El fracaso encendió luces amarillas y rojas

    Aprovechando la ocasión,
    George Walker
    Bush principal enemigo de la vieja Europa invitó a la
    cúpula del Ejecutivo a la Casa Blanca (el 20 de junio) y se dio el lujo de
    ofrecerse como amigable componedor. Medios y columnistas conservadores,
    entretanto, se entusiasman prediciendo el desbande de la Unión Europea. En
    medio de todo eso, Luxemburgo confirmaba para el 10 de julio su referendo, en
    tanto Polonia lo postergaba sin fecha, alineándose con Dinamarca, Portugal,
    Suecia, Finlandia, República Checa e Irlanda.
    Nadie se sorprendió por el fracaso, aunque sí por la ausencia de debates
    serios y árbitros idóneos. Ni el presidente de turno en la UE, Jean-Claude
    Junker (un luxemburgués irascible, sin vuelo propio), ni el de la Comisión
    Europea (el conservador portugués José Manoel Durão Barroso) estuvieron a la
    altura de las circunstancias. Quizá por ello Washington los recibió con toda
    la pompa, tratamiento que dispensaría luego a Tony Blair, sucesor de Junker y
    quinta columna de Bush en Bruselas.
    Las grescas de esos días dejan pendientes soluciones concretas en
    presupuesto, subsidios, expansión del bloque y, claro, el problema
    constitucional. No obstante, este aspecto parece haber sido puesto en el freezer
    durante bastante tiempo, junto con los nuevos ingresos. Ahí las trabas van
    más allá de disensos entre Chirac, Tony Blair y Gerhard Schröder o intrigas
    vaticanas contra Turquía (cortejada por Rusia y Estados Unidos).

    Déficit de realismo
    En la actual coyuntura global, planear metas presupuestarias a siete años, partiendo
    de 2007 (o sea, a nueve años de hoy), no tenía visos de sensatez. Nadie está
    seguro de cómo llegarán a 2013 la UE, la Eurozona o el pacto de estabilidad
    fiscal. Ni siquiera está claro el perfil de la comunidad en apenas un par de
    años. Sólo los tenaces burócratas de Bruselas o Francfort se aferran a un
    statu quo anacrónico.
    En lo tocante al presupuesto septenal, quedó en agua de borrajas a raíz de la
    ruptura entre París y Londres. Mientras las carreras políticas de Chirac y
    Schröder tal vez no alcancen siquiera a fin de año, tampoco se les ven
    posibilidades a las propuestas sobre subsidios agrícolas. Lo que Londres
    quería defender era, en realidad, un descuento que gozan sus aportes a la UE
    desde 1984. No tan alto como el que beneficia a la ortodoxa España desde
    1994, aunque casi nadie lo mencione. Blair se resiste a renegociarlo, salvo
    si se podan drásticamente los subsidios.
    En esta materia, quien saca la mayor tajada es París. Merced a un régimen
    impuesto por Charles de Gaulle hace 40 años, creado por Edgar Faure para
    retener los entonces decisivos votos rurales, persiste un sistema tan costoso
    como anacrónico. Por lo mismo, la tozudez gala plantea un riesgo para la UE
    no muy distinto al creado por los fracasos de plebiscitos en Francia y Holanda.
    Este país, Suecia y Alemania admitieron que ya no esperaban acuerdos sobre el
    presupuesto imaginario.

    Al freezer
    En relación con el doble no, surgía en Inglaterra un movimiento contra Tony
    Blair. No tanto en apoyo del sí, cuanto contra la decisión de suspender sine
    die
    el referendo británico. A su vez, políticos y parte de la opinión
    pública en España exigían plebiscito propio, en tanto una similar correlación
    de fuerzas en Italia presionaba por reponer la lira como moneda paralela al
    impopular euro.
    El congelamiento constitucional se vincula, aparte, con la expansión de la
    UE. Tanto la dispuesta prematuramente en 2004 (de 15 a 25 miembros, algunos
    atrasados y uno, Chipre, ni siquiera entero) cuanto la contemplada a mediano
    plazo. Primero, porque los aspirantes Rumania, Bulgaria son países todavía
    en desarrollo. Segundo, porque Turquía despierta resistencias y, tras lo que
    ve como triunfo sobre el progreso científico en Italia, el Vaticano acentúa
    presiones contra el ingreso de 70 millones de musulmanes.
    Al final, varios gobiernos se sumaron al pedido de suspender referendos,
    barajar y dar de nuevo. Muchos analistas estaban seguros de que los futuros
    ingresos no se negociarían realmente hasta 2007. En el caso turco, el proceso
    pasaría a 2010 y la incorporación a 2015. Pero todo eso es especulación,
    particularmente porque crecía la impresión de que el contundente fracaso en
    Bruselas podría generar divisiones insalvables. Aun los supuestos
    beneficiarios de la ampliación en 2004 tienen ahora dudas sobre esta UE de
    25.