Estaba equivocado (al menos por ahora…)


    Ilustración: Agustín Gomila

    Según Jim Rogers (autor de Hot Commodities y cofundador junto a Soros del Quantum Fund) ”…durante el siglo 20 hubo tres largos períodos donde los precios de los productos básicos estuvieron altos (1906-1923, 1933-1953, 1968-1982). Cada ciclo, en promedio, duró 17 años. Otro ciclo expansivo en los precios de las commodities comenzó en 1999. Si se confirma la tendencia histórica, duraría 17 años. Es decir que se mantendrían los precios altos hasta alrededor de 2015.
    La FAO parece coincidir en el pronóstico: según su más reciente informe, los precios mundiales de los alimentos continuarán elevados por lo menos durante una década, aun cuando cayeran desde los niveles que dispararon protestas en África, Asia y el Caribe durante los últimos meses. Los altos precios, causados principalmente por la demanda de países en desarrollo tales como China, pero también por el creciente interés de los inversores en los mercados a futuro de materias primas, dañarán más a los países más pobres, pero también se harán sentir entre los pobres de las naciones ricas.
    Junto con la generalidad de productos e insumos primarios, los de la gama agrícola vienen subiendo fuertemente desde principios de 2007.
    Los componentes esenciales de la ecuación abarcan la creciente demanda de alimentos de países en desarrollo donde la población tiene mayor poder adquisitivo que hace algunos años. Por ejemplo, China, Vietnam, Brasil o India. En cuanto a hidrocarburos, tienen una incipiente alternativa negada al sector agrícola: biocombustibles de primera y segunda generación.
    Por el contrario, agrava el panorama el avance de la urbanización, el creciente déficit de tierras arables y la escasez de aguas aptas. En estos dos casos, probablemente obren los cambios climáticos indeseables y desastres naturales (Estados Unidos, Birmania, etc.).
    Sin embargo, podría argüirse que parte de esos cambios han venido teniendo lugar desde tiempo atrás. Por ende, la serie de alzas abruptas registradas este año debe responder a causas exógenas. Como el aumento de costo de los insumos, entre ellos los fertilizantes, claves para el maíz y algo menos para el trigo. También se han elevado rubros como almacenamiento, transporte y distribución.
    Obviamente, la especulación desempeña un papel cada vez más notorio. Por ejemplo, como sucede con los crudos, estos mercados se tarifan en dólares, cuya debilidad hace que inversores y jugadores se cubran armando derivados dependientes de materias primas agrícolas.
    Lo cierto es que siempre hubo períodos más largos donde el valor de los bienes industriales creció más que el de las materias primas. Sin embargo, han aparecido quienes sostienen que estamos frente a un cambio definitivo de paradigma. Este no es otro período de auge de los precios de los productos básicos que inevitablemente será seguido por otro de depresión, afirman. El cambio es estructural, sostienen, y los precios altos se mantendrán por todo el tiempo previsible.
    Si esto resultara cierto, deberíamos convenir en que Raúl Prebisch, seguramente el economista más prestigioso de la Argentina y de la región, estaba solemnemente equivocado. La famosa teoría sobre el deterioro de los términos del intercambio (cada vez los productos industriales valen más que las materias primas) quedaría desmentida.
    Al calor emocional del conflicto entre campo y Gobierno, y cuando se repara que la soja tuvo en un año un aumento de 130%, es fácil adherir a la nueva tesis.
    Prebisch quedó en la historia como el principal expositor de la teoría del deterioro de los términos del intercambio que explicaría por qué los países subdesarrollados resultan perjudicados en el comercio con las naciones avanzadas. Sostuvo que los términos del intercambio de los productos primarios tienden a deteriorarse en relación con los artículos industriales. Esa tendencia deriva en un progresivo empobrecimiento de la periferia: los países emergentes deben exportar cada vez más bienes primarios para importar la misma cantidad de artículos industriales.
    Ante el creciente entusiasmo por “el nuevo paradigma”, Mercado prefiere mostrar mayor cautela. Precios altos en commodities pueden durar varios años. Pero nada confirma que sean eternos.
    En todo el mundo se extienden las superficies arables. Hay revolucionarios métodos de siembra, avances biotecnológicos y químicos que podrían, tal vez, producir otra Revolución Verde, como la que en los años 70 dio al traste con el pesimismo del Club de Roma.
    En ese caso, Raúl Prebisch volvería a estar en lo cierto.

    Petrobras, más grande que Microsoft


    Ilustración: Agustín Gomila

    A fines del año pasado, Petrobras reveló el descubrimiento de un yacimiento petrolero offshore –el Tupí, en la cuenca de Santos– que podrían tener 8.000 millones de barriles de crudo: la mitad de todas las reservas probadas que, hasta entonces, registraba Brasil.
    Eso catapultó el valor bursátil de la empresa.
    El 19 de mayo, la consultora interamericana Economática informó que dicho valor ya superaba al de Microsoft, el gigante informático creado por Bill Gates. Petrobras valía a esa fecha US$ 287.200 millones, mientras que Microsoft se quedaba en US$ 279.300 millones.
    La petrolera brasileña se convirtió así en la tercera compañía del continente americano. Las dos primeras son Exxon Mobil (US$ 489.000 millones) y General Electric (US$ 320.000 millones).
    En un año, las acciones de Petrobras subieron 110%, mientras que las acciones de Microsoft bajaron 3,5%. Las reservas comprobadas de Petrobras, hasta hoy, rondan los 15.000 millones de barriles.
    En el noveno lugar del listado de Economática hay otra empresa brasileña, la minera Vale do Rio Doce, con un valor de mercado de US$ 196.495 millones. El banco Bradesco está en el puesto 43, valuado en US$ 72.000 millones. La mexicana América Móvil, de Carlos Slim, está en el lugar 29 de la lista general, con US$ 99.000 millones.
    Dos días más tarde de conocido el informe de Economática, Petrobras anunció el descubrimiento de una nueva “acumulación de petróleo” a gran profundidad en la misma cuenca de Santos.
    Los expertos aseguran que Brasil será en poco tiempo uno de los 10 mayores productores de petróleo del mundo.
    Esto ha provocado, en la Argentina, algunas reacciones curiosas:
    “¿Por qué ellos sí y nosotros no?”. Esto presume que cualquier país puede tener las mismas riquezas naturales que su vecino. La pregunta bien podría hacérsela Israel.
    “¿No invertimos suficiente?”. Esta es una pregunta más atinada, porque puede ser que –como ocurría con Brasil mismo hasta el año pasado– el potencial petrolero de la Argentina exceda largamente las reservas probadas. Sin embargo, no hay que caer en el error de aplicar al negocio petrolero el refrán popular: “el que busca, encuentra”. Si no se explora, puede haber petróleo que nunca se hallará. Pero eso no significa que, si se explora, aparecerá todo el petróleo deseable. Los estudios preliminares y las “sísmicas” sugieren que a la Argentina le falta encontrar hidrocarburos bajo su suelo y en el mar continental, muy poco explorado. Esto no significa que “nade en petróleo”. Esa era la fantasía que existía sobre las islas Malvinas; pero Gran Bretaña (a partir de las conclusiones del Informe Shackleton) decidió que, para desarrollar las islas, era más seguro confiar en el calamar que en reservas petrolíferas nunca comprobadas.
    “¿Esto significa que ya no podemos alcanzar a Brasil?”. Aun sin el hallazgo de estos nuevos yacimientos petrolíferos, Brasil se planteó una estrategia de desarrollo que la Argentina no se ha planteado. Lo hizo mucho antes de Mangabeira Unger (ver página 22). Sólo un dato: Embraer es uno de los tres fabricantes de aviones comerciales, militares y ejecutivos que existen en el mundo: compite con Boeing y Airbus.
    “¿Seremos Brasil-dependientes?”. No. La Argentina debe tener una política de exploración y explotación, no para igualar las reservas de Brasil, sino para asegurar su autoabastecimiento de hidrocarburos; e invertir, al mismo tiempo, en fuentes alternativas de energía. Pero si en el futuro necesita importar petróleo, será oportuno tenerlo aquí al lado y negociar con un país amigo que hoy está pidiéndonos una asociación estratégica. En todo caso, la Argentina debe plantear una división del trabajo a escala regional, que le permita desarrollar y explotar ventajas competitivas que Brasil no tiene.
    Estados Unidos por su parte, que siempre miró suspicaz la riqueza de los países petroleros, enfoca ahora el problema con otra óptica. La riqueza económica puede transformarse en poder e influencia. En una de las sesiones de testimonios ante el Congreso sobre esta materia, realizada en la tercera semana de mayo, el experto Gal Luft (Institute for the Analysis of Global Security, IAGS) señaló que si el barril de petróleo llega a US$ 200, los grandes países productores de la Opep “podrían comprar el Bank of America con el valor de un mes de producción; la marca Apple con el de una semana, y –a los valores bursátiles actuales– General Motors con los barriles extraídos en apenas tres días.