Bush enfrenta un año muy difícil

    El presidente George Bush, que hasta hace unos meses parecía invencible en la próxima contienda electoral de este año, comienza a parecer vulnerable. El triunfo de un senador demócrata en Pennsylvania, a principios de noviembre, fue un claro llamado de alerta.

    En materia internacional, los éxitos del presidente George Bush son resonantes: desde la gestión de paz en Medio Oriente a la revalorización de la OTAN frente a los aliados europeos, sin mencionar el triunfo bélico frente a Irak, o antes la deposición del general Noriega en Panamá. Pero casi nunca las

    cuestiones internacionales dominaron una contienda presidencial.

    Las últimas encuestas revelan un claro descenso en la popularidad presidencial, y las cuestiones económicas internas se insinúan como el gran debate que se avecina. Peor aún, Bush comienza a ser percibido como un presidente obsesionado con las cuestiones externas y sin presencia en los

    acuciantes problemas internos. La recesión no termina, el sistema financiero sigue en precaria situación, el crédito brilla por su ausencia, el déficit presupuestario aumenta otra vez en forma vertiginosa, y hasta los logros en la balanza comercial parecen retroceder.

    La percepción popular es que el único tema internacional que de verdad afecta a Estados Unidos es la relación con Japón. Y Bush suspendió el viaje previsto a ese país, justo cuando la opinión pública clama por acciones concretas para detener las importaciones de ese origen. En tres años de gestión de Bush, la economía no ha tenido momentos brillantes. Hace pocas semanas cometió un error que puede tener consecuencias: exhortó a las tarjetas de crédito -la única fuente de financiación todavía disponible- a reducir la tasa de interés que aplican. La reacción fue fulminante: el Senado pasó un proyecto de ley reduciendo compulsivamente las tasas. Los bancos dejaron de emitir nuevas tarjetas. Aunque la Casa Blanca dio marcha atrás, el daño ya estaba hecho.

    Bush está pagando ahora muchos de los excesos económicos de la década de los 80, cuando el consumo desenfrenado convirtió a Estados Unidos en el primer deudor internacional. Ninguno de los ambiciosos planes legislativos de su campaña registró avances, y en cambio debió desdecirse de muchas de sus promesas, como la de no aumentar los impuestos. De un nítido apoyo de 89% al

    finalizar la guerra del Golfo, pasó a 64% a final de octubre (apenas 36% respalda su manejo de los asuntos económicos internos), todavía un margen de apoyo impresionante. Pero lo que importa es la tendencia, y hay indicios de que este indicador puede deteriorarse aún más.

    Hay dos elementos que pueden ayudar a Bush: la falta de un claro liderazgo demócrata que no encuentra un candidato creíble, y la extraordinaria capacidad de supervivencia del presidente que puede ayudarle a revertir la situación. En todo caso, la idea de que la reelección de Bush era casi automática e inevitable ha dejado lugar a la percepción de que será una ardua batalla.

    DESCENSO.

    Estados Unidos sigue siendo la mayor economía industrial del mundo, pero en pocos años más puede ser la segunda.

    En 1980, representaba 43,2% del producto bruto de las primeras seis economías industrializadas.

    Japón, 17%; Alemania, 13,1%; Francia, 10,7; Gran Bretaña, 8,7% e Italia, 7,3%. En 19990, la distribución era la siguiente: EU, 41,2%; Japón, 22,5%; Alemania, 11,4%; Francia, 9,1%; Italia, 8,3%; y Gran Bretaña, 7,4%. Al ritmo actual, en el 2005, el PBI japonés igualará al de Estados Unidos.

    En 1970, la inversión realizada en Estados Unidos y en Japón, porcentualmente, considerando los seis países era la siguiente: EU, 47,1; Japón, 19,3. En 1980, EU, 37 y Japón 24. En 1990, EU, 31 y Japón 34,1. (La inversión alemana evolucionó así: en 1970, 12,5%; en 1980, 13,2%; y en 1990, 11,4%).