La difícil convergencia en el Mercosur

    Por Carlos Montero


    Walter Cancela

    La autoridad emisora oriental describe, en entrevista exclusiva con Mercado, la lentitud para coordinar políticas macro en la región y no se entusiasma con el Instituto Monetario del Mercosur, dado que ve lejos una serpiente monetaria que pueda llevar a una hipotética moneda única del bloque. Cancela fundamenta que el comercio regional no es consistente con una canasta peso-real, pues en “Uruguay no hay nadie que opere en pesos argentinos o reales en los mercados financieros”.

    –¿Por qué se atrasó la prometida coordinación macroeconómica en Mercosur?
    –La necesidad de coordinar políticas para manejar con consensos los ciclos de la economía en América latina, y aun en el Mercosur, tropieza con que los ciclos de las distintas economías nacionales no son iguales. Eso hace que las respuestas macroeconómicas tengan que ser diferentes. Estamos en una etapa en la cual existe mucha más información en cada país sobre las políticas que desarrollan los restantes. Eso permite –sobre todo a los países más pequeños como Uruguay y Paraguay– tener mayor información al diseñar políticas que siempre se ven influidas por las de los países más grandes de la región. El incentivo para coordinarlas proviene de los desalineamientos que pueden producir, en una región muy integrada desde el punto de vista económico, políticas que no tengan que ver unas con las otras. Así fue en la Comunidad Europea que arrancó con el carbón y el acero, pero aún hoy no todos participan en la zona Euro pese a ser la UE un área cuyos ciclos económicos son paralelos.

    –¿Será útil concertar en Mercosur un rango de metas anuales de inflación, emisión monetaria, déficit primario y fiscal (incluyendo pago de deuda externa) –a imagen de la UE, donde incumplieron Francia y Alemania– si no hay criterios comunes armonizados para calcular dichos indicadores?
    –Hay problemas estadísticos y operativos. Existe teóricamente un set de indicadores que se puso como aspiración alcanzar por los países del Mercosur en deuda pública, resultado fiscal e inflación, pero que no tiene operatividad práctica. Sin embargo, en el conjunto de países, se ve una convergencia hacia niveles de inflación más bajos cercanos a un dígito –todavía altos pero de orden internacional– en países habituados a inflaciones de dos y tres dígitos. Avanzamos a una disciplina fiscal que lleva a no generar desequilibrios importantes en las cuentas públicas, pero el problema de converger hacia indicadores comunes es igual al de coordinación macro.
    No hay convergencia de ciclos económicos y tampoco instituciones supranacionales –como en UE– con capacidad de imponerse sobre los Estados para llevarla adelante. El camino europeo desde 1970, de las monedas nacionales a la moneda única, fue muy accidentado y recién se concreta 30 años después, pasando por las vicisitudes de la serpiente monetaria y después de que el sistema monetario europeo sufrió una crisis importante en 1997. Ninguno de estos procesos es lineal, no hay números mágicos que sean capaces de disciplinar las fuerzas de la economía que dependen de lo que la gente decide cuando tiene que gastar su dinero.

    –De nada sirve consensuar metas si los institutos de estadística no coinciden en cómo definir y calcular cada indicador. ¿En qué horizonte lo hará la región?
    –Si es difícil en cada país hallar el indicador apropiado para cada variable económica, mucho más lo es armonizar. No es igual la canasta de la Argentina que la de Brasil si hablamos de construir un índice de precios al consumo, como tampoco es lo mismo construirlo dentro de Brasil, con canastas diferentes entre Rio Grande do Sul o Ceará. En el corto plazo, los precios pueden andar por sendas bien diferentes, aunque una medida de inflación debe ser útil para hacer el monitoreo de las monedas en el largo plazo. Los índices son convergentes y hay esfuerzos de cooperación en la región, del grupo de monitoreo macroeconómico del Mercosur y en los programas de Cepal de cooperación internacional. Los países están avanzando en tener indicadores comparables de modo de saber de qué se está hablando al mencionar un índice de precios en la Argentina, Brasil, Paraguay o Uruguay.

    –Hubo devaluación brasileña en 1999 y de la Argentina, Paraguay y Uruguay en 2002. Tras el rebote, sigue una expansión regional del PBI que en 2007 proyecta casi 9% anual en la Argentina, 4% Brasil, 4,5% Paraguay y 5,25% Uruguay. ¿Los bancos centrales tratan de sostener el crecimiento común sin inflar precios como olfatean argentinos y uruguayos?
    –Es preocupación permanente de los bancos centrales dedicados a preservar el valor de las monedas y de hacerlo sin perjudicar posibilidades de crecimiento. Ya no podemos hablar de rebote. Ya pasó y las economías del Mercosur están en fase de crecimiento, apoyada en el ciclo de alza de precios internacionales, que afecta en forma diferencial.
    No es igual el efecto que recibe la Argentina de esa tendencia que el de Uruguay. La Argentina asiste a términos de intercambio positivos y Uruguay a un proceso de términos de intercambio negativos: los precios de lo que importa suben más que los que exporta. La Argentina y Brasil están teniendo cuentas corrientes superavitarias y Uruguay deficitaria, pero no hay las mismas razones para explicar el crecimiento en uno u otro país. Detrás de cada variable hay escondida una serie de factores que operan diversamente.
    En los bancos centrales se trata de manejar la política monetaria para que estas presiones de crecimiento no excedan la posibilidad de crecer. Si el crecimiento del gasto, por el consumo de personas e inversión, va más allá de la posibilidad de las economías de absorberlo, puede generar presiones sobre los precios que anulen las virtudes del crecimiento real.

    –¿Ve algún paralelo del empuje en precios internos de la Argentina y Uruguay?
    –Por lo que hemos hablado con nuestros colegas argentinos, del Banco Central de (la República) Argentina, la política monetaria la están llevando de forma muy disciplinada. Hay un esfuerzo del BCRA para mantener sus metas de agregados dentro de los parámetros anunciados, y lo están logrando. La Argentina como Uruguay están recibiendo el impacto de precios internacionales que se internan en la economía porque el tipo de cambio no se aprecia lo suficiente como para neutralizar ese aumento de precios. Si la carne, el trigo o la soja suben 10% y el tipo de cambio se mantiene igual, los precios internos de esos productos subirán 10%. Ello se reflejará en los precios de la economía.
    Las presiones sobre los precios se enfrentaron en el pasado por la vía del manejo del tipo de cambio. Creo que ni la Argentina ni Uruguay están deseosos de usar el tipo de cambio como instrumento antiinflacionario, porque el resultado de hacerlo ya lo conocimos en los 90 y nadie está dispuesto a repetirlo.

    –En los 90 se hablaba del ancla cambiaria de precios. ¿Evolucionará Uruguay a un ancla fiscal (gasto público), monetaria (emisión) o financiera (tasas)?
    –Las anclas nominales de la economía son las que se toman como referencia para la asignación de precios y, por ende, de recursos. Un ancla cambiaria limita las posibilidades de hacer frente a shocks externos que nuestras economías están muy sujetas a recibirlos. De ahí se pasó, como la Argentina y Uruguay, a un ancla monetaria, de cantidad de dinero que se dice que crecerá a equis tasa y, por esa vía, los agentes tratan de fijar precios teniendo en cuenta la liquidez que se liberará a la economía. Este ancla es relativamente poco eficiente, pues no es posible leerla como una pizarra de cotización de tipo de cambio y es más para iniciados.
    Por eso la mayoría de países han preferido utilizar otro precio, que es mucho más transparente, como es la tasa de interés, que se puede leer e interpretar claramente todos los días, pues está disponible para todos en el mismo momento y con la misma nitidez. Al ancla fiscal no la llamaría ancla. Ninguna política monetaria puede ser eficiente si no es eficiente la fiscal, pues tiene que haber consistencia muy fuerte de una y otra. No puede haber política fiscal expansiva y monetaria contractiva, sin tener efecto en la economía real.

    –Ante el empuje inflacionario interanual que supera en 2% el techo de la meta oficial de 6,5% de suba de precios para 2007, el Banco Central del Uruguay decidió bajar este año la expansión de agregados monetarios de 15% a 9%. ¿Le parece consistente esa contracción con tanta ampliación presupuestaria?
    –Es consistente con una proyección de resultados fiscales y con un programa financiero de parte del Gobierno de mantener el equilibrio en las cuentas públicas. Las propuestas del Poder Ejecutivo al Poder Legislativo, en la Rendición de Cuentas, incluyen incrementos de gastos, pero no significan un desequilibrio del Estado sino lo contrario. El desequilibrio del sector público, luego de pago de intereses, no superará 0,5% del PBI.

    –Calidad e independencia en la medición de índices de cada indicador hace a la credibilidad del inversor. ¿Se acusa de contar con pocos medios en el INE uruguayo, igual que se critica la influencia gubernamental en el Indec argentino?
    –El Instituto Nacional de Estadística (INE) tiene dificultades de recursos como el Banco Central en su producción estadística y quisiéramos tener mejores estadísticas para proporcionar. Pero, ambos producen su información con lo mejor disponible en técnicas de medición. El INE produce el Índice de Precios al Consumo, muy relevante en la economía uruguaya y base para el cálculo de la Unidad Indexada que permite a inversores medir el rendimiento real de sus papeles públicos o privados.
    Una cuestión que tenemos claro en el INE, el Ministerio de Economía y el Banco Central del Uruguay es que los indicadores deben ser absolutamente transparentes en su metodología de medición, mecanismos para recolección de datos y la fecha en que estarán disponibles.

    –Así como con BancoSur, ¿por qué Uruguay es reticente al Instituto Monetario del Mercosur como paso para coordinación y una futura serpiente monetaria?
    –Podría ser una buena iniciativa, pero en América latina nos acostumbramos a crear muchas instituciones para resolver problemas que muchas veces resultan de instituciones que no funcionan. A veces es preferible fortalecer las que existen para que sean creíbles y garanticen reglas de juego, a partir de las que generar políticas.
    En el caso del Instituto Monetario depende de sus objetivos. Creo que estamos lejos de una serpiente monetaria en el Mercosur. La Argentina y Brasil decidieron hace más de un año entrar a un sistema de comercio en el cual se utilicen sus dos monedas, sin utilizar el dólar. Todavía no fue posible operativizarlo y, aparentemente, lo harán en pocos meses. Muestra la dificultad de tener referencias directas de moneda a moneda, sin arbitrajes por parte de otras monedas. Para que eso ocurra se requieren mercados profundos en esas monedas en cada país y, a su vez, mercados profundos de esas monedas en los restantes países. En Uruguay no hay nadie que opere en pesos argentinos o reales en los mercados financieros.

    –¿Su gobierno prefirió esperar a ver cómo funciona o no es afecto a la idea argentino-brasileña de comerciar con base en una canasta peso-real?
    –Hay que ver las razones por las que uno ingresa y por qué la Argentina con Brasil están muy interesados en esta operación. Es que las condiciones de acceso a los mercados de cambio en la Argentina y Brasil, especialmente para la pequeña y mediana empresa, son bastante costosas y no son las mismas que tienen las grandes empresas para acceder al mercado de cambios.
    En Uruguay eso no ocurre pues el acceso al mercado de cambios es absolutamente libre y se puede hacer comercio en cualquier moneda. No hay necesidad de hacer exportaciones o importaciones exclusivamente en dólares. Uruguay está legalmente en condiciones de hacer el comercio con Brasil en reales y con la Argentina en pesos. No hay ningún obstáculo legal o reglamentario para que ocurra, sólo que –como no existen condiciones económicas e institucionales suficientes– los exportadores e importadores prefieren comerciar en dólares. M

    Transición financiera