Hay otro enfoque en la historia de la tecnología

    El historiador de la ciencia, en entrevista concedida a Edward Baker (Strategy
    & Business, de Booz Allen Hamilton), sostiene la necesidad de una nueva
    visión de la historia de la tecnología que se ocupe no sólo
    de las innovaciones espectaculares –el Walkman de Sony o una nave espacial
    futura que pueda transportar humanos a Marte– sino también en el
    cambio incremental y cómo las sociedades usan las tecnologías
    que inventan o, también importante, que toman prestadas. Estas son algunas
    de las ideas concentradas en su nuevo libro The Shock of the Old: Technology
    and Global History since 1900.

    Una historia de ese tipo revelaría, dice, que muchos de los países
    que tuvieron mayor crecimiento en el siglo 20, como Japón y Corea, fueron
    los que más inventaron. Es cierto que gran parte de ese crecimiento proviene
    de transferencia de tecnología y no de innovación. Pero reconocer
    esta realidad tiene consecuencias importantes para la política comercial
    en una economía global. Por ejemplo, si un país como Estados Unidos
    exige a otra nación protección estricta a la propiedad intelectual
    como precondición para comerciar con ella, eso daña la transferencia
    de tecnología y el florecimiento de nuevos productos que podrían
    resultar de esa tecnología.
    Si reorientamos la forma de ver la tecnología, entenderemos mejor si
    estamos tomando decisiones acertadas al adoptar nuevas tecnologías, como
    las semillas genéticamente modificadas, especialmente cuando hay alternativas
    menos costosas que, aunque tal vez no tan innovadoras, podrían ser menos
    riesgosas. Lo que sigue es una versión condensada de la entrevista.
     
    –¿Qué tiene de malo nuestra actual concepción
    de la tecnología?

    –Carecemos de una historia explícita de la tecnología; una
    historia de la inmensa cantidad de productos que se usan en un determinado momento;
    una historia que detalle todas las invenciones (grandes y pequeñas) de
    un determinado período de la historia. Lo que tenemos es una insatisfactoria
    mezcla de las dos, que describe apasionadamente los primeros días de
    algunas tecnologías que hicieron temblar la tierra y que más tarde
    fueron ampliamente usadas.
    Por ejemplo, sabemos mucho del desarrollo de la bomba atómica durante
    la Segunda Guerra Mundial, pero muy poco o nada sobre el importantísimo
    rol del caballo durante la guerra; el ejército de Hitler usó más
    caballos en su invasión a Rusia que Napoleón 130 años antes.

    Si nos interesa la relación entre tecnología y sociedad, debemos
    saber qué se usa y qué avances se están haciendo en la
    cultura de cualquier momento de la historia. Además, es tan importante
    conocer las invenciones que fracasaron como las que triunfaron. En realidad,
    la mayoría de las invenciones fracasan, y eso ocurre por alguna razón.
    El Concorde fue un fracaso económico, por ejemplo, porque era increíblemente
    costoso. Debemos reconocer eso para poder determinar sobre qué base avanzar
    para producir otro Concorde.
     
    –Describa la historia de la tecnología tal como usted la
    encara. ¿Es una visión conservadora?

    –Sé que podría interpretarse que planteo que lo nuevo no
    importa y está sobrevaluado, mientras que lo viejo sigue siendo enormemente
    importante. Pero no quiero discutir eso. Insisto en que hay muchas, muchas cosas
    nuevas bajo el sol y celebro el cambio rápido; a lo que me opongo es
    a la celebración del pseudo-cambio o al culto del cambio futuro.
    Mucha gente que habla de invención e innovación en realidad quiere
    mantener el mundo tal como está. Esa gente habla de la importancia del
    cambio técnico en el futuro para evitar hacer cambios ahora. Un ejemplo
    es el calentamiento global. Muchos dicen que hay que invertir en soluciones
    tecnológicas que entrarán a funcionar en cinco, diez o veinte
    años para no tomar decisiones que se podrían implementar ya.
     
    –Su nuevo libro incluye un cuadro donde figuran las empresas que
    más gastan en I&D, y menciona que son, en su mayoría, empresas
    muy viejas. ¿Por qué es eso?

    –Las cinco que más gastaron en innovación en 2003 fueron
    Ford, Pfizer, DaimlerChrysler, Siemens, y Toyota. Todas excepto Toyota operan
    desde antes de 1914. Las primeras de esta lista no son de biotecnología
    ni de tecnología informática. ¿Por qué hay tres
    automotrices entre las primeras cinco? Es muy caro desarrollar un auto nuevo.
    Mucha gente piensa que los gastos en investigación son generados por
    la naturaleza de las mismas tecnologías. No es así. Los niveles
    de I&D los determina lo que la gente quiere pagar. Y si la gente sigue dispuesta
    a comprar autos nuevos –una invención apoyada en una idea de hace
    100 años– vamos a ver mucha I&D en esa área.
     
    –¿Qué nos dice eso sobre innovación a gran
    escala?

    –Siempre he dicho que no hay correlación positiva entre gasto en
    investigación y crecimiento económico. Muchos creen que sí
    la hay, que si los países gastan en innovación, recuperan con
    creces todo lo que invierten. Yo creo que si existe alguna correlación
    es negativa, al menos para los países de más rápido crecimiento.
    Eso es así porque la mayor parte de la tecnología en los países
    recientemente desarrollados proviene del extranjero. Entonces, los países
    que son rápidos para adoptar tecnología se pueden beneficiar mucho
    en términos de crecimiento. Se me ocurre una sola excepción importante
    a esta regla: Estados Unidos a mediados del siglo 20. Pero ése era un
    caso muy excepcional, Estados Unidos representaba alrededor de 50% de la producción
    mundial y lo mismo o más de la capacidad inventiva mundial. Ése
    ya no es el caso, claro.

    –¿Qué nos puede decir sobre el rol de la I&D
    empresarial en el proceso de innovación?

    –Circulan muchos mitos sobre cómo era I&D en el pasado. La
    gente exagera cuando dice que antes la investigación pura dominaba el
    campo de la ciencia. No quiero decir que la investigación sin objetivo
    concreto no haya sido importante. Pero la acción de pensar en los usos
    que se le podrían dar a una tecnología nueva siempre ha sido más
    importante de lo que la gente cree.
    Por eso hay que recordar que muchas invenciones no llegaron a ser usadas. El
    transistor no salió de los laboratorios Bell simplemente porque ellos
    estuvieran haciendo investigación pura. Hacía mucho tiempo que
    venían pensando en semiconductores.
    El peligro no es sólo creer que hubo un modelo en el pasado y debería
    haber un modelo para el futuro. El peligro está en creer que comprendemos
    la historia de la tecnología, e la invención, o de los procesos
    de descubrimiento, o de lo que se usó.