Por Mariano Lamothe*
Mariano Lamothe
En un contexto de lenta recuperación de las economías avanzadas desde la crisis internacional de 2009, con estancamiento de los ingresos reales de la clase media, el año pasado se dio una serie de eventos inesperados con un impacto considerable en la economía global.
La decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea, el triunfo de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos, el rechazo a la reforma constitucional en Italia y la consecuente renuncia del Primer Ministro Matteo Renzi son tan solo algunos ejemplos.
En el plano local, el nuevo Gobierno en Argentina implementó una serie de correcciones macroeconómicas iniciales (eliminación de las restricciones cambiarias, y consecuente depreciación cambiaria, aumento de tarifas de servicios públicos y reducción de restricciones al comercio, entre otras) que impactaron en la actividad económica, alimentando una recesión que se dilató más de lo esperado.
En gran medida, la caída de la actividad estuvo arrastrada por el traspaso de la depreciación cambiaria a precios, provocando un pico inflacionario que dañó los ingresos reales. La contracara directa de este fenómeno fue una contracción del consumo privado. A su vez, la inversión mostró un bajo desempeño (con una caída de 5,5%) y las exportaciones (creciendo a 3,7% en volumen) no otorgaron el impulso esperado a pesar de la depreciación del peso. Algo que también dificultó la salida de la recesión fue la crisis brasileña, país cuya menor demanda impactó fuertemente en la producción industrial local.
En dicho contexto local e internacional, las empresas argentinas debieron enfrentar un año 2016 muy complejo, y con cambios macroeconómicos que terminaron afectando su desempeño. Tal es así, que al analizar el ranking de las 1.000 empresas de mayor facturación local, se contabiliza una caída de las ventas reales (ajustadas por inflación) de aproximadamente 4,2% con respecto a 2015. Esto se da porque mientras las ventas totales en pesos crecieron 33,0% totalizando $4.851 mil millones de pesos (lo que equivale a 60% del PBI corriente en 2016), la inflación promedio anual (estimada por ABECEB) lo hizo 38,8%, no logrando superar el sector empresario en conjunto la dinámica inflacionaria que afronta el país en los últimos años. Si se lo observa en dólares, las cifras son aún más negativas por efecto de una depreciación nominal promedio del peso de 59,4% con respecto a 2015. Lo que provocó que a pesar del aumento de 33% en las ventas nominales, la facturación en dólares de las primeras 1.000 empresas pasara de los US$ 393.685 millones en 2015 a US$ 328.297 millones en 2016 reflejando una caída de 16,6% i.a.
Con estos resultados del año pasado, se acumulan así tres años consecutivos de caída en la facturación real de este ranking que reúne anualmente a las 1.000 empresas de mayores ventas. Observándose un escenario de similar disminución si se toma la facturación en dólares, más allá de que en 2015, con el efecto de la apreciación cambiaria y el crecimiento del PBI real de 2,6%, se observa una recuperación de la facturación en dólares de 8,4% interanual. Así, el principal núcleo de empresas argentinas experimenta desde el año 2012 un escenario de alta volatilidad en el crecimiento y un virtual estancamiento en el crecimiento de la facturación, que no logra superar el récord de facturación en dólares de 2013 con US$ 431.986 millones.
De todas maneras, cabe destacar que detrás de estos resultados agregados, se esconden dinámicas muy diferentes en el plano sectorial, con una incipiente evidencia de los nuevos ganadores y perdedores que esconde el nuevo modelo macro que viene implementando el Gobierno desde diciembre 2015. Las principales medidas adoptadas como la liberalización del giro de dividendos al exterior, el sinceramiento de los costos de la energía, la eliminación de retenciones a la exportación de granos, productos industriales y mineros, entre otras, dan cuenta de que el Gobierno está buscando mejorar la productividad y la competitividad de la economía. En ese sentido, el Gobierno ha lanzado en 2016 el Plan Productivo Nacional con políticas transversales y sectoriales destinadas a aumentar la productividad de la economía de forma sostenida, en un contexto donde ya no es viable un crecimiento empujado por un alto gasto público que alimenta la demanda agregada, y un proteccionismo comercial desmedido que no se conjugó con políticas de impulso rápido a la eficiencia y la productividad.
En este contexto, si se analiza la facturación agrupada por grandes rubros, se capta en primer lugar que existen algunos sectores (beneficiados por cambios regulatorios) que lograron incrementar su facturación en pesos de forma considerable, mientras otros (más asociados al mercado interno o dependientes de las exportaciones a Brasil) quedaron muy por debajo del promedio anual de inflación en 2016 que fue de 39%. En particular, en línea con las medidas de Gobierno adoptadas, los grandes rubros ganadores productores de bienes en 2016 en términos de facturación son el sector agropecuario, el de electricidad, gas y agua, y el de pesca, los cuales aumentaron su facturación 78,1%, 47,8%, y 107,8%, respectivamente. Dentro de estos, los sectores eléctrico, agrícola y ganadero son los que presentan las mayores oportunidades de crecimiento en el corto plazo. De todas maneras, cabe destacar que los mismos en conjunto guardan una incidencia de solo 4,7% sobre el monto de facturación total de las 1.000 empresas del ranking, con lo cual el buen desempeño no ha logrado compensar la caída sufrida por la industria manufacturera, el sector de mayor facturación con una participación de 36,3%. Otro de los rubros ganadores en 2016 ha sido el sector vinculado al comercio que, con una participación sobre el total de ventas de 13,4%, ha tenido un crecimiento de 40,8% impulsado principalmente por los grandes exportadores de granos.
En el otro extremo, los grandes rubros perdedores en términos de facturación total comparada a inflación han sido la construcción, la explotación de minas y canteras y la industria manufacturera, los cuales tradicionalmente en conjunto explican más de 50% de la facturación del ranking. En lo que respecta a la construcción, el importante freno a la obra pública durante 2016 por la revisión de viejos contratos y mayor control del gasto público explicó mayoritariamente la caída del ISAC de 12,7% en 2016, reflejándose en esa línea una caída abrupta de la facturación real de las empresas constructoras que forman parte del ranking. En relación al grupo de minas y canteras, que también comprende la extracción de petróleo crudo y gas, y los servicios empresariales asociados al sector, el crecimiento en la facturación por debajo de la inflación está asociado fundamentalmente a la caída en la actividad petrolera durante 2016. Esto se debió a la menor exploración que ocasionó importantes disminuciones de facturación en compañías de servicios petroleros. Por último, una mención aparte merece la caída real en la facturación de la industria manufacturera, bastante golpeada por la retracción del consumo doméstico en un contexto de caída de la masa salarial real y por la profunda recesión de Brasil, principal socio comercial de nuestro país.
Por último, como balance del desempeño de la economía en 2016, puede advertirse que el Gobierno ha adoptado las medidas dolorosas pero necesarias para encaminar la economía a un proceso de normalización. Sin embargo, corregir los desequilibrios macro e impulsar a su vez un cambio estructural que permita un salto de productividad y competitividad no es una tarea sencilla. En primer lugar, porque el Gobierno debe lidiar con importantes dicotomías entre las metas fiscales y monetarias que se obligó a cumplir, a la vez que tiene el objetivo de sostener la actividad. En segundo lugar, porque todo cambio estructural que implica modificaciones en las reglas de juego, conlleva administrar fuertes tensiones entre ganadores y perdedores.
Sin embargo, hay factores auspiciosos que permiten anticipar una mejora de la actividad en 2017. En primer lugar, la economía terminó el año con una tasa de inflación mensual en torno a 1,4%, aún alta en términos anualizados pero muy por debajo del promedio del año y ajustada a la meta informal del BCRA de 1,5% mensual.
En segundo lugar, el acuerdo con los holdouts permitió al país retornar a los mercados de capitales, facilitando la emisión de deuda a menores tasas de interés. Incluso en un escenario post–Trump (de mayor incertidumbre y con tasas de la FED más altas), el acceso a los mercados internacionales este año permitirá limitar el financiamiento monetario del déficit, reducir el costo de financiamiento y desarrollar los mercados financieros.
En tercer lugar, el blanqueo de capitales logró superar todas las expectativas, con US$ 116.800 millones declarados. Esto permitirá al Gobierno comenzar un año electoral con liquidez suficiente para concretar las políticas pro–consumo anunciadas en 2016, como los pagos por la Reparación Histórica a Jubilados y la devolución de 15% del IVA por compras con tarjeta de débito por parte de beneficiarios de AUH, pensionados y jubilados.
Finalmente, el mundo en 2017 viene acompañado de algunas buenas noticias para la Argentina. Principalmente, luego del peor año para la actividad global desde la crisis internacional de 2009, hay claras señales de recuperación, aunque acompañadas de elevados riesgos políticos en EE.UU. y Europa.
Estos factores, sumados a la determinación del Gobierno de impulsar la inversión en obra pública, apuntan a una economía que llegará a las elecciones legislativas de 2017 en un contexto relativamente favorable, con un crecimiento interanual de 2,8% PBI y una inflación mensual promedio cercana a 1,7%, aunque desacelerándose notablemente a partir del segundo semestre. Así, un buen resultado electoral permitiría al Gobierno consolidar la gobernabilidad y profundizar su agenda de reformas estructurales, con el objetivo de reducir cargas tributarias, mejorar el clima de inversión y fortalecer la competitividad.
*Director de Mercados de Energía, Minería e Infraestructura de ABECEB.