Democratización del arbitraje

    Se entiende por arbitraje la operatoria que permite comprar un bien o activo en un mercado, para venderlo inmediatamente en otro en el cual su precio es perceptiblemente mayor. Es decir, la posibilidad de obtener rendimientos sin correr riesgo. Cuando la compra–venta no es inmediata, para hablar de arbitraje, necesitamos que la “operatoria” cierre financieramente cubriendo la posición inicial en el mercado de futuros. De forma de eliminar el riesgo, por pequeño que sea, qué implica la diferencia de tiempo entre la operación de compra y la de venta.
    Los arbitrajes más generalizados y evidentes fueron aquellos que operaron entre los distintos segmentos del mercado cambiario. Dentro de los cuales, se destacó el “PURE”, que implicaba comprar dólar ahorro y venderlo automáticamente en el mercado informal, ya que el diferencial de cotización entre ambos más que compensaba la percepción de 20% en concepto de impuesto a las ganancias.

    La punta vendedora del dólar oficial promedió un valor de $ 9,12 por unidad en la plaza local, con un mínimo de $ 8,55 a principios de año y un máximo de $ 9,69 hacia fines de noviembre. El ajuste nominal acumulado por la cotización oficial durante esos once meses se ubicó levemente por encima de 13%. Por tanto, el dólar ahorro inició el período en $ 10,26 por unidad y lo terminó en $ 11,63 por unidad, promediando un valor de $ 10,94 durante esos once meses.
    En el segmento informal, en tanto, la punta compradora del blue arrancó el año a $ 13,71 por unidad, ofreciendo el PURE un rendimiento de 35%, y cerró noviembre en $ 14,98, para ofrecer un rendimiento levemente inferior a 30%. Asimismo, la cotización en cuestión promedió un valor de $ 14,115 por unidad durante esos once meses, dejando el rendimiento promedio por PURE en poco más de 39%.
    El piso de rendimiento del PURE se registró entre la segunda mitad de abril y la primera de junio, período en el cual fluctuó entre 16% y 20% En tanto, que el techo se dio en las previas de las elecciones PASO en agosto y de la primera vuelta de octubre, con rendimientos que superaron cómodamente 40%.
    Pero también hubo arbitrajes más sofisticados, a partir del dólar MEP o a través de la operatoria conocida como “contado con liquidación” (CCL) O, incluso, a partir de los dólares obtenidos como resultado de los pagos de vencimientos de deuda pública en moneda extranjera (BODEN 2015, por ejemplo)
    Obsérvese que la existencia de arbitrajes es un claro indicio de mercados desequilibrados. Desequilibrios que esos arbitrajes justamente deberían haber tendido a corregir. Pues, la compra en un mercado, para vender en el otro debería tender a subir el precio en el primero y bajarlo en el segundo, haciéndolos converger. Sin embargo, sabemos que eso no ocurrió. Justamente, porque el esquema de política económica implementado por la anterior administración actuó en sentido contrario. Impidiendo el ajuste.
    Aún más, llegamos al extremo de que existieran arbitrajes malos y arbitrajes buenos desde el punto de vista de la conducción económica. Los arbitrajes malos fueron aquellos que en el corto plazo aceleraban los tiempos de corrección de los desequilibrios (CCL) y los buenos aquellos que en el corto plazo resultan útiles para mantener acotados los precios en los mercados informales (PURE) Los primeros fueron perseguidos, en tanto que los segundos fueron tolerados. En otras palabras, el esquema de política económica local llegó al extremo de utilizar los arbitrajes y la bicicleta como instrumentos.

    Herramientas y prioridades

    En el caso del dólar ahorro y el PURE, se los toleró y utilizó como una forma de, al mismo tiempo, reducir la demanda y aumentar la oferta en el mercado informal, manteniendo acotada esa cotización y la brecha cambiaria asociada.
    Pues, dado el esquema de racionamiento cambiario, no hay otra forma de entender la asignación de prioridades que hay en entre, por un lado, ventas de dólar ahorro que totalizaron US$ 6.305 millones entre enero y noviembre de 2015. Cifra que prácticamente equivalió al saldo comercial 2014 y más que triplicó el registrado durante los primeros once meses de 2015. Y, por el otro, un BCRA que en el caso de las operaciones de importación fue reduciendo significativamente el monto máximo para la compra automática de las divisas y luego postergando esas autorizaciones, generando un importante stock de deuda flotante.
    En el caso del CCL vale la pena recordar que el gobierno anterior persiguió esas operaciones, al punto que la Proselac llegó a presentar un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia por abuso de la mencionada operatoria por parte de operadores locales. Que a la postre, fue finalmente desestimado.
    El sostenimiento de esos arbitrajes cambiarios no fue inocuo desde el punto de vista del precio de los activos involucrados, en particular, y del resto de la economía, en general.
    Respecto de lo primero, los activos utilizados como instrumentos para la realización del arbitraje vieron incrementadas sus demandas por factores ajenos a su propia realidad/dinámica, razón por la cual sus precios incorporaron un premio por arbitraje y se “correlacionan” con el precio del bien o activo arbitrado en el mercado de liquidación del mismo. En este caso, el dólar informal.
    Respecto de lo segundo, esa situación no sólo tuvo efectos negativos sobre la situación patrimonial del BCRA, sino también sobre funcionamiento del sistema financiero, en particular, y toda la economía, en general. Pues, básicamente, implicó que buena parte de los recursos financieros y productivos fueron asignados a actividades que resultaban directamente improductivas. Peor aún, cuando el arbitraje supuso transformar ingresos/recursos “formales” en “informales”.
    Ahora bien. Una vez superado el cepo, se redujeron drásticamente las oportunidades de arbitraje y el rendimiento asociado a las mismas, dada la eliminación de los controles sobre la cuenta capital y la unificación del mercado de cambios.
    Sin embargo, todavía persisten algunos ejemplos de arbitraje y la fuerte y persistente alza de las tasas de interés en pesos reinstaló la “bicicleta financiera”. Básicamente, porque aún no se corrigieron buena parte de los desequilibrios macroeconómicos de base y, consecuentemente, se sostiene un elevado diferencial entre la tasa en pesos y su correlato en dólares. Y la expectativa es que persistan por algún tiempo más. Pues, todo indica que el proceso de ajuste será gradual.
    En ese sentido, vale la pena subrayar que el “carry trade” (endeudarse en una moneda de baja tasa de interés para colocarse en otra de alta tasa, cubriendo la posición en el mercado de futuros) es en sí mismo un arbitraje.
    Por eso mismo, la evolución del diferencial de tasas entre el peso y el dólar (el premio que es necesario pagar para que el ahorrista/inversor promedio decida quedarse en pesos) será uno de los mejores indicadores financieros respecto del nivel de consistencia del esquema de política económica implementado por la actual administración, en general, y de la generación de las condiciones para el desarrollo del sistema financiero local, en particular.

    Depósitos

    Persistente cortoplacismo

    Las necesidades financieras del Tesoro, la negativa de la anterior administración incrementar el rendimiento de las LEBAC y el deterioro patrimonial del Central derivaron en un fuerte proceso de emisión monetaria neta que, dado el acceso restringido por parte del sector privado a los activos externos, implicó un fuerte incremento del stock de pesos en circulación.

    Lo que llevó la relación entre el último y el PBI a niveles record para los últimos 40 años.
    En paralelo, la re-adopción del ancla cambiaria en el segmento oficial, por un lado, y la “venia” al PURE, mantuvieron acotada a la tasa de devaluación nominal del peso respecto del dólar en ambos segmentos del mercado cambiario. A lo que se sumó que el BCRA reguló directamente las tasas de interés de los depósitos a plazo, incrementándolas perceptiblemente. Es decir, el rendimiento en dólares ofrecido por los depósitos a plazo en pesos fue en aumento.
    En consecuencia, buena parte de esa enorme masa de pesos terminó financiando el incremento del stock de depósitos, en general, y de los depósitos privados y a plazo fijo, en particular.
    En tanto, la opción de comprar “dólar ahorro” vía Web y dejarlo depositado en la entidad bancaria impulsó el incrementó de los depósitos en dólares del sector privado. Aunque, dado lo señalado respecto de la persistencia del cepo, la tentadora alternativa del PURE y el mayor rendimiento en dólares ofrecido por los depósitos en pesos, estos últimos corrieron de atrás.
    Para cuantificar. El stock de depósitos en moneda nacional promedió durante el anteúltimo mes del año pasado un valor de $1.190.645 millones, acumulando un incremento de $274.682 millones respecto de diciembre de 2014 y promediando una tasa de crecimiento de 32,2% nominal anual y de 2,7% real durante los primeros once meses de 2015. De esta manera, la razón entre el mencionado stock y el PBI nominal base 1993 se ubicó en torno a 28% del PBI base 1993 (22,1% PBI base 2004) en noviembre de 2015, alcanzando un nuevo máximo histórico.
    El dinamismo fue todavía mayor en el caso del stock de depósitos en pesos del sector privado. Acumuló un alza nominal anual de $ 224.423 millones respecto del cierre 2014 y promedió una tasa de crecimiento de 36,3% nominal y 6% real anual durante los primeros once meses de 2015. En consecuencia, representó 71,5% del stock total y equivalió a 20% del PBI base 1993 (15,7% base 2004) Otro máximo histórico.
    Hacia el interior del stock privado, los depósitos a plazo fijo fueron por lejos el componente más dinámico al acumular un incremento de $133.228 millones respecto del cierre de 2014 y promediar un ritmo de expansión de 42,7% nominal anual durante los primeros once meses. En consecuencia, el nivel de noviembre de 2015 equivalió a cerca de 60% del stock privado total y a casi 10% del PBI base 1993 (7,7% base 2004)
    En ese sentido, vale la pena subrayar que el stock de depósitos a plazo fijo en pesos del sector privado valuados a precios contantes de 2007, lo que comúnmente se denomina demanda especulativa de pesos, alcanzó en noviembre de 2015 un nuevo máximo histórico, promediando un alza real de 10,6% durante los primeros once meses de 2015.
    El stock de depósitos transaccionales del sector privado promedió un alza de 34,2% nominal y 4,3% real anual durante los primeros once meses de 2015, alcanzando en noviembre un nivel equivalente a 9,5% del PBI base 1993 7,5% base 2004)
    El fuerte incremento del stock de depósitos a plazo fijo no modificó en forma significativa el sesgo cortoplacista del mismo. Quedando en evidencia, argumento de preferencia relevada mediante (a mayor plazo, mayor tasa), la elevada preferencia por la liquidez del depositante medio, situación íntimamente asociada a las generalizadas expectativas de corrección cambiaria. En particular, en noviembre de 2015 el 64,1% de los depósitos a plazo fijo privado y públicos en pesos, tenía un plazo residual inferior a 29 días. En tanto, con un plazo residual inferior a 60 días se abarcaba a casi 90% del stock total (87,5%).

    Depósitos en dólares

    En tanto, el stock medio de depósitos en dólares alcanzó en noviembre un valor de US$ 10.887 millones, acumulando un alza absoluta de 1.536 millones respecto de diciembre 2014 y promediando un ritmo de crecimiento de 16,9% nominal anual durante los primeros once meses. (durante ese período se vendieron más US$ 6.000 millones de dólar ahorro).
    En el caso del stock de depósitos privados en dólares resaltó el alto dinamismo de las cajas de ahorro, ya que durante los primeros once meses de 2015 los mismos promediaron un alza promedio anual de 40% y acumularon un alza absoluta de US$ 1.500 millones (84% del incremento total) frente a depósitos a plazo estancados durante el mismo período.
    En línea con lo señalado para los depósitos en pesos y las generalizadas expectativas de corrección cambiaria, argumento de preferencia relevada mediante, de lo dicho se desprende una alta preferencia por la liquidez. Pues, recordemos que la opción de depositar las compras de dólar ahorro a plazo de un año permitía eludir la percepción de 20% en concepto de impuesto a las ganancias y al mismo tiempo obtener un rendimiento en dólares. Más aún cuando el BCRA también avanzó en la regulación directa de las tasas de interés de los depósitos a plazo en moneda extranjera, buscando incrementar los rendimientos ofrecidos por ellos.
    Con la salida del cepo y la eliminación de las restricciones de acceso a las divisas se observó una significativa aceleración del stock de depósitos privados en dólares (+30,6% nominal anual), nuevamente mucho más marcado en el caso de las cajas de ahorro (+56% nominal anual). Frente a depósitos privados en pesos que también aceleraron (+43% nominal anual), especialmente cierto en el caso de los plazos fijos (+59% nominal anual), dado el salto registrado por las tasas pasivas en pesos y, consecuentemente, los altos rendimientos ofrecidos en dólares.
    Pero lo que no se modificó fue el sesgo cortoplacista. En particular, en diciembre de 2015, 88,9% del stock total de depósitos a plazo fijo en pesos tenía un plazo inferior a 60 días. Ese guarismo ascendía a 73,3% en el caso de los depósitos a plazo fijo en dólares. Esas cifras resultaron levemente superiores a las de noviembre de 2.015 (1,4 y 3,3 puntos porcentuales más, respectivamente) y levemente inferior, en el caso de los depósitos a plazo fijo en pesos, al de diciembre de 2014 (–1,5 puntos)
    Esa alta preferencia por la liquidez del depositante medio, que tiene sus orígenes en la intrínseca volatilidad macroeconómica local, en general, y la historia inflacionaria, de recurrentes crisis por balanza de pagos y de medidas de emergencia aplicadas en su contexto, en particular, es el mayor obstáculo para el desarrollo del crédito a largo plazo.
    En primer lugar, porque obliga al sistema financiero a financiarse a corto para prestar a largo, lo que implica un relativamente alto nivel de descalce de plazos, incrementando el riesgo y, por lo tanto, encareciendo el crédito a largo plazo.
    En segundo lugar, porque si la tasa asociada a la principal línea de fondeo del sistema financiero se está modificando cada 60 días, eso es equivalente a fondearse a tasa variable en una visión de mediano–largo aliento. Lo cual encarece aún más el crédito de largo plazo a tasa fija, por el descalce de tasas, o incentiva las estrategias que trasladan buena parte de ese riesgo de tasas al deudor (tasa variable o combinada)
    Ese, es otro de los grandes desafíos que enfrenta el nuevo gobierno. Pues, una de las condiciones suficientes para el desarrollo económico, y con cierto nivel de discusión aún respecto de si es o no necesaria, es el desarrollo de un sistema financiero transparente y profundo. Y nadie puede concebirlo sin ahorro y crédito a largo plazo.

    Crédito

    El desafío de intermediar

    El incremento del stock de depósitos en el sistema financiero implicó un aumento de los recursos disponibles. La sumatoria de los activos disponibles en pesos (efectivo, depósitos y títulos valores) y el stock de préstamos en pesos promedió en diciembre un valor de $1.417.813 millones, equivalentes a 33,3% del PBI base 1993 (26,4% base 2004).

    De esta manera, esta variable acumuló un incremento absoluto de $396.278 millones respecto del cierre de 2014 y promedió una tasa de crecimiento interanual de 33,8% nominal y 6% real.
    Buena parte de esa mayor disponibilidad de recursos en pesos impulsó un incremento de las inversiones del sistema financiero en títulos y valores (bonos y letras) En tanto, que la posición la liquidez se deterioró levemente.
    En particular, la posición del sistema financiero en títulos valores cerró 2015 en $361.736 millones, acumulando un incremento absoluto de $87.200 millones respecto del cierre de 2014 y promediando un alza promedio anual de 51,3% nominal y 17,6% real. La posición de liquidez (efectivo y depósitos) cerró 2015 en $50.753 millones, promediando un nivel de participación en el total de 13% y un alza anual de 30,8% nominal y 1,7% real.
    En tanto, el stock de crédito en pesos mostró un nivel de dinamismo perceptiblemente menor, al punto de contraerse en términos reales. En particular, el mismo cerró 2015 en $842.275 millones, acumulando un incremento absoluto de $239.586 millones y promediando una variación interanual de solo 27,4% nominal y –1% real.
    El stock de crédito en pesos al sector público fue el menos dinámico, al promediar un ritmo de incremento interanual de solo 16,7% nominal. Lo que implicó una contracción promedio anual de –9,3% real.
    En tanto, el stock de crédito en pesos al sector privado promedió un alza nominal anual de 28,5%, que implicó un desempeño real prácticamente nulo. Recordemos que en 2004, había retrocedido 8,8% en términos reales.
    Hacia el interior del mismo, la línea más dinámica continuó siendo el crédito a titulares de tarjeta de crédito, potenciado en los últimos años por el plan “Ahora 12” que amplió la oferta de 12 cuotas sin interés (jueves a domingo) en el contexto de un sostenido proceso inflacionario y asumiendo más de 50% del costo financiero que debía afrontar el vendedor. En particular, dicho stock cerró 2015 en $137.585 millones (22,7% total) En tanto, el stock promedio anual equivalió a 3,2% PBI 1993 (2,6% PBI 2004) y registró un alza de 47,6% nominal y 14,7% real respecto de 2014.
    Le siguió en orden de dinamismo el financiamiento bancario al sector privado vía descuento o compra de documentos, cuyo stock cerró el año pasado en torno a los $ 153.513 millones (23,8% del total). El stock promedio anual equivalió a 3,6% del PBI base 1993 (2,9% base 2004) y creció 32,5% nominal y 3% real respecto del guarismo comparable de 2014.
    Más atrás se ubicaron los créditos personales y los adelantos. El primer rubro promedió una variación anual de 29,8% nominal y 0,9% real. En tanto que el segundo, hizo lo propio en 22,8% y –4,5%, respectivamente.

    Líneas de mayor plazo

    Entre las líneas de crédito en pesos al sector privado menos dinámicas se ubicaron las de mayor plazo. Los créditos prendarios e hipotecarios. El primer stock promedió un alza anual de sólo 9,6% nominal durante 2015, que se tradujo en un retroceso real de –14,6%. El promedio 2015 representó apenas 0,8% del PBI base 1993 (0,7% base 2004) El segundo stock, apenas logró registrar un ritmo de crecimiento promedio de 9,3% nominal durante 2015, que se tradujo en una contracción real de 15%. En consecuencia, el stock promedio 2015 apenas equivalió a 1,2% del PBI base 1993 (0,9% PBI base 2004).
    De lo señalado surge claramente que el stock de crédito en pesos al sector privado siguió concentrándose en las líneas de corto plazo y orientadas sobre todo al financiamiento del consumo, en el caso de los particulares, y del capital de trabajo, en el caso de empresas. Aún más, el peso del crédito en pesos en la cartera total de inversiones del sistema financiero cayó. Consecuentemente, resulta también evidente que la regulación creciente de tasas y destinos aplicada durante los últimos años por el BCRA sobre el sistema financiero local. no logró revertir esa tendencia.
    Pues, básicamente, ésta es resultado de, por un lado, una oferta de crédito que en cuanto a plazos, tasas, moneda y demás condiciones está muy condicionada por la estructura de fondeo cortoplacista que supone la persistencia y generalización de expectativas de volatilidad macroeconómica. Y, por el otro lado, una demanda de crédito que también fue afectada negativamente por esas expectativas de volatilidad macroeconómica.
    Luego, la condición necesaria para que, por un lado, el sistema financiero esté en condiciones de intermediar plazos y tasas, ofreciendo una oferta adecuada de crédito de largo plazo y que, por el otro lado, la demanda de crédito incremente su dinamismo es exactamente la misma: generar crecimiento sustentable. Sin eso, el resto son medidas que pueden ayudar en el corto plazo y/o acelerar el proceso en la transición. Pero que a la larga, resultarán, en el mejor de los casos, innocuas.

    Tasas

    Una bicicleta que pedaleó poco

    Durante la mayor parte de los primeros once meses de 2015, el gobierno anterior se negó a convalidar un mayor incremento de la tasa de rendimiento devengada por las LEBAC, lo que derivó en un efecto monetario nulo, ya que el Banco Central prácticamente se limitó a renovar los vencimientos.


    Sistema financiero funcional

    El argentino es relativamente pequeño y poco sofisticado. Esto es un legado de una larga historia de inestabilidad monetaria, crisis macroeconómicas y ruptura masiva de contratos, que fueron minando la confianza en el signo monetario y en las instituciones económicas del país.

    Por Eric Ritondale (*)

    No obstante, aún es posible revertir esta herencia y convertir al sistema financiero en un vehículo que potencie el desarrollo del país.
    Insumirá tiempo y energías y requerirá de paciencia y persistencia. Demandará, incluso, sostener determinadas políticas más allá de los cambios de gobierno.
    Varios países de la región ya tienen experiencias exitosas en este sentido.

    Tres dimensiones del retroceso

    El subdesarrollo del sistema financiero argentino es notable y tiene múltiples manifestaciones. Una primera característica muy mencionada es el pequeño tamaño que tiene su sistema bancario. Esto significa una baja proporción de depósitos y ahorro en los bancos y un muy limitado acceso al crédito para las empresas o familias.
    Así, mientras en la Argentina los depósitos y créditos privados representan 17% y 15% del PBI, respectivamente; en otros países de la región como en Brasil rondan 60% y en Chile 90%. Algo similar sucede con el crédito hipotecario. En Argentina representa apenas 1,5% del PBI, incluyendo el plan Procrear. Mientras que en Brasil asciende a 7% y en Chile a 19%.
    Un segundo aspecto que marca el retraso relativo, y que está vinculada al punto anterior, es la baja bancarización y educación financiera de su población.
    Según lo destaca un reciente informe del Banco Mundial, en Argentina apenas 50% de la población adulta tiene una cuenta bancaria, que le permite almacenar dinero y recibir y hacer pagos electrónicos, mientras el promedio mundial asciende a 62% y muchos países de la región, aún más pobres y de menor tamaño, incluso superan dicha cifra. Por ejemplo, en Brasil dicho guarismo asciende a 68% y en Chile a 63%. El atraso, por supuesto, es aún mayor respecto a economías desarrolladas, donde más de 95% de la población adulta posee cuentas bancarias.
    Otros indicadores negativos son la cantidad de adultos que ahorran en el sector financiero y que solicitan préstamos. En Argentina el primero asciende apenas a 4,1%, frente al promedio de 13,5% de la región. En tanto, el segundo asciende a 8,3% a nivel local, frente al promedio regional de 11.3%.
    Una tercera característica distintiva del retraso relativo es el pequeño y poco sofisticado mercado de capitales local. La capitalización bursátil, o el capital de las empresas negociado en acciones, representa en Argentina sólo 7% de su PBI (en los años 90, antes de la crisis de 2001, promediaba 18%). Actualmente este indicador representa 112% del PBI en Chile, 66% en Colombia, 51% en Brasil, 46% en Perú y 40% en México. Consecuentemente, el mercado de capitales en Argentina es entre 6 y 16 veces más chico que el de otros países de la región. La diferencia es aún mayor respecto a economías más desarrolladas, en tanto dicho indicador asciende a 141% en el Reino Unido y 113% en los EE.UU.
    Lo mismo se concluye evaluando el mercado de bonos. No obstante, el retroceso va más allá del tamaño del mercado; también reside en su sofisticación y profundidad, en la cantidad y diversidad de activos financieros negociados, en las barreras a la entrada y en los costos de transacción, entre otros.

    El desafío: vehículo para el desarrollo

    El subdesarrollo del sistema financiero tiene consecuencias muy concretas. Por ejemplo, muchas empresas hoy deben financiarse con crédito bancario relativamente de corto plazo o, incluso, mediante capital propio, lo que lógicamente presenta un límite muy concreto y limita su capacidad de crecimiento.
    La ausencia de crédito a largo plazo complica la realización de obras de infraestructura o energía, que requieren el hundimiento de grandes volúmenes de capital, o el acceso a la vivienda. Hoy una enorme proporción de familias no tienen otra alternativa más que alquilar como consecuencia del escaso desarrollo del crédito hipotecario.
    Los países que lograron hacer crecer sus sistemas financieros lo hicieron en base a un marco institucional estable, reglas de juego acordes y políticas que promovieron la inclusión financiera, especialmente en áreas carenciadas, erosionando el desconocimiento, la desconfianza y la falta de educación financiera. Pero, especialmente, lo hicieron desde una política macroeconómica que fomentó y premió durante años al ahorro en activos financieros domésticos, en un entorno de baja inflación y flotación cambiaria, que promovió la desdolarización financiera.
    En cambio, tras décadas de inflación, crisis macroeconómicas e incumplimientos de contratos, los ahorristas argentinos solo están dispuestos a ahorrar en activos externos por fuera del sistema financiero. O, alternativamente, en bienes inmuebles. El único bien cuyo derecho de propiedad se ha respetado sin excepciones en los últimos 40 años.
    Como corolario, los argentinos tienen ahorrados más de US$ 250.000 millones en activos externos y que están afuera del sistema financiero local. Esto equivale a más de 50% del PBI. Asimismo, en los últimos años gran parte del flujo de ahorro se orientó al sector inmobiliario, en detrimento de los bancos.
    Las tasas de interés reales negativas desalentaron el ahorro en instrumentos financieros en pesos. Mientras el ahorro destinado a inmuebles se duplicó respecto a los años noventa, los depósitos en los bancos cayeron más de la mitad. Así, tras la crisis de 2001, los inmuebles sustituyeron al sistema financiero como vehículo de ahorro a largo plazo.
    Ante este panorama, urge la necesidad de generar las condiciones para creer en nosotros mismos. Hay que construir instituciones que le brinden confianza y rentabilidad a los ahorristas. Esto necesariamente requiere contar con un índice de precios creíble y conquistar y perpetuar la estabilidad del signo monetario. Luego hace falta mucho más que eso, pero ese un punto de partida necesario.

    (*) Economista de Econviews