Crecimiento, el gran debate de la economía

    Aunque haya pasado desapercibida para los legos, hay consenso en que la teoría del crecimiento económico es hoy es la rama de la economía de mayor importancia y la que provoca mayor interés entre los investigadores.


    Pero la teoría del crecimiento, no es lo mismo que la cuestión del crecimiento que desvela a los ciudadanos del cualquier país, y hoy después de cuatro años de recesión, a los atribulados argentinos.


    Para los que trabajan en la teoría, lo esencial es descubrir cómo se logra una tasa de crecimiento de largo plazo. Para el común de los mortales, lo importante es cómo se pasa de un ciclo recesivo a otro de reactivación.


    Este documento que ofrecemos hoy a nuestros lectores no pretende ­no podría­ dar cuenta de la evolución de este concepto en toda la historia del pensamiento económico, que aparece en los clásicos y en los grandes modelos explicativos del funcionamiento económico como los que pretendieron ser los de Carlos Marx, Alfred Marshall o John Maynard Keynes.


    Tampoco ­en esta oportunidad­ se refleja la dura polémica y bifurcación académica entre los “desarrollistas” que (al decir de Romer) explicaban todo con palabras, y los partidarios de la teoría del crecimiento que optaron por elaborar, a la vez, fórmulas de alta complejidad matemática con pretensiones de aplicación empírica. (La teorías del “desarrollo” quedan para otra edición).


    El objeto central de este aporte a los lectores es dar una visión de los principales trabajos que comenzaron en la década de los años ´50 con el modelo neoclásico de Robert Solow (premio Nobel 1987) que definió buena parte del territorio que seguirían los investigadores posteriores. Continúa con un trabajo de Robert Lucas (premio Nobel 1995) sobre las expectativas racionales, que pulió la metodología e incorporó nuevos elementos al análisis, especialmente los de naturaleza endógena.


    Luego, hay un trabajo de un investigador original y polémico: Paul Romer, quien tiene la absoluta convicción de que todo debe medirse y comprobarse a través de fórmulas matemáticas. Romer destaca la importancia de la tecnología, la educación y el conocimiento y los incorpora a su análisis.


    Dani Rodrik, una de las nuevas luminarias en este campo, valora y rescata la intervención estratégica del Estado, en especial al analizar el surgimiento de los “dragones asiáticos”, pero de paso explica por qué el mismo modelo tropezó con barreras infranqueables en otros países.


    Como lo que está en juego es nuestro futuro como nación, parece llegado el tiempo de reflexionar sobre esta temática. Seguiremos aportando este tipo de documentos en nuestras próximas ediciones con el objeto de agrandar la perspectiva y la capacidad de análisis de todos los que nos desvelamos por entender una realidad que parece escurridiza, inasible.

    La Edad de Oro


    La postguerra vió crecer al capitalismo a altas tasas anuales (Solow elaboró su teoría en los años ´50). Pero a partir de allí, aún persistiendo el crecimiento, las tasas iban disminuyendo. Además de los “desarrollistas”, esto explica el renovado interés de los partidarios de la teoría del crecimiento, durante los años ´70 y ´80.


    Lo que caracterizó a la economía en los primeros años de la década pasada, según Lester Thurow (decano de la Sloan School of Management del MIT), es la “stagflation”. Es decir, inflación con estancamiento. En verdad, lo más notable fue lo prolongado y persistente del estancamiento. Para este ensayista es una mera consecuencia del desborde financiero de la década de los ´80.


    Los valores de la propiedad inmueble estuvieron deprimidos y casi causaron un colapso en el sistema bancario. Los bancos tuvieron pérdidas que superaron su capital, y si no fuera por el sostenido apoyo de los gobiernos, hubieran desaparecido.


    El promedio de crecimiento de la economía mundial durante los ´60 fue de 4,9% anual (después de la corrección inflacionaria). En los ´70 ese índice descendió a 3,8% anual. En los ´80 bajó a 2,7% anual, y en los primeros tres años de la década de los ´90 el promedio fue de 1% anual. Había exceso de capacidad productiva instalada para la mayoría de los productos, y el desempleo se acercó a la tasa de 27% en varios países europeos.


    En EE.UU la tasa era de 7,5%, pero si se consideraba a los empleados de medio tiempo que buscaban una ocupación a tiempo completo, y a aquellos tan desanimados que ni siquiera intentaban buscar un trabajo, el indicador se duplicaba a 15%.


    La situación se complicaba con el aumento de los excedentes comerciales por parte de países con base industrial en el sudeste asiático, pero muy especialmente por parte de Japón.


    La respuesta de la presidencia de Clinton provocó casi una década de crecimiento ininterrumpido en la primera economía mundial, coordinando agresivas políticas fiscales, estimulando la economía e invirtiendo fuertemente en el campo social, en infraestructura, en investigación y desarrollo, y en educación y entrenamiento.


    Tal éxito, inducido en gran medida por los resultados de la incorporación masiva de tecnología y de conocimiento, creó la ilusión de que los ciclos económicos ­ auge y recesión- habían terminado. Sólo habría más o menos crecimiento.


    Entre tanto, Japón que había llegado a ser por un fugaz momento, la primera potencia comercial del mundo, inició una declinación en la que todavía está inmerso. Alemania, otra locomotora del crecimiento, estuvo muy ocupada con la reunificación del país y con el proceso de integración europeo.


    La recesión estadounidense ­anterior al ataque terrorista del 11 de septiembre pasado- obligó a revisar todos estos conceptos. Simultáneamente, en todo el mundo ­industrializado o en desarrollo- se comprueba una aguda y creciente división en la sociedad entre pobres y ricos.


    Por su parte, no se conoce ningún país desarrollado, con economía poderosa, que se haya transformado en próspero siguiendo los consejos del FMI. Por el contrario, el sudeste asiático que tan bien avanzaba durante la década pasada se vio forzado a aplicar las recetas de ajuste y contracción, y todavía no logra salir de la crisis.

    En cuanto a la Argentina ­y sin eximirnos de nuestras propias culpas-
    después de cumplir durante una década al pie de la letra con las
    instrucciones del Fondo, nos encontramos tal vez en la peor coyuntura histórica
    en más de 100 años. Es tiempo de tratar de entender qué
    está ocurriendo.

    MERCADO On Line le amplía
    la información:

    La cuestión de fondo.
    ¿Puede crecer la Argentina?

    Revista MERCADO ­ Agosto 1996
    https://mercado.com.ar/mercado/ro/M_Productos/
    M_Mercado/M_1996/M_Agosto/htm/22.PDF
    https://mercado.com.ar/mercado/ro/M_Productos/
    M_Mercado/M_1996/M_Agosto/htm/31.PDF
    https://mercado.com.ar/mercado/ro/M_Productos/
    M_Mercado/M_1996/M_Agosto/htm/43.PDF
    https://mercado.com.ar/mercado/ro/M_Productos/
    M_Mercado/M_1996/M_Agosto/htm/51.PDF

    Tres enfoques sobre el dilema
    global. Cómo volver al futuro – Por Lester C. Thurow

    Revista MERCADO ­ Agosto 1997
    https://mercado.com.ar/mercado/
    vernota.asp?id_producto=1&id_edicion=957&id_nota=5