La versión liberal, democrática y casi siempre republicana, sufría embates que la recortaban o debilitaban al punto de ser reemplazada por otras ideas, más autoritarias, populistas o de partido único.
Lo realmente curioso en la actual circunstancia es que no existe el mismo correlato. La economía crece, pero los cuestionamientos a la globalización, como a políticas liberales y capitalistas aumentan de modo notable.
Estados Unidos es un buen ejemplo. Ni los críticos más entusiastas de Donald Trump se atreverían a decir que el país transita por una crisis económica.
Todos los indicadores son positivos, hay crecimiento y el nivel de desempleo es históricamente bajo.
Sin embargo hay mucha gente enojada con las tradicionales élites pensantes del país, con la creciente desigualdad en el nivel de ingreso y en la calidad de vida. Las regiones sobre el Atlántico y sobre el Pacífico tienen una activa economía centrada en servicios, y progresan y sus ingresos crecen. Pero el macizo estadounidense, los estados centrales, han sufrido una fuerte desindustrizalización, y los hijos no pueden comprar su vivienda como lo hicieron 30 o 40 años atrás, sus padres. Esos son, naturalmente los estados que votaron por Trump en su afán de lograr inclinar la balanza hacia el otro lado. Según una encuesta reciente, más de 60% de la población piensa que, en general, el país circula por el camino equivocado
Algo parecido ocurre en Europa. Aunque con menos intensidad que en Estados Unidos, la economía crece. Pero el Brexit y el desorden implícito que ha traído ponen en riesgo la unidad europea. Sin contar con los partidos autoritarios y poco o nada democráticos, que han aparecido en el gobierno de Polonia o de Hungría, y que son fuerzas respetables en otra media docena de países de la Unión Europea.
Una década después de “la verdadera Gran Depresión”, como se bautizó a la crisis financiera de 2008, el capitalismo sufre el embate combinado de la izquierda y el progresismo, y también de partidos populistas, nacionalistas, de derecha.
Dimensión ética y política
El ingreso de un hogar tipo, hoy, es apenas un poco más que hace 20 años. Se acusa a toda una generación de CEO de centrarse únicamente en dividendos para los accionistas o en bonos que retribuyen su gestión. Nadie piensa –sigue el alegato de esta línea de pensamiento– en invertir en los empleados y en las comunidades en las que están insertos. Con lo que, de un problema centralmente económico, se pasa a una dimensión ética y política del conflicto.
Buena parte de este análisis se encuentra en el reciente libro de Paul Collier,
“The Future of Capitalism: Facing the New Anxieties”. Este profesor de Oxford en economía y políticas públicas, detalla las rupturas morales, geográficas y educativas que han desdibujado la noción de un destino común. Los beneficios van a una clase urbana, bien educada, que se privilegia en detrimento de otra clase rural o menos urbana, menos educada, que languidece a la par que lo hacen sus ingresos. Según Collier, esta falta de conexión entre la ética y la economía, ha dejado a las sociedades a merced de charlatanes de los extremos.
Por casi tres décadas luego del final de la Segunda Guerra Mundial, hubo acuerdo entre los grandes partidos políticos –tanto en América del norte como en Europa– en que los logros del New Deal partían de repartir los beneficios de las ganancias económicas. Los ciudadanos compartían una identidad nacional, que reforzaba los vínculos en las familias y en la sociedad.
Pero esta visión fue reemplazada –sigue Collier– progresivamente, por ideas desde la izquierda y desde la derecha. Esa identidad común, ese territorio común, comenzó a ser erosionado por la acción de campos competitivos de intelectuales de clase media, con distintos conceptos sobre los valores morales. Unos, tras la redistribución de la riqueza a través de un sistema impositivo. Los otros, para convertir en realidad los ideales de la social democracia.
Entre tanto, en medio de un brutal individualismo, ocurrió lo impensado: el deterioro evidente en el comportamiento y de los resultados del capitalismo.
Para el autor, desigualdad y polarización política son resultado de un comportamiento defectuoso de la política, que debe ser resuelto.
Para hacer estas correcciones, propone –lo que da lugar a intenso debate– repensar todo el sistema impositivo, apoyo estatal para familias en apuros, y presencia pública en los directorios de las empresas privadas, lo que a su vez está provocando un ácido debate.
En síntesis, Collier propicia un Estado activo, pero que acepte un modesto rol; y un mercado inspirado por la ética.
Indicios para entender el mundo
Hay sobreabundancia de información. No ya de parte de los medios convencionales –aunque ellos colaboren–, sino por el concurso infatigable de las redes sociales y de millones de informadores voluntarios.
Con lo que el ciudadano que quiere estar bien informado de lo esencial, de lo que verdaderamente gravita en su vida, su país, y el planeta, se encuentra en serios aprietos. Primero, porque no ya no sabe, como antes, qué es real y qué es falso. Pero luego porque no tiene elementos para discernir si son acontecimientos que inciden de modo significativo sobre su entorno cotidiano y sobre su futuro.
A modo de ejemplo, hemos seleccionado algunas noticias de los últimos treinta días que, a juicio de Mercado, cumplen con estas condiciones.
China con nueva ley de inversión extranjera
La ley busca atender viejos reclamos de las empresas extranjeras.
Evidentemente esto tiene que ver con los recientes compromisos asumidos por el gobierno chino con el norteamericano. La legislación se propone atender las viejas quejas de las firmas extranjeras instaladas en el país. El Congreso Nacional Popular la aprobó con 2.929 votos a favor, ocho en contra y ocho abstenciones, a solo tres meses de debatir el primer borrador.
La medida se conoce mientras Estados Unidos y China están concentrados en una compleja negociación para resolver el conflicto comercial. La ley –que entrará en vigencia el 1 de enero de 2020– elimina el requisito de que las empresas extranjeras transfieran tecnología propia a sus socios chinos y las protege de la interferencia ilegal del gobierno.
Google canceló el comité de ética en IA
Motivo: protestas del personal al nombramiento de Kay Coles James.
El comité de ética para cuestiones de inteligencia artificial duró apenas algo más de una semana, luego de que los empleados de Google firmaran una petición reclamando la remoción de un miembro. El plan original era crear una comisión para guiar el desarrollo responsable de los proyectos de IA en Google. Tenía ocho miembros y debía reunirse cuatro veces al año a partir de este mes.
La polémica surgió con la incorporación al panel de Kay Coles James, presidente de la Heritage Foundation. Su think tank tiene reservas sobre el cambio climático y ella personalmente se manifestó en contra de la protección de los derechos LGBTQ (lesbian, gay, bisexual, transgender, queer). Miles de empleados firmaron una petición para que fuese apartada de la comisión.
Aramco: US$ 111.100 millones en 2018
Las ganancias de la petrolera estatal saudita por encima de todas.
Aramco reveló por primera vez su desempeño financiero que mantuvo en secreto durante tres cuartos de siglo. Reveló que la petrolera estatal generó el año pasado las más grandes ganancias del mundo.
La revelación, hecha en un documento que busca atraer inversores antes de hacer su debut internacional de venta de bonos, mostró que el grupo generó US$ 111.100 millones netos en ingresos el año pasado, casi el doble de Apple y cinco veces los de la petrolera rival Royal Dutch Shell. Las agencias calificadoras Moody’s y Fitch le asignaron a Aramco la calificación de A1 y A+ respectivamente, al igual que al país.
Foco en ética y sustentabilidad
Hay fondos de inversión que apoyan solamente a empresas que muestran responsabilidad social.
Es el caso del fondo de inversión más importante del mundo: tiene una cartera de un billón de dólares (en español, billón es millón de millones). Se trata del fondo soberano de Noruega que se capitalizó durante años con los excedentes que dejaba la explotación del petróleo.
Comenzó a operar en 1996, para acumular los excedentes aportados por la industria petrolera de ese país en el Mar del Norte. En una nación de poco más de cinco millones de habitantes, se ha convertido en una iniciativa muy exitosa. Es uno de los principales inversionistas del mundo, ya que posee al menos 1,3% de las acciones de todas las compañías que cotizan en las bolsas mundiales.
Como corresponde a su tamaño e importancia, hace unos años, dio la señal de partida a un nuevo proceso. Comunicó que solamente invertiría en empresas que tuvieran excelente record en materia de sustentabilidad, cuidado del clima y responsabilidad social empresaria. En ese proceso, liquidó algunos de los activos originales que poseía, y adquirió otros nuevos.
Regulación a medida
Las grandes firmas tecnológicas advierten que no les conviene la ausencia total de reglas, como hoy. Durante más de diez años las compañías tecnológicas difundieron la ficción de que “lo digital es distinto” y que por lo tanto la regulación en el interés del público les haría daño. Y con ese argumento lograron evitar la vigilancia de los organismos reguladores.
Así pusieron la responsabilidad de proteger sus datos sobre las espaldas de los mismos consumidores mientras simultáneamente limitaban las herramientas a disposición.
Ahora se ven las consecuencias del triunfo de las compañías en sus esfuerzos por evitar la regulación: la cartelización de lo que debería ser un mercado competitivo. El Congreso estadounidense les ha permitido redactar sus propias leyes en la era Internet. Pero ahora descubren que ganarlo todo también puede ser una maldición y por eso ahora son ellas mismas las que piden reglas, aunque reglas en sus propios términos.