Triunfo y despedida

    En los últimos días de marzo, Jorge Remes Lenicov y el Banco
    Central obtuvieron un éxito relativo al evitar la estampida cambiaria.
    Remes ató su suerte a la de la flotación, jugando en línea
    con el FMI, ya que tanto él como Anne Krueger, en el organismo internacional,
    fueron los referentes de quienes afirmaban que, en las naciones que podrían
    considerarse estables, el régimen monetario-cambiario era el de la flotación.
    Como resultado de su movida, en la última semana de marzo el equipo económico
    bajó la cotización del dólar de $ 4 a menos de $ 3. Esta
    vez quienes apostaron a un dólar alto, sí perdieron.
    Con este escenario como fondo, la pregunta siguió siendo la de siempre:
    ¿querían los argentinos una moneda nacional? Como respuesta al
    interrogante, el Gobierno probó distintas políticas para estimular
    la demanda de pesos. Al mismo tiempo, muchos economistas se mostraron convencidos
    de que esta demanda era nula y propusieron volver a la convertibilidad con un
    nuevo tipo de cambio o dolarizar la economía, postura ésta última,
    ligada a los especialistas cercanos al ex presidente Carlos Menem.
    Mientras tanto, se empezó a luchar con los factores expansivos del corralito
    en el plano monetario. En marzo los depósitos privados cayeron a razón
    de $ 145 millones por día. Las reservas internacionales líquidas
    descendieron US$ 58 millones diarios y la circulación monetaria y la
    asistencia del Banco Central a los bancos se incrementaron en casi $ 60 millones
    por jornada.
    Sin embargo, se escuchaban las voces de quienes querían liberar el corralito
    transaccional (cajas de ahorro y cuentas corrientes), aunque esto significase
    una fuerte depreciación del peso. La idea era sincerar la situación
    monetaria. Pero el Gobierno mantenía una firme consigna: evitar la temida
    hiperinflación.
    El 23 se precipitó la renuncia de Remes, justamente por razones ligadas
    con el corralito, ya que el Senado decidió no tratar el Plan Bonex, el
    proyecto de ley de canje de plazo fijo por bonos.

    El indefinido frente fiscal

    Hasta el cuarto mes del año, la masa de depósitos a la vista
    en cuentas corrientes y cajas de ahorro era de $ 25.000 millones. Las reservas
    del Banco Central ascendían a US$ 12.500 millones. Con esta cantidad,
    se estimaba, podía comenzar a defenderse un tipo de cambio de $ 3 y,
    así, aquietar la incertidumbre cambiaria.
    En el ámbito fiscal, varios analistas pedían una rápida
    reducción del gasto público nominal de la Nación y las
    provincias. Esta modificación se materializó en la firma del Pacto
    Fiscal, uno de cuyos puntos establecía una reducción de 60% en
    el déficit de las provincias para alcanzar el equilibrio fiscal en 2003.

    Pero el gabinete económico cometió un error al limitar el incremento
    de las retenciones a granos, aceites y harinas, dejando afuera de esta medida
    muchas manufacturas de origen agropecuario y la totalidad de las manufacturas
    de origen industrial. Se estimó que la discriminación abriría
    un conflicto político con las organizaciones agropecuarias al tiempo
    que restaba recursos fiscales.
    Por pedido del FMI, la Secretaría de Hacienda publicó el resultado
    fiscal consolidado para el primer bimestre del año. El desequilibrio
    acumulado en el período era de $ 1.094 millones. La cifra no incluía
    los casi $ 900 millones girados en Lecop a las provincias como pago de la garantía
    de coparticipación. Si a esta cantidad se le sumaba el desequilibrio
    de
    $ 830 millones en marzo, el déficit nacional acumulado durante el primer
    trimestre fue de unos $ 2.700 millones.
    Comenzaron a tomar cuerpo las peticiones del FMI en torno a los cambios en la
    ley de Quiebras, un tema que quemaba y que debía esperar algún
    tiempo más para resolverse.
    En cuanto a la negociación con el FMI, se afirmaba que, desde la perspectiva
    del organismo internacional, si bien existía una voluntad de acuerdo,
    había importantes condicionamientos que se traducían en una estrategia
    de prolongar al máximo la negociación. Al gobierno argentino le
    quedaban los deberes: cumplir con las metas fiscales con las provincias y la
    modificación de las leyes de Quiebras y Subversión Económica,
    para quitar a los banqueros de la mira judicial. También debía
    mantener el equilibrio alcanzado en el terreno fiscal, el sistema bancario,
    el mercado de cambios y en las metas de inflación. Abril cerró
    con una inflación de 10,4%, con lo cual el aumento de precios en lo que
    iba del año alcanzó 21,1%. M