Medicamentos: barajar y dar de nuevo

    Ningún otro mercado importante en el mundo había mostrado un desempeño
    semejante. Y ningún otro cayó tanto en los últimos dos
    años: en dólares, abril de 2001 mostraba US$ 3.900 millones anuales,
    mientras que abril de 2003 exhibe algo menos de US$ 1.300 millones. Y no sólo
    se trata de un efecto contable por la devaluación: de 375 millones de
    unidades vendidas en 2001, se descendió a 288 millones en 2003, un derrumbe
    de 23%.
    De representar 1,1% en las ventas de los principales 12 mercados mundiales en
    febrero de 2002, la Argentina de 2003 apenas equivale a 0,4%.

    Un nuevo escenario

    Pero no sólo de ventas vive el mercado. Las regulaciones y los cambios
    políticos también están afectando profundamente el negocio
    de los medicamentos.
    En primer lugar, la vigencia de la ley 25.649, más conocida como Ley
    de Genéricos. Desde septiembre del año pasado esta norma establece
    la obligatoriedad de prescribir por el nombre genérico del medicamento
    en lugar de la marca comercial. El texto de la ley no deja dudas: en su artículo
    3º establece que aquella receta que no presente el nombre de la droga “se
    tendrá por no prescripta, careciendo de valor alguno para autorizar el
    expendio del medicamento de que se trate”. También determina que
    el médico tiene la opción de agregar la marca comercial de su
    preferencia, pero el paciente será amo y señor en la farmacia:
    podrá elegir, entre los productos con el mismo principio activo recetado,
    por el que tenga menor precio.
    Las farmacias, por lo tanto, están recuperando importancia: de ser las
    cenicientas en los ’90, cuando habían perdido margen frente a las
    distribuidoras y les costaba tiempo y descuentos cobrarle a las prepagas y las
    obras sociales, encontraron ahora su príncipe en la robusta figura del
    ministro de Salud, Ginés González García, y su zapatito
    de cristal en la nueva ley. Es que frente al mostrador puede decidirse el destino
    de la compra del paciente, quien elige según los precios… exhibidos
    por el farmacéutico. Éste, por lo tanto, puede orientar la compra
    del consumidor.
    Nadie discute, con todo, que la ley ha servido para contener los precios de
    los medicamentos. Según el Indec, entre diciembre de 2002 y mayo de este
    año, los remedios aumentaron su precio solamente 0,6%, contra un IPC
    general de 2,1%. Antes de la vigencia de la ley, la relación era inversa:
    entre diciembre de 2001 y septiembre de 2002 el IPC había crecido 40%,
    contra 55% de los medicamentos.
    En segundo lugar, con un impacto equivalente al de los genéricos, empieza
    a quedar claro que el Pami ya no seguirá comprando fármacos como
    ha venido haciéndolo. Hasta ahora se rige por un contrato firmado con
    las tres grandes cámaras de laboratorios en 1997. Las empresas perciben
    de la obra social una suma fija de alrededor de $ 300 millones anuales para
    proveer todos los medicamentos demandados, con coberturas entre 30 y 100% para
    el paciente, al precio de venta al público. A cambio, tienen libertad
    para incorporar cualquier producto al vademecum, y está vedado para el
    paciente reemplazar la marca prescripta por otros productos del listado que
    sean equivalentes y más baratos. Así, los laboratorios han podido
    regular la oferta de productos y establecer cuotas de mercado al interior de
    la industria.
    Los nuevos vientos hacen prever que las nuevas autoridades del Pami van a reformar
    el contrato con la industria. Y la competencia por precios y las recetas por
    genéricos provocarán seguramente una caída en la rentabilidad
    en los laboratorios. No debe olvidarse que la organización de los jubilados,
    con más de 3,1 millones de afiliados, determina el destino de 20% de
    los remedios en la Argentina. Y el Pami ejerce además un importante efecto
    imitación en muchas obras sociales sindicales y provinciales, que miran
    a la obra social de los jubilados como referente.

    Viaje al interior del mercado

    Si se comparan los números de venta entre 2001 y 2003, los laboratorios
    nacionales salen mejor parados que los extranjeros. Y los europeos superan a
    los estadounidenses. Mirando los 30 primeros de la lista (ver cuadro 1) puede
    advertirse un sensible avance de los laboratorios nacionales líderes,
    que pasan de 34,9% de market share en 2001 a 36,8% este año, y un importante
    retroceso de los norteamericanos, que retroceden dos puntos desde 17,2% de market
    share a 15,2%. Y si se excluye a Ivax (un laboratorio con sede en Miami muy
    orientado a genéricos, que tomó el manejo de varias líneas
    argentinas hace pocos años) el desempeño es aún peor: los
    “grandes” norteamericanos (Pfizer-Pharmacia, Merck, Bristol, Wyeth,
    Abbott) caen de 13,9% a 11,6% en dos años. Y su facturación retrocede
    (¡en pesos argentinos!) de 543 a 502 millones anuales.

    Un veterano gerente de marketing de un laboratorio nacional, a cambio de mantener
    en reserva su identidad, lo explica sin eufemismos: “Los norteamericanos
    claramente fueron quienes peor reaccionaron frente a la debacle del mercado.
    No adaptaron los precios y las condiciones comerciales a un nuevo país,
    y eso los hizo retroceder en un mercado que tuvo que privilegiar el acceso a
    los medicamentos. No entienden que muchos médicos se solidarizan con
    los pacientes, y optan por recetar los equivalentes nacionales porque ajustaron
    los precios. Contar con los dueños cerca, que vivían y sentían
    lo que estaba pasando, fue muy importante para tomar rápidamente decisiones
    en los laboratorios argentinos. Me imagino que los gerentes de los laboratorios
    estadounidenses habrán tenido que gastar mucho tiempo y energía
    en explicaciones… ¿Cómo se le hace entender a un gringo lo que
    es el corralito?”.
    Otro cambio importante se produjo por la competencia de los genéricos.
    Si hasta 2001 las farmacias eran prácticamente ignoradas por las acciones
    de promoción de las líneas de venta bajo receta, con la crisis
    y la nueva ley el mostrador de venta empezó a formar parte de las inversiones
    de marketing. El desafío vino de un lugar inesperado: los pequeños
    y medianos laboratorios nacionales que durante décadas estuvieron vendiendo
    a granel a los hospitales públicos y los sanatorios privados. Agrupados
    en su propia cámara (Capgen), hasta ese año estas empresas no
    pasaban los límites tácitos que separaban al mercado de los ambulatorios
    (farmacias), reservado para los laboratorios tradicionales, y retenían
    el espacio propio de la venta institucional (internación o grandes compras
    públicas) con gran volumen y menor margen. Pero con la crisis y la ley
    25.649 vieron la oportunidad y la están aprovechando.
    Hoy, desde la Capgen, afirman haber crecido a toda marcha en las farmacias:
    según sus propios números, pasaron desde menos de 1% de market
    share en unidades en 2001, hasta el actual 12%.
    La respuesta de los grandes no se hizo esperar: casi todos reforzaron fuertemente
    la atención a las farmacias, en detrimento del bombardeo de marketing
    que antes existía en los consultorios. “Antes, desde los laboratorios,
    era moneda común, por ejemplo, mandar 50 cardiólogos a Amsterdam
    para un congreso. O muchos médicos eran visitados por dos o tres APM
    de una misma empresa que tenía líneas diferentes. O se lo visitaba
    cada 15 días. Hoy eso se terminó”, relata, nostálgico,
    el veterano del marketing. “Se achicaron las fuerzas de visitadores, se
    bajaron los sueldos, se redujeron los beneficios. Ahora hay alrededor de 70%
    de los APM que trabajaban en 2001. También las muestras médicas
    se recortaron al mínimo, aunque hay ahora más que en 2002, cuando
    directamente eran cero. Y a la farmacia se le está empezando a dar lo
    que antes no se le daba: información, servicio y margen”, afirma.

    Vacas lecheras, pero viejas

    El ciclo de vida de los productos farmacéuticos es mucho más largo
    que el de los productos masivos. Requieren una fuerte inversión en su
    lanzamiento, presencia sostenida en la promoción al médico durante
    el primer año de vida, y luego recordatorios puntuales. Si son adoptados
    por médicos y pacientes, se convierten en vacas lecheras de gran rentabilidad
    por muchos años, décadas inclusive. Los principales 20 productos
    del mercado de venta bajo receta, que representan el 11% del total del mercado,
    tienen un promedio de 24 años de vida (ver cuadro 2).
    Para importantes laboratorios líderes, el peso de las vacas lecheras
    es muy importante. Entre los nacionales, Roemmers reúne entre tres productos
    (Lotrial lanzado en 1984, Amoxidal en 1973 y Sertal-Sertal Compuesto en 1964-1987)
    41% de sus ventas. Bagó, con tres productos de la década de los
    ’80, reúne 29%. Y Gador, con tres productos también nacidos
    en esa década, suma 41%.
    Las multinacionales no muestran un panorama muy distinto. Roche, Novartis y
    Glaxo concentran entre 31 y 36% de sus ventas en sendas troikas de productos
    surgidos casi todos en los años ’60 y ’70.
    Y la americana Pfizer-Pharmacia tiene casi 26% de su venta concentrada sólo
    en Ibupirac, un analgésico lanzado por la nacional Sintyal en 1986, cuando
    todavía estaba muy lejos la ley de patentes. Por supuesto, en todos los
    casos, la extensión de línea ha sido moneda corriente: tanto en
    formas farmacéuticas como en asociaciones con otros principios activos,
    todos los productos valiosos tuvieron en los ’90 nuevas versiones para
    mejorar la oferta.
    Aunque con menos participación en las ventas, la situación se
    repite en los demás productos de los líderes y en el conjunto
    de los 200 laboratorios activos del mercado. La situación no es nueva.
    Pero a diferencia de los países con añeja protección de
    patentes, hasta hace poco los laboratorios en la Argentina no obtenían
    el diferencial de mercado por innovación de nuevas drogas, sino por otras
    variables: precios libres, volumen y calidad del marketing y la fuerza de ventas,
    lobby sobre el Estado y las obras sociales, reducción del margen de la
    cadena comercial.

    Qué hacer

    La rápida reacción de los laboratorios nacionales desde la devaluación
    hasta ahora, permite advertir que conservan el animal spirit, como afirmaría
    Schumpeter. Los extranjeros, a la par que pierden interés por un mercado
    que ha retrocedido a la tercera parte, saben también que los consumidores
    argentinos tienen uno de los mayores consumos de medicamentos per cápita
    en el mundo. Ambas partes, por lo tanto, están dispuestas a mirar hacia
    adelante.
    Varias son las oportunidades que se abren. En primer lugar, puede esperarse
    que algunos jugadores grandes se embarquen abiertamente en la producción
    de genéricos. Hasta ahora son participantes voluntariosos, pero pequeños
    y medianos. Por economía de escala, calidad de manufactura y potencialidad
    de mercado –cambios en el Pami mediante– la oferta de gran volumen
    todavía no está cubierta.
    En segundo lugar, continuar con los lanzamientos de nuevas drogas en co-marketing
    entre multinacionales y nacionales, práctica ya iniciada en los ’90
    aunque ahora con la ley de patentes de por medio. Los extranjeros seguramente
    no querrán despreciar el know how de los locales en comercialización
    y capacidad de llegada.
    En tercer término, la siempre anunciada pero nunca concretada expansión
    de los OTC. Son esperables, en las nuevas condiciones, numerosos cambios de
    productos hacia la categoría de venta libre y la consiguiente publicidad
    en medios masivos. El techo es alto: sólo 8% del mercado actual revista
    como OTC, cuando mercados similares tienen entre 15 y 20%.
    Por último, las exportaciones. El Indec informa que están creciendo:
    el primer trimestre de 2003 se exportó 15% del total fabricado localmente,
    contra sólo 6% en 2001. La tecnología y la capacidad ociosa locales,
    sin duda, pueden llevar este aumento a mayores niveles todavía. M