Atracción para inversiones extranjeras

    Debido al sensible mejoramiento que en 1991 registró el mercado accionario, la Bolsa se constituyó en la mejor inversión, como lo prueba el hecho de que el capital de todas las empresas que cotizan pasó, a valores de mercado, de US$ 3.450 a US$ 12.248 millones hasta el 30 de noviembre. Sobre el particular, el presidente de la institución, Juan Bautista Peña, sostuvo que este proceso podría continuar en 1992. Según sus estimaciones, un volumen aceptable de operaciones para el mercado accionario estaría en US$ 60/70 millones diarios, lo que equivale a prácticamente el doble de lo que estuvo negociándose en los últimos meses de 1991.

    La reactivación de la demanda, sostuvo, traerá aparejado que muchas empresas se sientan atraídas a incorporarse al mercado, al margen de las que lo hagan como consecuencia del plan de privatizaciones encarado por el Estado, que tuvo su primera exteriorización con Telefónica de Argentina y muy pronto experimentará la segunda con Telecom.

    Las posibilidades de incorporar a nuevas empresas son muy grandes. Hasta épocas recientes, los empresarios respondían a todo intento realizado por la Bolsa en ese sentido con el argumento de que los bajos precios existentes obligaban a colocar las acciones a niveles que en muchos casos no alcanzaban a cubrir la mitad del valor-libro. Este argumento ahora desapareció, a lo que se agrega la circunstancia de que las empresas deben encarar inexorablemente grandes planes de inversión para actualizar sus instalaciones industriales. Este proceso, sostiene Peña, requiere de grandes capitales.

    Actualmente algunas empresas lo encaran mediante la emisión de obligaciones negociables, pero este esquema deriva en un mayor endeudamiento, razón por la cual la emisión de estos títulos requiere un cierto equilibrio con la evolución del capital. Esta es la razón por la que tanto Alpargatas como Ipako realizaron simultáneamente emisiones de ON y de acciones.

    Peña espera que la incorporación de nuevas empresas incluya no sólo a las de gran envergadura económica sino también a las medianas, una circunstancias que permitiría a los inversores una mayor diversidad de opciones a la hora de decidir qué hacer con su dinero.

    Los costos operativos del mercado también fueron analizados por Peña, quien sostuvo que en las operaciones no estrictamente accionarias (títulos públicos, cauciones, pases y opciones) son perfectamente equiparables a los vigentes en las grandes plazas internacionales. En lo que respecta a los vinculados directamente con la compra y venta de acciones, es muy factible que con el tiempo se produzca una reducción, aunque, computando la actual evolución del mercado, no los considera altos. Sería muy distinto, señala, si el mercado exhibiera una gran estabilidad.

    Peña no cree que la aceleración de la corriente inversora externa motive una mayor interconexión del mercado argentino con los del exterior. Ello se produciría, opinó, si aquí se negociaran acciones de empresas internacionales. Pero mientras no sea así, la evolución de la plaza accionaria local estará mucho más ligada a razones de orden interno que al ámbito internacional.

    Al inversor del exterior le interesan fundamentalmente dos factores: que pueda entrar y salir cuando lo desee y que cuando perciba un dividendo no se devalúe el dinero mientras se encuentra en el país.

    Peña opina que la Argentina ofrece esas posibilidades con un horizonte muy prolongado, y por lo tanto estima que “el mercado local ofrece a los inversores del exterior un margen de atracción muy grande, que se acentúa por el hecho de que las ganancias derivadas de la operatoria bursátil se encuentran totalmente desgravadas”.