Crecen comercio e inversiones pero hay conflictos a resolver

    ESCENARIO GLOBAL |

    Por Yuri Doudchitzky

    Casi 200 millones de paupérrimos campesinos dejaron sus villas y se trasladaron a grandes ciudades para trabajar en las fábricas o en la construcción. Aunque recibían los salarios más bajos del mundo, en este proceso unas 400 millones de personas, equivalente a 10 veces la población argentina, salieron de la pobreza. Fábricas chinas, de capitales mayormente extranjeros, llenaron el mundo de todo tipo de productos. Al principio baratijas desechables, 30 años más tarde venden la más alta tecnología.
    Al mismo tiempo –y debido al cuantioso y acelerado nivel de industrialización– se ha dado en el Reino del Centro (traducción literal de Zhongguo) la mayor degradación ecológica de la historia mundial, que ha provocado la contaminación de ríos y napas subterráneas, niveles de desertificación nunca antes experimentados y ha sumido a decenas de ciudades en una nube de aire contaminado por momentos irrespirable.
    Tal vez lo único que no ha cambiado hasta el momento en China haya sido la autoridad indiscutible del Partido Comunista. Con 80 millones de afiliados y un ejército con más de tres millones de soldados (el Ejército de Liberación del Pueblo depende directamente del “Partido”), es mucho más que el partido político más poderoso del mundo. Al gobernar un país que basa su desarrollo en el capitalismo de Estado, podría considerarse que es “la corporación más poderosa del planeta”. Es por demás irónico que en 2008 el capitalismo mundial pudo haberse desintegrado de no haber contado con el apoyo financiero de China.
    No hay país en el mundo que no haya sido afectado por esta tercera revolución industrial. En el caso de la Argentina, se han modificado las bases sobre las que sustentó su economía por más de un siglo: al pasar de ser uno de los principales exportadores de trigo y carne, a ser uno de los tres principales exportadores mundiales de soja (produce cuatro veces más soja y cuatro veces menos trigo que China y países como Paraguay, Brasil y Uruguay están exportando más carne que la Argentina). Aun antes que eso, en el proceso de liberalización de la economía de los 90, ciertos sectores de la economía argentina como calzados, textiles y juguetes sucumbieron ante la competencia china.
    Hasta que en 2001 China ingresa en la Organización Mundial de Comercio, la relación comercial entre ambos países era intrascendente. Impulsada por Estados Unidos (Monsanto y Cargill) y su principal aliado en la Argentina –el presidente justicialista Carlos Menem–, la transformación del campo había comenzado a mediados de los años 90, pero no es hasta la crisis de 2002 en que se empiezan a notar los beneficios económicos del cultivo de la soja transgénica y su exportación a China. En menos de una década el gran emergente oriental se convirtió en nuestro segundo socio comercial por detrás de Brasil y nuestro tercer inversionista extranjero, con perspectivas de ser el primero en poco tiempo más.


    Hu Jintao

    Los hitos de cuatro décadas
    En 1949 el Partido Comunista toma el poder y establece la República Popular China. Presionada por Estados Unidos, la Argentina decide establecer relaciones con Taiwán. 23 años más tarde, tras el encuentro entre Nixon y Mao Zedong en Pekín, y con permiso de Washington, la mayoría de los países latinoamericanos le dan la espalda a Taiwán y establecen relaciones diplomáticas con la República Popular China. Entre ellos la Argentina.
    En ese entonces nada tenían que ofrecerse el uno al otro, pero ya China empezaba a diseñar qué y cuánto iría a necesitar y a ofrecer, porque aunque aún cuesta entenderlo, China ha sido no solo el primer Estado moderno (el primer país en implementar la burocracia), sino la máxima potencia mundial de la historia. Lo fue durante siglos antes de que Inglaterra iniciara la Revolución Industrial (la Ruta de la Seda, que partía de China y conectaba los países árabes y Europa, fue hasta ese momento la principal vía de intercambio comercial global) y muy probablemente lo volverá a ser en no mucho tiempo. Para la Argentina en cambio, China no era más que el lugar más alejado del planeta, lleno de gente, todos iguales.
    Salvo para unos pocos visionarios. Entre ellos los empresarios Julio Werthein, Franco Macri y Norberto Feldman. Es este último quien a través de su amistad con Onganía, hace amistad con Pio Laghi y a través de él convence luego al entonces presidente Jorge Rafael Videla de viajar a Pekín en 1980. En esa ocasión se firma el primer Acuerdo de Cooperación Económica.
    El segundo viaje de un Presidente argentino lo realiza Raúl Alfonsín en 1986. Menem viajará dos veces como Presidente y luego una vez más para recibir una especial distinción por parte del Gobierno chino. Más tarde lo harán De la Rúa en 2001. Hasta ese momento Feldman es el principal intermediario comercial entre ambos países. Desde el viaje de Néstor Kirchner en 2004, Feldman es desplazado por Franco Macri. Cristina Kirchner viaja a Pekín en 2010. Mientras que el Presidente chino Jiang Zeming viene a Buenos Aires en 2001 y Hu Jintao en 2004. Es en esa ocasión cuando la sociedad argentina empieza a enterarse de lo que significa China para el mundo y para la Argentina.
    Nuestro país estaba en plena recuperación económica, pero aún la gente no palpaba sus beneficios. Pocos días antes de la importante visita de Hu Jintao, Néstor Kirchner hace circular el rumor de que los chinos vienen a invertir US$ 20.000 millones. El desproporcionado eco que tuvo esta noticia en la población, sumado a la falta de seriedad por parte de las autoridades argentinas, produjo un inmenso malestar en la comitiva de Hu Jintao, a tal grado que –más allá de que la Argentina reconoció a China como economía de mercado– no se realizó ningún anuncio y a pesar del inmenso crecimiento del intercambio comercial, las relaciones diplomáticas se mantuvieron en el freezer durante toda la administración de Néstor.


    Wen Jiabao

    El proceso inversor
    Sin embargo, en 2005 la hongkonesa Noble Group, la transportista de granos más grande de Asia, invierte US$ 230 millones en la construcción de un puerto en Santa Fe. En 2006, la empresa estatal Metalurgical Group Corporation invierte más de US$ 70 millones en rehabilitar la mina de hierro de Sierra Grande, en la provincia de Río Negro. Se empiezan a evidenciar los dos principales intereses de China en América del Sur: la soja y el mineral de hierro (principal ítem de exportación de Brasil).
    En 2008 y a través de la magia de la televisión, el mundo asiste asombrado a las Olimpíadas de Beijing. Una impresionante inauguración coreografiada por el director de cine Zhang Yimou, el “Nido”, el “Cubo de Agua” y la supremacía de China en casi todas las disciplinas son observadas por cientos de millones de personas en todo el mundo, al mismo tiempo que en Estados Unidos Lehman Brothers se declaraba en quiebra y Obama producía la mayor transferencia de capital desde los trabajadores hacia las grandes empresas que se haya dado en el gran imperio americano desde la crisis de 1930.
    Pero la Presidente argentina Cristina Kirchner aún no comprendía el giro que tomaba la historia y en 2010 suspende –solo unos días antes– un programado viaje a Pekín para reunirse con Hu Jintao, a quien la revista Time consideraría ese año el hombre más influyente del mundo. Ya nuestro Gobierno había tomado algunas medidas proteccionistas que habían incomodado a China. Y ante la suspensión del viaje presidencial, el Gobierno oriental colmó su paciencia y suspendió la compra de aceite de soja argentina. Hubo un momento de pánico generalizado en el país, hasta que descubrimos que China no era el único gigante superpoblado en crecimiento exponencial, y los embarques de aceite de soja empezaron a ser desviados a India, lo que resultó una solución momentánea aunque los beneficios obtenidos eran menores que con las ventas a China.
    Pocos meses más tarde la Presidenta viaja a China, donde no es recibida por Hu, por problemas de agenda y donde firma una serie de acuerdos comerciales relacionados principalmente con planes de financiamiento para reconstruir el Belgrano Cargas y comprar vagones de subte. Todo pareciera indicar que es en ese momento en que la arrogancia argentina se choca con la verdadera grandeza. Es recién a mediados de 2011 que se reanudan los embarques de aceite de soja. Pero poco después del viaje de la Presidenta, dos petroleras chinas –Sinopec y China National Offshore Oil Corporation (CNOOC)– invierten en el país unos US$ 10.000 millones, convirtiendo a China en el principal inversionista extranjero del año y pasando a controlar casi 30% del mercado del petróleo argentino.
    Mientras tanto el área sembrada, el rendimiento y el precio internacional de la soja han tenido un aumento constante año tras año (con excepción de 2009, año que sufrió las consecuencias de la crisis estadounidense), profundizando la dependencia de China, el principal comprador. Fiel a su impronta nacional y popular, el Gobierno argentino se dedicó a financiar el consumo. Excepto la industria automotriz, que en asociación con Brasil representa el grueso de la industria argentina, todo lo demás es Made in China. Y en medio de la fiesta cayó la crisis europea. Fueron ocho años de felicidad, mientras duró el saldo favorable de la balanza comercial.

    Limitar importaciones
    En este punto el Gobierno argentino parece adoptar dos políticas simultáneas para detener el crecimiento de las importaciones. La que aplica tanto con China como con el resto del mundo son las medidas proteccionistas implementadas por Guillermo Moreno. Por otra parte adopta una política de sustitución de importaciones, mediante el impulso al parque industrial de Tierra del Fuego, donde empresas chinas se asocian a empresas argentinas para producir los últimos chiches tecnológicos que tanto ansía el mercado, así como también electrodomésticos y agroquímicos. Tanto la Federación de Industriales de San Pablo (FIEL) como más recientemente el periodista Jorge Lanata han denunciado que este parque industrial es una farsa, donde lo único argentino es el envoltorio.
    Poco antes de la llegada a Buenos Aires del primer ministro Wen Jiabao y su importante comitiva que incluyó al canciller, el ministro de Comercio y el de Agricultura, la encargada para Latinoamérica del ministerio de Comercio, había manifestado su desagrado por el hecho de que la Argentina estuviera a la cabeza entre los países que aplican medidas antidumping contra China y de que varios barcos chinos estuvieran parados sin poder descargar en puertos argentinos.
    Sin embargo, mientras estuvo en el país, Wen Jiabao fue todo sonrisas –como es su costumbre, totalmente opuesta a la de Hu Jintao–. A pesar de que en su llegada fue recibido por una violenta toma por parte de obreros del principal yacimiento petrolero argentino, Cerro Dragón, en el que China posee 30% de las acciones. Wen se fue sin haber firmado los acuerdos en materia de hidrocarburos anunciados por el flamante presidente de YPF, Miguel Galuccio.
    Aún gobernada por el Partido Comunista, China cultiva el arte de la diplomacia, un juego que también le gusta a nuestra Presidenta. Lo importante es el crecimiento del comercio y de las inversiones, los conflictos son circunstanciales y se irán resolviendo. China necesita soja, necesita maíz, necesita minerales y necesita petróleo. Y todo eso le ofrece y le ofrecerá la Argentina. ¿A qué precio? Ese es otro tema.

    Una entrevista reveladora

    Crisis europea, rebote en Asia y consecuencias para la Argentina

    Para China el ajuste es inexorable debido a que una nueva generación de dirigentes deberá encontrar las cuentas en orden luego de años de sobre expansión. Así opina el sinólogo Sergio Cesarin, coordinador académico de la especialización en Economía y Negocios con Asia del Pacífico e India de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).

    Por Yuri Doudchitzky

    Sergio Cesarin
    Foto: Gabriel Reig

    –Considerando que son grandes las probabilidades de que la crisis europea se acentúe, ¿cómo evalúa las consecuencias que esta situación puede tener en las economías de China e India?
    –Las consecuencias son el directo impacto en la desaceleración del crecimiento que ya se verifica en China e India. La UE es el principal socio comercial de ambas economías, por lo tanto, la reducción en la demanda interna genera pérdida de dinamismo exportador en ambas; de todas formas los planes de contingencia adoptados por China e India son aplicados desde 2009 cuando la crisis se manifestó en su punto de mayor gravedad.

    –El nuevo plan de estímulos lanzado por China aún no es tan importante como el de 2008 pero lo peor de la crisis europea está por venir. India también está tomando medidas para blindar la economía ante su exposición externa. ¿Cómo evalúa el tipo de medidas que se están tomando? ¿Cuál es su perspectiva de éxito?

    –El estímulo se concentra en promover el consumo interno para depender menos de exportaciones e inversión estatal en infraestructura. China en particular, ha bajado el ritmo de crecimiento ajustando variables internas a un ritmo que lo hace más compatible con necesidades internas y con reducción de la sobreinversión financiera.
    La crisis es para ellos “una oportunidad” de ajustar, bajar la exposición de bancos y evitar la percepción de “burbuja” inmobiliaria.
    Para China el ajuste es inexorable. De todas formas, el crecimiento estimado entre 7,8 y 8% para este año es una tasa muy alta, al igual que 5,2% estimado para India, país donde las políticas de ajuste deben ser calibradas para evitar quiebres sociales. Los escenarios económicos para ambas definen estrechamiento del mercado global y sostenida de­sa­celeración europea durante los próximos cinco años, por lo tanto, las alternativas y previsiones pasan por mayor consumo interno y búsqueda de mercados en el mundo en desarrollo.

    –¿En qué medida una disminución del comercio exterior de China e India, que comenzó a darse a principios de 2012, podría afectar a las economías de la Argentina y a la de su principal socio comercial, Brasil?
    –Sin dudas que afecta por varios frentes: menor demanda interna, menos compras de mineral de hierro (utilizado para producir acero que no se ha de consumir por el parate) o soja, posibles ajustes a la baja por menor demanda en precios internacionales, e incluso proteccionismo comercial debido a restricciones de ingreso por sobre stocks. La actividad económica en la Argentina y Brasil, me parece, ya sufre este escenario de desaceleración.

    –Tanto la economía argentina como la brasileña están siendo afectadas por la disminución del comercio exterior. De hecho, ambos se están imponiendo trabas entre sí. Sumadas a un mayor descenso del comercio mundial para el segundo semestre del año. ¿Cuál es el pronóstico para la economía argentina para 2013?
    –La Argentina está con medio pie adentro y medio pie afuera del escenario externo. Somos un país fuera de los mercados financieros internacionales y la única forma de financiarnos es con dólares comerciales. A eso se agregan medidas de política económica que generan incertidumbre en el sector externo (comercio e inversiones); la inercia de la de­sa­celeración global se trasladará con más firmeza al año 2013, donde las expectativas de crecimiento son muy bajas.

    –El no verse seriamente afectados por la crisis mundial tanto en el caso de Brasil como en el de Argentina, sería solo posible por medio de una gigantesca transferencia de commodities. ¿Es una salida sustentable para nuestros países?
    –Esperar esta transferencia gigantesca me parece utópico. Nuestros grandes mercados se desaceleran y no quieren ser “economías de salvataje” sino que persiguen sus propios intereses. El resto del mundo puede comprarnos algunos productos pero todo se da en un contexto de gran cautela; el cierre de mercados europeos, la pérdida de preferencias arancelarias en Estados Unidos y la UE no necesariamente pueden ser compensados por el mundo en desarrollo y, aun si así fuera, llevará un tiempo.
    El “mundo pesimismo” sobre el presente y futuro de la economía global se ha instalado y la toma de decisiones en materia comercial no es automática. Sí puede haber alternativas de inversión; firmas transnacionales chinas ávidas de comprar activos en el exterior acuden a Europa para comprar marcas y participaciones accionarias a precios de liquidación. Puede ocurrir lo mismo en América del Sur, los líquidos capitales chinos esperan con ansias participar en la extracción de petróleo y la producción minera y alimentos.
    Somos para ellos un “gran oportunidad”. En este contexto, pensar en la sustentabilidad vía commodities es retomar viejas categorías que impulsaron nuestro subdesarrollo. No percibo que la dirigencia política plantee un modelo distinto basado en la construcción de poder sostenido por inversiones en infraestructura, la complementariedad agroindustrial-manufacturera, la definición de una estrategia industrializadora para las próximas dos décadas basada en la selección de sectores estratégicos y, sobre todo, la construcción de poder tecnológico aplicado a innovación.