Recuperar el aliento

    El PBI a precios constantes1 logró promediar un alza anual de solo 1,4% en 2015, recuperando algo del terreno perdido en 2014 (–1,3% anual) y ubicándose casi 1% por encima del promedio del año 2011.
    Recordemos que en 2012 la economía local había promediado una baja de –0,3% y en 2013 había crecido sólo 1,2%. De allí, justamente, que el crecimiento acumulado en los últimos cuatro años sea tan poco significativo.
    Lo que necesariamente implica, dada una población local en crecimiento, que el PBI per cápita o ingreso medio retrocedió durante ese período. Ergo, nos empobrecimos.
    Cuantificando: el producto per cápita medido en pesos contantes de 1993 acumuló un retroceso de 3,4% entre 2011 y 2015. En tanto, si lo medimos en dólares contantes de 1993 el retroceso acumulado durante el período en cuestión se aproxima a 6,3%.
    Las diferencias entre los niveles de producto de 2015 y 2011 pueden ser poco significativas. Sin embargo, no ocurre lo mismo con su composición.

    1) En comparación con 2011, el nivel de actividad del año pasado tuvo mucho más consumo púbico y menos de todo el resto.
    El nivel promedio alcanzado por el consumo público en 2015 superó en 17% al registro de 2011. En tanto, en el período 2011-2015 la demanda interna (Consumo Privado + Consumo Público + Inversión) acumuló un incremento de apenas 0,2% y la global (Demanda interna + Exportaciones) hizo lo propio en un –1,1%.
    Consecuentemente, el consumo público pasó de representar 11,7% de la demanda interna a precios de 1993 en 2011, a cerca de 14,1% en 2015. En el caso del PBI, la equivalencia pasó de 12,7% en 2011 a 14,7% en 2015.
    Es decir, este fenómeno no sólo se produjo porque el consumo público fuera el componente más dinámico de la demanda interna y global. Si no porque fue el único que creció en términos reales en forma significativa durante esos cuatro años.
    El resto de los componentes promediaron niveles a precios constantes qué si bien implican leves mejoras respecto de 2014, se ubican perceptiblemente por debajo del nivel promedio registrado en 2011.
    Al respecto, el consumo privado alcanzó en 2015 un nivel 0,5% superior a 2014, pero 0,7% inferior al de 2011. La inversión hizo lo propio en +2,8% y –6%, respectivamente. Los guarismos de las exportaciones de bienes y servicios fueron de +0,4% y –12,2%
    De todo esto se desprende que el consumo público fue no ya el principal, sino más bien el único motor que tuvo la demanda interna y la global en los últimos cuatro años.
    En el caso del PBI su impulso se combinó con la fuerte contracción de la oferta externa (importaciones), trabas comerciales y controles de cambios mediante, permitiendo que la oferta local se mantuviera prácticamente constante respecto de 2011 aun cuando, excepción hecha para el consumo público, todo el resto cayó.
    En particular, a precios constantes de 1993, las importaciones de bienes y servicios promediaron durante 2015 un nivel que resultó 1,1% superior a 2014, pero 13,5% inferior al registro 2011.
    A los fines ilustrativos, vale la pena considerar qué si calculamos un PIB neto de consumo público el mismo alcanzó en 2015 un nivel 0,8% superior a 2014 y 2,2% inferior a 2011.

    2) En comparación con 2011 tenemos una economía mucho más cerrada y con menor tasa de inversión. Peor aún, esa menor tasa de inversión tiene mucha más participación de inversión pública en estructuras y construcciones y mucho menos de inversión privada en máquinas y equipos de producción.
    Como ya dijimos, tanto las importaciones, como las exportaciones cayeron en los últimos cuatro años en el contexto de un nivel de producto más o menos constante. Consecuentemente, el coeficiente de apertura de la economía argentina se redujo significativamente.
    En particular, el denominado coeficiente de apertura (exportaciones más importaciones sobre PBI, todos a precios corrientes) pasó de alcanzar un valor de 42,1% en 2011 a uno de 30,6% en 2015, arriba de 11 puntos porcentuales (PP) menos. Ese coeficiente de apertura es el más bajo desde el año 2001. El máximo se alcanzó en 2008 con 45,4%.
    Algo similar ocurrió con la Inversión Interna Bruta Fija (IBIF). La correspondiente tasa o ratio (IBIF/PBI, todos a precios corrientes) pasó de 21,9% en 2011 a 20,2% en 2015, 1,7 PP menos. Esa tasa de IBIF, es, junto con la de 2013, la menor desde el año 2004. A decir verdad, hace ya cuatro años que la tasa de IBIF fluctúa en torno a 20,2%/20,3%. El máximo se alcanzó en 2007 con 24,2%.
    Pero, además, su composición también cambió significativamente. En particular, el componente construcción pasó de representar poco menos de 60% de la IBIF a precios corrientes en 2011, a casi 70% en 2015. Un incremento acumulado de 10 PP. Relegando al equipo durable de producción de poco más de 40%, a apenas 30% de la IBIF total.
    A modo de conclusión. El desafío de la nueva gestión es inmenso, se lo mire por donde se lo mire. En el caso concreto del nivel de actividad real, y sintetizando el inventario, recibe una economía que en términos agregados no creció en los últimos cuatro años y que durante ese período se fue encerrando sobre un mercado interno cuyo dinamismo dependió casi exclusivamente de un nivel de consumo público que es, a todas luces, insostenible.
    Para colmo, de males, tiene la tasa de inversión estancada hace cuatro años en valores relativamente bajos. Aún a pesar de estar muy apalancada por la obra pública.
    Todo eso, frente a un contexto internacional en franco deterioro.
    Justamente, llegados a este punto, vale la pena subrayar, que cuando más cerrada es una economía, más sensible se vuelve su tipo de cambio nominal a los cambios experimentados por los flujos de capitales y a las variaciones de sus términos de intercambio, entre otros factores externos. Ergo, cuanto más cerrada, mayor el riesgo de volatilidad nominal.
    Por eso mismo, el título de esta nota. Pues, básicamente, lo que necesitamos es “oxigenar” la economía local, en general, y al sector privado, en particular, y recuperar el impulso que perdimos. Son los propios pilares de cualquier proceso de crecimiento económico sustentable los que se han deteriorado en forma sistemática en los últimos años y, consecuentemente, los que hay que recuperar urgentemente.
    Lo que implica, en trazos gruesos, salir al encuentro del resto del mundo (reabrir la economía), recuperar el ánimo inversor en activos productivos, despertar al consumo privado de su letargo y, al mismo tiempo, racionalizar el rol del Estado e incrementar el nivel de eficiencia de la inversión pública.

    1- Estimación propia con base en cuentas nacionales base 1993.

    Construcción

    ¿Hacia un nuevo mercado?

    De acuerdo a nuestras estimaciones, el nivel de actividad de este sector experimentó un alza de 5% anual durante 2015, ubicándose poco menos de 4% por encima del que hasta entonces era el último máximo sectorial: 2011. Dejó atrás la recesión y, posterior estancamiento, durante los tres años (2012-2014) que siguieron al inicio del “cepo cambiario” a fines de 2011.

    De esta manera no sólo se convirtió en el sector más dinámico por el lado de los productores de bienes de 2015, sino además en el único que logró superar el nivel de actividad del año 2011, incrementando levemente su peso en el PBI a precios constantes (de 6,2% a 6,4%)
    Las cifras de producción y consumo de los principales materiales, y las públicas y privadas de empleo sectorial, confirman esa evolución positiva. Respecto de las primeras, vale la pena resaltar que durante 2015 los despachos de cemento portland al mercado interno totalizaron unos 12,2 millones de toneladas, incrementándose en poco menos de 7% respecto del total 2014 y superando en poco más de 5% el guarismo alcanzado en el año 2011
    En tanto, las estadísticas oficiales indican que el nivel de empleo formal del sector promedió un alza de 6,8% anual durante el primer semestre de 2015. En tanto, fuentes privadas como el Instituto de Estadísticas y Registro de la Industria de la Construcción (IERIC), indican que la misma variable promedió un ritmo de incremento interanual de 6,3% durante los primeros diez meses de 2015. Si la comparación se realiza respecto de los períodos comparables de 2011, la correspondiente variación acumulada es de 4,4% para las cifras oficiales y de –0,7% para las privadas.
    No puede decirse lo mismo de los datos de escrituras en los dos principales mercados del país (CABA y Provincia de Buenos Aires), uno de los principales indicadores del mercado inmobiliario, ni con la evolución registrada por la superficie que obtuvo permisos en los 188 principales municipios del país.
    Respecto de lo primero, el Colegio de Escribanos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el de la Provincia de Buenos Aires informaron importantes recuperaciones en el número de escrituras de compra y venta durante los primeros once meses de 2015 (+10,7% y +6,5% anual, respectivamente) Sin embargo, en ambos casos los acumulados anuales a noviembre de 2015 se ubicaron bien por debajo de los guarismos comparables del año 2011 (–42,8% y –24,8% anual, respectivamente).
    Respecto de lo segundo, el propio INDEC informó que durante los primeros diez meses de 2015 la superficie “permisada” en los 42 municipios más importantes del país registró un retroceso de 10% respecto del mismo período de 2014. De sostenerse esa tendencia durante el último bimestre de 2015, la superficie “permisada” durante todo 2015 en la mencionada muestra de municipios se ubicaría bien por debajo de los 7,3 millones de metros cuadrados, casi 30% menos que en 2011.
    La muestra ampliada para los 188 municipios más importantes que el propio INDEC elabora con algo más de retraso, aporta más información al respecto. En particular, de ella se infiere que entre 2011 y 2014 la reducción de la superficie “permisada” fue liderada por las nuevas construcciones (–28,4% acumulado), en tanto que la correspondiente a las ampliaciones y refacciones tuvo un desempeño bastante menos adverso (–3,6%). En consecuencia, la participación de las últimas en la superficie autorizada total pasó de 20% en 2011, a 25% en 2014.
    El conjunto de datos primarios analizados parece sugerir que durante los últimos cuatro años el sector de la construcción logró, primero sostener un nivel de actividad algo menor al último máximo histórico, y luego, superar ese máximo, con una mayor participación de la obra pública vial, de infraestructura y de viviendas sociales y un comportamiento más dinámico de las obras de particulares dedicadas a la edificación, ampliación y/o refacción de la propia vivienda.
    En el primer caso potenciado en 2015 por el carácter electoral de ese período (elección presidencial) y en el segundo por los planes PROCREAR y AHORA 12 que supusieron un importante subsidio (tasa de interés reales negativas mediante) a la financiación de buena parte del costo integral de la obra, en el primer caso, o de la compra de materiales en 12 cuotas, en el segundo.
    Al respecto, las propias cifras oficiales indican que el componente residencial y el de obras de infraestructura (excluidas las viales) fueron por lejos los más dinámicos durante los primeros 10 meses de 2015.
    Esa misma explicación ayuda también a entender porque la construcción atravesó mejor los cuatro años posteriores a la imposición del cepo, que su propio canal de comercialización, el sector inmobiliario.

    Reformulación necesaria

    De cara al futuro está claro que el sector tiene que reformular sus soportes y la dinámica que hay detrás de ellos para lograr un sendero de crecimiento sustentable.
    Lo cual, necesariamente depende del esfuerzo sectorial por lograr un modelo de negocio en el caso del sector de la construcción de viviendas, por lejos el más relevante, más orientado, en precio y características del inmueble, a satisfacer las necesidades habitacionales y menos al ofrecimiento de un activo de reserva o alternativa de inversión.
    Pero también de factores que exceden al sector como ser la estabilización macroeconómica y la recuperación del crédito hipotecario. El primero triplemente importante, porque es clave a la hora de incentivar el ahorro, desincentivar su direccionamiento a activos externos y o a los “ladrillos” como reserva de valor, y cómo condición necesaria para el retorno del crédito hipotecario. El segundo, como única forma de permitir que las clases medias puedan acceder en base a su propio esfuerzo al sueño de la vivienda propia.
    En el caso de los sectores de obras viales, de infraestructura y de los planes de vivienda, que en su conjunto están englobados por la obra pública, existe un enorme desafío para incrementar los niveles de eficiencia y asegurar que los mismos beneficien a quien realmente fueron direccionados originalmente. Dado el enorme retraso y, por lo tanto, necesidades insatisfechas o problemas de deterioro y congestión que se profundizaron en esas tres dimensiones (infraestructura, vial y vivienda) durante los últimos 12 años.
    Respecto de los planes de vivienda, y a pesar del fastidio que genera su casi inevitable uso político, es importante subrayar que no hay otra forma de solucionar las necesidades habitacionales de los pobres. Es decir, mientras haya pobres seguirá habiendo planes. Para reducir su importancia, hay que bajar la pobreza de forma sostenible. Aunque, si es cierto que se puede mejorar mucho su diseño e implementación.

    Sector agropecuario

    Un panorama alentador

    Esta actividad, mal que le pese, fue uno de los sostenes del modelo kirchnerista, dada su capacidad directa e indirecta para generar divisas, producto y empleo. Todo esto, aun a pesar de ser uno de los sectores más castigados desde el punto de vista de las medidas, en general, y de la presión impositiva.

    Tanto por Derechos de Exportación (DEX) y registros de exportadores (ROE, que funcionaban como cuotas de exportación), que fueron los más denostados desde el discurso y la retórica.
    Eso sí, no fue de los más dinámicos, en parte, por su propia lógica de sector primario y, en parte, por estar “castigado” por el esquema de política económica. Pues, durante esos 12 años fue forzado a realizar significativas transferencias de recursos al resto de los sectores productivos y a la demanda final, producto de la distorsión de los precios internos que supusieron los ROE y los DEX, reduciendo su rentabilidad y, por lo tanto, su potencial dinamismo.
    De acuerdo a nuestras estimaciones, el sector agropecuario redondeó un alza promedio de 1% anual durante 2015, recuperando parte de la caída de 1,4% registrada durante el año previo y ubicándose 0,7% por debajo del nivel de 2011.
    En tanto, si miramos los dos mandatos de CFK en conjunto, el sector agropecuario acumuló una baja de –2,8%. Por último, si miramos los doce años de “kirchnerismo”, de acuerdo a nuestras estimaciones el sector agropecuario acumula un alza de 28,8%, que implica un promedio anual de 2,1%.
    Con lo cual, queda de manifiesto que la mayor parte de la expansión registrada por el sector agropecuario, a nivel agregado, se produjo durante el primer mandato de Néstor Kirchner. Y que parte de esa expansión fue recuperación desde el piso de 2002.
    Esos primeros cuatro años, si bien están marcados por el alza de los precios internacionales de los commodities, no tienen valores record. Estos últimos recién se alcanzaron en 2011. Con lo cual, desde el punto de vista del dinamismo de su nivel de actividad, el sector agropecuario le sacó más provecho al efecto real de la devaluación de 2002 (cambio favorable y relativamente persistencia de precios y rentabilidades) y la pesificación asimétrica (reducción deudas), que al pico histórico registrado por los precios de sus productos de exportación.
    En parte, ese fenómeno se explica porque cuando se produjo el pico de precios, buena parte del efecto real de la devaluación de 2002 ya había sido erosionado por la inflación y porque a partir de 2007 el nivel de presión fiscal sobre el sector se tornó cada vez más asfixiante, detonando en la crisis de 2008.
    A partir de 2011, en tanto, la cosa se puso cuesta arriba. Porque la presión tributaria record en términos históricos y el sostenido proceso de atraso cambiario se combinaron con el progresivo retroceso de los precios internacionales de los principales productos de exportación, llevando los niveles de rentabilidad e, incluso, sustentabilidad, a niveles críticos durante 2015.

    Dos partes diferentes

    La dinámica del sector durante 2015 puede ser divida en dos partes. Tenemos una primera mitad muy dinámica (+5,1% anual), marcada por los volúmenes record de producción de soja y la buena cosecha de girasol. Situación parcialmente amortiguada por el retroceso del área sembrada con trigo, la reducción del volumen cosechado de sorgo y los menores volúmenes recolectados de vid, y acompañados por el buen desempeño de las actividades pecuarias, incluida la ganadería vacuna.
    En particular, la cosecha 2015 de soja superó los 61 millones de toneladas, alcanzándose un nuevo record histórico. También se incrementaron los volúmenes cosechados de maíz (+4%) y girasol (35,4%). En consecuencia, el subsector agrícola promedió un alza interanual de 7,7% durante el primer semestre.
    En tanto, el subsector pecuario y de actividades de granja promedió un avance interanual de 2,8% durante la primera mitad de 2015, dado el buen desempeño de la ganadería vacuna (+2,1%), la cría de aves de corral (+7,1%), los porcinos (6,4%) y uno más modesto de la lechería (+1,2%)
    En definitiva, el subsector de servicios agrícolas y pecuarios promedió un alza de 7,1% anual durante el primer semestre de 2015.
    Luego, tenemos una segunda mitad del año donde el nivel de actividad agropecuaria cayó a un ritmo de 3,2% anual, como resultado del retroceso en el área sembrada de la mayor parte de los cultivos extensivos (excluida la soja, pero incluidos el maíz y el girasol), como resultado de perspectivas muy magras para los márgenes de rentabilidad al momento de decidir la siembra (combinación de atraso cambiario con contracción precios externos y continuidad DEX y ROE); una fuerte reducción en el volumen cosechado de trigo en el último mes y medio de 2015; estancamiento de las actividades pecuarias y profundización de la crisis de sustentabilidad de buena parte de las economías regionales (frutas de pepita, frutas de carozo, cítricos, miel, etc.)
    Durante el período en cuestión, el nivel de actividad del subsector agrícola promedió un ritmo de contracción interanual de 6,6%, el del subsector pecuario se mantuvo prácticamente estancado y el de los servicios pecuarios y agrícolas cayó más de 5% anual.
    Cerrando 2015 y a partir del cambio de administración nacional definido el 22 de noviembre y concretado el 10 de diciembre, se produjeron importantes cambios en el esquema de política económica, con impacto sectorial más que significativo.
    En primer lugar, se eliminaron los DEX para todos los productos agropecuarios, con excepción de la soja y derivados, para los cuales se fijó un plan de gradual reducción de 5 puntos porcentuales por año.
    Asimismo, entre fines de 2015 y principios de 2016 se eliminaron los Registros de Operaciones de Exportación para los granos, lácteos y carne, simplificándose y abaratándose la operatoria necesaria para poder exportar.
    De esta manera, se permitió que los precios internos converjan con los externos, eliminándose la multiplicidad de transferencias de recursos desde el sector agropecuario al resto de la economía e, incluso, intra-sector agropecuario.
    Por último, pero no por eso menos importante (sino más bien lo contrario), se produjo un importante ajuste del tipo de cambio nominal como resultado de la eliminación del denominado cepo.
    Todas estas medidas, además de demostrar un rotundo cambio en el enfoque de política económica hacia el sector, produjeron una significativa modificación de los precios y rentabilidades relativas de la economía local, favoreciendo a la mayor parte del sector agropecuario.
    En particular, el TCR efectivo de los productos agropecuarios, que había alcanzado niveles que no estaban tan lejos de los mínimos para los últimos 30 años hacia noviembre de 2015, registraron importantes mejoras en diciembre de 2015.
    Los más beneficiados fueron por lejos el trigo, el maíz, el girasol y la carne vacuna. En el caso de la soja, la mejora fue comparativamente menor, dada la persistencia de los DEX.

    Mejora en el segundo semestre

    Llegados a este punto, lo primero a resaltar es que las decisiones de siembra que determinaran los niveles de producción de granos gruesos en 2016 ya estaban tomadas cuando se implementaron las medidas en cuestión. El impacto positivo de esas medidas sobre el nivel de actividad agropecuario comenzará a sentirse en plenitud recién durante el segundo semestre de 2016.
    En el caso de la ganadería ocurre algo similar. Pues, el incremento de la producción ganadera que estas medidas pueden alentar no será inmediato. Básicamente, porque para producir más, hay que incrementar el rodeo, y para lograrlo hay que aumentar la retención de vientres. Si el productor no percibe el cambio producido en la rentabilidad sectorial como un fenómeno persistente, es probable que la producción ganadera se resienta o estanque en el corto plazo.
    Lo segundo, es que lamentablemente el cambio en el signo del ciclo de liquidez mundial está encareciendo el dólar y, consecuentemente, debilitando los precios de los commodities. Con lo cual, es probable que este factor termine erosionando parte de la mejora inicial de los precios y rentabilidades relativas. Sobre todo, en el caso de los granos y las frutas.
    Y tercero, si bien parte de la mejora de los precios relativos es persistente en sí misma, ya que es resultado de la eliminación de distorsiones comerciales, regulatorias y tributarias, hay otra parte, tal vez las más importante, que depende de que ese nivel de persistencia termine teniendo el correlato real (el impacto en el Tipo de Cambio Real) de la devaluación nominal que marcó la salida del cepo. Por eso mismo, la clave está en otras medidas de política económica, pero especialmente en aquellas desinadas a reducir el déficit fiscal y su nivel de financiamiento monetario.
    2015 cerró con cambios de política esperanzadores para la toda la economía, en general, y el sector agropecuario, en particular, cuya suerte de cara a lo que vendrá, depende en buena parte de decisiones que aún no se han tomado o de factores externos. Por tanto, no podemos dejar de subrayar que aún falta pasar “mucha agua por debajo del puente”
    Sin embargo, de lo que no hay dudas, es que cualquier programa que pretenda poner a la economía argentina en la senda del crecimiento sustentable no sólo no debe prescindir del sector agropecuario. Sino que, además, debe otorgarle un papel relevante entre los tractores.

    ¿El momento de la ganadería?

    Por Matías A. Sara (*)

    Para la ganadería, 2015 fue uno de los mejores años climáticos en lo que va del siglo, salvo para aquellos productores que sufrieron inundaciones. Para encontrar un par de años consecutivos tan buenos climáticamente como 2014 y 2015 hay que remontarse hasta 2004 y 2005. El clima es un factor central en el negocio ganadero: buenas lluvias incrementan la producción de pasto, lo cual baja los costos de alimentación y la urgencia por enviar animales a faena. Esto permite a los productores defender sus precios y recomponer sus stocks.
    La perspectiva climática para 2016 es buena para el primer semestre y un poco menos positiva para el segundo. Por esto, se espera que durante 2016 los márgenes de los establecimientos ganaderos se mantengan, como mínimo, en un nivel similar al de los dos últimos años. Este nivel es inferior al del periodo 2010/2011, que fue el máximo del siglo, pero es muy superior al del periodo 2007/2008 que fue el peor desde el año 2000 a la fecha.
    Desde 2010 se destacan los valores de la hacienda de invernada. Esto se relaciona directamente con una menor oferta de terneros, y en especial de terneras. En parte debido a la reducción del stock de madres, ocurrida entre 2008 y 2009, en parte al proceso de recomposición del mismo y, finalmente, a las bajas tasas de destete causadas por las condiciones climáticas adversas locales. Es esperable que durante 2016 estos factores persistan.
    Cada vez que los precios de invernada suben, también baja la oferta de vacas para faena, ya que los productores prefieren mantenerlas como madres. Esto durante 2015 ha ocurrido y posiblemente aumente en 2016. Dado que la carne de vaca se destina al mismo segmento del consumo que los novillos pesados, los precios de éstos han visto tonificadas sus cotizaciones a pesar que sus otros demandantes, los frigoríficos exportadores, han estado ausentes estos últimos años. Es esperable que estos frigoríficos se activen durante el próximo año merced a la quita de impuestos a la exportación, el fin del sistema de permisos de exportación y la mejora en el tipo de cambio. Ambos efectos, el de la retención de hembras y la demanda exportadora, no solo señalan la posibilidad de tener buenos precios, dada la menor oferta de carne: además indican que puede volver a crecer el stock total, estancado desde hace un año.

    Expectativa y certeza

    Las expectativas del año 2015 tenían que ver con la esperanza de un cambio de gobierno. Las de 2016 tienen que ver con la certeza. La flamante conducción del poder ejecutivo nacional ha dado claras muestras de estar dispuesta a honrar la palabra empeñada durante la campaña electoral, aun pagando el costo político asociado a cualquier aumento en el precio de la carne al mostrador. Puede asegurarse que el riesgo implícito en una inversión ganadera de este año es mucho menor a la del año pasado.
    Si bien esto mantendrá un piso alto para el precio de la carne, hay que recordar que el 82% de la producción argentina se consume en el mercado local. El poder de compra de los salarios y el nivel de empleo son, con seguridad, dos factores que actuarán como techo de los precios al mostrador. Los ajustes en los precios de servicios públicos posiblemente también impacten en el poder de compra. Quizás sea aventurado hablar todavía de una reducción de la inflación, pero de darse también presionaría a la baja el consumo, sobre todo el consumo suntuario en cuyo caso esos pesos quizás vayan a bienes durables y no a comer asado con los amigos.
    No solo la ganadería ha mejorado su competitividad exportadora. El sector agrícola lo ha hecho quizás en mayor medida. Es esperable que esto eleve los precios y los márgenes de la agricultura. Dado que cereales, como el maíz y el sorgo, son insumos de la ganadería bovina como de su principal sustituto, la avicultura, es esperable pero no seguro que el aumento de costos de los engordadores sea menor al de los avicultores y permita compensar uno con otro. Si bien los engordadores serán afectados por estos reacomodamientos, los más preocupados deben ser los criadores: En los últimos años muchos de los compradores de terneros eran agricultores que no querían vender barato su maíz y de este modo lo convertían en carne. Este año quizás no estén tan inclinados a hacer esto, ante la perspectiva de encontrarse frente a mercados agrícolas más transparentes.
    La principal novedad para 2016 será la vuelta de la carne argentina a los mercados internacionales. Si bien se parte de una base bajísima, el crecimiento de la demanda exportadora claramente es alentador, aunque en términos de precios sea solo incipiente.
    Los mercados internacionales ya en 2014 y 2015 fueron dominados por procesos de recomposición de stocks, luego de años de liquidación por razones climáticas y precios internacionales altos. Estos procesos se irán atenuando en 2016, dando como resultados mercados mejor abastecidos y precios, si bien altos históricamente, algo menores a los del último par de años que permitirán aumentar los volúmenes transados.

    (*) Técnico agropecuario.

    Industria

    En pos de un patrón sustentable

    Uno de los tantos mitos que alentó el kirchnerismo a la hora de justificar buena parte de las medidas económicas que fue adoptando fue la idea de que se estaba impulsando un proceso de re-industrialización de la economía local. Como toda “mística”, algo de cierto hubo en su origen. Sin embargo, con el correr de los años, no quedó nada.

    La noción reindustrializadora nació de la recuperación industrial que se registró durante la primera parte del gobierno de Néstor Kirchner y el crecimiento de los años subsiguientes. En particular, entre 2002 y 2007 la industria acumuló un alza de 63,5%, promediando un ritmo anual de 10,2% y cerrando un 25% por encima del máximo anterior (1998)
    Ese proceso de recuperación y expansión industrial tuvo sus bases en el tipo de cambio real históricamente alto que había dejado la crisis de 2001–2002 (colchón de competitividad), el buen desempeño de Brasil y la fuerte y sostenida alza de los términos de intercambio (efecto riqueza)
    Pero el impulso industrializador comenzó a tener sus primeras interrupciones en el inicio mismo de la primera presidencia de Cristina Kirchner (recesión fabril entre el IV trimestre de 2008 y el III trimestre de 2009), dando luego paso a una fuerte reversión durante su segundo mandato.
    Justamente, porque, a nivel externo, los términos de intercambio primero se estancaron, y luego comenzaron a retroceder, (efecto pobreza) y Brasil dejó de traccionar, para luego jugar en contra. A escala local, el esquema fiscal y monetario excesivamente expansivo terminó erosionando el colchón cambiario, al punto de generar un proceso de atraso cambiario tan profundo, y un desequilibrio tan grande de la balanza de pagos, que requirió la implementación de un esquema de racionamiento de divisas: el mentado cepo. Que como todo parche, a larga terminó siendo contraproducente para el nivel de actividad económica, en general, e industrial, en particular.
    Nuestras estimaciones indican que el nivel de actividad sectorial promedió un retroceso de 1,2% anual durante 2015. En consecuencia, sumó el cuarto año consecutivo en caída, dejando el promedio 2015 un 7,2% por debajo del correspondiente a 2011.
    Recordemos que en el primer mandato de CFK (2008-2011) la industria había acumulado un alza de 18,3%, promediando una tasa de crecimiento anual de 4,3%. Razón por la cual, si se consideran sus dos mandatos en conjunto, se obtiene una tasa de crecimiento acumulada de solo 9,7% y un ritmo promedio anual de sólo 1,2%.
    De esta manera, en 2015 la industria alcanzó un nivel de participación en el PBI a precios constantes de sólo 15,2%, prácticamente similar al del año 2002 y unos 1,7 puntos porcentuales por debajo del registro de 2011 (16,8%, máximo post crisis de 2001) Ese nivel de participación industrial en el PBI está en línea con los registros más bajos para los últimos 55 años de historia.
    En tanto, si utilizamos el PBI a precios constantes estimado en base a la metodología Cuentas Nacionales de 2004, el nivel de participación de la industria en el PBI del año 2015 sería de 19%, el valor más bajo de toda la serie (no hay empalme más allá de 2004)
    Sintetizando: cualquiera sea la base utilizada para estimar el PBI, lo cierto es que la desaceleración industrial del primer mandato de Cristina Kirchner y la recesión industrial del segundo terminaron dando forma a un importante retroceso, tanto en lo que se refiere al nivel de actividad, como a su participación en el PBI y su rol como factor dinamizador del producto y el empleo.
    Como siempre, hacia el interior del bloque fabril la situación no fue del todo homogénea. Aunque, salvo un caso, ningún sector mostró tasas promedio de crecimiento anual significativas durante el segundo mandato de la Presidenta.

    Los que más sufrieron

    En particular, por un lado, tenemos el grupo de aquellos sectores que más sufrieron el atraso cambiario, las trabas a las importaciones, el mal desempeño de Brasil y otros factores externos particulares (crisis mundial de sobreproducción acero): la industria automotriz, la metalmecánica, la siderúrgica y la de editoriales e imprentas, que representan aproximadamente 40% del bloque industrial y todas las cuales vieron a sus niveles de producción contraerse durante 2015 y acumular importantes retrocesos en los últimos cuatro años.
    Tenemos otro grupo que sopesaron los efectos negativos de los mencionados factores con el impulso transitorio que supusieron, por ejemplo, el cepo, en lo que se refiere a la oportunidad de sustituir importaciones, o el boom de obra pública. En consecuencia, alternaron malas y buenas y cerraron el período 2011–2015 relativamente estancadas: la industria textil, la producción de minerales no metálicos, la producción de papel y cartón, que en conjunto concentran cerca de 10% del PBI industrial.
    Hay otro grupo, que representa cerca de 40% bloque industrial, que también alternaron alzas y bajas, pero que arrojan crecimiento en la comparación versus el año 2011. Aunque, a tasas muy bajas cuando se observa el promedio anual: la industria alimenticia, la química y la del plástico y caucho.
    Mención aparte merece el caso de la industria alimenticia. Pues su nivel de actividad se ubica 1,7% por encima de 2011, pero prácticamente al mismo nivel que el correspondiente a 2008 (–0,2%) Ergo, aun a pesar del espectacular boom experimentado por los precios de los commodities y sus derivados industriales, lo cierto es que el nivel de actividad de este bloque se ha mantenido fluctuando durante los últimos ocho años en torno a prácticamente un mismo nivel.
    Por último, hay dos casos particulares: A) La industria del tabaco, que se contrajo a la par del desaliento al consumo, tanto por el encarecimiento relativo, como por otras medidas restrictivas. B) La refinación de petróleo, que fue favorecida por la fuerte demanda de combustible y lubricantes que supuso la combinación de un parque automotor y de utilitarios record, por un lado, y precios de los combustibles relativamente atrasados durante la mayor parte del período, por el otro.
    En conclusión, la administración Macri no sólo debe, 12 años después, volver a recuperar un golpeado bloque industrial. Algo que podría ocurrir naturalmente al restaurar los equilibrios macroeconómicos básicos.
    El desafío real es aprovechar esa oportunidad para generar un patrón de crecimiento industrial sustentable, que le devuelva al sector fabril su rol de dinamizador del producto y empleo, pero que también, en el mediano–largo plazo, mejore su inserción internacional, reduciendo su dependencia de Brasil y del mercado interno. Lo cual necesariamente implicará impulsar el desarrollo de aquellas ramas y “clusters” industriales que mejor se adaptan a las ventajas comparativas del país, mediante la adopción de políticas sectoriales y microeconómicas activas en ese sentido.
    Los últimos 12 años han sido el mejor contraejemplo en ese sentido, al punto de desaprovechar una oportunidad (contexto externo extremadamente favorable y colchón de competitividad que dejó la crisis de 2001) que será muy difícil volver a encontrar en los próximos años.
    Lamentablemente, le jugará en contra el cambio de signo del ciclo de liquidez mundial, tanto por el lado de los precios de los commodities, como de los costos del capital internacional y los flujos a emergentes. Y, también, la esperable desaceleración regional, en general, y de Brasil, en particular.

    Servicios

    La tracción del gasto público

    De acuerdo a nuestras estimaciones el nivel de actividad agregado del sector no corrió la misma suerte que el correspondiente al sector productor de bienes (–0,1% vs 2014 y –4,4% respecto de 2011), consiguiendo redondear un incremento de 2,2% anual durante el año en curso, lo que implicó un avance acumulado de 4,5% real respecto de 2011.

    En consecuencia, el sector productor de servicios cerró 2015 con un nivel de participación en el PBI de 62%, frente al 60,6% de 2011 (+1,4 puntos porcentuales).
    Por lejos el subsector más dinámico fue el de la administración pública y los servicios de educación y salud, que promedió un alza de 4,3% real anual en 2015, acumulando un avance de 15,3% anual desde 2011. Lo que implicó que incrementara en 2 puntos porcentuales su participación en el PBI total (de 12,6% a 14,6%) y se transformara en su principal sostén durante ese período.
    En tanto, el nivel de actividad asociado a los servicios personales, sociales y profesionales y el servicio doméstico logró redondear un alza de 1,9% real anual en 2015, promediando un nivel 6,1% superior al registrado cuatro años atrás (2011).
    El subsector del transporte, comunicaciones y almacenamiento merece un análisis más pormenorizado. El nivel de agregado actividad agregado del subsector registró un alza de 2,3% real anual en 2015, que dejó su nivel de actividad 14,5% por arriba del registro 2011. Sin embargo, hacia el interior el comportamiento fue muy heterogéneo.
    En particular, por un lado, tenemos el transporte de pasajeros y las telecomunicaciones, cuyos niveles de actividad registraron alzas de 4,2% y 2% anual durante 2015, respectivamente. Lo que deja a los guarimos promedio del año pasado un 11,3% y 39,7% por encima de 2011, respectivamente.
    Por el otro lado, tenemos al transporte de cargas cuya demanda de servicios se vio afectado por el mal desempeño industrial. Situación que sólo fue compensada en forma parcial por el mayor dinamismo de la construcción y la buena cosecha gruesa. Consecuentemente, su nivel de actividad registró un retroceso de 2,2% anual en 2015, quedando el promedio de ese año un 27,2% por debajo del correspondiente a 2011.
    En el caso del sector de servicios de turismo y esparcimiento, el nivel de actividad agregado promedio de 2015 se ubicó un 1,3% por encima del año previo, superando en prácticamente la misma magnitud al registro de 2011.

    Trabas y mal desempeño

    Las actividades de comercio mayorista y minorista, que incluye las actividades de comercio exterior, sufrieron como resultado de:
    a) Una economía local que se fue cerrando, dadas las trabas a las importaciones (Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación) y el propio esquema de control de cambios (cepo), determinó que las cantidades importadas acumularon un retroceso de 13,5% en los últimos cuatro años (desde 2011), aunque se recuperaron poco más de 1% respecto de 2014.
    b) El mal desempeño de las cantidades exportadas (+0,4% anual en 2015 y –12,2% acumulado desde 2011), dado el atraso cambiario y el mal desempeño de Brasil.
    c) El mediocre desempeño de la demanda interna, que si bien se recuperó 1,5% en 2015, se mantuvo prácticamente estancada respecto de 2011.
    En consecuencia, el correspondiente nivel de actividad cayó 0,6% durante el año pasado, acumulando un retroceso de 4,7% respecto de 2011.
    Las actividades de intermediación financiera fueron otros de los subsectores que sufrieron como consecuencia del mal o mediocre desempeño de la mayor parte de sus demandantes, las crecientes restricciones y regulaciones y la fuga de recursos hacia activos externos líquidos. En consecuencia, su nivel de actividad se redujo 1,8% en 2015, acumulado un retroceso de 11,5% durante los últimos cuatro años.
    Por último, las actividades empresariales, inmobiliarias y de alquiler recuperaron durante 2015 (+3,4% anual) buena parte del terreno perdido durante los últimos cuatro años. En consecuencia, el promedio 2015 quedó solo 0,2% por debajo de 2011. Todo esto, aún a pesar del que el sector inmobiliario aún está bastante por debajo de 2011 en lo que se refiere a la compra-venta de inmuebles.
    De lo dicho se desprende que los subsectores más dinámicos fueron aquellos con un alto componente de gasto público y/o de consumo no transable. En tanto, que aquellos con demanda intermedia con alto componente de sectores transables fueron de los que más se contrajeron.
    De cara a lo que vendrá, está claro que el aporte del alto dinamismo del gasto público deberá ser remplazado por un impulso más genuino proveniente de la demanda intermedia de los sectores productores de bienes transables, ya que la necesidad de consolidación fiscal limita el dinamismo de ese primer factor en forma drástica. Por lo tanto, será clave el desempeño de la industria, en primer lugar, y el sector agropecuario, en segundo lugar.