“Se ha vuelto difícil auditar

    Como
    quedó demostrado en la debacle del grupo Parmalat, también
    es difícil para una firma de auditoría asegurar el buen
    desempeño
    de sus propias filiales. Grant Thornton –aunque auditando sólo
    subsidiarias como Bonlat en las islas Caimán– se vio enredada
    en una batalla legal sobre responsabilidades con el gigante italiano de
    alimentos.
    El comienzo natural de una conversación con el número uno
    de Grant Thornton International, quinta firma de auditoría detrás
    de las Cuatro Grandes, parece ser invitarlo a una evaluación de
    lo acontecido en el ambiente empresario mundial a partir de Enron, el
    primero de una ola de escándalos contables que todavía no
    ha terminado.

    “Atravesamos
    un período de escándalos financieros donde por lo general
    se acusa a las auditoras, a veces con razón, otras no.
    Luego se produce la reacción. Antes de Enron y WorldCom, nuestra
    profesión gozaba de un perfil bastante bajo. Aunque siempre hubo
    auditores demandados, el público en general no llegaba a enterarse.
    Pero el problema que Enron puso de manifiesto tiene que ver con una cantidad
    de temas, no sólo de auditoría.Tiene que ver con prácticas
    contables que fomentaron la manipulación de fondos. Y como las
    prácticas contables se basan en reglas, no en principios,
    siempre es posible que alguien encuentre la forma de interpretarlas de
    manera de presentar una determinada imagen de la empresa, cuidando de
    respetar la letra –no el espíritu– de la ley. Los estándares
    contables deberían basarse en principios, no en reglas. Además,
    muchas veces la gerencia no sólo no desalienta el fraude
    sino que indirectamente lo alienta, porque su reputación depende
    de los precios de la acción en el corto plazo. Y eso fomenta la
    manipulación de los resultados.”

    Auditar: un mecanismo deficiente “En lo que se refiere a las
    auditoras”, continúa McDonnell cómodamente instalado
    en un sillón del Club Alemán, frente a amplios ventanales
    que desde un piso 21 muestran a Buenos Aires bajo la lluvia en el único
    día de su visita,“lo fundamental no es que hayan sido deficientes
    –y a mi entender lo
    fueron– sino que el concepto mismo de auditar no es adecuado para
    dar confianza a los mercados. La auditoría no cambió en
    100 años.Ahora usamos tecnología, pero el principio no ha
    cambiado: se trata de publicar información financiera histórica
    que ha sido revisada y registrada por un auditor después de producidos
    los hechos. Así se auditaba hace 100 años y así se
    audita ahora. Hace un siglo era el mecanismo adecuado para dar tranquilidad
    a los mercados de capitales, pero ya no. Por el tamaño de las empresas,
    las complejidades de los negocios y la velocidad con que la información
    es transmitida. Para mí, lo que Enron puso de manifiesto fue la
    necesidad de iniciar un debate muy serio sobre cómo reemplazar
    la auditoría en el futuro; sobre cuál es la mejor manera
    de dar confianza al mercado usando información histórica.”

    La misión del auditor
    Cuando la conversación gira hacia la relación auditor-contador,
    McDonnell explica que, en realidad, la profesión del auditor nació
    en el siglo XIX para informar a los accionistas sobre las actividades
    de los gerentes de las empresas, y lo hacían mediante informes
    sobre la información contable. De manera que, sí, en parte
    es cierto que surgieron para vigilar a los contadores. Pero el tema es
    más amplio, dice. “Si miramos la información financiera,
    el principal objetivo de nuestra actividad es dar confianza a la gente
    que tiene intereses
    con la compañía: accionistas, banqueros,empleados, proveedores,
    lo que sea. Para que toda esa gente confíe en la empresa que tiene
    responsabilidad limitada, la información que recibe tiene que ser
    creíble. El mecanismo para eso es, como era en 1895, la declaración
    financiera auditada. Pero eso hoy ya no es suficiente y hay que encontrar
    una alternativa. Ése es un tema fundamental que todavía
    no se debate. La ley Sarbanes Oxley es importante, pero a mi juicio, trivial”.
    Mercado le pregunta sobre la credibilidad, sobre esta nueva realidad en
    la que la gente ya no parece creer en las declaraciones financieras aunque
    hayan sido auditadas por las firmas más prestigiosas del mundo.
    “El tema”, dice cautelosamente McDonnell consciente de que entra
    en terreno resbaladizo,“ admite varios niveles. En primer lugar
    la gente con sentido común advierte que la información financiera
    ha sido tantas veces manipulada que es altamente probable que vuelva a
    ocurrir. Por eso es entendible la desconfianza. Aquí viene la
    cuestión de la independencia. En ese sentido, el verdadero objetivo
    de la ley Sarbanes Oxley es resolver, justamente, los temas de la independencia
    de la auditoría.”
    Y, por fin, se toca el tema del conflicto de interés que se produce
    cuando el mismo auditor que controla las cifras de una empresa es simultáneamente
    quien la asesora en asuntos financieros.Cuando una misma firma cobra por
    aconsejar y cobra por vigilar. “Si una firma,además de auditar,
    provee otros servicios, la auditoría es diferente.
    Auditar no es un servicio para la compañía, es ‘sobre’
    la compañía, aunque pagado por ésta para beneficio
    de todos los demás.
    Pero si uno está ofreciendo asesoramiento impositivo, consultoría,
    ése sí es un servicio a la empresa. Aunque yo creo que es
    bastante evidente que el auditor no debería brindar servicios contables
    a la misma compañía que audita, reconozco que los principios
    son diferentes para las empresas más pequeñas, las que no
    cotizan en bolsa.”
    “Para que nuestro trabajo pueda cumplir con su objetivo de dar confianza,
    debe ser visto como imparcial e independiente. El
    conflicto de intereses fue el meollo de muchos de los escándalos
    contables recientes. Pero es evidente que si el auditor, que se supone
    debe ser independiente, se beneficia en la misma empresa que audita con
    otros contratos, eso no ayuda nada a la cuestión de la independencia.En
    ese sentido, la ley Sarbanes-Oxley en Estados Unidos aumentó tal
    vez no tanto la independencia como la “percepción” de
    independencia (hago hincapié en la diferencia); es,
    tal vez, estricta en exceso por una necesidad política de reaccionar
    en forma contundente ante un problema de enormes proporciones.”
    “Es cierto que es caro cumplir con sus requisitos”, contesta
    cuando se le pregunta si sus clientes, en su mayoría empresas medianas,
    no tienen dificultades para cumplir con todas las exigencias. “Pero
    mi objeción es otra. La falta de independencia no ha sido el problema
    central en casi todos los escándalos que hemos visto en los últimos
    20 años. Es que el trabajo de auditoría, para algunos casos,
    es anticuado.No precisamente para el típico cliente de Grant Thornton,
    que son empresas medianas, pero sí para las grandes compañías
    multinacionales. Para ellas, tremendamente complejas, extremadamente grandes,
    no creo que sea el mecanismo apropiado.”
    El trabajo del auditor, explica el CEO, viene al final del proceso. Como
    el último resguardo de una situación que ha sido creada
    por el gobierno de la empresa. Los cambios que se produjeron a ese nivel
    ayudan a mejorar lo que él califica de “percepción”
    de independencia. Luego viene el auditor para cumplir con uno de sus más
    importantes
    objetivos, que es dar confianza al usuario de la declaración financiera
    de que la auditoría ha sido realizada en forma independiente. La
    realidad dirá luego si cumple con su objetivo. Pero la ley, la
    regulación, sólo mejora la percepción, no necesariamente
    los hechos reales.
    En general, la exigencia de transparencia ha dinamizado el negocio. Grant
    Thornton se ha beneficiado enormemente, dice, tal vez tanto o más
    que las Cuatro Grandes auditoras (PricewaterhouseCoopers, Ernst &
    Young,KPMG y Deloitte & Touche) en casi todos los mercados del mundo.
    Aunque no da cifras concretas, dice que el crecimiento en 2004 colocó
    a GT entre las primeras 20 del mundo.