El valor medicinal de la marihuana ha gestado un negocio imponente

    Las propiedades medicinales de algunos elementos de la marihuana fueron descubiertas en 1964 por el científico israelí Raphael Mechoulam. En Israel, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, los médicos y científicos pueden hacer pruebas con medicamentos derivados de la marihuana en pacientes humanos.
    El mundo se está encaminado hacia la legalización total del comercio de marihuana. En los últimos 20 años, más de 30 estados de la Unión legalizaron la hierba para fines médicos, y 10 de ellos terminaron legalizándola también para fines recreativos. Canadá y Uruguay la legalizaron en todo el territorio nacional y hay países de Europa y Oceanía que están abriendo la puerta también a la utilización médica.
    Se trata de un importante cambio cultural y de una industria con posibilidades de adquirir dimensiones gigantescas.
    Antes de la legalización, el mercado ilegal de marihuana en Estados Unidos solamente tenía un valor que oscilaba entre US$ 30.000 millones y US$ 400.000 millones, con lo cual el cannabis adquiría la misma estatura que el maíz, el cereal que más ingresos le da al campo estadounidense. El mercado legal, con toda seguridad, lo hará mucho más grande.
    Eso es porque las empresas no les están vendiendo solamente a los porreros. Aspiran a convertir a la hierba en un producto cotidiano para adultos del montón, los que tienen empleo y tienen familia. Aspiran a convertirla en un reemplazante del café, de los analgésicos, del yoga y de los somníferos.
    No les va a resultar fácil porque la mayoría de los argumentos sobre los beneficios médicos de la marihuana todavía no han sido comprobados científicamente en el largo plazo; porque los impuestos al negocio son altísimos y porque –al menos en Estados Unidos– cada estado ha creado su propia industria con su propio entramado de regulaciones. Entonces, si bien está la posibilidad de una corrida como la del oro, no va a ser tan sencillo.
    Además, en Estados Unidos la industria aparece en medio de lo que se denomina “la guerra a las drogas”, con detenciones de personas y condenas que recaen abrumadoramente sobre negros y latinoamericanos. Con la legalización, varios estados y ciudades buscan implantar “programas de equidad” que procuran asegurar que las comunidades más victimizadas por la guerra a las drogas puedan beneficiarse de la riqueza que crea la legalización.

    En qué consiste la marihuana
    La planta de cannabis contiene docenas de compuestos activos llamados cannabinoides, los cuales se encuentran en las flores, las hojas y el tallo. Los investigadores han identificado más de setenta cannabinoides distintos en la planta de cannabis. Aunque el THC es el más conocido, en realidad hay muchos otros que contribuyen a la amplia gama de beneficios medicinales del cannabis.
    Los cannabinoides han demostrado que pueden prevenir las náuseas, los vómitos y los dolores, tratar las migrañas e inhibir la expansión de células tumorales tanto en medios de cultivo como en modelos experimentales con animales, entre otros muchos beneficios.
    Los dispensarios en los estados donde se ha legalizado venden una serie de productos. La “flor”, la materia botánica conocida como marihuana, es solo una categoría. Hay otras formas de usar una planta de cannabis que tienen tanto, si no más, potencial de mercado.
    El THC (tetrahydrocannabinol) es el producto químico que más se asocia con la propiedad más famosa de la marihuana. La planta se puede reducir a concentrados potentes que pueden contener más de 80% de THC. El aceite de THC que se extrae de la planta se puede mezclar en la preparación de productos horneados, caramelos y bebidas.
    Desde la Segunda Guerra Mundial, el cultivo industrial del hachís, al igual que su prima, la que intoxica, ha sido prácticamente excluido de la investigación científica. Pero como base para papel, es más valioso todavía que “la lechuga del diablo”. La Farm Bill, que acaba de ser aprobada en la Casa de Representantes, legaliza el hachís y seguramente va a crear nuevas oportunidades para el cultivo. El hachís también es una importante fuente para el CBD.

    CBD, el más raro conocido
    El THC es apenas uno entre los muchos químicos llamados cannabinoides que se encuentran en la marihuana. Durante la era de la prohibición, los agricultores tenían un motivo comercial para maximizar el THC en sus cultivos, pero ahora con mayor acceso a la planta, los cannabinoides más raros han comenzado también a atraer atención. De todos ellos, el más conocido es el CBD (o cannabidiol).
    A diferencia del THC, el CBD no es alucinógeno pero hay mucho interés por sus posibilidades para la medicina y también por su potencial como “nutracéutico”, un término comercial usado por varios suplementos alimentarios que no son regulados por la FDA (lo cual es una importante ventaja comercial).
    Los que le ven futuro dicen que se puede usar para tratar desde el Alzheimer hasta la artritis, y nadie los puede desmentir porque lo que el CBD hace y deja de hacer todavía no se conoce bien. Se ha convertido en una moda en el terreno del bienestar. Coca-Cola, por ejemplo, lo está investigando para incorporarlo a sus bebidas.
    Hasta ahora, lo único que se ha comprobado es su valor medicinal para tratar la epilepsia. En 2018, una forma farmacéutica de CBD llamada epidiolex logró la aprobación de la FDA para tratar dos tipos de epilepsia infantil. Fue la primera droga derivada del cannabis en lograr aprobación de la FDA.
    En verdad, THC y CBD son solo dos entre los muchos cannabinoides que se encuentran en el cannabis. Hay cada vez más interés en lo que hacen otras variedades más raras, pero las investigaciones tropiezan, por ejemplo, con la ley estadounidense y con la escasa cantidad de esos químicos que se encuentra en la marihuana comercial.
    Cronos, una compañía canadiense, acaba de firmar un acuerdo por valor de US$ 122 millones con la firma norteamericana Ginkgo Bioworks para realizar ingeniería genética de la levadura de cerveza para que produzca los cannabinoides raros. Si funciona, habrá existencia de ellos en cantidades significativas.

    Un negocio difícil en Estados Unidos
    En Estados Unidos, la marihuana es una sustancia controlada de Clasificación 1, según la Ley de Sustancias Controladas (Controlled Substances Act – CSA), promulgada por el Congreso de Estados Unidos en 1970. La legislación creaba cinco categorías (o clasificaciones), con calificativos variables para que una droga sea incluida en cada una de ellas. La clasificación 1 significa que el gobierno federal considera que la sustancia no tiene valor médico y sí un alto potencial para el abuso. La clasificación 1 coloca a la marihuana en la misma categoría que la heroína.
    Las drogas incluidas en la primera categoría sólo se pueden conseguir con prescripción médica y su distribución está cuidadosamente controlada por la DEA (Administración Ejecutiva de Drogas).
    Las drogas en esta clasificación incluyen, entre otras:
    • Cannabis
    • Heroína
    • MDMA (Éxtasis),
    • LSD (Ãcido lisérgico),
    • Peyote, un cactus que crece en México.

    Como usar marihuana sigue estando prohibido por la ley federal, la mayoría de los bancos no dan a la industria ni cuenta bancaria ni otros servicios financieros. Aunque algunos bancos calladamente atienden a la industria, muchas empresas de cannabis operan en efectivo, un inconveniente enorme que eleva el costo de hacer negocios (y también permite que muchos ingresos no sean informados al IRS (el Inland Revenue, o sea la AFIP de Estados Unidos).
    Simultáneamente, una ley impositiva conocida como la 280E promulgada en los años 80 impide a las empresas que trafican con drogas que el gobierno central considera ilegales, deducir gastos de sus impuestos. Eso significa que el dispensario local de la hierba, aunque esté avalado por sus reglas estaduales, paga un impuesto federal mucho más alto que una panadería o una farmacia del vecindario. Ahora que la industria está lo suficientemente madura como para tener sus propios lobistas, sus dos prioridades principales son terminar con la 280E y acceder a cuentas bancarias.
    Además de todo esto, los negocios de cannabis tienen que hacer frente a una compleja y cambiante red de regulaciones.
    La ley y la opinión pública no están en sintonía. Los comienzos de la legalización de la sustancia se remontan a los peores días de las crisis del SIDA en Estados Unidos, cuando las personas agonizantes recurrían al cannabis para aliviarse, pero también porque les incentivaba el apetito y les calmaba los dolores y las náuseas. La primera ley sobre el uso médico de la marihuana fue la llamada Proposition 215 o “The Compassionate Use Act”, aprobada en California en 1996. Había sido propuesta por Dennis Peron, un veterano de Vietnam que administraba un dispensario ilegal en San Francisco.
    Más de 30 estados ya han legalizado la marihuana médica y las encuestas nacionales muestran casi 90% de apoyo de la gente al acceso médico del producto; además más de 60% –republicanos incluidos– favorecen la legalización del uso recreativo.

    En Europa, cultivo a cielo abierto
    Las granjas legales de marihuana parecen fábricas. Las plantas crecen en interiores o en viveros, casi siempre bajo una intensa luz.
    Debido a esas luces el cultivo de la marihuana puede tener un impacto ambiental mucho mayor que el de otros cultivos. Y ese impacto podría multiplicarse con el surgimiento de la industria. En los próximos cinco años, se calcula que los agricultores legales e ilegales van a aumentar su consumo energético hasta 162%, lo que generará 1,8 millones de toneladas de emisiones de carbono al año.
    El cultivo del cannabis al aire libre reduce ese impacto ambiental. Por unidad de electricidad, el cultivo en exteriores produce 18 veces más cannabis que el cultivo en interiores y 14 veces más que el cultivo en invernaderos. También libera 25 veces menos carbono a la atmósfera que el cultivo bajo techo.
    Dragonfly Biosciences, con sede en Londres, es una de las granjas a punto de proveer productos a base de cannabis para usos médicos en Gran Bretaña. Una nueva ley que entró en vigor en el mes de noviembre autoriza a los médicos británicos a recetar a sus pacientes productos a base de cannabis como el aceite CBD. Dragonfly Biosciences se aseguró ya una licencia para crear aceite CBD y comenzará la producción y distribución de cannabis médico en 2019.
    La firma produce la droga en granjas al aire libre en Bulgaria. El Reino Unido ya es el mayor mercado de Dragonfly para suplementos alimentarios cannabidiólicos hechos con el extracto líquido de la planta, ya legalizados en el país.
    Pero ahora va a comenzar a fabricar productos médicos para venderlos a Clinical Commissioning Groups.
    Los productores búlgaros que trabajan para la compañía cosechan sus 420 hectáreas cada septiembre y producen 232.000 kg de plantas al año. Luego envía la carga a sus instalaciones medicinales en Malta para la manufactura de productos CBD.
    La industria europea de cannabis medicinal podría llegar a tener un valor equivalente a £20.000 millones, según estima la firma Peterhouse Cambridge, y solamente en Gran Bretaña ya hay 80.000 especialistas en condiciones de recetar la droga, informa Dragonfly.
    La industria se encuentra en proceso de desarrollo y ya aparecieron en la Bolsa de Londres los primeros vehículos de inversión para compañías de cannabis. Sativa Investments PLC reunió £1,6 millones para invertir en la productora canadiense Veritas Pharma Inc. Y en otra compañía británica, George Botanicals, que produce aceites y cápsulas de CBD.
    Lo más sorprendente es que el mayor jugador en el terreno del cannabis en Gran Bretaña podría llegar a ser una compañía azucarera. British Sugar anunció en 2016 que estaba transformando sus viveros de tomates en Cornerways Nurseries en Wissington, Norfolk, en cultivos de cannabis.
    Son proveedores de GW Pharmaceutical con un vivero de 18 hectáreas donde producen la droga Epidiolex, que se usa para tratar la epilepsia infantil.
    En el mes de octubre se convirtió en la primera compañía en proveer de medicamentos a base de cannabis a Estados Unidos. El cannabis medicinal ya fue aprobado en Alemania, Polonia, Portugal, República Checa, Malta, y Ahora Gran Bretaña.
    Sativa Investments es otra compañía nueva, que acaba de comprar una parcela de 7,5 acres de tierra en Wiltshire para cultivar cannabis medicinal.
    Los productores llaman al CBD “la sustancia milagrosa” que no marea, no tiene efectos psicoactivos y que podría ser útil para tratar enfermedades que van desde la depresión hasta la diabetes. Podría funcionar muy bien como anti–inflamatorio y anti–psicótico. Prácticamente todos los productos de cannabis medicinal no contienen el compuesto psicoactivo THC. Uno de ellos, el Sativex, que es una mezcla 50-50 de THC y CBD, ya fue aprobado como tratamiento para la esclerosis múltiple.

    Canadá, tierra de oportunidades
    Hay una clara demanda de productos de marihuana en Estados Unidos, pero por el solo hecho de ser legal en unos estados y no en otros, instalar un negocio en ese país es bastante difícil. Por eso es que Canadá es tan importante en la industria global de la hierba.
    No se trata del tamaño del mercado –California tiene más habitantes que Canadá– sino de las instituciones. A diferencia de las empresas de marihuana norteamericanas, que no consiguen respaldo de los bancos sin el visto bueno de Washington DC, las empresas canadienses pueden acceder al sistema financiero normal del país. La bolsa canadiense también está abierta a las compañías de cannabis lo cual les permite acceder al capital que necesitan para crecer mucho más fácilmente que las estadounidenses.
    Para confundir más las cosas todavía, algunas de las grandes empresas norteamericanas comienzan a cotizar en Canadá y otras canadienses han comenzado a cotizar en el Nasdaq y en la Bolsa de Nueva York. A diferencia de las estadounidenses, pueden operar en Bolsas de Estados Unidos porque no están violando las leyes de su país.
    Las canadienses también pueden exportar marihuana medicinal a países donde es legal y ya tienen clientes en Europa, Australia y América latina.
    Desde que la marihuana es legal en Canadá, hay empresas grandes y bien establecidas con voluntad de invertir. La empresa tabacalera Altria, fabricante de los cigarrillos Marlboro, anunció planes de invertir US$ 1.800 millones en Cronos Group, una empresa canadiense de marihuana. Constellation Brands, la compañía de bebidas alcohólicas de Nueva York (dueña de la marca Corona), invirtió US$ 4.000 millones en Canopy Growth, con sede en Ontario, una de las productoras más grandes de Canadá.

    La hierba en el mundo
    Colombia, un ex estado narco, tiene ambiciones de convertirse en un centro para la agricultura legal del cannabis. La marihuana es mucho más barata de cultivar bajo el sol ecuatoriano que bajo las bombitas de luz de sodio en una granja de interiores. Colombia, además, ya tiene emitidas docenas de licencias para cultivar la planta porque aspira a que sea su próximo boom legal.
    Suele decirse que en los día de la fiebre del oro los que se hacían ricos no eran los que salían en su busca sino los que vendían picos y palas. Es muy probable que ese esquema se repita con el cannabis.
    El negocio está dividido en dos grandes categorías.
    Los “negocios que tocan la planta”: agricultores, procesadores y fabricantes (por ejemplo de productos comestibles y vaporizadores) y comerciantes minoristas. Los negocios secundarios o complementarios incluyen las compañías que fabrican pipas y papeles para enrollar los cigarrillos pero también los que venden el sistema de iluminación y el equipo para control de la temperatura para los que hacen cultivo de interiores, y también las consultoras, firmas contables, estudios legales que se especializan en el tema.
    Esas compañías son las que mejor posicionadas están hacer ganancias porque sacan una tajada del dinero que circula por la industria sin estar sujetas a las estrictas regulaciones o a los muchos otros aspectos del negocio que lo hacen tan difícil para obtener ganancias.
    Si bien la hierba no es todavía muy rentable, ya hay un puñado de compañías muy grandes, que la cultivan bajo techo en viveros del tamaño de hangares para aviones. La Canopy Growth, de Ontario, vendió 23.300 millones de dólares canadienses en flores secas, aceites, concentrados, cápsulas y hachís en el segundo trimestre de este año (pero el proceso le significó una pérdida de 330,6 millones de dólares canadienses).