El estado del arte en marketing directo

    Un reconocido
    grupo de expertos y académicos del marketing se reunió en
    el marco de la escuela de negocios Wharton para analizar la situación
    actual y tratar de ver hacia qué lado minoristas y marketineros directos
    avanzan en el afianzamiento de las relaciones con los clientes.
    Partieron del análisis de la actualidad, en la que tanto unos como
    otros se esfuerzan por afinar los instrumentos de su mix publicitario en
    un intento de dar con nuevas estrategias y tecnologías que les permitan
    crear nuevas relaciones con sus clientes.
    “Las empresas buscan nuevas maneras de relacionarse con sus clientes”,
    dice William Cody, director de la Jay H. Baker Retailing Initiative, (Wharton).
    “Para eso aprovechan todos los canales posibles, inclusive experiencias
    en locales de venta y comercio electrónico.” La ola de novedades
    es empujada por la gran puja competitiva entre minoristas y por la aparición
    de nuevas tecnologías que permiten recolectar cada vez más
    información sobre los hábitos de compra de los distintos grupos
    de la población.
    Durante toda la última década el gran protagonista en comunicaciones
    de marketing fue el e-mail. Cuando prácticamente todos en el ámbito
    del comercio lo adoptaron entusiastamente como herramienta publicitaria,
    fueron creando poco a poco –– ayudados por aventureros que se
    prendieron a la moda – la desagradable figura del spam. Eso motivó
    en Estados Unidos legislación anti–spam, multas y la creación
    de una guía donde pueden anotarse los que se niegan a recibir mensajes
    que no han autorizado.
    Según Peter Fader (profesor de marketing, Wharton), algunos comerciantes
    están usando medios indirectos para llegar a las pantallas de la
    gente. Por ejemplo, emiten cupones donde piden al poseedor que ponga el
    lugar donde trabaja. Con esa información, intentan, siguiendo las
    convenciones en vigor, adivinar su dirección de e–mail.
    La justificación sobre la legalidad de este procedimiento es cuestionable:
    si nadie solicita a las personas sus direcciones de correo electrónico,
    no la pueden negar y, por tanto, tampoco podrán luego quejarse por
    recibir esos mensajes.
    Fader considera que la estrategia presenta problemas éticos. “Si
    la razón por la que no se les pide el e–mail es porque se sospecha
    que dirían que no y no obstante se les envía una oferta, igualmente
    se está cruzando la línea”.
    Más allá de si está o no está bien, podría
    cuestionarse la eficacia de la estrategia. Los comerciantes se han dejado
    tentar por la tecnología que permite recabar enorme cantidad de datos
    personales y medirlos de diferentes maneras. Pero nadie ha podido demostrar
    hasta ahora que los datos recabados permitan pronosticar adecuadamente la
    conducta de compra.

    Tácticas
    agresivas

    Por otro lado, reunir demasiada información sobre conductas individuales
    podría incentivar la imposición de límites legislativos
    similares a las leyes anti–spam. Averiguar demasiadas cosas sobre
    las costumbres personales es inmiscuirse en terreno privado y además
    podría descubrirse que sirve para poco y nada.
    Según el profesor de marketing Stephen Hoch, los comerciantes a
    veces recurren a tácticas agresivas no porque crean que está
    bien sino por miedo a dejarles el camino libre a sus competidores. Pero
    irritar a la gente nunca beneficia a nadie, ni en el corto ni en el largo
    plazo, dice. “El problema es que muchos creen que tienen que hacer
    lo mismo que sus competidores para seguir en carrera.”
    Fader cree que el spam va a terminar desapareciendo del mercado víctima
    de su propio peso. Todo el entusiasmo de la gente por incorporarse a los
    listados del registro “no llamar” o “no recibir e–mail”
    ha sido magnificada. Con más frecuencia de lo que se cree la gente
    acepta comprar cosas ofrecidas por marketing directo. Lo que ocurre es
    que luego no lo reconoce públicamente.
    En definitiva, nada desaparece nunca del todo. La venta por catálogo,
    por ejemplo, que parecía amenazada de muerte cuando apareció
    Internet, ha encontrado la forma de volver al ruedo. Internet facilita
    y acelera la compra de mercadería de catálogo. Todavía
    falta para que la Internet tenga el ancho de banda necesario para mostrar
    los detalles de todos y cada uno de los objetos presentados en un catálogo
    de lujo, dice Hoch.
    El futuro del correo directo –sea a través del sistema postal
    o de la Internet– está bien definido. “Ya hemos superado
    la etapa en la que engatusábamos a los consumidores con una carta
    personalizada. El alto costo del correo está obligando a las empresas
    a experimentar con tácticas nuevas para afinar la puntería
    de sus mensajes promocionales.
    Y, como siempre ocurre con los experimentos, no todos funcionan. Durante
    la última temporada navideña en Estados Unidos muchos recurrieron
    a las promociones extensivas a amigos y familiares. La gente que recibía
    por Internet el mensaje con cupón de descuento lo reenvió
    a tantas personas que los comercios debieron otorgar el descuento a un
    universo mucho mayor del que habían calculado.
    No hubo consenso entre los participantes del debate sobre si cualquier
    tipo de publicidad es bueno si logra acercar clientes a la tienda y hacerlos
    comprar.
    Unos dicen opinan que los cupones de descuento crean cierto resentimiento
    entre la gente que no los tiene.
    Algunos minoristas han optado por abandonar las comunicaciones electrónicas
    y volver al papel, pero de manera ingeniosa. Una casa estadounidense que
    vende ropa para pre adolescentes – Limited Too – ha encargado
    especialmente la redacción de novelas sobre jovencitos que viven
    pendiente de la moda. Los libros se venden en los locales de la tienda.
    Otros adoptan lo que en inglés ya se está conociendo como
    ”magalog“ (cruza de revista– magazine – con catálogo)
    Los clientes pagan por una suscripción a esas publicaciones.
    Reconocer al cliente:
    del dicho al hecho
    Por su parte, los clientes comienzan a exigir más de los comerciantes.
    “No puede ser”, explica Cody, “ que un cliente que entra
    a una tienda por primera vez en cinco años sea tratado de la misma
    manera que alguien que ha gastado, por ejemplo, US$ 50.000 en ropa la
    semana anterior. Si yo soy un buen cliente quiero que el comerciante sepa
    que lo soy y me trate como tal. Los minoristas deben reconocer a sus mejores
    clientes desde el momento en que atraviesan la puerta.”
    En ese sentido ya hay minoristas que están experimentando con tarjetas
    magnéticas que los compradores deslizan al entrar a la tienda para
    avisar a los gerentes que están allí. Otra idea es desarrollar
    tarjetas que envían una señal inalámbrica desde la
    billetera del cliente, sin necesidad siquiera de que la persona la saque
    de donde está. Por supuesto, tal tecnología plantea cuestiones
    de privacidad.
    Son muchos los que se cuestionan si vale la pena gastar plata en el enfoque
    de alcance masivo. La debilidad de la economía estadounidense de
    los últimos años los obligó a reconsiderar todos
    los aspectos de sus esfuerzos de marketing y a adoptar un método
    mucho más disciplinado, dice Rich Hollander, presidente de una
    consultora especializada en retail. Aun cuando se haya hecho publicidad
    masiva durante 20 años, hay que preguntarse si hay una manera de
    comunicarse mejor con los clientes.
    Según Fader, todos los minoristas pueden aprovechar la experiencia
    de los marketineros directos. Ellos están permanentemente experimentando
    con mejores formas de dirigirse a consumidores desconocidos y potenciales
    consumidores que nunca han entrado a una tienda. Los comerciantes tradicionales,
    con locales de ladrillos, hacen menos experimentación porque sienten
    que ya tienen fuertes lazos con sus clientes. Falso