“Nadie tiene interés en la caída argentina”

    -¿Cuál debe ser la función del Banco Central de la República Argentina de cara a un nuevo gobierno?


    -Hay que remontarse un poco en el tiempo para saber por qué el Banco Central tiene un status diferente de otras instituciones públicas en cuanto a su independencia. Su autonomía tiene una razón de ser. Existe en la literatura toda una teoría que tiene que ver con la gobernabilidad, la organización de los gobiernos y la economía política -la política detrás de la economía-, basada en la idea de lo que se llama la “inconsistencia temporal de los gobiernos”. El Poder Ejecutivo y el Congreso tienen horizontes relativamente cortos, que están determinados. Con este horizonte, generalmente tratan de maximizar el apoyo político que puedan recibir y minimizar el costo político. Siempre tienen incentivos para tomar medidas que tengan un efecto positivo sobre la economía en el corto plazo, aunque tengan un costo económico negativo en un plazo más largo.


    -¿Se refiere al populismo?


    -Claro. En el corto plazo cualquier populismo tiene un efecto positivo. En primer lugar, para quien recibe parte del despilfarro. En segundo, porque la demanda en la economía sube y permite reactivarla, aumentar su tasa de crecimiento y crear un cierto boom en algunos sectores. Un gobierno puede tener un impacto positivo bajando los impuestos y así lograr un ambiente político favorable. Y esto tiene un efecto diferente en el tiempo. En lo inmediato puede ser positivo, pero puede darse vuelta en pocos meses.


    Los gobiernos tienen este incentivo, por la inconsistencia temporal. Podrían determinar ciertas políticas para el largo plazo, pero que no les conviene establecerlas en el corto. En el campo monetario esto es particularmente cierto, porque una de las pocas cosas que están comprobadas en la teoría y en la práctica es que los efectos de la política monetaria tienen un rezago, cuando se expande la cantidad de dinero se produce una expansión de la actividad económica. Pero en un año o dos se siente el efecto inflacionario. Se expande la oferta monetaria, y después que se arregle el que viene. Por eso es importante tener un banco central que tenga un horizonte profesional, más largo, que no coincida con los plazos de los gobiernos, y sea autónomo.


    -¿Debe ser autónomo o tener un mero “poder de policía” como se ha dicho en las últimas semanas?


    -No debe tener un poder de policía. Y sí un poder autónomo de decisión sobre la política monetaria. El Banco Central tiene que tener la posibilidad de tener un horizonte de planificación diferente del ciclo político. En todos los bancos autónomos del mundo se tiende en ese sentido. La mayoría de los bancos en los países industriales y muchos países emergentes se han convertido en independientes para evitar ese sesgo inflacionario de la política monetaria.


    En la Argentina es fundamental mantener su autonomía porque es la única entidad con continuidad, ya que los gobiernos cambian, por definición. Y es importante mantenerla en este momento para lograr una continuidad monetaria, si no tendremos un sesgo inflacionario que se ajustará a lo que indica la teoría. Quiero resaltar que hoy, en medio de la crisis, el Banco Central ha logrado poner un ancla monetaria en el sistema. Los depósitos han dejado de caer, las tasas de interés bajan, sus Letras son un éxito, el dólar está planchado y la entidad gana reservas. Esto era impensable en enero o febrero.


    -Las monedas provinciales parecen estar muy lejos de salir de circulación, lo que complica el papel de la autoridad monetaria. ¿Cómo debe manejarse el Banco Central en este contexto?


    -Las cuasi monedas son un problema serio. Lo sabemos desde hace 500 años, cuando se fundaron los primeros bancos centrales. La idea era tener una centralización en la política monetaria, más allá de una entidad. Durante muchos años y en muchos países, incluyendo Estados Unidos, los bancos comerciales también podían emitir dinero. Esto creaba confusión y falta de control como instrumento de política. Con una multiplicidad de emisores no es posible tener una política muy coherente. Es preocupante.


    Lo que hemos hecho en mi gestión, y que las autoridades actuales siguen haciendo, fue cuestionar judicialmente la monetización de bonos, que es lo que en realidad hacen las provincias: emiten bonos, como los patacones, por caso, que tienen mucha liquidez y se asemejan al dinero.


    El Banco Central no puede prohibirle a una provincia emitir bonos. Lo que debe hacer es evitar la liquidez de estos bonos. Esto se logra impidiendo lo compulsivo de su aceptación. Si la gente quiere pagar con patacones, está bien. Pero no puede hacerse obligatorio aceptarlos en el pago de servicios públicos o en otros casos. Esa obligación los convierte en dinero. El Banco Central tiene un monopolio constitucional. Y tiene que hacer lo legalmente posible para reducir la liquidez y evitar la monetización de esos bonos.


    -A mediados de septiembre, y en sintonía con el Ministerio de Economía, el Banco Central propuso reestructurar la banca pública, mediante la introducción de capitales privados en forma complementaria, lo que involucraría a los bancos Provincia, Ciudad y Nación. ¿Cuál es su opinión?


    -Apoyo esta iniciativa. Aunque sea difícil conseguir socios para los bancos públicos, la idea de que se puedan introducir capitales privados es buena. Porque obligará a la banca pública a ser más transparente, con balances más comprensibles para los inversores. Aunque el control y el gerenciamiento queden en manos del sector público, el hecho de que haya socios minoritarios del sector privado, si se consiguen, introducirá orden y disciplina y logrará reducir las presiones políticas que tienen estos bancos.


    -Hasta los funcionarios del FMI han mostrado criterios dispares en la intervención del Banco Central en el mercado cambiario. ¿De qué manera debe hacerlo?


    -Hay que ser muy cuidadosos en la intervención en este mercado. La política que el Banco Central ha implementado desde la flotación fue positiva. Si el régimen es de flotación no se puede fijar una tasa de cambio con una intervención. Lo que puede hacerse es evitar las fluctuaciones caóticas en el mercado. Nosotros dejamos subir esta tasa de $ 1,40 a $ 3,60 por dólar, pero lo que tratamos de evitar con la intervención fue el caos, que se hubiese generado con un salto de $ 2 a $ 5 en un día. Tuvimos éxito porque se calmó la histeria. La intervención debe evitar fluctuaciones caóticas.


    -Usted dijo hace algunos meses que el mercado financiero es un mercado de promesas. ¿Qué se requiere para recuperar la confianza?, ¿un Estado con sus cuentas en orden?, ¿algún tipo de acuerdo con el FMI?, ¿que finalice el gobierno de transición, u otro factor?


    -Esto lleva cierto tiempo. La confianza se puede destruir de un día para otro. No es imposible recuperarla con rapidez, pero es muy difícil. Para que la confianza se recupere debe haber lo que lo que inglés se llama record de cumplimiento en ciertas cosas. A lo que usted menciona, hay que sumarle una señal al público de que el proceso de reestructuración y recuperación bancaria esté terminado y no habrá sorpresas. Cuando hay sorpresas la gente se esconde. Es muy importante también que los bancos ofrezcan rendimiento positivo. Si no hay confianza ni rendimiento, ¿quién volverá a ellos? El público está volviendo, hay evidencias de que los depósitos han subido. Cree también que todos los desastres que se podían hacer ya se han hecho, pero además de esto, creo que los bancos están ofreciendo a los depositantes rendimientos atractivos. Es como un marido que engaña a su mujer: pasa tiempo antes de que vuelva la confianza. Mientras tanto hay que regalarle flores y ese tipo de cosas…


    -¿Esto significa, además, reestructurar o achicar el sistema financiero para darle solidez?


    -Esto lo está haciendo el mercado. Con respecto a la banca pública, es un proceso que tiene que hacer el Gobierno. En la banca privada, nacional y extranjera, hay que mejorar, reforzarla en lo que sea necesario. Pero hay que proveer un marco porque el sistema se va a tener que achicar, ya que hubo caída de depósitos y la operatoria del sector bancario quedó sobredimensionada. Observamos que el proceso se está haciendo a sí mismo. Hay bancos nacionales que compraron bancos extranjeros y hay fusiones. El mercado es el que cumple la función de reestructuración y reacomodamiento. El Gobierno y el Banco Central tienen que acompañar el proceso, pero no forzarlo, porque no pueden obligar a una entidad a adquirir otra. Para que el mercado actúe hay que evitar distorsiones, como las restricciones y el corralito. Así se reacomodará más rápido.


    -¿Es posible tener una política monetaria en medio de la controversia que generan los probables fallos judiciales en la pesificación o la probable dolarización?


    -Esta incertidumbre hace difícil planear. Hay que tratar un problema monetario bajo ciertos supuestos de lo que será la situación en general, con un programa monetario a implementar. Si luego hay cambios en esos supuestos, debido a fallos judiciales o decisiones políticas, hay que tratar de acomodarlos. Obviamente, si uno espera que pasen estas cosas, se crea cierta incertidumbre porque un programa monetario tiene que tener más márgenes. Por eso se debe trabajar con dos supuestos. Lo que no debe hacerse es detener todo hasta que haya una decisión judicial o política, porque se genera un caos monetario. En este momento hay cierto orden.


    -¿Con qué supuestos trabajaría usted?


    -Uno es que todo quede como hasta ahora. La situación de los recursos de amparos se ha calmado y la pesificación, bien o mal, que quede como está. Así se puede hacer una planificación monetaria basada en las variables económicas y no políticas o judiciales. El otro supuesto debe trabajar con una planificación de emergencia. Allí es donde no sé que probabilidades hay. Moverse con varios supuestos y qué puede ocurrir si pasan. La pregunta es si es posible trabajar así. Es posible, pero difícil.


    -¿En los pagos de la deuda, cree que hay que pagarle a los organismos internacionales de cualquier manera, incluidas las reservas?


    -En este tema se han adelantado los tiempos innecesariamente. Se habla de vencimiento en este mes y de otro mes de prórroga para pagar, por lo que se transfiere a noviembre. Hay que usar reservas; si no hay, se llega a un acuerdo. En lugar de discutir qué hacemos si no llegamos a un acuerdo, discutamos qué hacemos para llegar. Sigo creyendo que sí habrá acuerdo: muy corto, no muy ambicioso y que permitirá no caer en default aun sin usar las reservas. Se llegará a esto.


    -¿Por qué, pese a todo, está convencido de que habrá acuerdo?


    -Porque es el interés de todas las partes. Cuando existe este interés se encuentra una forma. Las instituciones internacionales no tienen interés en que la Argentina caiga en default. Ellas son las perjudicadas. La Argentina tampoco quiere. Y el FMI no quiere aparecer como el que empujó a la Argentina por un detalle, luego de nueve meses de negociación. Los candidatos presidenciales preferirían recibir el país de un modo más ordenado, con un acuerdo y no en default, para ver cómo se sale del barro con estos organismos, que en este momento son la única fuente posible de crédito.


    Si todos tienen el mismo interés, aun con distintos tonos, hay que plantear las cosas de modo tal de llegar a lo que a todos les interesa. Se avanzó mucho, pero también hubo retrocesos, como las idas y vueltas con el CER, los problemas judiciales o la idea de gravar intereses en los bancos. Todo va en contra del orden jurídico y lo predecible. Eso es lo que a la comunidad internacional le molesta mucho: no poder predecir lo que pasa en la Argentina. Se hace un programa con ciertas predicciones y luego cambian las reglas del juego.


    -¿Cómo debe ser la relación de la Argentina con el FMI en los próximos meses?


    -Quienes llevan a cabo la negociación lo están haciendo bien. Pero la percepción en los organismos internacionales, a pesar del buen trabajo que creo que hacen, es que no tienen total representatividad. [N. de la R.: Horst Köhler, director gerente del FMI dijo, tres días después de la entrevista con Blejer, que la Argentina es como “una familia en la que ninguno de sus miembros se pone de acuerdo”.] Que el Gobierno no puede cumplir con todo lo que se compromete. Y creo que hay algo de esto. Hasta el ministro Lavagna dijo que hay leyes que van en contra de la negociación.


    -¿La debilidad política es la que impide progresos?


    -Por más esfuerzos que se hagan en la negociación, si no hay apoyo político amplio, la credibilidad del esfuerzo se diluye. Hay que llegar a un consenso con las fuerzas políticas: los candidatos, el Congreso y la Corte Suprema. Arribar a un mínimo de espacio para negociar con credibilidad política.


    -Lula, que no es un ortodoxo, avanza en las encuestas, y Brasil siempre llega a un acuerdo.


    -Todavía no está resuelto el problema. Pero hay una claridad generalizada sobre lo que va a pasar si Brasil entra en una turbulencia muy seria, que no le conviene a ninguno de sus candidatos. En cambio, en la Argentina, la turbulencia ya la tenemos. La diferencia radica en prevenir una crisis o estar en ella.