Para los argentinos, hoy, la expresión tan difundida en el último lustro, tiene por primera vez significación precisa: adiós a la convertibilidad y al uno a uno, reacostumbrarse a los efectos de la devaluación y de la inflación, y sobre todo a la incertidumbre sobre el modelo económico que habrá de surgir sobre las ruinas del que fue hegemónico durante una década.
Con menos angustia, algo parecido les pasa a los estadounidenses, que después de los atentados del 11 de septiembre pasado a las torres gemelas, tomaron conciencia de algo que ya venía ocurriendo: el país entraba en recesión.
Después de una década de crecimiento ininterrumpido, durante la que la corriente de pensamiento dominante llegó a creer que la incorporación masiva de tecnología y el aumento de productividad y competitividad habían eliminado para siempre los ciclos económicos recesivos, la realidad se impuso implacable.
Lo mismo con matices, en Europa y en Japón. Incluso aunque como muchos indicios parecen señalarlo- el clima recesivo en Estados Unidos dé lugar pronto a una moderada reactivación, no hay locomotora capaz de arrastrar el crecimiento de la economía mundial.
No siempre el concepto evocó los mismos significados. Desde la mitad de la década pasada, y según quien la utilizaba y en qué contexto, la idea de Nueva Economía, tenía connotaciones bien diferentes.
Posiblemente quien acuñó la expresión fue Kevin Kelly, el editor de la revista Wired, en 1996, para explicar el indetenible avance de Internet. Las conclusiones alentadas por las ideas de Kelly (luego plasmadas en un libro, New Rules for the New Economy) sugirieron una idea radical: la teoría económica convencional, la ciencia económica tal como se la conocía, era cosa del pasado. De la economía de los átomos, del mundo real, de los ladrillos, se pasaba a una economía de redes, de bytes, del mundo virtual.
El concepto era fascinante y pronto ganó adeptos, como también enemigos, especialmente entre profesionales y académicos del saber económico. El más sólido contraataque vino de un campo muy preciso: el de los economistas con profundo entendimiento de la tecnología y del impacto que ésta produce sobre los negocios. Tal vez el más lúcido soporte argumental de esta corriente proviene del trabajo de Carl Shapiro y Hal R. Varian en su libro Information Rules.
En síntesis, lo que sostuvieron estos autores es que la economía, sus conceptos básicos y sus herramientas son las de siempre. Lo que cambia es la profundidad del impacto y de la aplicación de estas nociones sobre la era del conocimiento, de los productos de la information technology donde los resultados y consecuencias sí son muy distintos de los del mundo de los negocios de pocas décadas atrás.
Sobre el filo del cambio de centuria apareció otro modo de utilizar la expresión nueva economía de la mano de renombradas figuras académicas y de la administración empresarial. Quien mejor ilustró esa tendencia fue, quizá, William A. Sahlman, quien en una edición de la Harvard Business Review sostuvo: “La nueva economía es más fuerte de lo que se piensa”. Sahlman creía que la nueva economía es muy fuerte porque se centraba en un modelo de negocios que funciona; en un sistema que progresivamente va barriendo con la ineficiencia, que provoca reingeniería constante y que da al cliente lo que éste demanda. Sobre estas bases, suponía, el modelo era sostenible.
Obviamente este era otro debate. Un importante sector del pensamiento económico creyó necesario contestarle a Alan Greenspan, titular de la Reserva Federal, que alertaba sobre la “exuberancia irracional” de los mercados financieros, capaz de hacer colapsar la economía estadounidense. A la luz de los acontecimientos que comenzaron a desarrollarse durante el año 2000 cuando se pinchó la burbuja bursátil, Greenspan estaba más cerca de la verdad que sus contendientes ideológicos.
De modo que en poco más de cinco años, Nueva Economía significó por lo menos tres conceptos distintos:
- Hay un nuevo saber económico, con nuevas reglas.
- La economía es la de siempre, pero sus preceptos se encuentran con
resultados inéditos. - Ni lo uno ni lo otro. Es un modelo de negocios que funciona muy bien y
que permite avizorar que continuará el crecimiento económico
de los últimos años. Como si los famosos ciclos de la economía
hubieran llegado a su fin.
¿Qué pasa hoy, entonces, cuando se revisita el concepto?. ¿Qué nuevas acepciones se le han incorporado? Hoy la idea se relaciona mucho menos con Internet, pero sí con nuevos criterios gerenciales y con la redefinición de cada negocio que produce la tecnología. Se vincula con estrategias, con procesos, con innovación permanente.
Lo que sigue es the state of the art o el estado del arte, como dicen los anglosajones, la visión actualizada del concepto y la evolución que viene soportando, según lo reseña un informe exclusivo de Fast Company, la revolucionaria revista estadounidense, cuyos derechos para este tema adquirió Mercado.