Por Carina Martínez
El desarrollo sostenible incluye temas ambientales y sociales que atraviesan fronteras y, por tanto, requieren de un trabajo conjunto; del mundo en su totalidad.
La historia de debates e idas y vueltas tuvo, en 2015, resultados promisorios. En ese año, la comunidad internacional festejó dos hitos claves. Por un lado, la recomendación de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con 169 metas –que reemplazó a los ocho objetivos y 21 metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)–, y el consenso sobre una Agenda 2030 que guiaría, por los siguientes 15 años, los destinos de los 193 países miembros de la ONU que se comprometieron formalmente a llevarla adelante.
La importancia de los ODS no solo radica en su amplio alcance –crecimiento económico, inclusión social y protección del medio ambiente–, sino en que, a diferencia de los ODM, no fue el resultado de la investigación de un puñado de expertos, reunidos a puertas cerradas. Fue, en cambio, la culminación positiva de una ardua negociación, tanto entre los Gobiernos como entre las distintas partes interesadas de la sociedad. Este proceso consensuado es, quizás, la base de lo que derivó en un compromiso mayor, que caló hondo por lo menos en una parte importante de los actores que conforman el entramado social.
El otro hito fundamental de 2015 lo constituye la firma del Acuerdo de París sobre cambio climático. En este caso, fueron 195 de los 197 países partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se sumaron al tratado ambiental aprobado el 12 de diciembre de 2015 en la capital francesa –solo Nicaragua y Siria se negaron a ser parte del acuerdo–.
El texto logró ser aprobado tras años de trabajo y dos semanas de negociaciones dentro de la Cumbre de Cambio Climático COP21, y establece que tanto las naciones desarrolladas como los países en vías de desarrollo se comprometen a llevar adelante una economía baja en carbono. Esta tarea conjunta contempla, además, alianzas y ayuda financiera a los países menos desarrollados, para garantizar el logro de los objetivos comunes.
Pero este trabajo empático y mancomunado no mostró, en el corto plazo, resultados promisorios. A pesar de los acuerdos, en 2016 se llegó a un nuevo récord en emisiones de dióxido de carbono, gas responsable del denominado “efecto invernadero”, peligroso protagonista del calentamiento global que amenaza la perpetuidad del planeta.
Como si fuera poco, en junio de 2017, Donald Trump, presidente del principal país del mundo, retiró su apoyo al acuerdo de París y planteó un nuevo interrogante sobre la viabilidad del desarrollo sostenible, globalización mediante. ¿En qué medida es posible lograr resultados positivos en la apuesta por minimizar el impacto sobre el medio ambiente si el segundo emisor mundial de gases y responsable de 15% de las emisiones totales –China es el primero, con 30%– retira su compromiso?
Este panorama poco alentador enmarca además el escaso crecimiento que los países en vías de desarrollo mostraron en 2016 y lo que va de 2017, lo cual limita la posibilidad del cumplimiento de las metas propuestas por la Agenda 2030, según advirtió recientemente Diana Alarcón, economista principal del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU.
Sin embargo, y a pesar de los escollos que indudablemente aparecen en el camino, en el mundo empresarial la gestión sustentable parece estar en un punto de no retorno. No solo porque la presión social y las consecuentes exigencias de los Gobiernos así lo determinan, sino porque ya ha quedado debidamente demostrado que la sustentabilidad no es necesariamente incompatible con los negocios. Sino todo lo contrario.
Aunque aún queda mucho, mucho trabajo por hacer, en la Argentina, el proceso está liderado por las compañías más grandes, que se rigen por estándares internacionales y cuentan con más y mejores recursos para surcar las turbulentas aguas de la coyuntura y fijar el timón hacia el largo plazo.
¿Lo central? Que la sustentabilidad no sea considerada, solo, como un departamento más de la compañía, ya que para que sea realmente efectiva, deberá permear la estructura. La cultura sustentable corporativa, arraigada, podrá traducirse así en un nuevo modelo de negocios.
Gestión sustentable en la Argentina
Para hacer un seguimiento de este tema relevante, Mercado, pionero en investigación periodística sobre RSE y sustentabilidad, comenzó en 2016 un nuevo estudio, que tiene como objetivos indagar la percepción de los ejecutivos respecto de las ventajas y barreras que presenta una gestión sustentable; cuál es el arraigo de la sustentabilidad en la cultura empresarial, y cuáles las políticas implementadas al respecto. A esto, se suma la identificación de aquellas compañías percibidas como las más sustentables; las que se destacan sobre las demás y que transitan a paso firme los senderos de la sustentabilidad.
En esta nueva entrega, encomendada a Oh! Panel, bajo la dirección de Gonzalo Peña, los resultados siguen claramente la tendencia de la edición anterior, con una creciente disposición a valorizar el aporte a la competitividad que implica una gestión sustentable, y una preocupación acentuada respecto de la dificultad de concientizar al respecto.
Ventajas y escollos
Aunque no siempre es fácil de implementar, mucho se ha escrito en los últimos años sobre los beneficios que acarrea llevar adelante un negocio de manera sustentable. La disminución de costos –ahorro de costo energético, ahorro y reutilización de recursos–, la mejora en la imagen de marca y reputación empresarial, y la apertura a nuevos negocios con futuro promisorio son algunos de los más mencionados por los estudiosos del tema.
Esta idea se ve reflejada también en los ejecutivos consultados en el marco de esta segunda entrega del estudio sobre sustentabilidad corporativa. Así, de los 301 respondentes cuatro de cada 10 elige el aporte a la competitividad como la principal ventaja percibida de una gestión sustentable (+6% respecto de 2016).
La segunda ventaja es que incrementa la reputación de la compañía (28%, contra 24% de 2016). Las siguientes opciones, en cambio, están más atomizadas e incluyen que implica un mayor cuidado del medio ambiente, con 17% (–4% respecto de 2016); que aporta un mayor compromiso con la comunidad (13%) y que mejora la gestión de la compañía (12%).
En cuanto a los obstáculos, este año se refuerza la percepción de que la puesta en práctica de una gestión sustentable no se relaciona con cuestiones económicas. Algo menos de la mitad de los encuestados (41%; +7% respecto de 2016) identifica como principal escollo la dificultad de concientizar al personal de la compañía (41%; +7% respecto de 2016) y, muy vinculado a esto, la falta de información y conocimiento (25%). Los aspectos económico–financieros, como los costos asociados a una gestión sustentable (15%), la actual situación económica del país (16%) y la falta de presupuesto de la compañía (9%) tienen menos peso.
Objetivos cuantificables
Un aspecto central de la gestión sustentable tiene que ver con el establecer metas u objetivos de mejora a cumplir, y realizar luego un seguimiento que permita verificar si se está yendo por el buen camino, para implementar los cambios necesarios. Esto requiere, por supuesto, de métodos y herramientas de medición adecuados.
Las mediciones más comunes y generalizadas en las empresas incluyen el ahorro de recursos, reciclado y emisiones. Consultados sobre si la empresa en que trabajan dispone de objetivos establecidos y cuantificables, 82% de los entrevistados respondió afirmativamente en cuanto a ahorro de recursos (agua, papel, etc.); 74% lo hizo en cuanto a reciclado y re-aprovechamiento de materiales; 72% en cuanto a ahorro energético; 74% en cuanto a manejo de residuos y solo 55% en cuanto a emisiones.
Los mayores saltos respecto de la medición anterior se vieron en ahorro de recursos, con +7% de respuestas afirmativas, y manejo de residuos, con +10%. El resto mostró porcentajes similares a los de 2016.
Cultura corporativa sustentable
Los consultados de este año, que formaron parte del estudio sobre gestión sustentable, son un poco más pesimistas que los de la medición anterior respecto de la existencia de una cultura corporativa sustentable en las empresas.
Si bien en 2016 podíamos decir que más de la mitad (55%) había elegido las opciones “mucho” (6%) o “algo” (49%) como respuesta a “En nuestro país, ¿cuán arraigada se encuentra la cultura corporativa sustentable en las compañías?”, en 2017 los participantes se dividen exactamente mitad y mitad. Solo 2% elige, esta vez, la opción “mucho” y un alto 48% elige “algo”.
Contrariamente, un importante 46% (+8% que el año anterior) responde que la cultura sustentable está “poco” arraigada en su empresa y 7% asegura que su arraigo es nulo.
Las más sustentables
Una parte importante del estudio tiene que ver con indagar, entre los ejecutivos, cuáles son las empresas percibidas como las más sustentables. Para relevarlo, cada uno de los 301 ejecutivos consultados identificó, de una lista de casi 60 empresas, cuáles cinco consideraba como las más sustentables. Cabe aclarar que además de las compañías listadas, la plataforma de la encuesta permite agregar alguna empresa no mencionada, en caso de ser necesario.
Los datos de 2017 no sorprenden y siguen, con algunos enroques, mostrando en general a las mismas compañías.
Tanto es así, que entre las primeras cinco, cuatro se repiten –aunque en lugares diferentes–, mientras siete se repiten entre las primeras 10.
El ranking de este año quedó conformado por Arcor a la cabeza, con 42% de menciones (fue la segunda en 2016 y en esta medición suma +6 puntos), seguida de Natura, la primera de 2016, con 34%. El podio lo cierra Toyota –quinta en 2016–, con 25%.
A partir de la cuarta posición, los porcentajes de menciones bajan considerablemente, y las distancias entre una compañía y la siguiente son poco relevantes.
En el cuarto lugar figura esta vez Unilever, con 19%, que baja una posición, y en el quinto Banco Galicia, con idénticos 18% respecto de 2016, y un escalón más arriba.
Las cinco siguientes son, este año, Nestlé, Coca-Cola (ambas con 17%), Mercado Libre, Sancor Seguros (ambas con 13%) y Tarjeta Naranja, con 10%.
Ficha metodológica
El estudio fue llevado adelante por la consultora Oh! Panel, bajo la dirección de Gonzalo Peña.
Se trata de una encuesta por muestreo, a un target ejecutivo, usuario de internet; se consiguieron 301 casos efectivos. 66% hombres.
El sondeo fue realizado online, utilizando la plataforma Oh! El instrumento de recolección fue un cuestionario estructurado con preguntas abiertas, cerradas y escalas de opinión de cinco minutos de extensión (media).
Se realizó entre el 6 de julio y 14 de julio de 2017.