Esta historia tiene todos los ingredientes del paradigma norteamericano del éxito: US$ 1000 bien invertidos en 1837 generan, un siglo y medio después, ventas anuales superiores a los 150 millones.
Todo empezó cuando Charles Tiffany y dos socios instalaron en Nueva York un modesto negocio de mercería y papelería.
El olfato comercial y las ansias de notoriedad pronto los conducirían al negocio aduanero, la exportación y los artículos exóticos. Diez años después de su fundación, la firma ya vendía relojes, piezas de bronce y joyas.
El primer gran golpe de efecto de Tiffany se registró en 1848, cuando compró, en París, las joyas de la ex reina María Amelia y el cinturón de piedras preciosas de María Antonieta.
Charles Tiffany fue, ante todo, un inteligente “entrepreneur”, cuyo gran mérito fue descubrir que los buenos negocios y el arte podían combinarse exitosamente con intuición y talento. Una prueba de ello fue su decisión de contratar a John Moore y a su hijo, los mejores plateros de Nueva York, que le hicieron ganar el primer premio internacional en la Exposición de París. Así comenzó la expansión mundial de la firma (con sucursales en Londres y París) y la acumulación de honores, como la designación de joyeros oficiales de la corte inglesa, en épocas de la reina Victoria. Entre las grandes adquisiciones de la firma se cuenta la de buena parte del tesoro acumulado por Napoleón III y la emperatriz María Eugenia.
El sentido del espectáculo de Charles Tiffany lo llevó, por ejemplo, a comprar por unos pocos dólares, y exhibir luego en una de sus vidrieras, la piel de un elefante del circo Barnum, que había matado a ocho hombres. En 1858 adquirió, por unos pocos dólares, un cable de amarra de un transatlántico del célebre naviero Cyrus W. Field. Lo cortó en pequeñas partes y las vendió
acompañadas por certificados de autenticidad extendidos por Field, lo que le deparó ganancias nunca reveladas.
Charles murió en 1902 y fue sucedido por su hijo Louis, tan talentoso y apasionado por el lujo como su padre. Designado director creativo de la firma, Louis produjo los vitrales coloridos, las lámparas “art nouveau” y los jarrones inspirados en formas vegetales que aún hoy son considerados la quintaesencia del estilo Tiffany.
Con los años, la firma transitó por sucesivas mudanzas y cambios de propietario, pero los diseños de Frank Lloyd Wright, Elsa Peretti y Paloma Picasso, entre otros, perpetuaron un estilo norteamericano único, inspirado en la sofisticación europea y oriental, que abarca desde alhajas y relojes hasta perfumes y pañuelos.