Por Leandro Africano y Miguel Ãngel Diez
El potencial de la biotecnología es inmenso: no solo genera conocimiento científico y productivo sino que también crea empleo calificado, desarrolla redes de cooperación entre universidades y empresas, y permite mejorar la calidad de vida de la población con nuevos productos y servicios de valor agregado.
No es únicamente ciencia para el laboratorio o la academia: es producir alimentos mejorados para millones de personas, es hacer medicamentos que retrasen la progresión del cáncer o utilizar nuevas alternativas para la producción de energía de modo más eficiente.
Los avances en este campo implican además una verdadera convergencia tecnológica: desde la confluencia con las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) y la nanotecnología hasta los biosensores, o las aplicaciones para los smartphones para controlar enfermedades como la diabetes y la hipertensión.
La Argentina tiene oportunidad de liderar este campo en la región, gracias a su experiencia, recursos humanos y ecosistema emprendedor. Pero para poder avanzar en este desafío, es importante dejar de hablar de innovación para empezar a producirla de verdad. Tiene que estar en el ADN de cada organización científica, compañía y fondo de inversión que trabaje en este campo. La vinculación público privada es esencial para lograr que los descubrimientos dejen los papers y se conviertan en un verdadero cambio en la vida de las personas. En este sentido, las empresas con experiencia pueden ser mentoras, desde el punto de vista estratégico y ejecutivo, de aquellos emprendedores científicos que recién comienzan. Y los investigadores tampoco deben desaprovechar las oportunidades de vinculación que cada vez más el Estado y las empresas están desplegando: es también parte de su rol “educar” a los inversionistas –privados o públicos– sobre los beneficios de apoyar la innovación.
Ciencias de la vida
La biotecnología es el punto de referencia. Estamos viviendo el inicio de lo que será la próxima gran revolución y que tiene como eje central a la biotecnología. En ese escenario, la Argentina tiene grandes oportunidades por el gran desarrollo de las ciencias biológicas con relación al resto de los países de América latina.
En esta revolución que está comenzando, hay un punto de partida muy importante. En la práctica la biotecnología genera un impacto positivo en el sector agropecuario con la provisión de semillas para la producción de soja. Pero si vemos un poco más allá en el mundo, todo el sector de la salud está desarrollando un sinnúmero de productos biológicos y terapias que guardan relación con soluciones biotecnológicas.
Pero además, la biotecnología puede ayudar a desarrollar las industrias verticales que tienen mayor capacidad de impacto en el PBI del país. Desde la industria alimenticia, los biomateriales, hasta la salud en su lucha contra el cáncer o la búsqueda de la longevidad. Por sobre todo, la biotecnología tiene una gran capacidad para generar alto valor agregado. Hay un enorme potencial en los que se denominan alimentos saludables o nutracéuticos que combinan la industria farmacéutica con la alimenticia.
Sin embargo, subsiste una barrera para el desarrollo de la biotecnología: el financiamiento. Los “bioemprendimientos” necesitan fuertes inversiones iniciales de alto riesgo sin ningún tipo de garantía real de que ese hallazgo se va a convertir finalmente en un producto o servicio rentable.
En la Argentina todavía no hay suficiente desarrollo de este tipo de capitales y eso restringe la posibilidad de que muchos proyectos con enorme potencial puedan prosperar. A lo que se suma cierta reticencia a apoyar emprendimientos que requieren muchas veces plazos largos de desarrollo para llegar a un estadio final. Sin embargo, son estas ideas las que realmente tienen la capacidad de generar nuevos mercados.
Por eso tiene enorme significación el reciente anuncio de la Cámara Argentina de Biotecnología: habrá inversiones por US$ 700 millones en los próximos dos años.
En este momento, las mejores indicaciones estiman que hay casi 200 empresas argentinas dedicadas a la biotecnología (en solo 10 años se duplicó el número de actores en este campo). Muchas de ellas se concentran en el desarrollo de productos farmacéuticos de origen biotecnológico.
Alimentos y agro
El aumento de la demanda de alimentos en el plano global abre una gran oportunidad a países como la Argentina tanto para producir las proteínas que se necesitan, como para exportar las biotecnologías que se aplican en el sector agropecuario, y que se ha logrado desarrollar.
La biotecnología es una clave estratégica ya que puede abordar las principales problemáticas que plantea el mundo globalizado, como inseguridad alimentara y energética o cambio climático. Desde Argentina se pueden ofrecer nuevos paradigmas en el marco de un camino de desarrollo sustentable. Para esto es necesario diseñar y llevar adelante una matriz productiva que permita ganar competitividad en el mundo.
No hay que olvidar que nuestro país fue uno de los primeros en adoptar la tecnología en el agro a través de los cultivos transgénicos.
La introducción de la soja transgénica, resistente al glifosato, permitió a los agricultores nacionales un ahorro en los costos de producción de US$ 2.500 millones.
Argentina ocupa el puesto 16 dentro del ranking de países con más cantidad de empresas biotecnológicas, por encima de países como Noruega, Finlandia, Brasil y Dinamarca. Aunque la brecha respecto de EE.UU., líder indiscutido, aún es muy alta.
Si se analiza la cuestión desde la perspectiva de los insumos biológicos, podría asegurarse que hay enormes posibilidades. El mercado de bioestimulantes, biopesticidas y biofertilizantes tiene proyectado alcanzar US$ 11.300 millones para 2022 con una escala de crecimiento de 14% anual.
La posición de la CAB
Enorme potencial y el desafío de innovar
“Muchas empresas elogian hoy la innovación pero son muy pocas aquellas que tienen un área que se dedique a buscarla y potenciarla. Ciertamente cuando se habla de biotecnología es imprescindible que haya alguien que vincule, que conecte los hallazgos con el capital económico y con las personas que puedan convertir ese descubrimiento en un producto”.
Graciela Ciccio
Graciela Ciccio, además de directora de la CAB, Cámara Argentina de Biotecnología, es apasionada abogada de la innovación. Por eso dice: “para poder avanzar en este desafío, es importante dejar de hablar de innovación para empezar a producirla de verdad. Tiene que estar en el ADN de cada organización científica, compañía y fondo de inversión que trabaje en este campo”.
La necesidad de lograr un entendimiento entre los investigadores y las empresas, y de lograr la convergencia tecnológica, como de conseguir financiamiento para las firmas del sector, son inquietudes que desvelan.
–En este campo de la biotecnología, ¿hay una efectiva vinculación entre el sector público y el privado? Y en el caso de que la haya, ¿es bueno que exista?
–En los casos de éxito de productos en el mercado hay vinculación entre lo público y lo privado. Necesitamos que haya muchísima más. El desafío para los próximos años es generar empresas de base científica-tecnológica y para eso y para eso el vínculo entre lo público y lo privado tiene que mejorar. Si pensamos que 0,6% del PBI en Argentina se dedica a Investigación y Desarrollo, se advierte que 75% es público y 25% es privado. Es decir, necesitamos más inversión privada.
Si queremos traccionar conocimientos de base biotecnológica entre los científicos y el sector privado hay que mejorar las oficinas de transferencia, las oficinas de vinculación; ese vínculo tiene que ser más fluido.
–¿Cómo podemos describir el mapamundi de la biotecnología? ¿Quiénes son las estrellas mundiales? ¿Cómo es el panorama regional y qué rol cumple la Argentina dentro de la región? ¿Es un actor destacado o secundario en este campo?
–La Argentina en la región tiene un rol importante porque tiene recursos humanos calificados. Estamos entre los países que invierten poco. Pero, por estas cosas de la orientación biológica –el país ha tenido tres premios Nobel de la especialidad– en esa ciencia hay muchos recursos humanos calificados. Y también hay empresas que han invertido desde la primera hora de la biotecnología, que fue alrededor de los años 90. Que han invertido en la Argentina, que hay plantas de manufactura y hay plantas que hacen biocombustibles y hay empresas que hacen semillas modificadas genéticamente. Entonces tenemos industria farmacéutica y agrobiotecnología.
Eso, en otros países, como Brasil, que tiene una inversión en biotecnología más alta que la nuestra, es diferente. Cuenta con menos empresas locales de base biotecnológica. Nosotros tenemos más de 200 empresas de biotecnología en el país. De distinto porte y de distintas aplicaciones. Pero ese número es importante.
–¿Hay desinteligencias entre los investigadores y las empresas? ¿Es un tema en el que se puede avanzar en lograr soluciones? ¿O hay un divorcio entre la academia y la empresa?
–A pesar de los esfuerzos que hacen las instituciones públicas y también las empresas en conectarse, tenemos que cambiar el modelo de vinculación. De esto se habla en la Argentina desde hace más de 30 años. La mayoría de las empresas que están en la cámara tienen casos exitosos para contar (de buenos emprendimientos público privados).
Si pensamos que el Conicet tiene 10.500 investigadores y solo 100 están en proyectos que tienen que ver con empresas o trabajando en empresas, estamos hablando de algo que todavía es contracultural. La vida de los investigadores se concibe como una secuencia que se piensa de una manera: uno tiene una idea cuando empieza la carrera de investigador e imagina cómo va a terminar su vida laboral. Hay escalafones, como en la carrera militar. Y en el mundo se está viendo que –no solamente en la Argentina– las posiciones para ser investigador, para ser profesor universitario cuando uno ha terminado su doctorado, son cada vez más escasas.
Entonces el gran desafío es formar gente joven con esta capacidad de formar sus propias empresas o tener como opción incorporarse a empresas consolidadas y no verlo como una frustración. No es que haya peleas entre los investigadores, hay tensión de ambos lados.
–Hacen falta inversiones para desarrollar proyectos en biotecnología y estas inversiones son cuantiosas y además de resultado bastante incierto. ¿Hay un mercado de capitales listo para invertir?
–No. El mercado de capitales en la Argentina para inversiones en biotecnología es de muy escaso desarrollo. Son inversiones de riesgo y el clásico capitalista busca un ingreso y una salida rápida. Nos hicieron un flaco favor los desarrollos del software, y también tener los tres unicornios locales y todo eso. Por supuesto que es mucho más accesible y rápido armar una aplicación para un smartphone que hacer un medicamento modificado genéticamente. Entonces, viendo esto, nosotros y algunos integrantes de la cámara de biotecnología hicimos una prueba de concepto y generamos un pequeño fondo de alrededor de US$ 2,5 millones (no todos los miembros de la cámara: Vicentín, Bagó, Gador, Insud y Bioceres) para apoyar un nuevo modelo: las aceleradoras de empresas de base científica tecnológica.
En el caso nuestro es para apoyar a GridX. Y el modelo por el cual se tamizan los posibles proyectos focalizando la química que puede haber entre el recurso humano, emprendedores con buena formación de negocios e investigadores que pueden ser asesores. Se necesita gente full time en estos startups pero en una combinación que sean los científicos y la gente de negocios desde el día uno. Eso es lo que hacemos.
–¿Cómo se produce ese maridaje entre los avances tecnológicos y la biotecnología?
–Aprovecho la oportunidad para hacer una definición. Tecnologías son muchas. Los que tuvieron la viveza de apropiarse del término tecnología solamente para las TIC (tecnología de la información y la comunicación) fueron algunas de ellas; como tuvieron la ley de software, se apropiaron del genérico. Yo digo que todas son tecnologías: unas son de software, otras de nanotecnología, otras son de biotecnología y ese maridaje se da porque todo lo digital nos atraviesa.
El mundo va a ser digital y aunque diga qué tiene que ver un medicamento biotecnológico con lo digital, muy probablemente los fermentadores donde se cultivan las células de mamíferos para hacer esos productos están automatizados, tienen Internet de las Cosas. Esa es la nueva forma de trabajar.
–¿Cuál es el peso específico que tiene cada uno de los sectores de la biotecnología en la Argentina?
–El de mayor desarrollo es el farmacéutico por la antigüedad, porque las primeras proteínas recombinantes se hicieron en los principios de los años 90. Fueron los primeros que utilizaron la biotecnología para hacer hormona de crecimiento, interferon, las primeras moléculas de la biotecnología.
Con lo cual la industria farmacéutica biotecnológica es importante con pocos jugadores pero hoy somos los primeros en tener un biosimilar de un anticuerpo monoclonal. Para la región, para toda América latina (no digo en el mundo para no hacer una paella con un grano de arroz), estamos muy bien posicionados.
Después, obviamente, el agro. No solamente por el desarrollo propio, que está en la Universidad del Litoral, en el Conicet, en el Inta, en empresas argentinas como es INDEAR (Instituto de Agrobiotecnología de Rosario), de Bioceres, sino por la utilización de la biotecnología de empresas multinacionales. El campo nuestro ha sido uno de los primeros en adoptar la soja transgénica. Primero la de origen multinacional, pero esperemos que ahora los productores empiecen a adoptar las tecnologías que han sido desarrolladas en la Argentina como la soja con resistencia a la sequía, por ejemplo. Entonces, tenemos dos áreas importantes: Agro y Farma.
También cosas llamativas que ocurren en la Argentina como oportunidad de negocios. Nosotros somos uno de los lugares más importantes para el polo. Entonces, que hoy haya animales clonados implica una tecnología de clonación, de manejo de embriones, de transferencia embrionaria, ahora de edición génica. Es una oportunidad de negocios. Existe este segmento donde no solamente se clonan animales sino que esos animales juegan en la cancha y eso es un canto a la ciencia aplicada.
Después están los biocombustibles, terreno en que hemos sido pioneros, con grandes dificultades para la comercialización por las barreras paraarancelarias.
La producción de enzimas, o sea producción de insumos, todos los que son probióticos en la parte de alimentos. También hay ahí interesantes emprendimientos de chicos y grandes, como Molinos, en una sociedad con una startup de Santa Fe o empresas más tradicionales como Biagrama, que hace producción de enzimas industriales.
Además hay un nicho explorado con biotecnología súper básica, que son indicadores microbiológicos que pueden cambiar con la temperatura y que certifican el proceso de esterilización. Hoy tenemos una empresa argentina que es Terragene, que tiene una porción importante del mercado y que exporta.
Grupo Insud
La estrella es la producción de anticuerpos monoclonales
“Los que trabajamos con ciencias biológicas sabemos que hay un tiempo que no se puede acortar. Podemos buscar la forma en que los eucaliptus crezcan más rápido pero hay un límite y siempre estamos pensando a futuro”.
Este grupo se concentra en las llamadas ciencias de la vida, en agronegocios (también tiene otras unidades de negocios en el campo de la información y la cultura). Sus fundadores –que siguen al timón del grupo– fueron Hugo Sigman y Silvia Gold. Tiene filiales en España, Italia, China, EE.UU., y Suiza. Actualmente el grupo tiene presencia comercial activa en más de 40 países.
El primer emprendimiento fue Chemo en 1977, en España, de fabricación de genéricos y principios activos.
El actual nombre, Grupo Insud, nació en 2010 para darle una denominación que identificara lo que ya era un conglomerado de empresas, y es realmente interesante el origen del nombre. Hace referencia a tres valores que rigen el desarrollo de este conjunto empresarial: Innovación, Sustentabilidad y Desarrollo.
En su carácter de directora de Innovación y Desarrollo Tecnológico de Grupo Insud, Graciela Ciccio, sintetiza los rasgos que definen a este actor de la biotecnología local.
–¿Cuál es el rasgo singular, intransferible, que define a Grupo Insud con respecto a todas las demás empresas que hay en este universo de la biotecnología?
–Insud tiene, como común denominador, la innovación. Y la vinculación con el sector científico tecnológico, en todas las ramas que tienen que ver con la actividad agropecuaria, la parte forestal, además naturalmente la farmacéutica, donde somos pioneros en Argentina en la utilización de nuevos procedimientos que tienen que ver con la biotecnología y la vinculación con el sector científico tecnológico nacional e internacional.
–Hay la percepción de que muchos de los proyectos del grupo Insud no se generan en la Argentina.
–No, no es así, en el terreno de la biotecnología. El grupo se originó en España. Respecto de biotecnología obviamente que Insud podría haber elegido cualquier otro lugar del mundo para poner el corazón del proyecto biotecnológico. Y sin embargo el proyecto se originó en la Argentina. La estrella de la biotecnología para el grupo Insud es la producción de anticuerpos monoclonales.
La idea del proyecto habrá empezado alrededor del 2008, nosotros en 2010 conformamos un consorcio público privado con tres empresas de Insud y tres instituciones públicas y empezamos el desarrollo de una tecnología para producción de anticuerpos monoclonales, que éramos casi los únicos, por no decir los únicos que la aplicábamos en el mundo.
Es lo que hoy se llama Single Views. En vez de hacer fermentación de células en enormes reactores de acero inoxidable, estos eran reactores más chicos con una especie de bolsita de té descartable que lo hacía más amigable con el ambiente, más rápido, posible de pasar de un producto a otro, con muchísima más facilidad. Pero fue un desafío enorme.
Esto se pudo hacer porque en la Argentina hay recursos humanos calificados, con experiencia en biotecnología. Ese era un factor muy importante y así se decidió poner la primera planta de anticuerpos monoclonales.
–Entonces desde el punto de vista de lo que es farmacia es más importante lo que se hace afuera, por lo menos en volumen. De lo que es biotecnología es totalmente importante lo que se hace acá. ¿Es así?
–Insud es Insud y sus empresas vinculadas. Cuando hablo de mAbxience es una productora de anticuerpos monoclonales. En la Argentina comercializa Elea. Parte del grupo tiene especialidades medicinales. Si hablo de producción de principios activos o producción de medicamentos de Insud, lo que hoy se llama Insud Farma, es más importante en la base europea que en la argentina. Ahora, cuando hablo de los biológicos, que es mAbxience, el corazón está en la Argentina. La planta se hizo acá, la segunda planta se hizo en León, en España; y la tercera, el tercer proyecto, que se llama La Linda, está en Garín y va a a ser inaugurada en 2019. El proceso se generó a partir de que vimos saturada la capacidad de mAbxience Munro. Por un tema de beneficios fiscales y además de tener una base en Europa por la cercanía con lo regulatorio europeo era conveniente hacer otra en León. Pero ahora hay que hacer una planta más grande y elegimos la Argentina. Porque ya hay más de 100 personas trabajando en la Argentina, formadas en biotecnología. Esto va a seguir multiplicando la capacidad de producción de anticuerpos.
Biogénesis Bagó
Equipos de excelencia, reconocidos en el mundo
Dentro de los sectores industriales, el rubro farmacéutico (salud humana y animal) se ubica entre los cinco más competitivos con un valor de exportaciones de alrededor de US$ 1.100 millones anuales. Allí, la compañía ocupa el 6° lugar. Se destaca como el mayor exportador de la industria veterinaria y representa 40% de las exportaciones de la misma.
Rodolfo Bellinzoni
En plena expansión y con planes que van generando sus frutos de manera constante, Rodolfo Bellinzoni, director de Operaciones de Biogénsis Bagó, da cuenta de los avances del sector.
–¿Cuál considera que es el impacto de la biotecnología en la economía local?
–Creo que una buena forma de dimensionar el impacto es lo que anunció recientemente la Cámara Argentina de Biotecnología, de la cual Biogénesis Bagó es parte: inversiones por US$ 700 millones para los próximos dos años. Nuestra compañía, específicamente, tiene previsto invertir US$ 30 millones para ampliar la capacidad productiva de vacunas combinadas en la planta de Garín, Provincia de Buenos Aires, y está diseñando una plataforma para productos biológicos.
–¿Cómo considera la compañía que está posicionada la Argentina en el mapa mundial de la biotecnología?
–La Argentina tiene equipos de excelencia que son reconocidos en el mundo. Desde Biogénesis Bagó, relacionándonos con el complejo científico técnico del país, logramos posicionarnos como referentes mundiales en la lucha contra la fiebre aftosa. Somos la única empresa autorizada para comercializar la vacuna en caso de una emergencia sanitaria en Estados Unidos, México y Canadá.
Hoy tres de cada 10 dosis que se aplican en los países de Latinoamérica con vacunación son de Biogénesis Bagó. Además, es la única empresa privada extranjera autorizada por el Gobierno chino para producir vacunas en ese país. Allí pusimos en marcha una planta de producción, la más importante y moderna del mundo, con capacidad de elaborar 400 millones de dosis anuales. También hemos consolidado una relación con Corea del Sur, donde en los últimos dos años exportamos 30 millones de dosis de vacunas antiaftosa.
Por otra parte, cumplimos un rol protagónico en emergencias sanitarias en distintos países transformándonos en un actor principal en el sostenimiento del estatus sanitario de los animales en el mundo. En los últimos años se destacan la emergencia de Taiwán en 1997; en el año 2000 se logró controlar en 12 meses los brotes que se registraron en la Argentina y también asistimos a Uruguay. En 2016, en Corea del Sur nos integramos a los planes oficiales de vacunación con el fin de controlar los brotes de ese país.
–¿Qué nuevas oportunidades de negocios aún no exploradas abre la biotecnología para la Argentina?
–El aumento de la demanda de alimentos a escala mundial abre una gran oportunidad a países como la Argentina tanto para producir las proteínas que se necesitan, como para exportar las biotecnologías que se aplican en el sector agropecuario, y que logramos desarrollar con el mejor estado de las artes.
La biotecnología es una clave estratégica ya que puede abordar las principales problemáticas que plantea el mundo globalizado, como inseguridad alimentaria y energética o cambio climático.
–¿Cómo se integra su compañía con el sistema científico tecnológico del Estado (y estados provinciales) para mejorar sus perspectivas de negocio?
–La compañía desde sus inicios, en los años 30, se relacionó con las principales instituciones técnicas y científicas. Supimos nutrirnos, interpretar y capturar el conocimiento para luego trasladarlo racionalmente a las demandas específicas de la producción de cada país donde estamos presentes. Asimismo, el liderazgo logrado a escala mundial por Biogénesis Bagó para controlar y erradicar la fiebre aftosa va de la mano de la evolución del complejo científico-técnico argentino.
Desde 2001, se trabajó estrechamente con Inta, Conicet, Cevan y Senasa, las principales instituciones científico-técnicas del país involucradas en la lucha contra la enfermedad.
Rizobacter
Entre las primeras 20 mundiales en insumos
Con más de 40 años de presencia en el mercado esta empresa argentina ha podido posicionarse a fuerza de investigación y desarrollo. Está embarcada en el negocio de la biotecnología con grandes posibilidades de desarrollar nuevos productos y servicios a mercados del todo el mundo.
Ricardo Yapur
Rizobacter es una empresa argentina que nació en la ciudad de Pergamino, Provincia de Buenos Aires. Está presente en el mercado desde 1977 y hoy se posiciona como una compañía líder en investigación y desarrollo de productos microbiológicos aplicados al agro. Tiene filiales en Paraguay y Brasil pero su presencia comercial alcanza a más de 20 países en todo el mundo y proyecta un fuerte crecimiento internacional. En los últimos años ha demostrado por qué es uno de los grandes protagonistas de esta actividad y Ricardo Yapur, CEO de la compañía, ofreció detalles de su estrategia.
–¿De qué manera se puedo dimensionar la importancia de la biotecnología en la actividad económica argentina?
–El dato más relevante a tener en cuenta es que Argentina se encuentra en términos tecnológicos con desarrollos muy cercanos a la frontera del conocimiento vigente en materia agrícola y ganadera. Nuestro país fue uno de los primeros en adoptar la tecnología en el agro a través de los cultivos transgénicos.
La introducción de la soja transgénica, resistente al glifosato, permitió a los agricultores nacionales un ahorro en los costos de producción de US$ 2.500 millones. Tres décadas más tarde, según un informe del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva nacional, en 2014 Argentina contaba con una base integrada por más de 200 empresas productoras locales de biotecnológicos. En su conjunto facturan poco más de $17.000 millones (equivalentes a unos US$ 2.100 millones), exportan unos US$ 400 millones se invierten en I+D más de $1.600 millones anuales, a la vez que emplean alrededor de 1.000 investigadores.
–¿Cómo ve Rizobacter a la Argentina en el mapa mundial de la biotecnología?
–El país tiene un liderazgo en biotecnología por su sólida trayectoria científica y técnica, y la calidad de sus profesionales. Nuestro país ocupa el puesto 16 dentro del ranking de países con más cantidad de empresas biotecnológicas, por encima de países como Noruega, Finalandia, Brasil y Dinamarca. Aunque la brecha respecto de EE.UU., líder indiscutido, aún es muy alta. Creo que necesitamos aumentar la inversión, tanto para sostener el nivel de investigaciones de base como para concretar los desarrollos de las biotecnologías.
Nuestra empresa está posicionada entre las primeras 20 compañías desarrolladora de insumos biológicos del mundo y es la primera en la Argentina. Tenemos la planta de producción de inoculantes más moderna del mundo y las tecnologías más avanzadas, fruto de nuestra constante inversión en investigación y desarrollo, donde volcamos 30% de nuestras ganancias. Solo en los últimos dos años registramos cerca de 40 nuevos registros para mercados internacionales.
–¿Qué nuevas oportunidades de negocios aun no exploradas abre la biotecnología para la Argentina?
–Si lo analizamos desde la industria de los insumos biológicos, podría asegurar que hay enormes posibilidades. El mercado de bioestimulantes, biopesticidas y biofertilizantes tiene proyectado alcanzar US$ 11.300 millones para 2022 con una escala de crecimiento del 14% anual. Desde Rizobacter estamos llevando adelante un plan de crecimiento en países europeos (zona central y del este) y en India, donde hay muchas limitaciones en el uso de moléculas químicas.
El objetivo es profundizar una apertura en el mercado de la microbiología, donde se está registrando un crecimiento de 14% anual alrededor del mundo. Desde la oficina comercial que este año abrimos en Francia, estamos ampliando la llegada de nuestra línea de inoculantes, promotores de crecimiento y curasemillas de origen biológico.
–¿Cómo es el mapa de alianzas con el sistema científico tecnológico del Estado?
–Consideramos que la vinculación entre el sistema científico técnico argentino y la compañía es fundamental para el desarrollo de productos innovadores, que agreguen valor y nos hagan ganar competitividad en los mercados internacionales. Rizobacter actualmente mantiene alianzas estratégicas con el Conicet, el Inta, universidades públicas y forma parte de Biospas, un proyecto interdisciplinario denominado “Biología del Suelo y Producción Agropecuaria Sustentable”, financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Argentina.
Uno de nuestros últimos lanzamientos fue un curasemilla biológico para trigo y para soja, primero del mercado, que desarrollamos junto al Inta Castelar y que es muy bien recibido en el mercado local y en otros países.
Porta Hermanos
Una revolución en la economía
Una de las empresas cordobesas más dinámicas, enfocada tradicionalmente en la destilería, apostó a la biotecnología para desarrollar productos innovadores. Así se transformó en el primer caso de desarrollo de molecular farming en la Argentina.
Cuenta la historia que en 1882 integrantes de la familia Porta llegaron a la Argentina desde la Lombardía italiana y fundan en Córdoba una fábrica de licores, aprovechando su experiencia en el arte licorista. Con el tiempo sumaron actividades y así lograron producción y elaboración de alcoholes de alta calidad, elaboración de vinagres y acetos balsámicos, diseño y construcción de plantas de etanol, provisión de soluciones de ingeniería a otras empresas y más recientemente desarrollaron innovaciones tecnológicas que permiten agregar valor a la producción primaria de nuestra tierra.
Así, una de las empresas familiares más antiguas de la provincia de Córdoba mantiene su foco en la elaboración de alcohol en base al maíz, aunque cada vez con más subproductos de ese cereal en su portfolio, en base a la innovación tecnológica. Pero además rediseñó su estrategia comercial con la que trabaja en más de 120 productos y potencia sus unidades de negocios de servicios industriales.
Una de las grandes novedades para la compañía llegó en diciembre pasado. En ese momento el Gobierno autorizó la comercialización de una semilla de cártamo que produce quimosina, un producto indispensable para la elaboración de toda clase de quesos. De esta manera se liberó el camino para sembrar esta variedad y comercializar tanto la semilla como sus productos derivados. El desarrollo obtenido a través de biotecnología por el laboratorio INDEAR (Instituto de Agrobiotecnología de Rosario), vinculado con la empresa Bioceres, incluye un convenio con Porta Hermanos para construir una planta industrial, que ya está operativa en la provincia de Córdoba para iniciar la producción a escala.
Es considerado el primer caso concreto de molecular farming en el país, es decir la capacidad
de desarrollar insumos y productos industriales a partir de plantas transformadas por medio de la biotecnología. La quimosina es un complejo enzimático que tiene la función de coagular la leche, primera fase del proceso de elaboración del queso. José Porta, presidente de la compañía, definió cual es el rol que tienen la biotecnología en nuevo entramado de su compañía.
–¿Cuál es la visión que tiene la compañía que permitió incorporar procesos de biotecnología en su abanico de productos?
–En Porta Hermanos entendemos que la biotecnología sumada a otros desarrollos tecnológicos van a generar un cambio que prácticamente significan una revolución. Es una revolución en la economía, en los paradigmas de la economía global y obviamente tiene impacto en la Argentina. Y que si lo sabemos aprovechar puede ser muy favorable. Asimismo, nuestro país siempre se ha caracterizado por tener un excelente nivel de investigadores y además un muy buen nivel de empresarios emprendedores. Si logramos mejorar nuestro trabajo en conjunto, podemos ser punta en algunos de los sectores de la biotecnología a escala global.
–¿Cuál considera que es la clave de la biotecnología en la variedad de productos que ofrece la Argentina?
–Vemos una enorme oportunidad en el sector agropecuario. Pero sabemos que hay muchas otras oportunidades en medicina, medicamentos, alimentación, minería, etc. Algunas escapan nuestro conocimiento, pero estamos en la cámara de biotecnología y sabemos que hay muchos lugares para explorar en el mundo de biotecnología y que hay otras empresas que se están ocupando.
En la actualidad la compañía tiene cuatro unidades de negocios: consumo masivo (elaboración de vinagres, acetos balsámicos y salsas), venta de alcohol a granel (producción para diferentes industrias), minidestestilerías y tecnología (para dar soluciones de ingeniería a otras empresas). Esta última permitió involucrarse en los negocios que ofrece la biotecnología. Esta unidad de negocios es la que comenzó este año a extraer la enzima vegetal que vende a la industria láctea local y que ya exporta a Italia y próximamente lo hará a Chile y Brasil. Porta industrializa el proceso y lo comercializa.
–¿Cuál considera que puede ser el impacto de la reglamentación de la Ley de Biotecnología?
–Es fundamental, porque el Estado tiene que facilitar y promover esta oportunidad que se abre para el mundo de la biotecnología. Sin un Estado que apoye y facilite esto va a ser difícil. En este sentido también tenemos por delante el desafío de integrar el sistema científico público privado argentino con las empresas locales.
Bioceres
Alimentos nutracéuticos son una oportunidad para el país
Con solo 17 años de vida, la compañía con sede en Rosario, en Santa Fe, es una de las líderes en el sector de biotecnología. Su visión permite entender el gen emprendedor local pero a la vez la generación de oportunidades que genera la biotecnología para la Argentina.
Federico Trucco
En 2017, Bioceres facturó US$ 130 millones, un crecimiento de casi 300% con respecto al año anterior. Si se tiene en cuenta que en 2015, sus ingresos fueron de US$ 10 millones y los años anteriores solo daba quebrantos, se puede dimensionar la oportunidad de negocios que tiene esta compañía con sede en la ciudad de Rosario, Santa Fe.
Desde su concepción en 2001 siempre se fondeó con rondas de ampliación de capital entre amigos y familiares. Hoy, la compañía se muestra como un proveedor totalmente integrado de soluciones en productividad de cultivos, incluyendo semillas, germoplasma, traits y tratamientos de semillas. A diferencia de otras industrias que se especializan en una tecnología, química, producto o etapa del desarrollo de los cultivos, Bioceres ha desarrollado una plataforma multi–disciplinaria y multi–producto capaz de proporcionar soluciones durante todo el ciclo de cultivo, desde la siembra hasta el transporte y almacenamiento. En diálogo con Mercado, Federico Trucco, CEO de Bioceres, explicó la dimensión que tienen la biotecnología para la Argentina y las oportunidades que puede generar en el corto y largo plazo.
–¿Cuál considera que es el impacto de la biotecnología en la economía local?
–No tengo dudas que la biotecnología es el punto de punto de anclaje de las ciencias de vida, como fue la electrónica para el siglo XX, Estamos dando los primeros pasos de lo que será la próxima gran revolución y que tiene como eje central a la biotecnología. En ese escenario, la Argentina tiene grandes oportunidades por el gran desarrollo de las ciencias biológicas con relación al resto de los países de América latina.
De alguna manera en esta revolución que está comenzando, tenemos un punto de partida muy importante. En la práctica la biotecnología genera un impacto positivo en el sector agropecuario con la provisión de semillas para la producción de soja. Pero si vemos un poco más allá en el mundo, la industria de la salud está desarrollando un sinnúmero de productos biológicos y terapias que guardan relación con soluciones biotecnológicas.
–¿Qué nuevas oportunidades de negocios aun no exploradas abre la biotecnología para la Argentina?
–La biotecnología puede ayudar a desarrollar las industrias verticales que tienen mayor capacidad de impacto en el PBI del país. Desde la industria alimenticia, los biomateriales, hasta la salud en su lucha contra el cáncer o la búsqueda de la longevidad, la biotecnología tiene una gran capacidad de generar alto valor agregado. En particular nosotros vemos un gran potencial en los que se denominan alimentos saludables o nutracéuticos que combinan la industria farmacéutica con la alimenticia. En este sentido una de las particularidades que tiene la biotecnología es que genera un ecosistema de negocios que rodea a cada uno de los desarrollos y que no siempre utiliza los mismos proveedores. Esto quiere decir que muchas Pymes argentinas pueden desarrollarse como proveedores a partir de la biotecnología, no como especialistas en la disciplina necesariamente sino como proveedor de un insumo que para la industria es fundamental.
–Si se mira el perfil de su empresa desde el punto de vista de utilización de los recursos humanos se puede decir que está mucho más cerca de una Pyme que de un conglomerado industrial.
–Nuestro perfil como compañía ayuda a generar emprendimientos que rodean nuestra actividad principal. Creo que es un momento del mundo en que no hay que conformar conglomerados industriales sino pequeñas empresas que acompañan el entramado de negocios y disciplinas muy dinámicas. En ese sentido estamos más alejados de la visión clásica de la economía. Por ejemplo, desde la biotecnología nos pensamos como una empresa que ofrece soluciones de diseño. Los biomateriales es otra área que estamos visualizando con mucho potencial. Desde el reemplazo del asfalto y el cemento por producto de origen biológico hasta todo el desarrollo que implica el packaging para producto de consumo masivo también elaborado con base en la biotecnología.
–¿Cómo impactó la reglamentación de la ley de biotecnología en el sector?
–Fue muy bienvenida. Pero nosotros creemos que más que una ley que favorezca cuestiones de competitividad, necesitamos interlocutores en los poderes ejecutivos que comprendan y conozcan a fondo el potencial de esta industria y que ofrezcan mayor certeza a los procesos regulatorios. De esta manera en varias ocasiones no tuvimos intérpretes para plantear nuestras innovaciones y se pierden oportunidades de negocios para el país.