Proyección al futuro

    Primer interrogante


    ¿Qué es realmente “nueva economía? Este tipo de interrogantes viene de lejos en el tiempo y, de hecho, hace un siglo se inquiría qué era la “economía industrial”.


    En aquellos días, también se tomaba una parte por el todo, como ocurrió con el paradigma productivo de Henry Ford o, después, con el New deal de Franklyn D. Roosevelt. Hoy, muchos identifican nueva economía con puntocom y la suponen extinta porque tantas empresas virtuales ya son historia. Pero, en verdad, es al revés: al estallar la burbuja de los emprendedores imprudentes y de los especuladores bursátiles ­impulsados por ciertos gurúes de corte fundamentalista-, las cosas retomaron un camino más racional y resurgió el principio esencial de la nueva economía.


    Vale decir, que el fenómeno consiste en nuevas ideas estratégicas, innovación permanente, respuestas actualizadas a preguntas sobre liderazgo, cambios y métodos para que las “viejas” empresas compitan ventajosamente. “Hacer negocios como siempre” ya no es una opción viable.

    Segundo


    ¿Cuál es la situación de la nueva economía? Cualquier observador bien ubicado puede ver un desfile de gente que quiebra normas, asume riesgos y tiene una visión renovada de la economía, los negocios, las estructuras empresarias y los alcances de tecnologías informáticas o digitales cuyo horizonte llega día a día más lejos.


    Por ende, es un buen momento para describir la situación de la verdadera nueva economía. Pero no en una sola respuesta, sino mediante nuevas preguntas.

    Tercero


    ¿Cuál será la próxima gran idea? A veces, esto se repite tanto que parece un mantra y pierde seriedad, pero esta síntesis no podría eludir la cuestión. Como se ven las cosas a principios de siglo, esa nueva idea bien podría provenir de una fuente tan venerable como Michael Hammer, el profeta de la reingenería.


    A juzgar por su nuevo libro y las conferencias que lo siguieron durante 2001, este inquietante pensador ­el mismo que, hace diez años, formuló nuevos procesos de negocios, luego tergiversados- actualiza la reingeniería de forma tal que podría obligar a redefinir qué es una empresa. Quizás este tipo de ideas sea el más común, en materia organizativa y gerencial, durante la primera mitad de la década en curso.

    Cuarto


    ¿Cómo se comportará la nueva economía? Al respecto, aparece sobre el escenario otro teórico de la nueva economía, Robert J. Shiller. Mejor conocido por su oportuno y perspicaz Irrational exuberance, que llamó a las cosas por su nombre (usando un término acuñado por Alan Greenspan, jefe de la Reserva Federal), este profesor universitario es pionero en economía conductista y predica la singular relevancia de la psicología humana en mercados supuestamente movidos por “expectativas racionales” (tesis neoclásica que le valiera un Nobel a Robert Lucas).


    La nueva postura de Shiller empalma, hasta cierto punto, con algunos neokeinesianos e, irónicamente, con la antigua escuela de Viena. Dado que la manos del mercado es invisible ­como afirmaba Adam Smith hace 230 años-, operadores e inversores no cuentan con toda la información asequible en el momento justo de tomar decisiones.

    Quinto


    ¿Dónde está la próxima frontera de la innovación? Hay muchas fronteras posibles. Otras van surgiendo y superándose cada vez que aparecen innovaciones como el chip orgánico, el átomo inmovilizado y almacenado a 0 grado Kelvin (-273 grados Celsius), la fibra de cristal óptico o las increíbles nanotecnologías en gestación y aplicación.


    Al fin de cuentas, las reglas de juego siempre han ido mutando. Sólo que, en los negocios de la verdadera nueva economía, el ritmo de cambio es más acelerado. En cada situación o coyuntura, se impondrá el equipo capaz de formular las preguntas ­y dar las respuestas- más apropiadas; pero sin aferrarse a ellas más allá de lapsos prudentes.

    (C) MERCADO/Fast Company