Pero atención: ya se habla de “los 11 siguientes”. Este siglo presenció el despegue de los emergentes, un grupo de economías con enorme potencial que superaban en tasas de crecimiento a los países desarrollados y amenazaban convertirse en competencia de las grandes economías.
Producto de una idea ingeniosa de Iim O’Neill (ex economista de Goldman Sachs), este nuevo pelotón pasó a llamarse BRIC (por Brasil, Rusia, India y China) que luego se transformó en BRICS (con el agregado de Sudáfrica).
Tuvieron su momento de gloria durante varios años. Pero ahora, todo el grupo –con la excepción de la India, por el momento– atraviesa serias dificultades.
Rusia, cuyo ingreso principal es la venta de petróleo y gas, se encuentra con que los precios de esos productos se han derrumbado a la mitad de lo que valían hace un año. Además sufre intensamente las sanciones de la Unión Europea y de Estados Unidos, por la anexión de Crimea y el conflicto bélico con Ucrania. Ahora interviniendo en Siria, con intensos bombardeos, busca recuperar protagonismo, pero simultáneamente agrava el déficit presupuestario con el enorme gasto bélico.
China, ha reducido su tasa de crecimiento, importa muchos menos productos básicos que hasta hace un par de años, tuvo un crash bursátil en Shangai y una devaluación. La incógnita es si solo intenta mejorar su posición en el comercio global o si hay una crisis interna y de consumo en la economía doméstica.
De Brasil, sabemos bastante. Caída en el valor de las commodities, devaluación importante frente al dólar, déficit fiscal, medidas de ajuste; todo en medio de un grave escándalo político por las implicancias del caso Petrobras (Sudáfrica, sin escándalo, pero casi igual en todo lo demás). La economía china ya no es la locomotora del crecimiento global.
La economía estadounidense con leve crecimiento, la europea, estancada, y la de Japón con mejoras insignificantes que no logran que salga de la deflación que lleva al menos dos décadas.
El nuevo grupo
¿Qué le queda a los economistas? Fijar la vista en otra dirección. Otra vez el ingenioso O’Neill fue autor del nuevo acrónimo que se está poniendo de moda a gran velocidad.
Es la hora del MINT (economías como las de México, Indonesia, Nigeria y Turquía) que tienen perspectivas demográficas y económicas interesantes, como para convertirse en actores importantes en la visión global.
Sus analistas destacan que México está avanzando rápidamente en el desarrollo de una moderna infraestructura, hay una clase media en ascenso y se achica la brecha de la pobreza. Se calcula que para 2050 su PBI per capita será mayor al de la mayoría de países europeos, excepto tres de los principales.
Indonesia, con su enorme población, también para 2050 estará séptimo en el ranking de PBI mundial. Es la mayor economía del sudeste asiático y forma parte del grupo del G–20. En el ranking del PBI nominal, actualmente ocupa el puesto 16°. Es el cuarto país del mundo en población, y la tercera democracia mundial más populosa.
Nigeria es una economía de ingresos medios, pero donde sectores como servicios, financieros, comunicaciones y entretenimiento están en veloz expansión. Está en camino a ser una de las 20 economías más grandes del mundo. Está en el puesto 20° en producto bruto interno y paridad de poder de compra.
El año pasado, Turquía creció a 10,3%, mucho mejor que China, y fue la tercera economía mundial en velocidad de crecimiento. Hay un auge de la construcción que impulsa la economía interna, junto con todos los sectores industriales afines (acero, madera, energía).
Para 2050 se espera que este miembro del G–20, se convierta en la 14° economía mundial por su PBI nominal.
La esperanza de los observadores es que los MINT, aunque con economías menores que los BRICS, tengan menos sobresaltos en su ruta hacia el crecimiento. Teoría que no es fácil de demostrar.
Lo cierto que los MINT despiertan nuevo entusiasmo, Existe la posibilidad de que se acerquen y desplacen a algunos de los BRICS, e incluso a algunas de las economías europeas rankeadas entre las 10 primeras.
Pero a estar preparados. Economistas y consultores no solamente hablan de BRICS y de MINT; también mencionan el advenimiento de “los próximos once”. Veremos quiénes figurarán en ese listado. No parece que la Argentina.
Las próximas batallas
Viene lo difícil en la Alianza del Pacífico
Aunque sea difícil de creer, hasta ahora fue lo más fácil. Después de cinco años de arduos debates, desinteligencias, disputas y fracasos, los doce miembros del acuerdo lograron ponerse de acuerdo y firmar el convenio de entendimiento.
Con todo, eso fue lo más sencillo. Ahora es que empieza lo más difícil. El papel firmado en Atlanta entre Estados Unidos y otras 11naciones con costas sobre el Pacífico, debe convertirse a partir de ahora en un tratado internacional que requerirá el consentimiento expreso de cada uno de los Congresos de los países signatarios.
Una empresa que puede ser más compleja que la acaba de terminar. La agenda suscripta, plagada de puntos de difícil negociación, abordará otra instancia menos conciliadora. La de los legisladores de cada país que sienten que hay intereses afectados que buscan preservar.
Habrá muchas batallas que librar. En Canadá, por ejemplo, el Parlamento actual tiene importantes objeciones. Si en las próximas elecciones, gana la izquierda como muchos predicen, la oposición será más enconada (en Malasia también habrá un largo y dificultoso proceso).
El mismo Barack Obama tiene problemas. Naturalmente los Republicanos en el Congreso están en contra, pero también muchos Demócratas (incluso Hillary Clinton). Pero tal vez Obama lo logre. A esta altura de su mandato, cuando se esperaba ver un lame duck (o pato rengo como le dicen al Presidente con menos poder al final de su mandato), inició la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba tras un bloqueo de 50 años; firmó un acuerdo que se supone la contención nuclear de Irán, secundado por otras potencias occidentales; desarrolla una estrategia de control del poder naval chino en el Pacífico, y trata de salir discretamente de los conflictos del Oriente medio, donde ahora se ha metido Rusia hasta el cuello.
Quizás en esto también se apunte un éxito. Es vital para Washington. Esta arquitectura económica internacional entronca con las nuevas realidades del siglo 21, el poder se ha desplazado al Pacífico y es necesario rebalancear la política asiática para impedir la hegemonía de Beijing. Este es el objetivo central del TPP (Tratado Trans Pacífico). Es la joya de la construcción geopolítica para las décadas venideras.
La gran virtud estadounidense durante esta etapa que ha terminado, fue la flexibilidad (precisamente el gran reproche de la oposición interna). Hasta ahora, la percepción era que, en las negociaciones, EE.UU. pretendía imponer su criterio sin tomar en cuenta las demandas de sus eventuales socios. Es decir, no negociaba, imponía. Sin embargo hubo concesiones y algunas importantes (ocho años de protección a medicamentos biológicos, regulación de productos del tabaco).
Aún así, la Alianza del Pacífico es una inmensa promesa. Pero todavía no es una realidad.
Menor crecimiento desde “la Gran Recesión”
El pronóstico del FMI es implacable: el crecimiento global de este año será el menor desde la grave crisis –la Gran Recesión– de 2008 y 2009. La caída del ritmo en China y en mercados emergentes, diluirá el débil crecimiento en las mayores economías. Calcula un crecimiento de 3,1% en todo el mundo, a pesar de la recuperación evidente en países industrializados.
Será la quinta caída anual consecutiva en las economías emergentes. El Fondo (reunido en Lima a principios de octubre) reclama medidas para estimular el consumo interno y efectuar reformas orientadas a promover el crecimiento.
No hay una causa única que explique este escenario. Aunque se advierte la importancia de la nueva política china que está consumiendo menor cantidad de commodities –producidas precisamente por mercados emergentes– en pos de estimular el consumo de sus habitantes.
En cambio el FMI advierte tendencias de largo plazo a tener muy en cuenta: menor productividad, alto gasto público, elevada deuda pública y privada, poblaciones que envejecen, y las consecuencias de crisis derivadas de burbujas financieras que se pincharon y que todavía perduran. En algunos países la situación es todavía más grave, por el elevado nivel de inflación.
Para la Argentina el pronóstico es recesivo. Se contraerá 0,7%. En Brasil, en 1%, menos que el año pasado que fue de 3%.
Bitcoins
Más que una “moneda” de cambio
Antes de haber tenido la oportunidad de lucir todo su potencial, las criptomonedas ya están evolucionando y avanzando en su ambiciosa carrera para dominar las transacciones financieras globales. Si el proyecto Ethereum avanza como está previsto, revolucionará la forma de adquirir servicios de computación en la nube.
Por Patricio Worthalter
Patricio Worthalter
Diariamente en la red bitcoin se intercambian bienes y servicios por sumas equivalentes a US$ 25 millones de dólares.
Las tecnologías basadas en blockchain solo tienen seis años de vida, lo cual puede parecer poco pero ha sido suficiente para tomar una magnitud impresionante. Una capitalización equivalente a US$ 4.100 millones y lo que resulta todavía mas impresionante, una capacidad de computo superior a todas las 500 computadoras más veloces del mundo combinadas.
El blockchain es una tecnología de código abierto (cualquier persona puede utilizarla libremente, como Linux) diseñada para permitir la realización de intercambios transaccionales de alta seguridad entre partes no conocidas ubicadas en cualquier parte de Internet, y por lo tanto del mundo. Hacer una transferencia de cualquier importe, así sean US$ 10 o un millón de estos se convierte en un proceso instantáneo equivalente al envío de un correo electrónico simple.
Es la expectativa de muchos especialistas que las criptomonedas sean la divisa de cambio para la mayoría de los bienes y servicios en el futuro. Esto parece inevitable cuando se suman todas las ventajas que estas nuevas herramientas brindan. Se puede ver que los metales preciosos, las monedas fuertes y todos los elementos que sirven como reserva de valor deberán resignar participación en el mercado en favor del bitcoin y otras criptodivisas. La imposibilidad de producir falsificaciones tan comunes en los billetes, el nulo espacio físico que ocupan, la facilidad con la que pueden moverse entre países y otras características perfilan al bitcoin como el mejor medio para realizar operaciones comerciales. Las posibilidades de transferir grandes sumas de valor en forma anónima lo han convertido en el medio preferido de las grandes redes delictivas, principalmente las basadas en Internet. Es un desafío para la comunidad bitcoin poder separarse del estigma de ser la moneda preferida de los delincuentes y hackers para convertirse en la forma más practica de que los integrantes de un grupo de amigos puedan pagar cada uno su participación en un asado.
Lo que viene. ¿El éter?
Actualmente hay más de 600 divisas basadas en blockchain, pero una se destaca por las grandes promesas que realizan sus impulsores y el apoyo que han conseguido en la comunidad. El Proyecto Ethereum.
En enero de 2014, el criptógrafo Vitalik Buterin, de origen ruso pero residente en Canadá, que en ese entonces tenía 20 años, realizó una gran propuesta. Diseñó un sistema informático de extrema complejidad que pocos individuos en el mundo pueden entender y serviría para distribuir capacidad computacional de procesamiento a lo largo de toda la red de máquinas que quisieran sumarse al proyecto. Un concepto que puede resultar parecido al muy difundido proyecto seti@home para búsqueda extraterrestre.
El proyecto presentó técnicas y conceptos totalmente plausibles que lograron motivar a una gran masa de personas. Ese grupo de personas motivado por la posibilidad de participar en la revolución informática más importante de la década armó un fondo para financiar el desarrollo a nivel programación. La recaudación se convirtió en récord de colecta grupal, superando los US$ 90 millones.
Claro que no se trataba solo de buenas voluntades. Para participar en la colecta se debían transferir bitcoins a una cuenta propia del grupo de programadores de Ethereum Project liderado por el visionario Vitalik que prometía recompensar proporcionalmente a todos cuando el desarrollo estuviera terminado. Fueron dos años de incertidumbre donde no faltaron los fatalistas de siempre burlándose de los colaboradores fundadores y prediciendo que todas las donaciones conseguidas iban a ser destinadas al patrimonio personal de los programadores y que nunca se recibiría la contraprestación.
El 1° de agosto de 2015 se lanzó la etapa Ethereum Frontier, donde se honraron todos los aportes recibidos, los cuales fueron cambiados por Ether, la denominación de la moneda del proyecto.
Inmediatamente el Ether empezó a cotizar en los mercados, ya que puede intercambiarse como cualquier moneda basada en blockchain.
Es fácil explicar cual es la razón por la cual tantas personas han decidido apostar a un proyecto tan complejo y críptico.
Si el proyecto Ethereum avanza como está previsto, revolucionará la forma de adquirir servicios de computación en la nube, lo cual desafiaría al negocio tradicional de los grandes líderes del mercado como IBM, Amazon y Microsoft.
En los últimos cinco años han surgido empresas que, aprovechando nuevas tecnologías de cómputo distribuido basadas en la nube, están amenazando a las arquitecturas de negocio más tradicionales y arraigadas. Uber con sus taxis omnipresentes y Airbnb con sus curiosas propuestas de alojamiento para viajeros de turismo o negocios.
Los poderes corporativos establecidos intentan por todos los medios (en muchos casos con éxito) detener el avance de estos desarrollos empresariales apoyados en la nube influenciando a legisladores y políticos para promover regulación que los limite y/o destruya. Las corporaciones que sostienen la nube descansan tranquilas creyendo que son ellas las que desafían a los negocios tradicionales. Será mejor que activen a sus equipos de investigación y desarrollo para reconvertirse antes de que sean ellos los que se vean amenazados por tecnologías disruptivas.
En la actualidad, los grandes centros de procesamiento computacional que trabajan para fines comerciales o científicos son centros de datos privados distribuidos alrededor del mundo. Adquirir capacidad de cómputo en estos proveedores de servicios es un trámite muy sencillo, puede hacerse en contrataciones muy pequeñas de un dólar hasta contrataciones muy grandes de US$ 10 millones. Si bien cada empresa líder tiene unos 20 centros de datos en el mundo, estos no dejan de ser instalaciones centralizadas ubicadas en locaciones geográficas estratégicas.
La red del Proyecto Ethereum permitirá a cualquier individuo o empresa adquirir capacidad de cómputo en la nube con todas las ventajas de un sistema comercial basado en blockchain.
Cuando una empresa necesite disponer de un servidor para cualquier fin, desde el simple alojamiento de un sitio web hasta un complejo de sistema de interconexión de sucursales y depósitos regionales tendrá una nueva opción adicional a las actuales “servidor propio” y “servidores en la nube”. Podrá adquirir un servidor en la red Ethereum cuyo costo será una décima parte del valor de mercado actual para el mismo servicio y por si ese no era motivo suficiente, lo hará en una transacción que no estará taxada, será anónima y utilizando sistemas de seguridad y encriptación superiores a los actuales.
Estos conceptos tan abstractos y novedosos son los que han logrado convencer a matemáticos y capitalistas por igual de aportar en conjunto US$ 94 millones para desarrollar el nuevo paradigma global de computación en la nube. El proyecto Ethereum ha completado solo 10% del desarrollo necesario para que las promesas se hagan realidad, pero lo hizo con tal solidez que dispersa las dudas y hace pensar que solo es cuestión de tiempo para que se cumplan los sueños de los liberales y las pesadillas de los empresarios que hoy están gozando los beneficios de ser los challenger de una industria establecida.
Bancos y bitcoins
El bitcoin fue creado para evitar a los bancos, pero ahora ellos toman del sistema las partes que ven convenientes y excluyen las que los afectan. O sea, aceptan sus características técnicas pero crean versiones propias que dejan afuera, por ejemplo, el dinero digital.
En los momentos más negros de la crisis financiera de 2009, alguien usando como nombre Satoshi Nakamoto lanzó una moneda digital llamada Bitcoin que, decía, podía eliminar la necesidad de depender de los bancos. Seis años más tarde, instituciones como JP Morgan y Citigroup están tomando las ideas de Nakamoto, pero dejando afuera partes del diseño del Bitcoin diseñadas para reducir su propia influencia.
El Barclays y el Credit Suisse recurren a la idea de Nakamoto del código de fuente abierta para crear sistemas que ayuden a los gigantes financieros a hacer sus negocios como siempre pero con más eficiencia. El plan general es crear software que imite la forma en que Bitcoin registra y verifica las transacciones en un libro de contabilidad digital conocido como “blockchain” pero haciéndolo sin la moneda digital misma.
Uno de esos proyectos se hizo público hace pocas semanas, cuando la startap de la ciudad de Nueva York, R3, anunció una sociedad con nueve bancos (Goldman Sachs, UBS y JP Morgan entre ellos) para desarrollar software blockchain que facilite la transferencia de activos financieros entre las instituciones.