El día en que el banco provincia estuvo en rojo

    Fuera del “clearing” no pudo cumplir con el “call” y debió renegociar deudas.
    Lo que ayudó al Banco de la Provincia hace unas semanas fue una combinación de circunstancia informativa, por un lado, y de abuso de jerga, por el otro. Si no hubo reacción de la opinión pública acorde con la magnitud de lo que estaba ocurriendo, se debió a que las páginas de los diarios abrumaban con la inminente guerra en el golfo Pérsico, pero también a que el lenguaje crítico de las circulares del Central, no traducidas convenientemente a los lectores, impidió una evaluación completa de los hechos.
    El 14 de enero pasado, el Banco Central dispuso que la entidad bonaerense -y otros bancos provinciales, es cierto- fuera retirada del “clearing” o cámara compensadora (es decir que los cheques de estas entidades dejaban de ser aceptados y pagados por el resto del sistema). Las siguientes 72 horas fueron dramáticas para el segundo banco del país. Al no poder cumplir con los contratos de “call” tomados en su momento, el banco incumplió compromisos en el área más sensible del sistema financiero: las relaciones con los demás bancos.
    De hecho, el Provincia estuvo, durante horas al menos, en virtual estado de quiebra con su correspondiente concurso de acreedores (o con un “steering commitee” integrado por los bancos locales que le habían prestado, que procedió a renegociar la deuda).
    Visto retrospectivamente, no cabe duda de que el episodio fue el detonador de la crisis que en pocos días casi duplicaría el valor del dólar expresado en australes, derrumbaría al ministro de Economía y al presidente del Banco Central, obligando a cortar las vacaciones a un nuevo equipo, totalmente
    azorado.
    ¿Sabían los protagonistas de esta historia la tormenta que estaban desatando? La decisión de retirar del “clearing” al Banco Provincia y a otros bancos oficiales que incumplían sus deudas con el Central, fue tomada la noche del domingo 13 de enero, en Olivos. Javier González Fraga planteó el problema,
    Erman González lo respaldó, y Carlos Menem dijo estar de acuerdo. Las interpretaciones de lo ocurrido transitan dos líneas. La primera, la de la ineficiencia; la segunda, la del complot. Según la primera, González Fraga subestimó el impacto que la medida tendría sobre ahorristas y depositantes,
    pero muy especialmente ignoró las señales que se estaban enviando a los operadores financieros. En ese contexto, la escalada del dólar era inevitable. Un conspicuo banquero, que pertenece a la categoría-numerosa, por cierto de los que no simpatizan con González Fraga, menea la cabeza incrédulamente: “Se pueden decir muchas cosas de Javier, pero nunca que es incompetente”.

    El complot imaginado
    Es esta casi unánime coincidencia la que refuerza la tesis conspirativa, cuya trama sería la siguiente:
    * González Fraga sabía que su destino -y el del otro González estaba sellado. En pocas semanas más, la imposibilidad de recaudar y la continua emisión para financiar déficit en las provincias (a través de créditos de los bancos provinciales que a su vez conseguían recursos en el “call”, sin importar la tasa
    a pagar) provocarían el derrumbe del esquema estabilizador.
    * El titular del Central -sigue el imaginativo argumento- prefirió retirarse antes de que llegara el despido y pasar a la historia como quien dejó más de US$ 3 mil millones de reservas. Su visión de lo que se avecinaba convenció a Erman González, y la dupla presentó su renuncia.
    * Ambos González, prosigue el guión elucubrado en colaboración en la City, sabían que el relevo era Domingo Cavallo y decidieron obsequiarle esta sorpresa: pasar la posta en circunstancias en que los mercados no entendían la razón del cambio -pero disparaban el dólar- a un equipo que comenzaba
    sus preparativos para actuar recién en 90 días más.
    La línea del complot, a la que son tan afectos todos los actores de la vida nacional, es atractiva pero inconsistente. La velocidad de su difusión se explica solamente por los interrogantes que dejó el cambio de equipo económico.
    Los técnicos del Central juran que lo actuado fue lo correcto. Se sabía que muchos gobiernos de provincia estaban encubriendo la financiación del déficit público -en verdad, pagando sueldos- mediante pases de recursos de los bancos provinciales que los tomaban a tasas muy altas de corto plazo. La situación entramaba un serio riesgo: era una bomba de tiempo lista a explotar en pocas semanas (otro refuerzo a la tesis conspirativa: antes de que la hicieran detonar terceros en circunstancias no manejables, González Fraga habría preferido elegir el momento y modo de la explosión).

    Siempre en domingo
    El prólogo de la crisis tuvo lugar en Olivos, la noche del domingo 13 de enero. Menem convalidó la decisión del ministro de Economía y del titular del Central. La desazón fue evidente en el elenco político del gobierno: en un año electoral, la sensación de bonanza, o al menos de estabilidad, es esencial para captar votos. Con este cuadro, el equipo Cavallo, el recambio previsto para impulsar el
    crecimiento, se convertía en bombero de facto y en verdugo de los contribuyentes.
    La crítica de fondo a los renunciantes es que, con su decisión, pusieron en entredicho un mecanismo tan sagrado como el “call” para el sistema financiero.
    La dureza del Central y la alarma de los bancos acreedores pusieron en jaque al Banco Provincia. A partir del martes 15 hubo frenéticas negociaciones del directorio bonaerense en dos direcciones.
    Una, con los bancos privados agrupados en “el club del call” -los prestamistas-, integrado por el Morgan, Continental, del Lavoro, Francés, Río, Boston, Shaw y de Crédito Argentino. Expresada en dólares de esa fecha, la deuda ascendía a US$ 107 millones. La jugada de Eduardo Amadeo, presidente del Provincia, fue lograr que los acreedores aceptaran dolarizar la deuda al 28 de enero, con lo cual el monto exigible -por la nueva paridad cambiaría- pasó a ser de US$ 78 millones (primera licuación de pasivos sin que Cavallo tuviera nada que ver). El 50% de lo debido se canceló con títulos Bonex de la serie 87 y 89, y el resto se pactó en ocho cuotas mensuales de US$ 4 millones cada una
    (la deuda externa del Provincia es de US$ 550 millones que demandaría un pago anual de US$ 60 millones US$ 5 millones mensuales, que el banco no ha podido satisfacer). El otro frente era la deuda con el Central por US$ 300 millones. El arreglo consistió en comprometer el traspaso de esos fondos
    cuando se privatice la central termoeléctrica Piedrabuena, de Bahía Blanca, proceso que el gobierno provincial confió al Provincia. Aparte del tiempo que puede demandar la venta, existen serias dudas de que el precio que se obtenga alcance para cancelar esta deuda. En todo caso, la situación está emparchada por el momento. Entre tanto, los analistas financieros creen que el Provincia está en “coma 4” y le va a llevar tiempo y suerte recuperarse de la estocada de González Fraga.
    Rubén Mattone

    LA CRISIS EN CIFRAS
    Deuda con el Banco Central
    US$ 300.000.000
    ¿Cómo se paga?
    Con la venta de la Central Termoeléctrica Piedrabuena
    Deuda con los Bancos Privados
    US$ 78.000.000
    ¿Cómo se paga?
    50% al contado y 50% en ocho cuotas mensuales de US$ 4.000.000 cada una.
    Depósitos: 5/6 billones de australes
    Caída durante la corrida
    62 mil millones de australes.

    EDUARDO AMADEO
    CREE EN LOS COMPLOTS
    Tras el cimbronazo de enero, la tarea de Eduardo Amadeo, presidente del Banco Provincia, es reestructurar la entidad, recuperarla e inyectar confianza entre depositantes y acreedores.

    Serenamente expuso sus opiniones.
    1 ¿Está quebrado el Banco Provincia de Buenos Aires?
    -El patrimonio neto del banco es de US$ 1.200 millones y su liquidez es tal que nunca dejó de atender sus obligaciones financieras.
    2 ¿Cómo se va a recomponer de la corrida de depósitos que tuvo?
    -No hubo caída de depósitos. Durante los días de la crisis apenas un descenso de 62 mil millones de australes sobre un total de depósitos de 5 billones.
    3 A Erman González no le gustó el acuerdo de refinanciación con los bancos privados. ¿Fue así?
    -Si, fue así. Mi posición es que el “call” es un contrato que hay que cumplir y que si el acuerdo era con quite compulsivo o excesivamente moroso, se podía producir una corrida que hubiera estado justificada por la desconfianza. Nuestra estrategia fue la correcta.
    4 La decisión de retirar al Provincia del “clearing”, ¿tuvo el aval del presidente Menem?
    -Esa es la información que me suministró el equipo económico.
    5 ¿No fue una decisión políticamente perjudicial para el Presidente?
    -Si, pero tomada a partir de la información que recibió del equipo económico. Creo que hubo un terrible error administrativo, porque yo podía pagar la deuda con el Central. Al sacamos del “clearing” hubo un desorden administrativo que puso en serio peligro la estabilidad del banco por 72 horas.
    6 ¿Está discutiendo alguna solución mas de fondo con el ministro Cavallo?
    -Un programa de reestructuración que me asegure reducir los costos, obtener nuevas fuentes de liquidez y recuperar el mercado del “call” en el plazo más breve posible.
    7 ¿Por qué se precipito esa crisis económica nacional?
    -El atraso cambiario estaba montado sobre la base de la credibilidad. Cualquier elemento que la socavara corría el peligro de disparar un cambio en la composición de las carteras. Las provincias tuvieron dificultades en un esquema de aguda recesión y de caída en la recaudación. El famoso
    “Swift-gate” y el posterior enfrentamiento con Estados Unidos produjo temor e hizo que muchas empresa dolarizaran sus ganancias. Las proyecciones fiscales para enero anticipaban un verano más difícil que el que se preveía en diciembre.
    8 ¿González Fraga actuó correctamente o no con el Banco Provincia?
    -Lo que tengo que agradecer a González Fraga es el excelente nivel de diálogo que mantuvimos siempre. Salvo el error administrativo del 13 de enero, no creo que haya habido mala voluntad o una inquina especial del entonces presidente del Central para con el Banco de la Provincia o hacia mi persona.
    9 Cuando habla de error administrativo ¿a quién involucra?
    -Al equipo económico. La decisión fue del presidente Menem pero él no tiene por qué entender los intríngulis del sistema financiero y tomó la decisión que le aconsejaron.
    10 ¿Cree en la existencia de complots?
    -Sí, por supuesto. Son parte de la vida. Como yo llevo muchos años de política, creo que los complots son parte fundamental de ella, para bien o para mal.

    ¿QUIEN ES EL “AUCTOR”?
    Carlos Floria
    Toda política específica requiere de una política, en el sentido de una arquitectura para la sociedad.
    El lenguaje esboza, como se ha observado, una bifurcación. La política evoca el proceso de adquisición del poder, en el marco que las instituciones establecen, y la elaboración de las decisiones que gobernarán a la sociedad. Una política supone, en cambio, una línea de acción, una conducta determinada en un campo específico.
    El lenguaje inglés marca con fuerza esa distinción: politics y policy. Una decisión implica debates que parten del sentido arquitectónico de la política. La acción que sucede es policy. Es cierto que cada grupo pequeño, cada conjunto organizado de intereses, lleva al debate su policy. Pero ni ésta es la del gobierno del grupo mayor -el gobierno nacional, por ejemplo-, ni la policy, la línea de acción o de conducta que resulta está por encima de la política, de las politics. Estas perduran; la policy, en cambio, es un factor de ellas.
    Es importante, pues, que una sociedad tenga en claro no sólo las políticas específicas de un gobierno, sino la política de un gobierno.
    Este es uno de los aspectos fundamentales del debate que está sucediendo entre los argentinos respecto de su gobierno: ¿cuál es su politics? Y luego, ¿cuál será la suerte de sus políticas, la capacidad de llevarlas a buen puerto, la idoneidad de los hombres que deben conducir las líneas de acción o de conducta elegidas?
    Esos interrogantes nos llevan al gran tema de la autoridad. Bertrand de Jouvenel lo ha estudiado muy bien, examinando primero el rico significado del término “autor”. El autor es, según el entendimiento común, el compositor de una obra, el padre o ascendiente, el fundador de una familia o de una ciudad.
    Pero es también, más sutilmente, aquel cuyo consejo se sigue, es el instigador de acciones, el promotor de acciones libres que están situadas en otros.
    ¿Cómo se puede ser fuente de acciones hechas libremente por otros?
    “En primer lugar, dándoles ejemplo. (Luego,) si se garantiza que la acción es buena, que tendrá buenos resultados para quien la asume.” El autor es el fiador, el que promete el buen fin de la empresa, el que aumenta la confianza, el que respalda la cooperación de los otros. Y esto por acciones libres, lo que distingue la autoridad del “autoritarismo”, donde lo que falta para suscitar
    confianza y ser fiador de las acciones se suple con la intimidación y la represión.
    El segundo gran debate político que está sucediendo entre los argentinos es, según lo expuesto, cuánta autoridad tienen las autoridades.
    Pocos dudan de la “capacidad aditiva” del presidente: de la habilidad que tuvo para realizar con éxito la técnica de adición de voluntades que lo llevaron al gobierno. Pero la técnica aditiva no es todo, porque es, por definición, precaria: suele tener éxito para realizar un acto, ganar una elección, o específica en el corto pla70. La autoridad adquiere una categoría mayor cuando a la técnica aditiva añade la capacidad de crear un “estado de cosas” perdurable.
    La política económica es una política específica, e ideas para resolver los problemas económicos hay varias. Pero si una idea debe prevalecer, debe obtener el aporte y el soporte de quienes tienen el poder político, y quienes tienen el poder político, el sustento de una parte significativa de la sociedad y de sus factores decisivos.
    En tiempos de prosperidad es fácil olvidar la importancia del poder en la construcción de una política. El sistema social aparece estable y la economía trabaja con regularidad. Las reglas del juego son conocidas y relativamente aceptadas, porque al cabo la prosperidad justifica casi todo lo que se ha hecho y se hace. En tiempos críticos esa ilusión se desintegra, modelos económicos entran en conflicto y las prescripciones son discutidas por todos lados. La prosperidad suele ocultar lo que los tiempos duros ponen bien en claro: la opción entre varias políticas supone la existencia de una arquitectura política, y tanto pensar la política como mantener las líneas de acción de las políticas
    específicas, exigen la cooperación de hombres inteligentes. Las instituciones no caminan solas:
    necesitan del valor y la consistencia ética de hombres concretos.
    Para nuestro sector el Mercado Común del Sur ya comenzó a funcionar porque en este mes de marzo comenzaremos a vender los primeros vehículos importados desde Brasil con arancel cero”. Por fin, para Jorge Olivieri, director de relaciones extremas de Autolatina (el joint-venture productivo y comercial entre Ford y Volkswagen para Argentina y Brasil), se concreta una medida que permitirá bajar costos y ampliar mercados a una industria que está contra las cuerdas debido a la profunda caída del poder adquisitivo en ambos países.
    Basta recordar que en Argentina, de 275.000 unidades que se vendieron en 1980, el ano pasado apenas se llegaron a colocar 95.000, o sea casi un tercio de la cifra de hace una década. Por otra parte también la recesión azota a Brasil y se estima que en ese país el mercado que había superado el millón de unidades anuales se reducirá este aro en un 30 a 40%. No es extraño, entonces, que cualquier medida que signifique algo de oxigeno sea recibida con alegría.
    Los primeros en llegar fueron pick-ups Volswagen Saveiro con motores de 1,6 litros de cilindrada, pero lo importante -reflexiona Olivieri son las perspectivas que se abren para el futuro. De acuerdo con el protocolo de la industria automotriz, este año 10.000 vehículos argentinos se exportarán a Brasil y una cantidad exactamente igual de automotores brasileños se colocarán en la Argentina, sin que ninguno de los dos países cobre aranceles o juegue sucio aplicando medidas de restricción para arancelarias.
    “Esto es inédito en las relaciones comerciales entre ambos países”, comentó el hombre de Autolatina.
    El entusiasmo de las fábricas terminales se extiende también a los fabricantes de autopiezas; hace só1o dos o tres anos los directivos empresarios de San Pablo o de Buenos Aires rechazaban de plano la idea de la integración. Una muestra de la velocidad del proceso es que para 1991 se estimaba que
    el intercambio de autopiezas podía llegar a US$ 120 millones en total, o sea un cupo de exportación de 60 millones por país. Ahora los números son otros. Las negociaciones entre las empresas suman US$ 520 millones globales, de los cuales unos 120 millones corresponden a las fábricas de autopiezas. Entre vehículos terminados y las autopiezas ambos países movilizarán una producción valorada en puerta de fábrica en cerca de US$ 820 millones. Se trata de un excelente inicio, si se tiene en cuenta que el comercio entre ambos países llega a US$ 2.000 millones de dólares anuales.
    Según las estadísticas que se manejan en Buenos Aires, las exportaciones argentinas habrían sido en 1990 del orden de los US$ 1.350 millones, mientras que las importaciones desde Brasil ascenderían a 650 millones.