Era Oscar Wilde quien sentenciaba: “La gente no cambia, tiende a confirmarse”. Seguramente ésta es la razón por la que la aparición de Domingo Cavallo en Economía provocó una gran expectativa concentrada hacia una eventual licuación de pasivos que favorezca a las empresas.
La razón obvia es que el nombre de Cavallo se asocia automáticamente con el operativo cumplido cuando estuvo al frente del Banco Central, en 1982, en las postrimerías del último período militar.
En aquel entonces el titular de la Fundación Mediterránea “estatizó” US$ 18 mil millones de deuda privada -que pasaron a estar en cabeza del Estado- y que representaban en aquel momento 20% del PBI; y simultáneamente, produjo una agudización del proceso inflacionario. Fue la más gigantesca licuación de pasivos registrada en la Argentina contemporánea, y sus consecuencias fueron un repentino auge de la Bolsa, el cambio de perfil del poder económico en el país y el encumbramiento súbito de grupos hasta entonces con poco peso específico.
Con ilusión o con temor, con fundamento o sin motivo, muchos especulan que algún tipo de licuación hará el nuevo timonel económico. Hasta ahora, como decía un frustrado dirigente sindical de gremios estatales, “lo único que ha licuado es el sueldo de los empleados públicos”.
Los asesores de Cavallo desmienten de plano todas las versiones. Ni el pensamiento del ministro es el mismo de hace una década, ni las circunstancias guardan remoto parecido. El ministro siempre defendió con ardor sus decisiones de 1982. Sostiene que la deuda estrictamente contabilizada del
sector público descendió, entre 1980 y 1982, de US$ 39 mil millones a 33 mil millones. Para el cálculo se toma en cuenta el efecto de la licuación sobre la deuda interna del Estado, que en términos de dó1ar disminuyó considerablemente. De modo que no sólo los empresarios, también el
Estado se vio favorecido -según esta óptica- por la recordada licuación.
En 1991 las empresas tienen deudas poco significativas en divisas (no hubo reequipamiento en los últimos años, ni la obsesión que despertó en aquel entonces la famosa “tablita”).
La única expectativa justificada de licuación proviene de la forma en que se instrumente la anunciada liquidación de préstamos a empresas importantes otorgados por los bancos oficiales (créditos en problema, es de suponer). En especial, de la cartera del Banco Nacional de Desarrollo y del Nación,
algunos de ellos morosos de larga data. Nadie sabe con exactitud qué pasará en este “mercado secundario”, pero algunos analistas arriesgan que se venderán los créditos hasta el 60% del valor nominal. También se ignora si los compradores serán solamente otras entidades financieras o si podrán competir en la puja empresas privadas de cualquier sector. En este caso podrían plantearse mecanismos vernáculos de “take-overs”: la empresa compradora del crédito otorgado a otra, puede presionar con esta herramienta para forzarla a vender el paquete accionario, o simplemente condicionar su política de ventas Los más suspicaces temen a la aparición de compradores testaferros: los que compran los créditos licitados, con muy buen descuento, por cuenta de los
propios morosos.
Para Manuel Solanet, secretario de Hacienda durante la gestión ministerial de Roberto Alemann, la decisión anunciada por Cavallo es positiva, aunque cree que debe reglamentarse con cuidado, precisamente para evitar las autocompras.
Luis García
ENTUSIASMOS Y FATIGAS
El mes en los medios
La tormenta de verano, aquella que trajo a Domingo Cavallo al Ministerio de Economía, trocó los papeles que venían actuando los actores sobre el escenario nacional. Raúl Alfonsín pasó a ser un actor estrella, el gobierno del presidente Menem adquirió la condición de un gobierno frágil, los medios periodísticos descubrieron en Vittorio Orsi una fuente de aire fresco, y la inestabilidad comenzó a ser aceptada como una sombra que no habrá de abandonarnos.
La perpetua inestabilidad
Vivida como accidental la inestabilidad encuentra más fácil su tarea, porque siempre sorprende a su víctima en un estado de ensoñación. La nota de Orlando Ferreres publicada por LA NACION (17.2.91), vino a sugerir una actitud de mayor aceptación: un Estado que exhibe un patrimonio negativo del orden de los US$ 50.000 no puede ser sino esencialmente inestable. La esperanza de un ingreso salvador al plan Brady, simiente ésta plantada por el canciller Di Tella, llegó a crecer vertiginosamente.
De ahí también que los columnistas expresen aún su incredulidad frente a la renuncia de Erman González: “Que el alejamiento y posterior reemplazo del equipo González no era imprescindible y que la solución Cavallo -más impuestos- podría haberse instrumentado igual, sin cambios” (Marcos
Ordóñez, en EL CRONISTA del 12.2.91). Julio Ramos afirma algo similar: “El relevo de Erman González -o el autorrelevo de éste- no se justificaba y por lo tanto la elección de Domingo Cavallo ahora como ministro no fue, ciertamente, un acierto de Carlos Menem… ” (en AMBITO FINANCIERO del 12.2.91).
En suma, que tampoco Cavallo nos ha traído la certidumbre, lo que no hace sino confirmar la incertidumbre que, según Ferreres, nos resulta constitutiva. ¿Hay un otro Cavallo, el verdadero, que nos sorprenderá?
Eduardo Curia (en PAGINA 12 del 13.2.91) entrevé efectivamente un Cavallo alternativo que “gana tiempo hasta la Jugada final, donde, aún a riesgo de soportar perturbaciones adicionales, aplica un shock de convertibilidad y de confianza…”. Esta posibilidad explicaría según Marcelo Bonelli (en CLARIN del 15.2.91) la manifiesta “apatía de los principales hombres de negocios” ante la primera convocatoria que Domingo Cavallo formulara a los empresarios.
Aire fresco
Los medios han entregado a sus lectores numerosos reportajes a Vittorio Orsi y glosarios de sus ideas. La percepción de una brisa refrescante queda de manifiesto en las acotaciones de una reportera “Por fin alguien en este gobierno que habla de calidad y conocimiento!” (Paula Bauer, en un reportaje a Orsi en EL CRONISTA del 11.2.91). La profusión de reportajes indica que hay avidez por
conceptos de efecto balsámico como los que Orsi vierte. Conceptos relativamente proscriptos han recuperado su legalidad: “planificación”, “genio nacional”, “ejemplo de vida”, “sociedad abierta”, “discurso de la calidad”, “incorporación de conocimiento” “alegría”, “ventajas competitivas” en vez de
“ventajas comparativas, que son estáticas y sólo vinculadas a los recursos naturales”.
El alfonsinismo a escena
La tormenta de verano trajo un Poder Ejecutivo Nacional que súbitamente carga con el sayo de la fragilidad. “No hay conspiración, pero sí un fuerte desgaste del presidente”, define Angel Anaya (en LA NACION, del 14.2.91). Eso lleva a preguntar: “¿Habrá acuerdo radical-peronista?” (Oscar Muiño en EL CRONISTA del 15.2.91), o a pronosticar, por el contrario, que ha sonado “la hora de los
independientes” (Juan Luis Gallardo en LA PRENSA del 15.2.91).
Luis Barrionuevo reconoce que reeditar la “plaza del Sí, hoy es más difícil. No se olvide que hemos tenido indulto, las privatizaciones, las naves en el Golfo y ahora ya vamos por el noveno ajuste” (en CLARIN ´del 13.2-91)-
Más allá de especulaciones en torno de “gobiernos de coalición, aflora una notoria apetencia por un Estado que no surgirá del intento actual que procura transformarlo a garrotazos.
Norberto Wilmer
LA ADMINISTRACION DESARTICULADA
Miguel Angel Diez
EI país tiene muchos problemas serios, pero uno realmente grave. La administración pública está desarticulada; el Estado avanza hacia un peligroso estado de disolución, donde la cadena de mandos para usar una expresión castrense está quebrada; donde ningún ministro puede garantizar que sus
instrucciones serán obedecidas o cumplidas; donde las prestaciones esenciales -salud, educación y justicia- están muy resentidas y acercándose al momento en que sean virtualmente interrumpidas.
El ministro de Educación, aun emparchando el tema de las demandas salariales docentes, no sabe si logrará poner en marcha, físicamente, el año escolar por el estado de edificios y la carencia de materiales básicos para el normal desempeño de la actividad. El ministro de Economía convoca a los empresarios y les advierte que habrá castigos para quienes aumenten injustificadamente los precios, mientras sus interlocutores se preguntan con qué funcionarios podrá desarrollar el análisis correcto de cada caso e instrumentar las decisiones que correspondan.
El subsecretario de Agricultura se queja de la cantidad de subsecretarios que ostenta la Secretaría de Planificación; funcionarios que en verdad actúan pero no han sido designados. La Subsecretaría de Justicia estuvo en el limbo, esperando ser ministerio. La Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia,
prácticamente inoperante durante dos meses. El Ministerio del Interior, vacante al punto que el presidente pudo utilizar, provisoriamente, el despacho del titular.
La opinión pública se entera de que han sido indultados peligrosos delincuentes sin que los jueces que los procesaban tuvieran conocimiento ni intervención. En Córdoba, un malhechor cayó abatido en un tiroteo con la policía, que al identificarlo comprobó que era alguien que estaba -o debía estar.
cumpliendo sentencia en prisión. El subcomisario Patti anuncia que ha decidido -él, por su cuenta desvincularse del sonado caso de Cajamarca, tarea que le fue especialmente encomendada. El Poder Ejecutivo confunde memorados y buenas intenciones, con soluciones y decisiones concretas .
Los analistas políticos, en su mayoría, prefieren centrar su atención en las “internas” de los grandes partidos, en el intercambio de invectivas y en desentrañar el ritual de gestos, omisiones y acciones de la lucha partidaria. De paso denotan a los partidos políticos por vivir en la irrealidad (¿no estará
incurriendo en el mismo error el periodismo?).
Los empresarios pueden tener la tentación de pensar que un Estado débil, desarticulado, redundará en mayor libertad económica. Seria funesto confundir eficiencia y normal funcionamiento de la administración pública. ni siquiera lo apóstoles del Estado mínimo pueden estar satisfechos con este estado de cosas. Es conveniente y positivo que el Estado se desprenda de lo que no sabe ni debe hacer. Pero el recorte debe estar orientado a fortalecer lo que se es imperioso que haga.
Peligrosamente, el país se encamina a un estado de autogestión total. Algo contra lo que es preciso reaccionar enérgicamente.