La necesidad es la madre de la virtud

    El primero. El default y la posterior renegociación de la deuda pública redujeron el stock y trasladaron hacia adelante el perfil de vencimientos de capital e intereses de la deuda pública reduciendo drásticamente el esfuerzo que los mismos requerían del Estado Nacional, en particular, y de la economía local, en general.
    Al respecto, los intereses de la deuda pública implicaron en 2001 un esfuerzo equivalente a 3,8% del PBI nominal estimado con la base CN 1993. El correspondiente acumulado 1993-2001 representó 2,2% del PBI, base CN 1993 comparable.
    En tanto, en el período 2003-2015 el peso de los intereses de la deuda pública en el PBI base CN 1993 fue de solo 1%. Menos de la mitad si se compara con 1991-2001 y casi un cuarto si se compara con 2001.
    El segundo. Argentina disfrutó durante ese período del shock positivo de términos de intercambio más significativo y persistente de, al menos, sus últimos 100 años de historia económica.
    Entre 2003 y 2015 los términos de intercambio (TI), la relación entre los precios de nuestras exportaciones y los de nuestras importaciones, promediaron un nivel 25% superior a la media de los últimos 115 años e, incluso, casi 20% superior al guarismo comparable para los últimos 30 años (1986-2015).
    Lo que no es un dato menor, pues los TI son una variable clave para el desenvolvimiento económico de toda economía. Hay varias formas de explicar por qué, pero en este punto interesa resaltar dos:
    A) Cuánto más altos sean los términos de intercambio, más rico será un país en comparación al resto. Pues, podrá comprar más bienes importados con exactamente la misma cantidad de bienes exportados. Podrá comprar más con el mismo esfuerzo productivo.
    B) Un incremento (reducción) de los TI implican un incremento (reducción) del saldo positivo o una reducción (incremento) del saldo negativo de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, explicando un mayor ingreso de divisas o, al menos, una reducción de un egreso.
    Una forma de cuantificar el aporte directo de divisas a la economía local de los TI, consiste en determinar su impacto sobre el saldo comercial. En este caso, utilizaremos como referencia el promedio histórico de TI. Si así procedemos, podemos estimar un aporte directo de los TI vía saldo comercial de US$ 140.628 millones durante el período 2003-2015.
    Para poner esa cifra en perspectiva, vale la pena tomar en cuenta que ese aporte equivalió a 4,3% del PIB en dólares acumulado durante esos 13 años. Ergo, el aporte directo de los TI equivalió a casi un tercio de la tasa de crecimiento promedio anual registrada por el PBI en dólares corrientes durante ese período.
    Otra comparación odiosa surge de considerar que el ingreso de divisas aportado por los altos TI del período 2003-2015 superó en más de siete veces al aporte asociado a las privatizaciones realizadas en la década de los años 90. En particular, el proceso de privatización llevado a cabo entre 1989 y 2001 implicó la concesión, privatización o liquidación de 67 empresas generando ingresos por US$ 18.174 millones entre efectivo y títulos de deuda pública según su valor de mercado.
    Aún más, este aporte de divisas casi duplicó el flujo neto aportado por la Inversión Extranjera Directa (IED) en el período 1992–2001 (US$ 76.440 millones) Mucha de esta IED fue destinada a adquirir empresas privatizadas. La relación es similar respecto del incremento registrado por el stock de deuda pública entre 1990 y 2001 (US$ 70.715 millones). Es decir, al endeudamiento neto registrado durante la década de los 90.
    Dicho de otra manera. El aporte de divisas de los altos TI en el período 2003–2015 equivalió prácticamente al flujo de divisas combinado de la IED y el endeudamiento público durante la década de los años 90.

    Puntos en contra
    Volvamos al inicio. A diferencia de su predecesora, la actual administración no contará con ninguno de esos dos elementos. Pues: A) El perfil de vencimientos de la deuda pública en moneda extranjera resulta nuevamente exigente, y muestra de ellos es el efecto pernicioso que tuvo para las reservas del BCRA su uso intensivo por parte del gobierno de Cristina Kirchner durante buena parte de su segundo mandato. B) Todo indica que los términos de intercambio continuaran deteriorándose de la mano del proceso de fortalecimiento internacional del dólar y de la desaceleración de la economía china.
    Por lo tanto, como la necesidad es la madre de la virtud, hay que salir al encuentro del resto del mundo. Ya no podemos prescindir de él. Tal vez la oportunidad no sea la mejor, dado el franco deterioro del contexto internacional, pero no queda otra alternativa si queremos volver a crecer y, menos aún, si la pretensión es más ambiciosa y busca generar un sendero de crecimiento sustentable.
    En ese sentido, el relanzamiento del Mercosur o su remplazo por nuevos esquemas multilaterales o bilaterales de integración, la negociación con los holdouts, la finalización de los juicios y sentencias pendientes en el CIADI, el retorno al mercado internacional de capitales y la flexibilización de los controles de la cuenta corriente y de la cuenta capital de la balanza de pagos local no son elecciones de política que enfrenta el actual gobierno. Son algunas de las asignaturas pendientes más importantes que debe resolver. El margen de maniobra estará más en el cómo y hasta cierto punto en los tiempos. Pero no mucho más.

    La cuenta corriente

    ¿Réquiem por el superávit?

    El saldo por cuenta corriente y su expresión más concreta, el languideciente saldo comercial en bienes, fueron, junto con la contracción de las reservas netas del Central, las señales más claras del proceso de atraso cambiario, en particular, y de la falta de sustentabilidad del esquema de política económica vigente hasta diciembre pasado.

    E, incluso, se convirtieron en ejemplo cabal del fracaso del enfoque administrativo de la balanza de pagos. Siendo ejemplos concretos de esta afirmación, el sistema de declaraciones juradas anticipadas de importación (DJAI), la reducción del monto máximo para la autorización automática de compra de las correspondientes divisas, y las retenciones en concepto de impuestos a las ganancias para los consumos con tarjeta realizados en el exterior, entre otros.
    En ese sentido, con datos faltantes para el último bimestre de 2015, estimamos que el componente más importante de la cuenta corriente, el saldo comercial en bienes, cerró 2015 con superávit de sólo US$ 2.000 millones. Es decir, 70% menos que el registrado en 2014 y menos de un sexto del registrado en 2012.
    La contracción del saldo comercial, sostenida a partir del año 2012, se produjo aún a pesar de la caída de las cantidades importadas que propiciaron en el período 2011-2014 las medidas de corte administrativo ya mencionadas y cuyo mal desempeño explicó una parte considerable de la sostenida recesión industrial. Por lo tanto, la reducción del saldo comercial fue resultado exclusivo de la contracción de los valores exportados. Afectados estos últimos por el proceso de apreciación real del peso, la caída de los precios internacionales y el mal desempeño de buena parte de nuestros socios comerciales, en general, y Brasil, en particular.
    En ese sentido, estimamos que los valores exportados de bienes alcanzaron los US$ 60.400 millones en 2015, cayendo 16% respecto de 2014 y acumulando un retroceso de 28% desde 2011 (último máximo, US$ 83.950 millones)
    Las cantidades exportadas se mantuvieron prácticamente constantes respecto de 2014 y cayeron 13% respecto de 2011. Si bien la caída de los precios internacionales se lleva toda la responsabilidad en el derrape del último año, la carga es compartida entre precios y cantidades si analizamos los últimos cuatro periodos.

    Los peores desempeños
    En tanto, desde el punto de vista de los distintos rubros, el peor desempeño correspondió a los valores exportados de combustibles y energía, afectados por el retroceso de la producción local, pero sobre todo por el deterioro de los precios internacionales. En particular, los valores exportados de los mismos cayeron más de 60% en 2015, acumulando un descenso de casi 75% en los últimos cuatro años.
    Le siguieron las manufacturas de origen industrial (MOI), mucho más afectadas por el atraso cambiario, el mal desempeño de Brasil y las trabas a las importaciones. En particular, los valores exportados de las mismas cayeron 20% en 2015 y acumularon un retroceso de casi 33% desde 2011, explicando en ambos períodos más de 40% de la contracción experimentada por los valores exportados totales.
    En tanto, los valores exportados de productos primarios fueron los que menos cayeron en 2015 (–4%), dada la cosecha gruesa record. Pero, no ocurrió lo mismo para el acumulado de los últimos cuatro años (–28%) En ambos casos, el movimiento fue explicado por el deterioro de los precios de exportación que cayeron 19% respecto de 2014 y 29% respecto de 2011. Obsérvese que como señalamos en capítulos anteriores, la oferta exportable de productos primarios se mantuvo prácticamente estancada en los últimos cuatro años.
    Cerrando con los rubros, los valores exportados de manufacturas de origen agropecuario cayeron en torno a 12% respecto de 2014 y de 2011, como resultado de contracciones de los precios de exportación de –20% y –14%, respectivamente. Nuevamente se observa algo similar a lo señalado en el caso del rubro anterior. Es decir, cantidades prácticamente estancadas en los últimos cuatro años, que se recuperaron en 2015 como resultado de la cosecha gruesa record.
    Del otro lado, estimamos que los valores importados de bienes lograron redondear US$ 58.400 millones, cayendo 10,5% respecto de 2014 y 21% respecto de 2011 (último máximo, US$ 73.937 millones)
    El mal desempeño de 2105 fue explicado en su totalidad por la contracción de los precios de importación (–12%), frente a cantidades que crecieron muy tímidamente y en línea con el PBI (+1,7% anual). En tanto, en el caso del acumulado de los últimos cuatro años la responsabilidad es compartida, pues los precios de importación arrojan una caída acumulada de sólo 8,6% desde 2011, en tanto que las cantidades hicieron lo propio en un 13,6%. Evidenciándose el efecto pernicioso de las DJAI sobre las últimas.
    Ese efecto restrictivo no fue tan significativo en 2015, porque dado el contexto electoral y con el objetivo de afectar lo menos posible el desenvolvimiento productivo y del empleo, se optó por agilizar las operaciones, pero demorar la autorización para la compra de las divisas. Situación que derivó en la acumulación de un importante pasivo flotante por parte del BCRA, que debió ser resuelto por la nueva administración con un esquema que incluyó un cronograma de pagos y la emisión de bonos.
    En cuanto a los usos, el peor desempeño correspondió a los valores importados de combustibles y lubricantes. Tanto respecto de 2014 (–45%), como de 2011 (–36%). Dado, la contracción de las cantidades (mal desempeño económico y DJAI) y la caída de los precios internacionales (–38% y –23%, respectivamente)
    Los valores importados de bienes intermedios cayeron 5% respecto de 2014 y 18,2% respecto de 2011, en ambos casos el movimiento fue explicado por la caída de los precios de importación (–14% y –20%, respectivamente) Nuevamente resalta el relativo estancamiento de las cantidades importadas en los últimos cuatro años.
    Cerrando con los usos, los valores importados de bienes de capital crecieron 2% respecto de 2014, pero cayeron 8% respecto de 2011. El alza respecto de 2014 fue explicada por la recuperación de las cantidades (+5%), dado que los precios de importación cayeron 3% en ese período. En cambio, entre 2011 y 2015 los precios subieron 2% y las cantidades cayeron más de 10%. Nuevamente la evolución está en línea con nuestras estimaciones para la Inversión Interna Bruta local.

    Complicado el mercado brasileño
    Desde el punto de vista de los mercados, por lejos el peor desempeño fue el de Brasil. Los valores exportados de bienes a ese destino cayeron 25% respecto de 2014 y 36% respecto de 2011. En tanto, los valores importados cayeron 10% respecto de 2014 y 42,3% respecto de 2011. En consecuencia, el saldo comercial bilateral pasó de un déficit en torno a a los US$ 4.864 millones en 2011, a un superávit de US$ 564 millones en 2014, efecto racionamiento DJAI mediante. Para tornarse nuevamente deficitario en 2015 por US$ 1.700 millones, dada la fuerte apreciación real del peso respecto del real y el relajamiento del efecto racionamiento vía DJAI.
    En el caso de la Unión Europea, segundo socio comercial, los valores exportados cayeron 15% respecto de 2014 y 38% respecto de 2011. En tanto, las importaciones hicieron lo propio en –10% y –12%, respectivamente. Con lo cual, el saldo bilateral de US$ 2.463 millones de 2011, se transformó en un déficit de US$ 1.063 millones en 2014, que se profundizó hasta un rojo de US$ 1.500 millones en 2015.
    Al cierre de 2015 se produjeron importantes modificaciones en los niveles de rentabilidad y competitividad precio de los sectores transables locales como resultado del ajuste cambiario y la eliminación de los Derechos de Exportación para los productos agropecuarios y sus derivados industriales (MOA), excepción hecha para la soja y sus derivados para los cuales se fijó un programa gradual de reducción de 5 puntos porcentuales por año. La eliminación de los DEX incluyó también a los productos industriales (MOI)
    Asimismo, se eliminaron los Registros de Operaciones de Exportación (ROE) de granos y de carnes, que funcionaban en la práctica como cuotas de exportación y obligaban a adelantar el monto de los DEX encareciendo toda la operatoria, y las DJAI fueron remplazadas por un esquema de licencias automáticas para la mayor parte del Nomenclador y no automáticas para una porción menor. También volvió a incrementarse el monto máximo para las autorizaciones automáticas de compra de las correspondientes divisas.
    Todos ellos elementos muy positivos para el desenvolvimiento comercial de la Argentina de cara a 2016. Sin embargo, hay varios motivos para no esperar ni un boom exportador, ni uno sustitutivo de importaciones. Al menos, no en 2016. Y, por lo tanto, tampoco podemos proyectar un súbito salto en el saldo comercial.
    1) Nuestros dos principales socios comerciales seguirán en crisis. Europa y Brasil.
    2) Nuestros términos de intercambio seguirán en retroceso, como resultado de precios de exportación en dólares que se contraerán más rápido que los de importación.
    3) Como señalamos en la sección relativa a la actividad, buena parte de los ajustes positivos llegaron cuando las decisiones de siembra de cara a la cosecha gruesa 2016 ya habían sido tomadas.
    4) El equilibrio cambiario seguirá teniendo un alto componente financiero, dado que las tasas de interés en pesos se sostendrán relativamente altas respecto de sus correlatos en dólares, dada la estrategia de ajuste fiscal gradual. Aún más, la tasa de inflación no desacelerará abruptamente, con lo cual parte del correlato real del ajuste del TCN será erosionada por la misma. Consecuentemente, el tipo de cambio real asociado a ese equilibrio macroeconómico seguirá sin resultar del todo “cómodo” para la economía real.
    Habrá que esperar que el ajuste fiscal avance, para que el diferencial de tasa entre el peso y el dólar baje y la inflación desacelere y que, entonces, fluctuación del TCN mediante, el TCR garantice mayor “comodidad” a los sectores transables.
    Lo dicho implica también una oportunidad. Pues, como señalamos en el título de esta sección “la necesidad es la madre de la virtud”. Nos referimos a la oportunidad de recuperar la iniciativa en los procesos de integración multilateral, regional y bilateral. En lo cuales, el relanzamiento o no del Mercosur será un capitulo en sí mismo. Pero no menos importante y estratégico será el abordaje de las negociaciones del bloque con la Unión Europea y la posibilidad de acercarse a la aún flamante Alianza del Pacífico.

    Deterioro y vulnerabilidad

    El corto, mediano y largo plazo del TCR

    Durante los últimos ocho años el tipo de cambio nominal (TCN) y el tipo de cambio real (TCR) tuvieron trayectorias divergentes. La causa inmediata de esa divergencia fue la sostenida y relativamente alta tasa de inflación, que aseguró un significativo diferencial respecto de todos nuestros socios comerciales.

    La causa última o mediata (apreciación real) hay que buscarla en los determinantes del proceso inflacionario. Léase: el sostenido sesgo expansivo de la política fiscal y, su corolario, la subordinación de la política monetaria y cambiaria a las necesidades financieras del Tesoro Nacional (dominancia fiscal)
    Este no es un tema menor. Pues el TCR es el proxy más cercano al precio relativo entre los sectores transables (exportables e importables) y los no transables. Es decir, todo proceso de apreciación real sostenido implica que, reasignación de factores productivos mediante, cae el peso relativo en el PBI de los sectores productivos con mayor componente de transables y sube el de los no transables, deteriorándose el saldo por cuenta corriente, afectándose el patrón de crecimiento e incrementándose la vulnerabilidad a los cambios en los flujos de capitales.
    Nuestro índice de TCR Multilateral para la economía argentina promedió un valor de 1,06 en noviembre de 2015 (Dic 01=1) acumulando un retroceso de 45,7% (se redujo a casi la mitad) desde el cierre de 2007 y ubicándose 9,3% por encima del promedio del período 1998–2001, sólo 6% por encima del valor alcanzado en diciembre de 2001 y 23,3% por debajo de la media registrada entre 2002 y 2015.
    De esto se concluye que durante los ocho años en cuestión el esquema de política local consumió lo que quedaba del “colchón de competitividad cambiaria” que había dejado la mayor crisis por balanza de pagos de nuestra historia económica reciente: 2001–2002. Retornando, en consecuencia, a niveles similares a los existentes con antelación a la misma.
    La dinámica de fondo fue la siguiente: por un lado, el correspondiente índice de TCN Multilateral se depreció 143% entre el cierre de 2007 y noviembre de 2015. Obsérvese que lo dicho implica que el TCN Multilateral de la economía argentina se multiplicó por 2,5, situación que necesariamente la ubica dentro del lote de las cinco economías que más depreciaron nominalmente su moneda en ese período. Por el otro lado, tenemos el diferencial de inflación acumulado durante esos casi ocho años contra el promedio de nuestros socios comerciales. El mismo ascendió a 349,4% (20,7% promedio anual)
    ¿De dónde salió ese tremendo diferencial de inflación? El nivel de precios al consumidor de la economía argentina acumuló un alza de 488,6% entre fines de 2007 y noviembre de 2015 (tasa promedio anual de 24,8%) Lo dicho implica que el mismo prácticamente se sextuplicó. En tanto, el conjunto de nuestros socios comerciales acumuló un incremento de sólo 31% durante el mismo período (tasa promedio anual de sólo 3,4%).
    Resulta casi evidente afirmar que no hubo tasa de devaluación nominal que pudiera compensar semejante diferencial de inflación sin retroalimentar el proceso inflacionario, dado el sostenido sesgo expansivo de la política fiscal y monetaria.

    El dólar y el real
    El movimiento señalado para el TCR multilateral fue amplificado por dos TCR bilaterales muy importantes. El TCR entre el peso y el dólar, de relevancia para los mayores bloques exportadores, y el TCR entre el peso y el real brasileño, nuestro principal socio comercial.
    El primero alcanzó en noviembre de 2015 un valor de 0,923 (diciembre 2001 = 1), perforando el nivel de diciembre de 2001 (–7,7%) y quedando solo 7% por arriba del promedio de la década de los años 90. De esta manera, acumuló un retroceso de 41% desde diciembre de 2007 frente a un TCN que en el mismo período se incrementó 205% (se triplicó).
    El segundo se ubicó en torno a 1,04 en noviembre de 2015 (diciembre de 2001 = 1), 4% arriba del valor de diciembre de 2001, pero 4% por debajo del promedio de la década de los 90. Acumulando un retroceso de 60% desde diciembre de 2007, frente a un TCN bilateral que se incrementó casi 44% en el mismo período.
    Esa fue la historia hasta noviembre. En diciembre, con el cambio de gobierno, la nueva conducción del BCRA encaró la tarea de liberar y unificar el mercado de cambios, con el objetivo de que existiera un único TCN y que el mismo fluctuara.
    La salida del cepo, como era de esperarse, implicó una corrección significativa de la cotización oficial. En particular, el TCN comenzó ubicándose en torno a $14 por unidad, depreciándose casi 45% si tomamos como referencia el promedio de noviembre de 2015. Sin embargo, el TCN mayorista, el de referencia para exportadores e importadores, terminó estabilizándose en torno a $ 13,5 por unidad durante primera mitad de enero de 2016. Lo que implicó una depreciación en torno a 40% respecto del promedio de noviembre.
    La salida del cepo se logró antes de realizar avances concretos en el frente fiscal y con un nivel de reservas aun relativamente bajo. Más aún si se consideran sólo las reservas netas. En consecuencia, el BCRA debió salir a jugar fuerte con las LEBAC incrementando significativamente la tasa de rendimiento devengada por las mismas y acortando los plazos. Como era de preverse, con buena parte del atraso cambiario corregido, el alza inicial de la tasa se revirtió, aunque no así la reducción de plazos.
    Varias semanas después de concretada la salida del cepo, las tasas de interés en pesos continuaban en niveles muy superiores a sus similares en dólares (6 veces), reflejando, por un lado, que las expectativas de devaluación aún no habían sido agotadas y, por el otro, que el BCRA seguía necesitado de seducir a la enorme cantidad de pesos en circulación “para que no lo corra”, dado que el ajuste fiscal aún no se había realizado (seguía habiendo emisión para financiar al Tesoro) y aún no había incrementado sus reservas internacionales en forma significativa.
    En otras palabras, el equilibrio cambiario de corto plazo tuvo un alto componente financiero. Al punto que el arbitraje de monedas (endeudarse en dólares para colocarse en pesos) hacía que se cubriera esa posición en el mercado de futuros. Es decir, comprando dólar futuro para la fecha de vencimiento de la inversión en pesos, otorgó o sigue otorgando importantes rendimientos en dólares.
    De lo dicho se desprende, que la estrategia de salida estabilizó el TCN oficial en niveles mucho mayores que los previos, pero todavía “incómodos” para los sectores transables. Esa cuestión y la persistencia de las altas tasas en pesos fueron los costos que hubo que asumir para poder viabilizar un enfoque gradual en el frente fiscal (nada es gratis) Esa situación se vio agravada por dos razones:
    A) El resto de las monedas relevantes se debilitaron significativamente respecto del dólar durante el mismo período. Por ende, en el caso del TCN multilateral y el resto de los bilaterales la corrección cambiaria fue menor.
    B) La devaluación aceleró la suba de precios, porque el nivel de liquidez continuó siendo elevado. La emisión para financiar al Tesoro y saldar contratos de dólar futuro, impidió que el BRA pudiera ajustarla más rápidamente. En particular, entre diciembre de 2015 y enero de 2016 los precios al consumidor redondearon un avance de 7,1% (tasa anualizada de casi 79%) frente al 4,6% (anualizada de 31,2%) registrado entre diciembre 2014 y enero de 2015.
    En síntesis. La nueva conducción del BCRA demostró un alto compromiso con la flotación cambiaria y una altísima pericia técnica para lograr una salida no traumática del cepo, corrigiendo buena parte del atraso cambiario heredado. Todos elementos muy positivos de cara a lo que vendrá.
    Sin embargo, de cara al mediano–largo plazo, es indispensable avanzar en la consolidación fiscal, de forma que todo el programa monetario pueda enfocarse en la cuestión inflacionaria, que el diferencial de tasas se reduzca y que, consecuentemente, TCN y TCR converjan y fluctúen libremente en función del resto de las variables macroeconómicas y los shocks internos y externos.
    Ese es el inevitable camino a transitar para lograr un ajuste sustentable del TCR que permita devolver el atractivo al sector transable de la economía local, permitiendo que el mismo vuelva a ser el motor del proceso de crecimiento y desarrollo local.

    La inversión extranjera

    Tras las oportunidades perdidas

    La economía argentina prescindió de los flujos y de los mercados internacionales de capitales durante buena parte de los últimos doce años y medio de gestión. En parte, como resultado de decisiones explícitas en ese sentido.

    Las que se produjeron sobre todo durante los primeros años y tuvieron que ver con un aporte vía altos precios de los commodities que así lo permitía y el canje de la deuda pública en default. Y en parte, como efecto colateral de las medidas y el enfoque de política económica adoptados, situación reforzada por el discurso. Especialmente cierto, en la segunda etapa.
    En ese sentido es importante subrayar que, a partir de 2011, cuando el deterioro de los precios de los commodities de profundizó y el cambio de signo de liquidez mundial fue evidente, por un lado, y los servicios de la deuda en moneda extranjera comenzaron a volverse más exigentes, por el otro lado, la actitud de la administración de Cristina Kirchner respecto del mercado internacional de capitales experimentó perceptibles cambios. Sin embargo, la cuestión holdouts y el propio esquema de control de capitales implementado por el entonces gobierno, se convirtieron en duros escollos en ese sentido.
    Si hasta incluso se llegó a lanzar y prorrogar en reiteradas oportunidades un blanqueo de capitales externos, que fracasó. Además, se llegó al extremo de ofrecer condiciones más ventajosas para quienes trajeran al país capitales oportunamente no declarados, frente aquellos que si lo hubieran hecho.
    Lamentablemente, lo señalado aconteció, justamente, en el período en que los mercados de capitales estuvieron más interesados por las economías emergentes, en general, y latinoamericanas, en particular.
    En particular, y a modo de ejemplo vale la pena considerar que las cifras del Fondo Monetario Internacional indican que entre 2003 y 2014 los flujos netos de Inversión Extranjera Directa (IED) a los países de Latinoamérica y el Caribe totalizaron US$ 1,69 billones (millones de millones), equivaliendo a cerca de 3,2% del PBI acumulado durante ese período y más que triplicando el flujo neto acumulado por el mismo concepto entre 1991 y 2001.
    En ese sentido, Brasil incrementó su participación en 5 puntos porcentuales en el flujo neto total a la región, al pasar desde 28,5% en el período 1991-2001 a 33,5% en 2003-2014. Razón por la cual, el flujo neto acumulado entre 2003 y 2015 superó en 3,5 veces al registrado en el periodo 1991–2001 y equivalió a casi 3 puntos porcentuales el PBI generado por la economía brasileña durante el mismo periodo.
    En tanto, Argentina fue el caso inverso. Su participación en los flujos netos de IED a la región pasó de 14,2% en el período 1991-2001 a solo 5% en 2003-2014, razón por la cual el flujo neto acumulado en el segundo superó en apenas 8% al registrado en el primero, cayendo a 1,8% su nivel de equivalencia con el PBI registrado durante el mismo período.
    Obsérvese que lo dicho implica que el flujo neto de IED acumulado por Brasil en 2003-2014 más que (casi) septuplicó al registrado por Argentina. En 1991-2001 esa relación había sido de 2 a 1.
    Aún más, el flujo neto de IED registrado por Chile entre 2003 y 2015 prácticamente duplicó al registrado por Argentina y el correspondiente a Colombia lo superó en 40%. En 1991–2001 el flujo neto de IED acumulado por la Argentina había más que triplicado al registro comparable de Colombia y casi duplicado al de Chile.
    Similar situación se dio desde el punto de vista de la refinanciación de los vencimientos de la deuda pública en moneda extranjera e, incluso, de las emisiones de nueva deuda. O del acceso al mercado internacional de capitales por parte de las empresas locales.

    El riesgo país
    En particular, el riesgo país (EMBI+) de la Argentina promedió un valor de 732 puntos básicos entre julio de 2005 (post canje deuda) y noviembre de 2015 y uno de 863 entre octubre de 2011 y noviembre de 2015. En el caso del riesgo país para el conjunto de los emergentes los promedios comparables fueron de 314 y 340 puntos básicos, respectivamente. Y, en el caso de Brasil, de 243 y 233 puntos básicos, respectivamente.
    Lo señalado implica que si Argentina hubiera decido acudir al mercado internacional de capitales para refinanciar vencimientos de deuda y/o financiar inversiones en infraestructura a diez años, debería haber convalidado un costo financiero promedio de 10,5% nominal anual en dólares en el caso del primer período y de 10,8% en el caso del segundo Frente a un promedio de las economías emergentes que efectivamente lo hicieron a 5,9% y 5,1% nominal anual en dólares, respectivamente. O, Brasil, con 5,6% y 4,5% nominal anual.
    El pasado pisado. Y de cara lo que vendrá los deberes que hay que hacer. Buena parte de los cuales ya fueron hechos. Pues, todo el primer mes de gestión del actual gobierno estuvo en buena parte enfocado en la liberalización de la balanza de pagos y normalización del mercado cambiario. Elementos fundamentales para atraer nuevas inversiones:
    transparencia, trato equitativo y mismas condiciones para entrar y salir. Reflejo de esto último, es que durante la primera mitad de enero de 2016 el riesgo país argentino promedió un valor prácticamente similar al del conjunto de las economías emergentes.
    En tanto, al cierre de esta edición, la cuestión holdouts aún permanecía como un obstáculo en el caso del acceso a los mercados internacionales para la emisión de nueva deuda u otro tipo de operaciones financieras destinadas a engrosar las reservas internacionales del BCRA. Si bien las negociaciones ya habían sido retomadas y la delegación mostraba intenciones de cerrar el pleito.
    Respecto de esto último tres cuestiones a tener en cuenta: A) La sentencia total de Griesa, incorporando “me too” e intereses punitorios, tiene un costo de US$ 10.000 millones. B) Cualquier arreglo de los que se advierten posibles, requiere cambios legales en el plano interno y disparará nuevas demandas a escala externa. C) La opción de no arreglar no es gratuita. No sólo por el costo del no acceso a los mercados de capitales y la actualización de la sentencia. Sino porque, además, la sentencia está impidiendo el normal cumplimiento de los pagos de parte de la deuda pública performing, lo que de sostenerse también dará lugar a nuevos reclamos judiciales.
    Por más incómodo que sea, la cuestión holdouts requiere una solución relativamente rápida, en el contexto del margen de negociación estrecho que necesariamente impone una sentencia firme.