Por Matías Maciel

Daniel Montamat.
Foto: Diego Fasce
La nueva edición del tradicional ranking “Las 1000 empresas que más venden” que Mercado confecciona desde 1969, deparó este año una sorpresa, pues YPF perdió su liderazgo y quedó en el segundo lugar, detrás del grupo de la familia Rocca. Aunque los números de la edición anterior ya ponían de manifiesto el franco crecimiento de las empresas de Techint, el cambio en la cima de la tabla merece una reflexión.
De manera adicional, la presentación de los resultados casi coincide con el anuncio realizado por el presidente de Repsol. A mediados de mayo, Antonio Brufau comunicó su intención de colocar “de 15 a 20% de las acciones en el mercado bursátil”. De ese modo, el directivo español intentaba responder a los reclamos del Presidente Néstor Kirchner, quien había pedido más esfuerzo en materia de inversiones para exploración, por intermedio del jefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.
Ahora bien, ¿de qué manera se vincula la declinación de los recursos energéticos en la Argentina con el hecho de que por primera vez en 37 años, YPF pierde el primer puesto del ranking y bastante lejos del segundo? ¿Cómo incidiría una mayor inversión en exploración y explotación?
Daniel Montamat, quien fuera presidente de YPF entre 1988 y 1989 y secretario de Energía de la Nación entre 1999 y 2000, opina que para analizar el cambio en lo más alto del ranking debe primero observarse que “Techint está vendiendo en el mercado internacional un producto que se ha revalorizado mucho en el mundo”. Y a continuación añade: “Justamente, las mayores ventas del grupo tienen que ver con el auge que atraviesa la industria energética, en función de los precios del petróleo. Ello da lugar a nuevas inversiones que demandan más infraestructura y es ahí donde está el negocio de Techint”.
–¿Y qué ocurre por el lado de Repsol?
–Por un lado está el tema de los volúmenes de reservas, y lo que allí sucede es que la compañía está explotando cuencas maduras, que están en declinación, como es el caso de Loma de la Lata –el principal yacimiento gasífero del país– o Chihuidos, un importante yacimiento petrolífero que en la actualidad produce apenas un cuarto de lo que producía a principios de la década pasada.
Por otro lado, por tratarse de una empresa muy grande, una parte muy significativa de la producción de Repsol se utiliza para abastecer su propia cadena industrial. Luego de ello, los combustibles y derivados que coloca en el mercado doméstico tienen precios administrados, retenciones sobre el crudo y claras presiones para que las empresas integradas que ganan en el upstream, aguanten el abastecimiento interno a precios muy por debajo de los precios de referencia internacional. En ese sentido, como principal actor de la industria, Repsol es quien resulta más afectada en esta situación de precios atados.
Diría, entonces, que los resultados del ranking deben tener su explicación a partir de esos elementos, porque si tomamos como referencia los precios internacionales del crudo, los de 2005 fueron mayores a los de 2004.
–¿Se está quedando sin reservas la Argentina?
–Bueno, Repsol viene con producción declinante e, incluso, con reservas declinantes. Sin embargo, creo que Repsol está intentando reponerlas. No creo en aquellos que dicen que no tiene interés en reponer sus reservas en la Argentina, porque eso sería negar su naturaleza de empresa petrolera.
Las empresas petroleras valen por sus reservas. Una de las formas para reponer reservas es descubrir nuevas en los yacimientos en producción, pero tales descubrimientos son cada vez más marginales. Lo que se necesita es hacer nuevos descubrimientos de gas y de petróleo, pero para hacerlo hay que ir a cuencas de mayor riesgo. Y es allí donde viene el problema, porque Repsol tiene renta como para encarar nuevas inversiones, pero me parece que la Argentina no ofrece certidumbre en materia de reglas de largo plazo. No hay una nueva ley de hidrocarburos y existe una permanente amenaza en torno de las retenciones, que pueden seguir subiendo.
Repsol YPF se enfrenta entonces con un dilema. ¿Realiza inversiones de alto riesgo en la Argentina o trata de diversificar su base geológica de reservas invirtiendo en otros países de la región o del resto del mundo? Claro, las oportunidades no están en Suiza, sino que están en países con muchos problemas, como los latinoamericanos o los africanos.
–¿No ofrece la Argentina negocios atractivos en esta materia?
–En verdad, no hay potencialidad de descubrir grandes yacimientos. Por ello, sumado a la incertidumbre característica de la región, las petroleras lógicamente tratan de minimizar su exposición en las exploraciones de alto riesgo. Yo creo que Repsol, y las otras empresas, para reponer reservas en la geología argentina tienen que hacer descubrimientos en nuevos yacimientos. Se están haciendo algunas apuestas off shore, pero por los datos oficiales, la inversión exploratoria en la Argentina es insuficiente.
–¿Cuál es la responsabilidad del Gobierno en esta situación?
–El Gobierno tiene responsabilidad primaria. Para empezar, por tener parada en el Congreso una ley de hidrocarburos. En nuestro país no existe un régimen exploratorio semejante al de la minería, que promueva nuevas inversiones. Por su parte, las empresas mantienen un bajo perfil que a lo mejor puede explicarse por la lógica con la que se mueve un Gobierno que sanciona, castiga y censura todo lo que sea oposición. Así, las empresas callan y, como dice el refrán, el que calla otorga. Entonces, el Gobierno dice que se han hecho inversiones insuficientes y eso es lo que se ha instalado en la sociedad.
–Frente a este reclamo del Gobierno, Repsol dijo que invertirá alrededor de US$ 400 millones en los próximos años. ¿Es suficiente?
–Es una suma importante, pero no siempre las inversiones declaradas son luego inversiones realizadas, porque el Gobierno tiene esta lógica de imponer inversiones forzadas a sectores de alto riesgo. Entonces, frente a ese tipo de imposiciones, la salida es la de decir ‘sí, vamos a invertir’. Pero no creo que la lógica, en estos sectores, deba ser la inversión forzada, sino que debe ser una inversión inducida por un marco legal estable, por una estrategia energética de largo plazo y por señales de precios que hagan atractiva la expropiación de renta, en un marco donde los riesgos de la inversión corren por las empresas.
Siempre digo que por suerte no hay petróleo en Suiza, porque si no todos se irían a invertir allá. Por el contrario, las otras plazas también ofrecen bastante incertidumbre institucional y jurídica. Sin embargo hay que tener en cuenta que la geología en África, por ejemplo, es más interesante que en la Argentina.
–¿Cómo debe leerse la oferta de acciones realizada por Repsol?
–Repsol controla 100% de YPF Argentina. Y en ese esquema considera que puede financiarse abriendo parte de ese capital, sin perder el control. ¿Es razonable o no desde el punto de vista de la inversión? Creo que sí. Vende 20% pero mantiene la mayoría del capital accionario y el gerenciamiento de la empresa. Además, de esa manera diversifica el riesgo, ya que incorpora una masa accionaria argentina que puede servirle como un reaseguro para ciertos giros que suele haber en materia de política petrolera. Desde ese punto de vista me parece que es una apuesta interesante, por la que juntaría alrededor de US$ 5.000 millones que le servirían para encarar nuevas exploraciones, con el ahorro de los argentinos.
–Hay quienes especulan con que sería un fuerte grupo económico el que compraría ese 20%.
–No lo creo. Sin comprar el management, nadie compra partes minoritarias, excepto que se trate de negocios seguros, pero no es el caso del petróleo. ¿Qué pasa si baja el precio del petróleo porque se frena la economía mundial? No, pienso que lo razonable es que sea una venta atomizada en la Bolsa. Y será gradual. Tampoco van a vender 20% de golpe.
–También a mediados de mayo, el Presidente Lula dijo que Brasil sería líder mundial en materia de energía. ¿Qué opina al respecto?
–Brasil tiene un gasoducto que va desde Santa Cruz hasta San Pablo, que es el que ha motivado toda esta situación, porque si le cortan el gas la industria paulista se queda sin combustible. De allí la respuesta de Lula: ‘nosotros en 2008 vamos a ser autosuficientes y los industriales de Brasil podrán hacer funcionar sus plantas y las usinas térmicas con alcohol’. Aunque creo que es posible, la afirmación forma parte de los fuegos de artificio que hay por la discusión que tienen con Bolivia, una discusión doble si se suma la expropiación de los activos de Petrobras. Esta vez no fue ‘yankees go home’ sino ‘brazilians go home’, desde Bolivia.
Sin embargo, hay otro dato que pasó inadvertido, que es la licitación que había pendiente para ampliar en casi 50% ese gasoducto y que fue cancelada. Y ese es para mí el mensaje más claro. De ese modo, Brasil muestra ahora su desconfianza a Bolivia respecto de su capacidad para seguir desarrollando reservas.
Entonces, tanto la Argentina como Brasil, necesitan pensar en opciones energéticas porque hoy no hay garantías respecto del gas que iba a venir de Bolivia. Hay dudas en materia de precio y en materia de volúmenes adicionales. Ello representa un problema y tanto Brasil como la Argentina tienen que imaginar nuevas alternativas. Brasil tiene una estrategia y sería deseable que la Argentina también la tuviera. De lo que estoy seguro, es de que no es una alternativa la construcción del caño desde Caracas hasta Buenos Aires.
–¿Cuál sería una alternativa?
–Propongo dos ideas. En primer lugar, readecuar una licitación para que funcionen a carbón –y no a gas– las centrales térmicas cuya construcción anunció el Gobierno. En segundo lugar, ¿no tendríamos que estar pensando, como lo hizo Chile, en una planta de regasificación en la zona de gran consumo, en Buenos Aires? Si en la Argentina existiera una estrategia energética, si la energía no fuera rehén del corto plazo político, ya deberíamos estar discutiendo todas estas cosas. Creo que Brasil, en ese sentido, se mueve más rápido. Hay un proyecto a más largo plazo y por eso han reaccionado del modo en que lo hicieron. M





