¿Qué puede andar mal en China? La vejez, el agua, o la corrupción

    A criterio de Kenneth Lierberthal (universidad de Michigan), tal vez algo triunfalista,
    el PBI podría mantener ese ritmo medio por quince, veinte años.
    Otros son bastante menos exitistas, como el tradicional The Economist.
    No hace mucho, auguraba colapso y fragmentación de China en feudos económicos.
    Por el contrario, en general los expertos consultados en recientes meses por
    Barron’s se pasan de optimistas. Sea como fuere, ninguna multinacional
    puede pasar por alto el mayor mercado del mundo, con 1.300 millones de habitantes,
    ni sus bajos costos, aptos para producción y tercerización.

    Demasiada euforia
    Pero también esa euforia es excesiva. La transformación de un
    régimen totalitario –el maoísta–, apoyado en los campesinos,
    a una “autocracia de mercado” magnificó factores sociales,
    políticos, ambientales y económicos que podrían resultar
    desestabilizantes. Por ejemplo, Beijing afronta un rápido envejecimiento
    de la población, manifiesto en la creciente escasez de mano de obra.
    Se origina en la norma “un hijo por pareja”, impuesta en los años
    70 para detener el exponencial aumento vegetativo fomentado por Mao tras la
    guerra de 1925-49.
    Burócratas, técnicos y políticos temen que China envejezca
    antes de hacerse desarrollada. Tienen razón. Según William Overholt
    (Rand Corporation), la fuerza laboral irá peinando canas velozmente en
    próximos decenios. Hacia 2050, la proporción entre población
    activa y pasiva estará entre las más altas del planeta. Los mayores
    de 60 serán más de 400 millones –contra 120 millones en
    2003–, o sea 30% del total (hoy es algo menos de 10%).
    Surcorea y Japón, dos competidoras directas, afrontan el mismo problema.
    Pero el Reino del Medio es mucho más pobre y estará en una fase
    muy temprana de desarrollo cuando se halle ante una crisis demográfica.
    Su red de contención social está dañada y muchos carecen
    de jubilación o prestaciones mínimas (por imperio de reformas
    pro mercado). No hay atención adecuada para gente de bajos recursos,
    lo cual explica que –en años recientes– el país haya
    sido castigado por el sida, el síndrome respiratorio agudo y ahora la
    gripe aviaria.
    Crecer cuesta un precio alto en términos ambientales. Unos 300 millones
    beben y usan aguas contaminadas y la mitad se enferma cada año por ese
    motivo. Se estiman 400.000 decesos anuales por contaminación atmosférica.
    De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cinco de las diez
    ciudades más insalubres del globo están en China. Los problemas
    del entorno abarcan además lluvia ácida, deforestación,
    extinción de especies, severa erosión de suelos, represas cenagosas
    y emisiones de dióxido de carbono o de sulfuro. Por otra parte, están
    levantándose rápidamente usinas que procesan carbón y empeoran
    las cosas.
    Según Lieberthal, mala calidad y poca disponibilidad de agua limitarán
    el desarrollo. Ya hay graves déficit hídricos en el norte, donde
    están dos tercios de las tierras arables, se produce la mitad de los
    granos, vive gran parte de la población y la industria. El gobierno planea
    invertir más de US$ 60.000 millones en cincuenta años para canalizar
    aguas del Yangtsé, en el sur, hacia la llanura septentrional.
    Otra forma de atenuar el problema es cobrar servicios sanitarios y consumo hídricos,
    que hoy cuestan casi cero, para reducir el derroche. Mas esto crearía
    agudo malestar social. El agro usa casi 70% del agua, por lo que muchas granjas
    serían demasiado caras de mantener y empujaría más población
    rural a ciudades sobrepobladas.

    Corrupción generalizada
    Una forma diferente de malestar se relaciona con el auge de la corrupción,
    en todos los niveles del gobierno central y los provinciales, fomentado por
    una economía de mercado predatoria. El soborno genera proyectos asociados
    a razones espurias. Entretanto, el espectáculo de funcionarios vistiendo
    ropa de marca, gastando fortunas en casinos o paseándose en BMW crea
    resentimientos en los pobres que lo miran por TV.
    No hay misterios en la génesis de tanta corrupción: la torta ha
    crecido muchísimo en 28 años y todos quieren un pedazo. Además,
    ya no operan los mecanismos de contralor partidario y nadie teme denuncias.
    En fin, las reformas transfirieron facultades políticas y fiscales a
    niveles de gobierno más bajos o locales, lo cual multiplica oportunidades
    de peculado.
    Resultado: olas de abusos y sobornos que aparecen en una prensa local menos
    limitada que en tiempos de Mao. Los cuadros del partido Comunista (¿?)
    se han beneficiado enormemente en la privatización de empresas, a menudo
    instalando en altos puestos a parientes, cómplices o ellos mismos. Activos
    estatales eran malvendidos con frecuencia. El monopolio de permisos para hacer
    negocios o arriendos de tierras, en manos del partido, ha sido fuente de abusos.

    Esperando a la clase media
    Algunos llaman a China “estado neoleninista, descentralizado y predatorio”,
    capaz de hacer peligrar, en último término, el crecimiento sostenido.
    Ello a causa de servicios públicos malos y tensiones sociales. A eso
    los observadores más adictos al mercado añaden inadecuada protección
    de derechos y patentes.
    También están esos cien millones de campesinos que marcharon a
    las urbes costeras en pos de subsistir como mano de obra precaria, mal pagados
    porque son residentes ilegales, o los sesenta millones que se quedaron sin trabajo
    al achicarse las firmas privatizadas. De hecho, su aporte al PBI ha caído
    de 70% en 2000 a 30% en 2005.
    Los optimistas sostienen que, en diez a quince años, una próspera
    clase media habrá surgido, capaz de promover democratización y
    pluralismo. Pero vecinos como Taiwán o Surcorea pasaron de regímenes
    autoritarios a democracias parciales recién después de que el
    ingreso por habitante fuera dos a tres veces mayor que el chino actual. Por
    otra parte, no se encontraban ante el legado sociopolítico de Mao, aunque
    sí ante sistemas virtualmente unipartidistas.

    Lodazal financiero
    No obstante, quizá lo más ominoso sea el auge incontrolado de
    crédito e inversiones. Durante el primer trimestre de este año,
    la inversión fija interna aumentó más de 30%, casi tres
    veces el ritmo anual de expansión. Eso en una economía que, en
    2001/5, colocó más de 40% del PBI en infraestructura civil y maquinaria
    industrial.
    Por cierto, el país nada en liquidez. Como otros orientales, los chinos
    son grandes ahorristas e inmovilizan hasta 25% del ingreso familiar disponible.
    Gigantescos superávit comerciales con Estados Unidos, unos US$ 60.000
    millones anuales en inversión externa directa y capitales especulativos
    han llevado las reservas internacionales a cerca de US$ 940.000 millones. La
    sobreliquidez desborda los grandes bancos, mayormente estatales, que intermedian
    75% del capital.
    Ahí está el nudo del problema. El sistema es volátil, pese
    a esfuerzos para imponer reformas e inyectarle capitales frescos, “estatizando”
    carteras desactivadas y autorizando a extranjeros a tomar participación
    minorista en grandes instituciones de crédito. No obstante, aún
    se dan demasiados préstamos por razones políticas, antes que por
    motivos sanos. Además, nadie sabe bien a cuánto ascienden las
    carteras incobrables. Estimaciones oficiales hablan de US$ 200.000 millones
    pero, en mayo, Ernst & Young detectaba casi 900.000 millones en malos créditos.
    Otras fuentes calculan de US$ 650 a 750.000 millones.
    De inmediato, Beijing calificó el informe E&Y de “absurdo y
    ridículo, pues representaría 40% del PBI”. Asustado, el
    estudio retiró el trabajo de Internet, pero todo el mundo lo había
    visto y, aparte, siendo esa firma la auditora del mayor banco comercial chino,
    obviamente sus números no eran casuales. M