.
– Esto nos lleva al programa económico: mirando al futuro, ¿qué cosas habría que hacer, que no se están haciendo?
– Yo estoy convencido de que las transformaciones, para que sean duraderas, tienen que contar con el consenso de la sociedad. En realidad, se hace lo que la sociedad está dispuesta a aceptar que se haga y, si no se cuenta con ese consenso, el cambio durará algún tiempo, pero en la próxima elección se viene abajo. Y entonces hay cosas que están pendientes, pero no se puede hacer todo de golpe; en otros casos es injustificado que algunas cosas todavía no se hayan puesto en marcha. En este último campo yo advierto que el Estado nacional ha hecho esfuerzos de racionalización que están pendientes en muchas provincias y municipios.
– ¿Y en otros campos?
– Es imprescindible que este año contemos con un nuevo régimen de jubilaciones. Otro cambio indispensable es el de la salud, no sólo por lo que cuesta, ni por la calidad en los servicios, sino por la falta de prestaciones en materia de salud pública y obras sociales. Otro de los temas pendientes es la unificación de la legislación laboral. No se trata de que nos sentemos a escribir la ley ideal, sino de que el Congreso apruebe la ley posible. Hay que tener un buen sistema de negociaciones colectivas.
Hay que ir a un mecanismo que contenga algunas normas muy generales a nivel nacional, pero que permita a nivel regional o hasta por empresa que se hagan negociaciones adaptadas a las condiciones de cada zona.
– ¿Qué otra asignatura pendiente queda?
– Hay una que es la transformación del sector bancario y financiero, porque el comercio está compitiendo, la industria tiene apertura económica, pero todavía no está instalado en la sociedad el debate sobre la necesidad de una reforma del sistema financiero, sobre cómo hacerla, para que los argentinos puedan acceder al crédito en condiciones razonables.
– Es curioso, pero en esta lista todavía no hemos hablado del tipo de cambio ni del sistema impositivo.
– Hay que reconocer que la recaudación impositiva ha mejorado notablemente; tal vez no coincidamos con algunos métodos o procedimientos aplicados, el fracaso del blanqueo es una demostración de que hay que convencer a la gente, no amenazarla. A veces hablamos de los miles de millones de dólares que hay en los colchones o en el exterior y haber recaudado 1.000 millones no parece un record. Pero la Cámara entiende que hay que luchar contra la evasión impositiva, porque el que no paga está enfrentando al que paga en una competencia desleal.
– ¿Y el tipo de cambio?
– Los argentinos aprendimos que hoy todo está dolarizado y es evidente que cualquier modificación del tipo de cambio se trasladaría inmediatamente a los precios. Entonces, a través de la baja del costo argentino, la reforma de los puertos, la mejora de los fletes, la desburocratización, la corrección de ineficiencias, tal vez por ese lado se encuentre una salida más realista que una devaluación. Por ahora, nosotros no advertimos graves inconvenientes con los niveles de la paridad cambiaria. Han aumentado las importaciones y las exportaciones, y ambas cosas son buenas. Todavía tenemos el recuerdo de cuando Argentina exportaba por 8.000 millones de dólares e importaba por 4.000. Hoy estamos hablando como una cosa absolutamente normal de 12.000 y 10.000 millones.
Algunos se alarman porque las importaciones crecen, pero eso es un signo de vitalidad de la economía, porque si 85% de lo que se importa son materias primas, bienes intermedios y bienes de capital, eso es para producir, sirve para producir industria nacional. Y sólo 15%, con algún pico de 19%, son productos de consumo; o sea que estamos importando porque anda mejor la economía, y estamos exportando US$ 4.000 millones más que hace tres años.
– El comercio suele aparecer como el villano de la película, el que remarca precios, el más remiso a acompañar el programa económico, el de la intermediación abusiva.
– Creemos que en general no es así. Tal vez el comercio sea el sector de la economía que ha tenido más evolución en los últimos tiempos. En pocos años se ha producido la generalización de los supermercados en todo el país. Cuando nadie invertía, el comercio levantaba centros de compras, que son inversiones de 40 o 50 millones de dólares. Y hoy, a partir de la estabilidad, asistimos al telemarketing, al teleshopping. Y otro fenómeno que produjo la estabilización es la reaparición del crédito; ya tenemos ventas a 24 meses.
Como son fenómenos nuevos, no hay suficiente competencia y todavía se ven precios altos o financiaciones caras. Pero en cuanto se advierta que son negocios rentables, inmediatamente va a aparecer mayor competencia y los precios tendrán que bajar. Por otro lado, si fuera cierto que la distribución es ineficiente, aquí todos los fabricantes tendrían sus propias líneas de distribución y evidentemente no es así.
Otra cosa que hay que tener en cuenta es que en el comercio se produjo durante décadas una atomización, como consecuencia de que este sector fue el que recibió la mano de obra que iban expulsando la industria y el Estado. Y en muchos casos esto dio origen a la aparición de negocios que operan a muy baja escala y consecuentemente no puede haber una gran eficiencia.
Evidentemente, el incremento de la competencia va a llevar a un proceso de mayor concentración.
Hay 500.000 comercios en la Argentina; alguien ha dicho que algunas ciudades nuestras son como grandes shopping centers y esto no lo vemos en otras ciudades del mundo.