Una buena oportunidad para Colombia

    Por Pablo Babini

    A tres años del comienzo de las negociaciones de paz en La Habana, desarrolladas bajo la supervisión de Cuba y Noruega, el Gobierno colombiano y las Farc lograron un principio de acuerdo en los dos temas más cruciales y espinosos de la agenda de seis puntos que debaten.
    Para que los ayuden a terminar de una vez por todas con las hostilidades, decidieron sumar al equipo de trabajo a delegados del secretario general de Naciones Unidas y de la presidencia de Unasur. Tanto en el comunicado conjunto como en el discurso informativo que brindó a mediados de julio el presidente colombiano Juan Manuel Santos, se subrayó el hecho de que la presidencia de Unasur está temporalmente en manos de Uruguay, lo cual podría ser un indicio de que se busca tomar como modelo la integración del movimiento Tupamaros a la práctica política democrática.
    Otra señal en el mismo sentido la dio un segundo logro que en los papeles aparecía como utópico. Los negociadores de La Habana definieron los alcances de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, un “mecanismo independiente e imparcial de carácter extra–judicial” que se encargará, en un plazo de tres años, de “satisfacer los derechos de las víctimas, terminar el conflicto y alcanzar la paz”. Una de sus misiones será “promover la convivencia en los territorios”.
    Los requisitos para integrar esta comisión son “la idoneidad ética, la imparcialidad, la independencia, el compromiso con los derechos humanos y la justicia, la ausencia de conflictos de interés, y el conocimiento del conflicto armado, del Derecho Internacional Humanitario y de los derechos humanos, y la reconocida trayectoria en alguno de estos campos”. Quien la presida será “al mismo tiempo un referente nacional e internacional”, se señala. No se podría aludir más claramente a un futuro Gobierno de transición.

    Una hábil negociadora
    Por sus características, el cargo parece diseñado a medida para la abogada Piedad Córdoba, de 60 años, líder de la izquierda del Partido Liberal a través de su movimiento Poder Ciudadano Siglo XXI. Esta dirigente es la misma que, como senadora, tuvo un papel protagónico entre 2007 y 2009 en las negociaciones para la liberación de Ingrid Betancourt y otros rehenes de las Farc, pese al rechazo a su participación expresado por el entonces presidente Ãlvaro Uribe. Su trabajo legislativo se enfocó en los derechos de la mujer, los derechos humanos y los de las minorías étnicas y sexuales.
    Amiga de las Farc para sus detractores, y para otros la víctima más reciente del encono ancestral entre liberales y conservadores, Piedad Córdoba fue destituida e inhabilitada en 2010 para ejercer cargos públicos. Dos años más tarde, los lectores de la revista Foreign Policy, propiedad del Washington Post, la reconocieron como uno de los “10 intelectuales más influyentes de Iberoamérica”.
    Con ella puede cerrarse un curioso círculo, abierto en 1948 con el asesinato de otro líder de la izquierda liberal, Jorge Eliecer Gaitán, y el consiguiente estallido del “bogotazo”, germen de la aparición de las Farc. Derrotados por los conservadores en una virtual guerra civil que dejó miles de muertos, algunos liberales se retiraron al campo y, en alianza con grupos comunistas, establecieron pequeñas “repúblicas independientes”. Una de ellas, la de Maquetalia, quedaría finalmente en poder de las autodefensas campesinas de Pedro Antonio Marín, más conocido como Manuel Marulanda Vélez o “Tirofijo”, quien las refundaría en los años 60 bajo el nombre de Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

    Piedras y camino
    El proceso de paz que se desarrolla en La Habana tiene, lamentablemente, demasiados detractores, comenzando por el propio Uribe, quien propone crear una suerte de gueto o “franja de Gaza” para la guerrilla, y siguiendo por los enemigos internos de la conducción negociadora de las Farc. Entre los que se oponen figuran, por supuesto, los “narcos”, los paramilitares, y los sectores más duros de la prensa, del empresariado y del ejército.
    Para colmo, hay un antecedente desgraciado. En los primeros años 80, el presidente Belisario Betancur, un conservador peculiar que tenía escaso apoyo de su partido, intentó con bastante éxito inicial pacificar el país. Sus acuerdos con los principales grupos guerrilleros derivaron en la formación del partido Unión Patriótica (UP), una agrupación de algún modo comparable al Frente Amplio uruguayo. La UP participó en comicios y obtuvo bancas. Poco después, la casi totalidad de sus dirigentes y militantes eran masacrados por paramilitares.
    Sin embargo, hay diferencias considerables que permiten apostar por otro desenlace. Décadas en la selva han desgastado a la guerrilla, desactualizada y urgida de modernidad, y México monopoliza hoy el despliegue de narcos y paramilitares. Sudamérica tiene menos hipótesis de conflicto que Europa, y desde luego menos que Ãfrica y que Asia.
    El 20 de julio pasado, mientras efectivos de las Farc y del ejército colombiano realizaban tareas conjuntas de desminado, Estados Unidos y Cuba reanudaban sus relaciones diplomáticas. Detrás de bambalinas operaba la nueva diplomacia vaticana inaugurada por el Papa Francisco, a la que hoy apelan formalmente los líderes de las Farc, quienes ya iniciaron gestiones públicas al respecto ante la iglesia colombiana.

    Un gigante dormido
    Cuando el proceso de paz culmine, Colombia, vecino de Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador y Centromárica, podría consolidar el papel que ya insinúa de gran interlocutor regional. Pacificado, este país que, según el FMI, tiene en 2015 un PIB superior a US$ 330.000 millones y está creciendo a poco menos de 4% anual, sería un destino lógico para la inversión extranjera directa interesada en la región y orientada no solo a la agroindustria y los biocombustibles, sino a la manufactura y los servicios. Y no habría que descartar a la industria cultural.
    Bogotá tiene varios museos de estatura mundial. El más imponente es el Museo Nacional, montado en una antigua prisión y que hoy ofrece un recorrido histórico y etnográfico por este complejo y multifacético país de 49 millones de habitantes. Por su parte, el Museo Botero, del que se sale con un conocimiento acabado de este artista original como pocos de sus contemporáneos, puede perfectamente compararse con joyas culturales como el Museo Picasso de París. Y si bien en las ciudades colombianas no hay tantas librerías como en Buenos Aires, dos de ellas, la del Fondo de Cultura Económica, en forma de gigantesco espiral, en Bogotá, y la librería y café Ãbaco, en la Cartagena de Indias de Gabriel García Márquez, figuran seguramente entre las más bellas del continente. Decenas de talleres de escritura, una fuerte industria editorial y numerosos medios periodísticos, incluyendo algunas expresiones de gran nivel, completan el panorama.
    ¿Cuál será la que viene? ¿Esta Colombia llena de potencial, o se impondrá nuevamente la otra?