Durante años, Sean J. Egan ha tratado de quebrar un cartel de facto formado por Moody´s Investors Service, Standard & Poor´s y Fitch Ratings, tres calificadoras con facultades casi gubernamentales y enorme influencia global. Egan maneja una agencia mucho menor, en Filadelfia, pero sostiene que sus evaluaciones han sido tan correctas como las de los gigantes, cuando no más.
En realidad, Egan le bajó nota a Enron semanas antes que las tres grandes. Pero hasta hace poco, era sistemáticamente ignorada por la Securities and Exchange Commission (comisión de bolsas y valores, SEC). Ahora, tras casos como Enron, Global Crossing y la cadena de falencia en telecomunicaciones y fibra óptica, la SEC parece mejor dispuesta hacia Egan. En buena parte, porque las calificadoras -que evalúan billones de dólares en bonos y otras emisiones- han sido convocadas por el Congreso para explicar por qué no advirtieron a tiempo tantas crisis.
Pero, de pronto, le surgió un aliado tan poderoso como imprevisto: alarmado por Enron y otras crisis, el Departamento Federal de Justicia abrirá un sumario sobre el papel de auditores y calificadoras. El gobierno quiere saber hasta qué punto los analistas de riesgo tienden a engañar o desorientar a accionistas, inversores y público en general. “Sancionar a quienes rompen las reglas diseminando o manejando datos de compañías cotizantes en bolsa será uno de los principales objetivos en los próximos años”, indicó un vocero. “En este sentido, se trabajará con la SEC”.
Casi al mismo tiempo, en efecto, la SEC ha iniciado una investigación general sobre las calificadoras y las normas que han circunscripto su negocio a un oligopolio de tres. El asunto tiene un costado político: esas firmas también evalúan deudas soberanas con mentalidad banquera e influyen en el propio FMI. Entre los temas a analizar figuran las trabas económicas para entrar en tan selecto círculo y las presumibles incompatibilidades entre la actividad calificadora y la consultoría financiera, negocio adicional de las tres grandes. En este plano, se parecen a Arthur Andersen y otros estudios que mezclan auditoría, consultoría y gestoría de negocios.
La SEC deberá resolver entre reformar el régimen de las agencias o directamente eliminarlo. Cualquiera de las opciones representaría, para los emprendedores de menor tamaño, crecer en una actividad hoy limitada a un universo de pocos clientes corporativos.
Una larga historia
La historia arranca en enero de 1971, cuando Estados Unidos suspende la convertibilidad del dólar en oro. Esto les quita poder regulador a los grandes bancos centrales y genera, desde 1973, la globalización especulativa, el eurodólar, los petrodólares y, por fin, una ola de créditos a deudores soberanos potencialmente insolventes. En Estados Unidos, eran tiempos de quiebras espectaculares.
En 1975, la SEC creó las “organizaciones calificadoras reconocidas a escala nacional” (NRSRO, por sus siglas en inglés). ¿Su objeto? Impedir que se “vendiesen” notas AAA al mejor postor. Pero el efecto ha sido un oligopolio muy rentable en favor de Moody´s, S&P y Fitch, que les evita pagar por errores u omisiones.
Ninguna de ellas -Moody´s y S&P son las mayores- explica en detalle sus cánones para calificar. Por ejemplo, cuando las empresas no contestan todo un cuestionario, se ignora qué preguntas quedan fuera y cuáles han permitido sacar conclusiones. Las agencias tampoco están obligadas a divulgar informaciones y compartir datos con otros analistas del mercado.
En rigor, gozan de algunos privilegios reconocidos a medios, periodistas y editores en la primera enmienda constitucional. Por tanto, en casi todas las demandas radicadas por evaluaciones erróneas o sesgadas, las agencias invocan la libertad de opinión para salir indemnes.
Sólo Moody´s cotiza en bolsa y tiene 38% de participación en el mercado. Pero sus balances dan indicios sobre un negocio donde S&P domina 41% y Fitch casi todo el remanente. Sin costosas inversiones en equipos y con deudas mínimas, los márgenes de utilidad promedian 50% en Moody´s. No sorprende que sus acciones coticen muy bien ni que un especulador profesional como Warren Buffett controle 15% del paquete. Más diversificada, S&P gana menos, pero su 30% sigue siendo envidiable.
Semejantes rentas explican que muchos expertos se pregunten por qué no prestan servicios más fiables. Desde la crisis financiera de Nueva York (mediados de los ´70) hasta Enron o Global Crossing, pasando por la quiebra del municipio de Orange (California) o los colapsos de México (1982, 1994) y el sudeste asiático (1997), las agencias han sido por demás negligentes.
En septiembre de 2001, por ejemplo, la crisis de Enron salía en los diarios y la acción perdía ya 80%. Pero las tres agencias le mantuvieron puntaje alto y varios legisladores sostienen que lo hacían a pedido de los bancos acreedores, para no verse perjudicados por un cese de pagos. Pero igual todo se vino abajo. “Lo de Enron fue el peor desempeño posible. Las calificadoras debieron plantearle las cosas a la firma varios meses antes. Ni siquiera hicieron -afirma Frank Partnoy, experto en riesgo crediticio, Universidad de San Diego- lo que cualquier inversor responsable: leer los periódicos y actuar en consecuencia”.
“En Enron, nos adelantamos claramente a Moody´s y S&P. La degradamos -recuerda Egan- un mes antes que ellas. La SEC debe tener esto bien en cuenta”. Hasta el momento, la comisión no ha dicho cuándo iniciará sus investigaciones ni hasta dónde llegarán. Una posibilidad es que otros tengan acceso a la patente NRSRO. Otra, que ésta se suprima y se deje al mercado decidir qué agencias contratar o qué evaluaciones aceptar. Este punto puede ponerse interesante en casos de deudas soberanas, bancos acreedores y entidades multilaterales.
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