Las expectativas de la gente afectan el desarrollo de la economía

    Durante el transcurso de los años ´70 la macroeconomía se transformó en forma rápida y total: se desarrolló y aplicó la hipótesis de las expectativas racionales, apareció una teoría del equilibrio de los ciclos de negocios, y se clarificaron problemas en la evaluación macro-econométrica de la política económica y sus soluciones.


    Esta evolución se debe en gran medida a las contribuciones de un investigador: Robert E. Lucas, Jr., catedrático de la Universidad de Chicago., quien en 1995 recibiera el Premio Nobel de Economía por el desarrollo y aplicación de su hipótesis de las expectativas racionales, que transformaron el análisis macroeconómico hasta la fecha. La Academia Sueca de Ciencias, en el comunicado donde anunciaba el galardón, lo definió como “el economista que mayor influencia ha tenido en investigación macroeconómica desde 1970.”

    El pensamiento anterior a Robert Lucas


    El concepto de “expectativa” no era nuevo en teoría macroeconómica, pero sí diferente. Además, hasta Lucas nadie había elaborado ninguna teoría sobre la forma en que se crean esas expectativas.


    Keynes decía, por ejemplo, que las expectativas eran un factor exógeno, incluso estático, y que se generaban mediante mecanismos que no tenían nada que ver con el funcionamiento del sistema económico. Keynes daba a las expectativas un tratamiento bastante superficial en su análisis económico.


    Luego, sus seguidores, al elaborar en los años ´60 los grandes modelos macroeconómicos, se vieron en la necesidad de añadir algo más y explicaban la formación de las expectativas de la siguiente manera: los agentes económicos utilizan los datos de los últimos años para predecir lo que va a ocurrir en los años siguientes. Esta postura tomó un nombre: el de expectativas adaptables, y realmente completaba y mejoraba la visión precedente: los agentes económicos analizaban, por ejemplo, las tasas de inflación de los últimos años para calcular la posible tasa de inflación de los años siguientes.


    Por ejemplo, las expectativas para el futuro eran corregidas mecánicamente si las del pasado con respecto a las del presente habían resultado equivocadas: si el nivel de precios de hoy es superior al de las expectativas anteriores, las expectativas de hoy sobre el nivel de precios futuro se corrigen hacia arriba en proporción al error.


    El mecanismo era sencillo y además podía ser fácilmente expresado en forma matemática e incorporado a los modelos macroeconómicos al uso.

    La hipótesis de las expectativas racionales


    Lucas comienza su investigación con una crítica. El mecanismo ­ dice – es primitivo porque los agentes repiten errores de cálculos al adaptar el presente al pasado y el futuro al presente: esas expectativas sólo miran hacia atrás.


    Y entonces dice: las expectativas son “racionales”, o sea, son un factor endógeno: dependen de la conducta racional de los individuos y de las organizaciones en situaciones verdaderamente dinámicas y en las que el futuro es incierto, la información es imperfecta y situaciones además donde conseguirla hoy es un proceso costoso. Las expectativas racionales verdaderamente miran hacia adelante e implican una manera mucho más elaborada y más realista de hacer pronósticos; los agentes aprenden de sus errores y usan su capacidad intelectual para comprender la forma en que funciona la economía.


    Las “expectativas” de los agentes sobre el futuro son importantes porque afectan muchas de sus decisiones actuales. Por lo tanto, el desarrollo de la economía es afectado, al menos en algún grado, por esas expectativas sobre lo que puede ocurrir.


    Por ejemplo, las demandas salariales de los trabajadores, y los aumentos que los empresarios están dispuestos a conceder, dependen de las expectativas que ambas partes tengan sobre el comportamiento de la inflación en el próximo año. Él lo explica así:


    “Un ejemplo es la formación de los salarios, donde las expectativas sobre la inflación futura y la demanda de trabajo afectan fuertemente el salario que se pacta para el período del contrato, que a su vez influye fuertemente en la generación de la inflación” .


    Otro ejemplo: “Las tasas de interés varían según sea la expectativa de la inflación futura, porque los tenedores de bonos aspiran a ser compensados por la depreciación que podría provocar la inflación. Sobre los precios de las acciones, entonces, influye la expectativa de los dividendos que en el futuro pueden dar. En las inversiones que hacen los particulares y las empresas ­ en capital o en ahorros de activos financieros ­ también influyen las expectativas de obtener ganancias o ingresos en el futuro”.


    Los economistas actuales están mejor informados y menos optimistas sobre la capacidad de los gobiernos para ajustar sus economías a través de cambios en sus políticas monetarias o fiscales.


    Expresada de este modo, la hipótesis era fácil de comprender pero difícil de aplicar al análisis económico. Porque en definitiva lo que Lucas trataba de demostrar era que la conducta de la gente puede tener consecuencias verdaderamente dramáticas con relación a, por ejemplo, los efectos de una política de estabilización.


    Pero Lucas hizo algo más que expresar una hipótesis. La aplicó a modelos macroeconómicos y al análisis de la política económica. Y fue a partir de entonces que la política económica comenzó a verse como una conducta que tiene reglas explícitas e implícitas, con componentes previsibles e imprevisibles.


    Lucas advirtió y explicó las consecuencias de largo alcance de la formación “endógena” de las expectativas racionales, especialmente para los efectos de cambios y para su evaluación econométrica dentro de la política económica.


    Robert E. Lucas Jr. El presidente de la Academia Sueca de Ciencias dijo en oportunidad de entregarle el Premio Nobel de Economía 1995: “Su trabajo ha demostrado que dado que la gente toma decisiones racionales sobre su bienestar económico, sus acciones pueden alterar los resultados esperados por las políticas económicas de los gobiernos. Como consecuencia, surge una concepción totalmente nueva del efecto de las políticas económicas gubernamentales (condensado de Growth Theory, An Exposition ­Oxford University Press).